2006ko urriaren 11tik 13ra Erroman FAOren sedean egin zen konferentzian Alan Woodsek aurkeztutako textua.

En la primera década del siglo XXI, la raza humana se encuentra en una encrucijada. Por un lado, las conquistas de la ciencia moderna y la tecnología nos han proporcionado los medios para resolver todos los problemas que nos han atormentado a lo largo de la historia. Podemos erradicar enfermedades, abolir el analfabetismo, la falta de vivienda y hacer florecer los desiertos.

Por otro lado, la realidad parece burlarse de estos sueños. Los descubrimientos de la ciencia son utilizados para producir armas aún más monstruosas de destrucción masiva. En todas partes hay pobreza, hambre, analfabetismo y enfermedad. El sufrimiento humano alcanza una escala masiva. Los ricos obscenos florecen al lado de la miseria.

Podemos poner a un hombre en la luna, pero cada año ocho millones de personas mueren simplemente porque no tienen suficiente dinero para vivir. 100 millones de niños nacen, viven y mueren en las calles, no saben lo que es tener un techo sobre sus cabezas.

El aspecto más impactante de la situación actual es el caos y la turbulencia que afectan a todo el planeta. Existe inestabilidad a todos los niveles: económico, social, político, diplomático y militar. En todas partes hay guerra o la amenaza de la guerra: la invasión de Afganistán fue seguida por la ocupación aún más sangrienta y criminal de Iraq. Después estuvo la reciente guerra entre Israel y Líbano, y la invasión israelí de Gaza, las guerras en Darfur, en Somalia, en Uganda. En el Congo en los últimos años han sido masacradas unos 4 millones de personas, mientras la ONU y la llamada comunidad internacional no mueven un solo dedo.

La mayoría de las personas apartan la vista de estas barbaridades con repugnancia. Parece que el mundo de repente se ha vuelto loco. Sin embargo, esta respuesta es inútil y contraproducente. Como marxista, no acepto que la historia no tiene sentido, ni que la situación actual a la que se enfrenta la raza humana sea simplemente una expresión de la locura o la crueldad inherente de hombres y mujeres. El gran filósofo Spinoza dijo en cierta ocasión: “¡ni reír ni llorar, sino comprender!” Es un consejo muy sano. Porque si no somos capaces de comprender el mundo en el que vivimos, nunca seremos capaces de cambiarlo.

 

Una crisis global del sistema

 

La mayoría de las personas creen que la sociedad es algo fijo durante todo el tiempo, que sus valores morales, religiosos e ideológicos son inmutables, junto con lo que llamamos “naturaleza humana”. Pero el más leve conocimiento de la historia demuestra que esto es falso. La historia se manifiesta como el auge y la caída de diferentes sistemas socio-económicos. Como hombres y mujeres individuales, las sociedades nacen, después alcanzan sus límites, entran en declive y finalmente son sustituidas por una nueva formación social.

En última instancia, la viabilidad de un sistema socio-económico está determinada por su capacidad para desarrollar las fuerzas productivas, ya que todo lo demás depende de esto. Esto no quiere decir, como a menudo alegan los críticos del marxismo, que Marx “redujera todo a la economía”. En la ecuación compleja entran en juego muchos otros factores: religión, político, filosofía, moralidad, psicología de las diferentes clases y las cualidades individuales de los dirigentes. Pero estas cosas no caen de las nubes, y un análisis cuidadoso demostrará que está determinadas −aunque de una forma dialéctica y contradictoria− por el entorno histórico real, por tendencias y procesos que son independientes de la voluntad de hombres y mujeres.

La visión de una sociedad que está en una fase de ascenso, que está desarrollando los medios de producción y haciendo avanzar los horizontes de la cultura y la civilización, es muy diferente a la psicología de una sociedad en estado de estancamiento y declive. El contexto histórico general determina todo. Afecta al clima moral prevaleciente, a la actitud de hombres y mujeres hacia las instituciones políticas y religiosas existentes. Incluso afecta a la calidad de los líderes políticos individuales. Basta con comparar a Abraham Lincoln con George W. Bush para ilustrar este punto.

El capitalismo en su juventud fue capaz de hazañas colosales. Desarrolló las fuerzas productivas a un grado sin paralelo y por tanto fue capaz de derribar las fronteras de la civilización humana. La gente sentía que la sociedad avanzaba, a pesar de todas las injusticias y la explotación que siempre han caracterizado a este sistema. Este sentimiento hizo surgir un espíritu general de optimismo y progreso que fue el sello del viejo liberalismo, con su firme convicción de que hoy era mejor que ayer y mañana sería mejor que hoy.

Eso ya no es así. En la primera década del siglo XXI, existe un sentimiento general de temor e inseguridad. El viejo optimismo y la fe ciega en el “progreso” han sido sustituidos por un sentido profundo de descontento con el presente y de pesimismo con relación al futuro. Esto es sólo un reflejo psicológico del hecho de que el capitalismo ya no es capaz de jugar un papel progresista en ninguna parte.

