Datorren maiatzaren 25eko Europako hauteskundeek murrizketa sozialetan inplikatuta dauden alderdi eta erakundeenganako deskreditua islatuko duten beldur, burgesiak bere kanpaina mediatikoa areagotu du; eta sinestarazi nahi digute krisiaren okerrena pasatu dela eta “sakrifizioen etapa” hau amaitzen ari dela. Hala ere, kapitalaren Europan, mundu osoan bezala, krisia eta degradazio sozialerako joera hondoa jotzetik urrun daude. Kimu berdeez hitz egiten duen bitartean, burgesiak bere murrizketa politikekin jarraitzen du eta langile klasearekin izango duen konfrontazioaren sakontzerako prestatzen ari da.
Una Federación Socialista de Europa, la única alternativa a los recortes y la crisis
Temerosa de que las elecciones europeas del próximo 25 de mayo reflejen el profundo descrédito de los partidos y las instituciones implicadas en los recortes sociales, la burguesía ha redoblado su campaña mediática consistente en hacernos creer que lo peor de la crisis ya ha pasado y que la “etapa de sacrificios” está llegando a su fin. Pero en la Europa del capital, como en el resto del mundo, la crisis y las tendencias hacia la degradación social distan mucho de haber tocado fondo. Mientras habla de brotes verdes, la burguesía extiende su política de recortes y se prepara para una agudización de la confrontación contra la clase trabajadora.
Tras seis años de crisis y más de 1,6 billones de euros en ayudas públicas destinados a salvar la banca europea resulta que, según el propio FMI, “los estados no pueden dar por concluida la época de los espaldarazos a la banca” ya que a fecha de hoy hay “hasta 800.000 millones de euros en activos morosos en el conjunto de las entidades europeas, el doble que en 2009” (“La banca europea sigue en entredicho”, El País, 10/04/14). De hecho, las mayores necesidades de recapitalización se encuentran en la banca francesa (285.000 millones) y en la alemana (199.000). En Italia, la tercera economía de la zona euro, los créditos de dudoso cobro aumentaron un 25% en 2013, llegando a más de 150.000 millones de euros. La morosidad de la banca española equivale, según Bank of America/Merrill Lynch, al 21% del PIB (frente al 12% oficial) y la morosidad potencial es del 34%.
¿Hacia una mayor integración?
Todas estas cifras contrastan, por su magnitud, con los 55.000 millones de euros con los que se dotará al “Fondo Único de Resolución”. Teóricamente este fondo común permitiría afrontar quiebras y rescates bancarios sin desequilibrar las cuentas de los diferentes Estados. Sin embargo, cuando se entra en los “detalles” la realidad es bien distinta. El fondo no se creará hasta 2016 y no estará disponible hasta ocho años después. La explicación de que el fondo esté dotado de una cantidad de dinero tan pequeña, en comparación con los agujeros bancarios que potencialmente deberá afrontar, es que sólo se activaría después de un largo proceso de “recapitalizaciones internas” (es decir, de aportar fondos de procedencia nacional, sean públicos o privados). Como muy gráficamente señalaba un periodista: “los bancos son europeos en vida, cuando mueren y necesitan dinero de los contribuyentes pasan a ser nacionales”, y esto seguirá siendo así. En definitiva, que “cada palo aguante su vela”, que cada burguesía nacional haga frente, en mayor medida que hasta ahora, a las consecuencias económicas, sociales y políticas de las quiebras bancarias.
En general, las contradicciones generadas por la existencia de una moneda única para economías y estados nacionales con dinámicas e intereses distintos (muchas veces opuestos) se mantienen. Los “problemas estructurales” que hicieron que la crisis se expresase con tanta virulencia en Europa siguen intactos. De los “eurobonos” ya ni se habla.
¿Brotes verdes?
