Uztail eta abuztuan, Donetsk eta Luganskeko herri errepublikek Kieveko gobernu atzerakoi eta proinperialistaren bonbardaketa eta eraso militar gogorrak jasan dituzte. NBEaren arabera, masakre honen ondorioz, 2.593 hildako izan dira, 6.000 zauritu baino gehiago, 260.000 barne desplazatu eta 800.000 pertsona baino gehiagok Errusiara ihes egin behar izan dute. Bien bitartean, AEB, Britainia Handia eta Frantziako gobernuek ez dute aukerarik galdu beren buruak munduaren aurrean "demokraziaren" eta "eskubide demokratikoen" defendatzailetzat aurkezteko, ustez "errusiar inbasioaren" aurrean; errealitatea bestelakoa da, ordea; herritar zibilen aurkako ofentsita militar basatia sustatzen dute eta banda faxistak armatzen dituzte.
¡Viva la lucha de los trabajadores de Donetsk y Lugansk!
Durante los meses de julio y agosto las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk han sufrido duros bombardeos y ataques militares del gobierno reaccionario y pro-imperialista de Kiev. Esta masacre se ha saldado, según datos de la ONU, con 2.593 muertos, más de 6.000 heridos, 260.000 desplazados internos y más de 800.000 personas huidas hacia Rusia. Mientras esto ocurría, los gobiernos de EEUU, Gran Bretaña y Francia no han perdido la oportunidad de presentarse ante el mundo como garantes de la “democracia” y los “derechos democráticos” frente a una supuesta “invasión rusa”, cuando en realidad alientan la brutal ofensiva militar contra la población civil del este ucraniano y arman hasta los dientes a las bandas fascistas.
La contraofensiva de las milicias
A mediados de agosto todo apuntaba a que el gobierno de Kiev, tras ocupar Slaviansk y otras ciudades, estaba cerca de su objetivo, controlar todo el Donbass y celebrar la gran victoria el 24 de agosto en el desfile militar del Día de la Independencia en Kiev. Pero de la noche a la mañana la situación dio un giro de ciento ochenta grados: las milicias populares y antifascistas del Este pasaron a la ofensiva en todos los frentes reconquistando el territorio ocupado por las tropas del gobierno. La táctica militar de las milicias fue permitir el avance del ejército ucraniano para después cercarlo, logrando que miles de soldados quedaran atrapados entre sus líneas y la frontera rusa, sin suministros y con escasos alimentos. El siguiente objetivo de las milicias fue la liberación de la ciudad portuaria de Mariupol, donde ha establecido su base el infame Batallón Azov, compuesto por voluntarios del fascista Sector Derecha, y que ha sembrado el terror entre la población local.
Después de esta humillante derrota, el gobierno ucraniano junto a EEUU y la UE, lanzaron una intensa campaña de propaganda sobre la supuesta “invasión”, acusando a Rusia de ser una amenaza para la paz mundial, pero sin presentar ningún tipo de prueba que sustentara tal acusación. Es verdad que las milicias rebeldes están recibiendo ayuda rusa, pero en ningún caso comparable a los suministros de armamento pesado, tanques, aviones, armas automáticas, mercenarios y apoyo de inteligencia que recibe el gobierno de Kiev de parte de la OTAN y la CIA. El primer ministro de la República Popular de Donetsk, Zajarchenko, ha reconocido abiertamente que en sus filas hay entre 3.000 y 4.000 combatientes rusos: “Muchos son antiguos oficiales de alta graduación del ejército que se han unido como voluntarios”.
El retroceso del ejército ucraniano no sólo se debe al éxito militar de las milicias, obedece también a otros factores incluso más importantes. La situación del ejército, en última instancia, refleja también las contradicciones y la situación política del país al que representa. En el caso de Ucrania es un ejército dividido, en descomposición y con una tropa desmoralizada; de hecho el gobierno reconoce que ha iniciado más de 1.000 procesos judiciales contra soldados desertores, cientos han huido a Rusia y otros se han unido a las milicias. Gran parte de la tropa no entiende ni comporte la razón de esta guerra. Después del fracaso en la incorporación de voluntarios entre la población a sus filas, excepto los seguidores de los grupos fascistas, el gobierno ha tenido que recurrir al reclutamiento forzoso de reservistas y jóvenes sin formación militar y mal equipados. Son enviados a un territorio donde la mayoría de la población es hostil, a luchar contra unas milicias formadas por combatientes que saben por qué pelean y están decididos a defender hasta el final sus hogares y a sus familias de un gobierno al que consideran “ilegítimo” y “fascista”.