En el siglo XIX, el liberalismo, la principal ideología de la burguesía, significaba (en teoría) progreso y democracia. Pero neoliberalismo en el sentido moderno sólo es una máscara que encubre la fea realidad de la explotación más rapaz, el saqueo del planeta, la destrucción del medioambiente sin la más mínima preocupación por el destino de las futuras generaciones. La única preocupación de los consejos de administración de las grandes empresas, que son los verdaderos gobernantes de EEUU y todo el mundo, es enriquecerse mediante el saqueo: acaparamiento de activos, corrupción, robo de bienes públicos mediante la privatización, parasitismo. Estas son las principales características de la burguesía en la fase de su decadencia senil.

 

“Política por otros medios”

 

Es inútil abordar la guerra desde un punto de vista sentimental. Clausewitz dijo hace mucho tiempo que la guerra es la continuación de la política por otros medios. EEUU, que ahora es la única superpotencia mundial, cada año gasta aproximadamente 500.000 millones de dólares en armas. Cuenta con casi el 40 por ciento del gasto total mundial en armamento. En contraste, Gran Bretaña, Francia y Alemania sólo representan el 5 por ciento cada uno, mientras que Rusia, increíblemente, sólo supone aproximadamente un 6 por ciento.

Consciente de su enorme poder, Washington sustituye la diplomacia “normal” por la bravuconería más descarada. Su mensaje es brutalmente claro: “si no hacéis lo que decimos, os bombardearemos e invadiremos”. En una reciente entrevista con el presidente de Pakistán, el general Parvez Musharraf, revelaba que poco después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, EEUU amenazó con bombardear su país y “devolverle a la Edad de Piedra” si no ofrecía cooperación en la lucha contra el terrorismo y los talibán.

Este caos sangriento refleja algo. Es un reflejo de las contradicciones insolubles a las que se enfrenta el imperialismo a escala mundial. Son las convulsiones de un sistema socio-económico que ha agotado su potencial histórica y se encuentra en un callejón sin salida. Hemos visto situaciones similares antes en la historia mundial, como el largo declive del Imperio Romano o el período de languidecimiento del feudalismo.

El capitalismo senil, asediado con contradicciones insolubles por todas partes, encuentra su contrapunto en el imperialismo más brutal que el mundo haya visto antes. El imperialismo norteamericano invadió Iraq con el falso pretexto de que poseía armas de destrucción masiva. Decían que Sadám Hussein era un dictador brutal que asesinaba y torturaba a su propio pueblo. Ahora la ONU ha tenido que admitir que en el Iraq ocupado el asesinato y la tortura son endémicos. Según una reciente encuesta, el 70 por ciento de los iraquíes piensan que la vida es ahora peor que con Sadám.

No contento con el saqueo de Iraq, Washington amenaza a Siria e Irán. Ha llevado la desestabilización a Asia Central. Intenta constantemente derrocar al gobierno elegido democráticamente de Venezuela y asesinar al presidente Chávez. Está constantemente intrigando para reducir a Cuba una vez más a la situación de semi-colonia y organiza actos terroristas contra ella.

La “guerra contra el terrorismo” ha llevado a más terrorismo a escala mundial que antes. En todas partes donde han puesto un pie, los imperialistas estadounidenses han provocado la destrucción y el sufrimiento más terribles. Las espantosas escenas de muerte y destrucción en Iraq y Afganistán recuerdan las palabras del historiador romano Tácito: “Extendieron la desolación y lo llamaron paz” Pero comparado con el poder del imperialismo norteamericano, el poder del Imperio Romano era un juego de niños

 

Un nuevo despertar

 

El problema fundamental es el propio sistema. Los expertos económicos que decían que Marx estaba equivocado y que las crisis capitalistas eran cosas del pasado (el “nuevo paradigma económico”) han demostrado estar equivocados. El boom actual tiene todas las características del ciclo económico descrito por Marx hace mucho tiempo. El proceso de concentración de capital ha alcanzado proporciones asombrosas. Existe una orgía de fusiones e incluso una mayor monopolización. Esto no lleva al desarrollo de las fuerzas productivas como en el pasado. Todo lo contrario, se cierran fábricas como si fueran cajas de cerillas y miles de personas se quedan sin empleo.

Las teorías económicas del monetarismo −la Biblia del neoliberalismo− fueron resumidas por John Kenneth Galbraith de la siguiente manera: “Los pobres tienen demasiado dinero y los ricos no tienen suficiente”. Los niveles récord de beneficios van acompañados de una desigualdad récord. The Economist recientemente señalaba que “la única tendencia verdaderamente continua de los últimos 25 años ha sido hacia una mayor concentración de ingresos en la parte de arriba”. Una minúscula minoría es obscenamente rica, mientras que la parte de los trabajadores en el ingreso nacional se ha reducido constantemente y los sectores más pobres están hundidos en una pobreza aún más profunda. El huracán Katrina reveló a todo el mundo la existencia de una subclase de ciudadanos estadounidenses privados de todo viviendo en una condiciones del tercer mundo.