Más allá de la propaganda de los brotes verdes, los desequilibrios capitalistas se mantienen y no hay visos de estabilidad. La deuda pública, uno de los problemas que se pretendían erradicar y con el que se han justificado recortes sociales salvajes, no ha parado de crecer hasta alcanzar cotas históricas. En el conjunto de la zona euro, entre 2007 y el cuarto trimestre de 2013 la deuda pública pasó del 66,4% al 95,1% del PIB. En Grecia del 107,4% al 175,1%: Italia del 103,3% al 132,6%; Portugal del 68,4% al 129%; Irlanda del 24,9% al 123,7%; Francia del 64,2% al 93,5%; España del 36,3% al 93,9%; Alemania del 65,2% al 78,06%. Y todo eso en una situación en que la economía europea sigue en situación de semiparálisis. El PIB del conjunto de la zona euro cayó un 0,5% en 2013. Tarde o temprano, la combinación de una deuda creciente y un crecimiento prácticamente nulo llevará a nuevas situaciones de impago.
Es increíble el descaro con el que los capitalistas son capaces de pintar de color de rosa la catástrofe económica y social que su sistema genera. Recientemente, los periódicos se llenaban de titulares anunciando que Irlanda “vuelve a ser un país soberano” y ha salido del rescate “sin muletas”. Les faltó explicar que la falta de muletas es porque la economía irlandesa se ha quedado sin piernas, brazos, ni cabeza… El déficit público está en el 7,5% y la deuda pública supera la cima considerada catastrófica del 120%. El desempleo alcanza el 13% y estaría más alto si no fuera porque el 20% de los jóvenes entre 15 y 29 años se ha ido del país. Los recortes llevados a cabo desde noviembre de 2010 ¡equivalen prácticamente al 20% del PIB! ¡Menuda vuelta a la “normalidad”! Pero es que, además, los ataques continuarán. Una de las medidas que están barajando es que a los parados que rechacen el llamado JobBridge, un sistema de prácticas sin remunerar, se les retire el subsidio de desempleo.
También en abril Grecia saltaba a los titulares por su “regreso triunfal” a los mercados. Sin embargo, la economía griega cerró 2013 con una caída del 3,9% de su PIB y lleva acumulado desde el inicio de la crisis una contracción del 26,2%. La deuda pública está 40 puntos por encima de 2009. Las exportaciones, a pesar de la drástica reducción salarial (la famosa “devaluación interna”) están 15 puntos por debajo del nivel previo a la crisis. Y, a finales de marzo, han aprobado un nuevo paquete de recortes.
La socialdemocracia se implica a fondo con los capitalistas
Las consecuencias sociales y políticas de la crisis son muy profundas. De entrada, la burguesía europea se ha quitado definitivamente la careta de representante de un modelo de “capitalismo de rostro humano”, dotado de garantías sociales y democráticas supuestamente indestructibles. Su agresividad, que se está extendiendo cada vez más claramente del ámbito social al de los derechos democráticos, se debe a que ha sacado la conclusión de que la única manera de preservar sus beneficios es acabando con las conquistas históricas de la clase obrera, aunque al emprender este camino destruya la base social que ha sustentado décadas de relativa estabilidad política. Como señalaba gráficamente ya en 2007 Denis Kessler, ex vicepresidente de la patronal francesa Medef, “hay que salir de 1945 y deshacer metódicamente todo el programa [puesto en marcha en los primeros diez años de posguerra] del Consejo Nacional de la Resistencia Antifascista”.
La combinación de los efectos de la crisis capitalista y la política de recortes ha llevado a una aceleración impresionante de la desigualdad social y del empobrecimiento. En tan sólo cuatro años, de 2008 a 2012, el porcentaje de personas pobres o en situación de exclusión social pasó del 17% al 24,8%, alcanzando a 124,5 millones de personas. En el mismo periodo la renta media de los hogares se redujo un 8,5%.
