Intoxikazio kanpaina jarri dute abian siriar herriaren aurkako eraso inperialista prestatzeko. Obama, giza eskubideak aitzakiatzat hartuta, Sirian esku hartze militarra noiz eta nola egin pentsatzen ari da. Al-Assadek kontrolatzen dituen eskualdeak bonbardatuta, nekez lortuko du erregimenarekin amaitzea, baina ondorio ikaragarria izango luke herritarren artean.
Luchar contra la guerra con un programa de clase, socialista e internacionalista
Una feroz campaña de intoxicación desinformativa se ha puesto en marcha, preparando el terreno para una agresión imperialista contra el pueblo sirio. Utilizando, como siempre, una “excusa humanitaria” (en este caso, el supuesto uso de armas químicas por parte del régimen de al-Assad), Barack Obama, fiel representante del imperialismo estadounidense, sopesa cómo y cuándo iniciar la criminal intervención militar en Siria. El probable bombardeo de las zonas controladas por al-Assad difícilmente haría caer su régimen, pero tendría un efecto devastador sobre la población (que se suma al tremendo drama de estos dos años de guerra civil) y consecuencias totalmente imprevisibles, sin descartar la posible expansión del conflicto, la división de Siria y del Líbano.
El Gobierno de EEUU ha acusado a al-Assad de perpetrar supuestamente, el 21 de agosto, una masacre con armas químicas en la que murieron 1.500 personas (los servicios secretos franceses hablan de 300), lo cual significaría haber traspasado la línea roja que Obama le marcó al régimen sirio. Obviamente, el régimen de al-Assad no ha tenido ningún inconveniente en utilizar el terror y la violencia más brutal contra su propio pueblo. Pero respecto a las armas químicas, en realidad los indicios de que los autores reales fueron combatientes integristas (cercanos a Al-Qaeda) se acumulan. Declaraciones de milicianos y familiares de rebeldes, de la barriada de Ghuta en Damasco (una de las dos donde se produjo el ataque), al reportero de Associated Press Dale Gavlak, reflejan el trasiego (anterior a la masacre) de lo que parecían ser armas químicas por parte de una banda islamista comandada por el príncipe Bandar bin Sultan (saudí en excelentes relaciones con la Casa Blanca)[1]. Con respecto a los hechos del 21 de agosto, la miembro de la Comisión de Investigación sobre Siria de la ONU, Carla del Ponte (que en mayo ya habló de indicios de uso de gas sarín por parte de la oposición armada), ha sido tajante: “Los testimonios de las víctimas del ataque químico alrededor de Damasco sugieren, de una forma convincente, que fueron los rebeldes sirios y no el gobierno los que utilizaron un gas neurotóxico. Hay fuertes sospechas concretas, pero todavía no tenemos la prueba irrefutable”[2]. Lo dice alguien nada sospechoso de ser seguidista de al-Assad, ni mucho menos de antiimperialista… Por sólo dar una fuente más, incluimos la investigación de Yossef Bodansky, editor de World Tribune (publicación de Washington)[3], que concluye: “un creciente número de nuevas evidencias de numerosas fuentes en Oriente Medio –en su mayoría afiliadas a la oposición siria y sus patrocinadores— crean un caso muy sólido, basado también en pruebas firmes, de que los ataques químicos en los suburbios de Damasco fueron una provocación premeditada de la oposición siria”. Otro indicio es la detención de dos rebeldes sirios en Turquía, en diciembre, con dos kilos de gas sarín.
En todo caso, el sentido común no está del lado del imperialismo. Cuando el Ejército de al-Assad está en plena ofensiva, ¿no sería estúpido de su parte provocar una matanza de mil quinientas personas –según los datos oficiales USA—, a menos de cinco kilómetros de donde se encuentra alojado un comité de investigadores de la ONU, sabiendo que Estados Unidos podría utilizarlo en su contra? Simplemente valorando a quién beneficia más esta brutalidad podemos intuir su autoría.
El imperialismo es un arma de destrucción masiva
A los imperialistas poco les importa el destino del pueblo sirio ni de ningún pueblo (incluyendo el suyo), como han demostrado sobradamente. No se han conmovido hasta ahora por las entre 100.000 y 180.000 víctimas mortales de la guerra siria (se calcula que la mitad, menores), ni por el sufrimiento de los más de dos millones de refugiados y más de cuatro millones de desplazados internos, que viven en situación precaria. La ONU calcula en 1.800 millones de euros los fondos necesarios para atender a los refugiados este año (es incalculable cómo atender a las enormes avalanchas que los bombardeos provocarán). Y ante esta situación, la US Army se apresurará a ayudar a los sirios (dicen)… con más sufrimiento y terror: toneladas de bombas de todo tipo. ¡Basta de hipocresía!