La CNN publicaba un artículo que describía la situación del ejército ucraniano. Con el titular, El escenario en el Este ucraniano: un frente rebelde insistente, unas tropas ucranianas desmoralizadas, en él se podía leer lo siguiente: “El norte de la ciudad portuaria de Mariupol, a un par de millas de la frontera rusa, no muestra evidencia de presencia ucraniana. Los guardias fronterizos han desertado, los puntos de vigilancia en las carreteras rurales están abandonados (…) Las fuerzas rebeldes, unidas bajo la bandera de Novorrusia, están mejor armadas y organizadas que hace dos meses (…) En contraste, un pequeño destacamento de tropas ucranianas que encontramos en el camino hacia el norte parecía desmoralizado. Uno preguntó cuándo llegaría el ejército británico para ayudar a Ucrania… otro pronosticaba sombríamente que en cualquier momento sufrirían el ataque de los rebeldes”. (1)
Los planes de la OTAN y el imperialismo
EEUU y la UE están aprovechando la crisis en Ucrania para militarizar Europa. En la cumbre de la OTAN celebrada el primer fin de semana de septiembre en Gales, decidieron crear dos fuerzas de intervención rápida con decenas de miles de soldados y la instalación de bases en los Estados Bálticos, Polonia y Rumanía. La excusa es Ucrania y la amenaza rusa, pero en el punto de mira de las potencias occidentales está desplazar a Rusia de las zonas de influencia que aún conserva, y la explosiva situación social que existe en Europa. En un contexto de paro masivo, salarios de pobreza, desmantelamiento del estado del bienestar y medidas de austeridad, las relaciones sociales están al borde de la ruptura. El recurso al militarismo por parte de la burguesía mundial es una respuesta más para prevenir el ascenso de la revolución social, pero no es precisamente un ejemplo de su fortaleza, más bien refleja su debilidad. Basta con ver la situación Afganistán, Iraq, Siria y ahora Ucrania, para comprender su absoluto fracaso a la hora de imponer su voluntad.
Como era de esperar, Putin y los oligarcas rusos no se iban a quedar de brazos cruzados mientras EEUU y la UE intenta aislarlos y ponen en peligro sus intereses estratégicos y económicos en la región. Por otro lado, si Rusia hubiera abandonado a su suerte Donetsk y Lugansk, habría sido un tremendo golpe para la popularidad de Putin en Rusia, en un momento delicado, cuando la economía rusa está en recesión e intenta aplicar medidas de austeridad similares a las que están llevando a cabo los gobiernos occidentales. Por eso hay que subrayar que la ayuda de Putin no tiene nada que ver con una genuina preocupación por las legítimas aspiraciones democráticas y sociales de la población del Este de Ucrania, sino que obedece a sus propios objetivos. Está utilizando la insurrección popular del Este como comodín a la hora de defender sus intereses en Ucrania y negociar con el imperialismo occidental.
El acuerdo de “alto el fuego” de Minsk
Después de la humillación, el gobierno ucraniano se vio obligado a sentarse a negociar con Rusia y la OSCE en Minsk, la capital bielorrusa. Finalmente, el 5 de septiembre se acordó un alto el fuego y una hoja de ruta que, en la práctica, es la propuesta por Putin y que de cumplirse sería un duro revés para Kiev. El plan, de 12 puntos, propone la “descentralización del poder” y un estatus especial para Donetsk y Lugansk; celebración de elecciones locales anticipadas; una amnistía que incluiría una ley “prohibiendo la persecución o castigo de aquellas personas que han participado en los acontecimientos” en las dos regiones; retirada de “todas las formaciones militares ilegales, equipamiento militar, combatientes y mercenarios”; liberación de todos los prisioneros de guerra; apertura de corredores humanitarios; creación de una “zona de seguridad” en la frontera rusa y un programa de desarrollo económico para el Donbass”, la OSCE sería el organismo que supervisaría el cumplimiento del acuerdo. (2)
Obviamente el acuerdo de paz, lejos de solucionar el problema, ha acrecentado las divisiones que ya existían entre distintos sectores de la oligarquía ucraniana y que se reflejan en el gobierno, que presentó su dimisión a finales de agosto, y ha obligado a la convocatoria de elecciones legislativas el próximo mes de octubre. Los elementos más reaccionarios del gabinete han manifestado su oposición al alto el fuego y los batallones de voluntarios fascistas han anunciado que no lo respetarán, una amenaza que cumplieron dos días después con un nuevo ataque en Mariupol.