Y la austeridad es la receta de todos los gobiernos que aceptan la lógica del capital, sean de derechas o socialdemócratas. En Francia, la apuesta decidida del gobierno de Hollande de recortar drásticamente los gastos sociales tiene varias implicaciones. En primer lugar, que los planes de recortes no sólo no se han detenido en los llamados países “periféricos” sino que estamos asistiendo a una intensificación de los mismos en las economías centrales. La Comisión Europea señalaba recientemente a Italia y Francia como los “nuevos enfermos de Europa” instándoles a poner en marcha ya las “reformas estructurales pendientes”. En segundo lugar, corona el proceso de implicación de la socialdemocracia en la política de recortes —iniciada con el gobierno de Papandreu en Grecia y de Zapatero en el Estado español— y su completa sumisión a los dictados de la burguesía. Confirma que no hay posibilidad de ningún bloque capitalista antirrecortes opuesto al austericidio de Merkel ya que su política no obedece a un “error”, sino a una necesidad estratégica de la burguesía europea.
A pesar del batacazo del PSF en las elecciones municipales de marzo, la conclusión que sacan los dirigentes socialdemócratas, en boca del nuevo primer ministro Manuel Valls, es que hay que ir “más lejos y más rápido”. De hecho, el plan aprobado a finales de abril implica una reducción de impuestos a los empresarios por valor de 38.000 millones, que será compensado, entre otras medidas, con una subida de impuestos indirectos de 10.000 millones, un recorte en sanidad pública de otros 10.000 millones y un recorte en “otras presentaciones sociales” de 11.000 millones. La decisión del gobierno del PSF de enfrentarse a la clase obrera es firme. El Comisario de Estrategia y Planificación del gobierno francés Jean Pisani-Ferry señalaba en una entrevista: “el síndrome francés en el que el gobierno intentaba introducir alguna reforma, la calle rechazaba el plan y, con el gobierno derrotado, todo se bloqueaba, ha quedado atrás (…) Hemos llevado a cabo reformas del mercado de trabajo, de las pensiones, de la formación profesional, y lo haremos con el seguro de desempleo y con el gasto público” y concluye: “En todo caso, va a doler”.
En Alemania el SPD se ha convertido en el principal socio de gobierno de Merkel. Con ello la socialdemocracia, lejos de imprimir un “sello social” a la política de este gobierno da un espaldarazo político al principal impulsor de los recortes en Europa. A cambio de la implicación de la socialdemocracia en la política antisocial de la CDU, la derecha aceptó establecer un salario mínimo, pero dadas las ambigüedades y plazos de aplicación, la efectividad práctica de esta medida para contrarrestar las lamentables condiciones salariales de los sectores más oprimidos será mínima. Lo mismo podemos decir del anuncio de la jubilación a los 63 años, sólo aquellos que hayan cotizado 45 podrán acogerse a la misma.
La socialdemocracia parece querer competir con la derecha imitando su política en todos los terrenos. En Francia el gobierno del PSF ha hecho suya la política de deportaciones contra los inmigrantes y en Alemania la ministra de Trabajo, del SPD, ha sido una de las principales impulsoras de la ley que plantea la expulsión de los inmigrantes comunitarios que lleven seis meses sin trabajo. Fue el gobierno regional de Hamburgo, en manos del SPD, el impulsor del estado de sitio que afectó a 100.000 personas a raíz de la explosión social desatada por el desalojo del centro cultural de izquierda Rote Flora.
Crisis prerrevolucionaria en Grecia
En Grecia se vive una barbarie. El número de personas en hogares en los que nadie trabaja ha pasado de 545.000 en 2010 a más de un millón en 2012. Sólo el 10% de los parados (situación en la que se encuentra el 33% de la población, según el sindicato GSEE) recibe ayuda del Estado. A un tercio de los trabajadores en activo se le debe tres o más mensualidades. Los pensionistas tienen que esperar entre uno y cuatro años para empezar a cobrar su pensión. El ingreso medio de las familias ha descendido un 40%, algo nunca visto en tiempos de paz. Mil hogares al día se quedan sin luz por falta de pago (son 350.000 los que están en esta situación). Dos mil trescientas personas al día pierden el acceso a la sanidad pública gratuita (situación en la que se encuentra el 30% de la población) y enfermedades erradicadas, como la malaria y la peste, han vuelto. El 40% de la población “ahorra” en comida para poder comprar medicinas. Esta situación intolerable ha llevado, según cifras oficiales, a 2.500 personas al suicidio en cuatro años, más de una al día. Yanis Varoufakis, profesor de economía de universidad de Atenas, señala que “Grecia se encuentra en una situación parecida a 1943, bajo la ocupación nazi, cuando los griegos apenas tenían para comer”.