En EEUU los trabajadores producen un 30 por ciento más que hace diez años. Pero los salarios apenas han aumentado. La fibra social cada vez es más estrecha. Existe un enorme aumento de las tensiones dentro de la sociedad, incluso en el país más rico del mundo. Esto está preparando el terreno para una explosión aún mayor de la lucha de clases. Este no es sólo el caso de EEUU. En el mundo, el boom va acompañado de desempleo elevado. Las reformas y concesiones son arrebatadas. The Economist recientemente decía que para superar la competitividad en los mercados mundiales, Italia necesitaba despedir a 500.000 trabajadores y los restantes aceptar una reducción salarial del 30 por ciento.

Por una vez, el capitalismo consiguió superar sus contradicciones mediante el aumento del comercio mundial (globalización). Por primera vez en la historia, todo el mundo ha sido arrastrado al mercado mundial. Los capitalistas encontraron nuevos mercados y lugares de inversión en China y otros países. Pero esto ahora ya alcanzado sus límites. Los capitalistas norteamericanos y europeos ya no están tan entusiasmados con la globalización y el libre comercio, cuando ven montañas de productos chinos baratos acumulándose delante de su casa. En el Senado norteamericano se han levantado voces proteccionistas y cada vez son más insistentes. La Cumbre de Doha del comercio mundial tuvo que ser suspendida y son tan grandes las contradicciones que no hay acuerdo posible.

El actual boom económico inestable ya está soltando vapor. El boom del consumo en EEUU está basado en tipos de interés relativamente bajos y una gran extensión del crédito y la deuda. Estos factores se convertirán en su contrario. Se está preparando una crisis a escala mundial. Así, la globalización se revela como una crisis global del capitalismo.

 

Otro mundo es posible: el socialismo

 

Tras la caída de la Unión Soviética, los defensores del viejo orden estaban jubilosos. Hablaban del final del socialismo e incluso del fin de la historia. Nos prometieron una nueva era de paz, prosperidad y democracia, gracias a los milagros de la economía de libre mercado. Ahora, sólo quince años después, estos sueños han quedado reducidos a un montón de escombros humeantes. De estas ilusiones no queda ni una piedra sobre otra.

¿Cuál es el significado de todo esto? Estamos presenciando la agonía mortal dolorosa de un sistema social que no se merece vivir, pero que se niega a morir. Eso no es sorprendente. Toda la historia nos demuestra que ninguna clase dominante entrega jamás su poder y privilegios sin luchar. Esa es la explicación real de las guerras, el terrorismo, la violencia y la muerte que son las principales características de la época en la que vivimos.

Pero también estamos presenciando los primeros dolores de parto de una nueva sociedad, una sociedad nueva y justa, un mundo en el que puedan vivir hombres y mujeres. Fuera de estos acontecimientos sangrientos, en un país tras otro, está naciendo otra nueva fuerza, la fuerza revolucionaria de los trabajadores, los campesinos y los jóvenes. En su reciente discurso ante la ONU, el presidente Chávez avisó de que el “mundo está despertando. Y la gente se está poniendo en pie”.

Estas palabras expresan una verdad profunda. Millones de personas están empezando a reaccionar. Las masivas manifestaciones contra la guerra de Iraq sacaron a millones de personas a las calles. Esa fue una indicación de los inicios de un despertar. Pero el movimiento carecía de un programa coherente para cambiar la sociedad. Esa fue su gran debilidad.

George Bush está ebrio de poder e imagina que su poder es ilimitado. Desgraciadamente, hay algunos en la izquierda que creen lo mismo. Pero están equivocados. Existen unos límites definidos al poder de EEUU. Hace casi medio siglo la revolución cubana desafió el poder del imperialismo norteamericano. Todos los intentos de derrotar a la revolución cubana han fracasado. Pero Cuba estaba aislada y sometida a las presiones despiadadas de EEUU. Estas presiones se multiplicaron por mil después de la caída de la URSS.

Pero ahora la situación está cambiando. Una oleada revolucionaria está recorriendo América Latina. La revolución venezolana fue un terremoto que ha provocado ondas sísmicas en todo el continente: siguió Bolivia y ahora está estallando contra las mismas fronteras de EEUU. El magnífico movimiento de las masas en México es la respuesta final a todos aquellos que decían que la revolución ya no era posible. No sólo es posible, es absolutamente necesaria, si el mundo quiere ser salvado de un futuro desastre.

Los cínicos y los escépticos ya han tenido su momento. Ahora es el momento de apartarles de nuestro camino y llevar la lucha hacia delante. La nueva generación está dispuesta a luchar por su emancipación. Están buscando una bandera, una idea y un programa que pueda inspirarles y llevarles a la victoria. Eso sólo puede ser la lucha por el socialismo a escala mundial. La elección para la raza humana es socialismo o barbarie.

 

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