Las milicias del Este, correctamente, no se fían del gobierno, como manifestó el Ministro de Defensa de la República Popular de Donetsk a la agencia RIA-Novosti: “Las fuerzas ucranianas continúan asediando nuestras posiciones. Parece que Poroshenko no controla a sus tropas. El objetivo del alto el fuego para Kiev es reagrupar y lanzar una nueva ofensiva. Estamos preparados. Si continúan las provocaciones nos veremos obligados a emitir una orden para responder con la fuerza total”. (3)
Oposición a la guerra entre la población del Oeste
Otro de los problemas del gobierno ucraniano es la impopularidad de la intervención militar en el oeste y el sur del país. Cuando el 22 de julio el gobierno aprobó el tercer decreto de reclutamiento que afectaba a todos los jóvenes entre 18 y 25 años, se desató una oleada de movilizaciones en todo el país contra la guerra. Las madres, mujeres y familiares de los soldados en el frente no sólo se oponían al reclutamiento, también denunciaban cómo se libraban de combatir los hijos de los ricos mientras los jóvenes de la clase obrera eran utilizados como carne de cañón por el gobierno. Durante días se sucedieron las manifestaciones en las principales ciudades y pueblos, incluso en la capital Kiev, con bloqueos de carreteras, ferrocarriles y puertos, y concentraciones frente a edificios del gobierno. Cientos de jóvenes quemaron sus órdenes de incorporación a filas y en multitud de lugares asaltaron las oficinas de reclutamiento. Días después, el gobierno anunció un nuevo impuesto del 1,5% sobre los salarios para financiar el coste de la guerra, algo que enfureció aún más a la población.
El gobierno ha hecho todo lo posible para acallar cualquier oposición a la guerra, y aquellos diputados que osaban levantar la voz en el parlamento eran expulsados o incluso golpeados por los fascistas. También se ha iniciado el procedimiento judicial para ilegalizar al Partido Comunista, han cerrado los periódicos de habla rusa y muchos activistas de izquierdas y pacifistas han tenido que huir o desarrollar su actividad en la más absoluta clandestinidad.
La economía en caída libre
Si antes de la ofensiva militar la situación de la economía ucraniana era mala, ahora está en caída libre. Todos los indicadores económicos se han derrumbado; por ejemplo, la producción industrial en agosto cayó un 12,1% y la agrícola un 15%. La situación se agrava porque las regiones de Donetsk y Lugansk producen el 16% del PIB ucraniano y debido a la intervención militar sectores significativos de la industria e infraestructura han sido destruidas o han parado su actividad. Según el FMI la economía este año se contraerá un 6% o 7%. La empresa rusa de gas Gazprom ha cortado el suministro de gas debido a la deuda de 5.000 millones de dólares que tiene el gobierno ucraniano, eso ha llevado a que en Kiev y otras ciudades desde hace semanas no haya agua caliente, una situación muy preocupante cuando se avecina el invierno y miles de personas pueden quedarse sin calefacción.
A lo largo de la historia hemos visto cómo la guerra se ha convertido en su contrario y ha llevado a países al borde de la revolución. A la oligarquía ucraniana y sus amos imperialistas les aterroriza que desaparezca el veneno del chovinismo y las cuestiones sociales salgan a la superficie, haciendo que la oposición de la población a la guerra termine convirtiéndose en un movimiento de masas contra el gobierno; en definitiva, que la insurrección del Este termine extendiéndose al resto del país. La situación está llena de innumerables variables y no se puede descartar ningún escenario, incluso la partición del país. Pero una cosa está clara, cualquier solución dentro del marco del capitalismo no resolverá los problemas de las masas ucranianas.
1 www.cnn.com 1/9/14
2 www.rt.com 7/9/14
3 RIA-Novosti. 7/9/14