Desde que comenzó la crisis, la clase obrera griega ha hecho todo lo posible para derrotar la ofensiva capitalista: 35 huelgas generales desde 2010, la última el pasado 9 de abril, además de multitud de luchas sectoriales y de empresa, incluyendo ocupaciones, que han tenido un tremendo impacto y han generado una situación prerrevolucionaria. La burguesía ha respondido a este proceso de resistencia, organización y radicalización, intensificando la represión policial, criminalizando a la izquierda, azuzando a las bandas fascistas de Amanecer Dorado...
Este endurecimiento se acentuó tras fracasar su intento de estabilizar la situación política convocando elecciones generales en mayo de 2012. Pretendían dotar al gobierno de “legitimidad democrática” para poder contraponerla a la contestación social en la calle. Pero el ascenso de Syriza, los malos resultados de Nueva Democracia (ND) y el colapso de los socialdemócratas (PASOK), no les permitió formar gobierno. Tuvieron que convocar nuevas elecciones un mes después. La burguesía respondió con una campaña de miedo, augurando caos y guerra civil lo que, unido a las vacilaciones de la dirección de Syriza (que aún así mejoró sus resultados anteriores), les permitió, a corto plazo y por los pelos, salvar la situación formando un débil gobierno de coalición entre ND, PASOK y Dimar.
La actitud represiva del gobierno —como reflejo de esa debilidad— contra el movimiento obrero dio un salto con la militarización de la impresionante huelga indefinida del Metro y de la Marina Mercante en el invierno de 2013. En mayo de 2013 se abrió la perspectiva de una huelga indefinida del profesorado. El gobierno envió policías a las casas los profesores con cartas amenazando de despido. El primer ministro Samara, de ND, declaró que prefería el derrocamiento del gobierno a ceder. Este órdago animó el movimiento por abajo: la perspectiva de derribar al gobierno era un aliciente. Tras la amenaza de Samaras, el profesorado participó masivamente en las asambleas y aprobó de manera aplastante (92%) la huelga indefinida. Sin embargo, la dirección del sindicato, con la participación del KKE y de Syriza, desconvocó la huelga argumentando que “no había condiciones”.
Desactivado el conflicto educativo, Samaras decretó el cierre de la televisión pública (ERT). Los trabajadores ocuparon las instalaciones e hicieron un llamamiento a apoyar su lucha, desatando un movimiento de solidaridad sin precedentes. Esta respuesta obrera provocó una crisis de gobierno, con la salida de Dimar y un debilitamiento todavía mayor de su exigua mayoría parlamentaria. Otro acontecimiento de enorme impacto fue el asesinato a manos de un fascista de Amanecer Dorado, el 18 de septiembre, del cantante de rap Pavlo Fryssas, conocido por su militancia de izquierdas. Después de numerosas manifestaciones espontáneas, los dirigentes de los principales sindicatos y partidos de izquierda convocaron una movilización antifascista con decenas de miles de trabajadores y jóvenes exigiendo la disolución de Amanecer Dorado.
Había tanta indignación que el gobierno corría el riesgo de ser arrollado. Por eso detuvieron a parte de la dirección de Amanecer Dorado. El objetivo no era defender la “democracia” sino tratar de mantener la estabilidad del desacreditado régimen burgués.
En las pasadas elecciones Amanecer Dorado obtuvo un 7%. Es un reflejo de la enorme polarización política existe. Este movimiento fascista se nutre de la desesperación de sectores de capas medias, empobrecidos por la crisis, y de trabajadores y jóvenes desclasados y lumpenizados. Obviamente, un elemento clave para su desarrollo es el apoyo de sectores de la clase dominante y sus vínculos con el aparato del Estado. Para la burguesía constituyen un complemento importantísimo a la represión “oficial” del Estado. Aunque quieran tenerlos bajo control, para no precipitar un levantamiento revolucionario de la clase obrera, no van a prescindir de ellos en un momento de auge de la lucha obrera y juvenil. A primeros de abril se hacía público un vídeo con la grabación de un encuentro del, hasta ese momento, jefe de gabinete del primer ministro Samaras, con un líder del partido neonazi.
La responsabilidad histórica de Syriza
Pero lo más importante de la situación en Grecia es que la correlación de fuerzas sigue siendo muy favorable a la clase obrera. Pese al colapso económico y la debacle social, un sector cualitativamente decisivo de la clase obrera y la juventud ha sacado la conclusión de que es necesario romper con el capitalismo y está dispuesto a luchar por ello. Ese es, esencialmente, el significado del incremento del voto a Syriza.
Syriza ha superado al PASOK, convirtiéndose en primera fuerza de la izquierda. Esto es un acontecimiento político de gran trascendencia. Ahora las encuestas le sitúan como partido más votado, superando a la derecha de ND, mientras el PASOK paga su completa traición con una intención de voto cada vez más residual, en torno al 5%. Pero a medida que la posibilidad de gobernar se aproxima, aumenta la presión de la clase dominante sobre los dirigentes de Syriza que en lugar de resistir están haciéndose eco de este chantaje, con un claro giro hacia la conciliación en el discurso de sus dirigentes y en su actuación práctica.
Sin embargo, la caída del odiado gobierno de Samaras y la formación de otro encabezado por Tsipras tendría un efecto electrizante en la clase obrera griega y europea. Las elecciones europeas de mayo, que coinciden con las municipales griegas, serán un barómetro de lo que puede ocurrir. Si Syriza y el Partido Comunista (KKE) obtuvieran en las próximas elecciones generales una mayoría parlamentaria, la dirección de esta última formación, pese a su sectarismo, tendría muy complicado oponerse a un gobierno de izquierdas. En cualquier caso, un gobierno de Syriza recibiría una enorme presión del movimiento obrero y la juventud. Las masas lo verían como un logro de su lucha y una oportunidad histórica para poner fin a la pesadilla actual. Todos los elementos de revolución que existen en la situación política griega se podrían desarrollar a un nivel superior. Las embestidas de la reacción contra un gobierno dispuesto a resistirse a la política de recortes podrían radicalizar aún más el movimiento obrero, abriendo un nuevo periodo de la lucha de clases donde el derrocamiento del capitalismo se pondría en el orden del día con toda crudeza.
Una Federación Socialista de Europa, la única alternativa a los recortes y la crisis
La respuesta a los ataques de la burguesía por parte de la clase obrera europea ha sido contundente, alcanzando una participación y radicalización como hacía décadas no se producía. Y es sólo el principio. En 2011 la clase obrera francesa puso contra las cuerdas al gobierno de Sarkozy en un movimiento que tuvo elementos insurreccionales. En Portugal, desde el rescate de 2011, se han producido movilizaciones constantes, cuatro huelgas generales y varios momentos en los que la caída del gobierno derechista de Passos Coelho estaba implícita. En el Estado español la reciente movilización multitudinaria del 22-M y las movilizaciones estudiantiles son los últimos ejemplos de un claro incremento de la lucha, de la conciencia y de un proceso de autoorganización del movimiento de los trabajadores y de la juventud. El incremento de la intención de voto a Izquierda Unida es un reflejo electoral, muy positivo, de este proceso.
Financial Times, en un artículo de marzo de 2010, expresaba claramente los temores de la clase dominante sobre el futuro: “Lo que será crucial en los próximos años, no es la simple amplitud de la deuda, sino saber si los gobiernos están en posición de encontrar un medio eficaz de reducirla (…) sin provocar (en el mejor de los casos) una inestabilidad política o (en el peor) una verdadera revolución”. Efectivamente, el futuro es de revolución. Dentro o fuera del euro, dentro del marco del sistema capitalista, la burguesía intentará descargar sobre los hombros de los trabajadores el peso de la crisis, y los problemas para la mayoría de la población seguirán siendo los mismos. La auténtica disyuntiva no es euro sí o euro no sino capitalismo o socialismo, luchar por la Federación Socialista de Europa para salir de la catástrofe que nos amenaza.