Estados Unidos ha utilizado y utiliza todo tipo de arsenal. El presidente Richard Nixon y su asesor Henry Kissinger incluso valoraron el uso de la bomba atómica en Vietnam (de igual forma que Tony Blair en Iraq). Millones de personas son víctimas, hoy día, de las atrocidades cometidas por los imperialistas en Corea, en Vietnam, en Japón, con el agente naranja, napalm, gas sarín, gas mostaza, y por supuesto la bomba nuclear. Hace diez años la población suní de Faluya, en Iraq, fue sitiada; a ningún civil se le permitió salir; finalmente fue atacada por los marines con fósforo blanco y, según algunos medios, napalm. También existen muchos indicios de que Israel, fiel aliado de Estados Unidos, ha llegado a utilizar bombas de uranio empobrecido en Siria, en varias ocasiones (incluyendo hace pocos meses), y en Gaza. Como reflejan fuentes oficiales estadounidenses recientemente desclasificadas, el Gobierno de EEUU conocía y permitió que Sadam Hussein, entonces su aliado, gaseara a cinco mil kurdos en 1981. Otro aliado, Arabia Saudí, que arma a los integristas sirios, comprará próximamente bombas de racimo a Estados Unidos. Para colmo de hipocresía, el Gobierno británico ha permitido la venta de fluoruro de potasio y de sodio, útiles para la fabricación de sarín, al régimen sirio, hasta junio de 2012 (un año después del inicio de la guerra).
No, los intereses de los imperialistas no son los declarados por Obama, David Cameron, y François Hollande. ,Cuando John Kerry (secretario de Estado) se dirigió, no a la opinión pública, sino a John McCain y otros dirigentes republicanos, para que apoyaran la iniciativa de Obama, fue mucho más claro: “Tenemos que enviar el mensaje de que este país está unido, actúa unido en defensa de sus intereses y de nuestros aliados, como Israel, Turquía o Jordania”[4]. ¡Así que se trata de eso!
¿Qué objetivos persigue el imperialismo?
Para comprender los objetivos que el imperialismo norteamericano persigue en esta escalada bélica hay que situarla en el contexto de agravamiento de la crisis económica mundial en el que la lucha por los mercados y las esferas de influencia entre las diferentes potencias capitalistas cobra una virulencia mayor. Las tensiones entre EEUU, China, Rusia y otras potencias regionales son cada vez mayores. Las dificultades del imperialismo norteamericano en el mundo árabe y Oriente Medio se han agravado extremadamente en el último periodo. La revolución árabe les pilló completamente por sorpresa, desestabilizando regímenes aliados claves para el control de la zona, como es el caso de Egipto. También el régimen turco está amenazado por una potente contestación social. Por otro parte, se está produciendo un enfrentamiento cada vez mayor entre sus propios aliados (las oligarquías de Egipto, Israel, Turquía, Arabia, Qatar[5]. En este marco cada vez más inestable y precario para el imperialismo norteamericano, la consolidación del poder de al-Assad, que claramente está recuperando la iniciativa en la guerra civil Siria, implicaría un incremento de la influencia de Irán en todo Oriente Medio, y también de Rusia, complicando aún más la situación de EEUU.
No obstante, pese a toda su musculatura militar, el imperialismo norteamericano se enfrenta a graves contradicciones y problemas, y está bastante lejos de poder alcanzar una solución satisfactoria a sus intereses. Incluso en la hipótesis de que su intervención propiciara la caída de al-Assad, cosa que no está nada clara, el resultado sería la instauración de un gobierno ligado a Al-Qaeda, que ejerce una posición dominante entre las facciones que se enfrentan al régimen sirio, lo que tampoco sería nada satisfactorio para EEUU. Quizás la intervención anunciada puede ser útil para paralizar la actual ofensiva del régimen sirio, que está recuperando zonas que habían escapado de su control, y mantener la guerra desgastando a ambos bandos, como hicieron en la guerra entre Iraq e Irán hace treinta años. Pero esta táctica es peligrosa para el propio imperialismo, y sus resultados son impredecibles. Si luchas contra un enemigo sin intención de ir hasta el final, puedes incluso reforzarle. El tiempo corre a favor de al-Assad, porque a pesar de su extrema represión, culpable de una parte muy considerable de las víctimas, gana terreno con cada activista, con cada trabajador, desmoralizado y desmotivado ante usurpación de la revolución por parte de una dirección llena de burgueses proimperialistas o integristas reaccionarios que la han traicionado.
Hay que recordar el origen genuinamente revolucionario de la rebelión de la población contra el régimen de al-Assad, al que algunos sectores de la izquierda (ligados a los aparatos de los partidos exestalinistas) tratan de presentar todavía como un baluarte antiimperialista. Este tipo de simplificaciones, lejos de ayudar a la causa de la revolución arrojan tierra a los ojos de los trabajadores y argumentos a favor del imperialismo y la derecha. Estar en contra de la agresión imperialista a Siria no significa que tengamos que estar a favor del régimen de al-Assad. Así no se defiende la causa del socialismo internacional. Los trabajadores y los jóvenes que luchamos contra el capitalismo y el imperialismo debemos mantener una posición de clase, socialista e internacionalista. De lo contrario sólo obtendremos confusión y deberíamos aceptar las patrañas que pretenden presentar a la burocracia procapitalista de China, o al señor Putin, que preside Rusia sentando sus reales sobre los restos destruidos de la URSS y adopta la bandera del águila bicéfala de los zares, como amigos de la causa de los trabajadores cuando en realidad son los portaestandartes de la contrarrevolución.
Volviendo a Siria. El inicio de la revuelta fue provocado por las medidas de privatización y recortes adoptadas por el régimen en 2005 que llevó a un aumento de las desigualdades sociales; a la exclusión social cada vez más extensa en los suburbios de las principales ciudades y a la degradación de las condiciones de vida. Posteriormente. la revolución en Egipto dio un impulso muy potente a la acción de las masas en Siria. Pero la implicación con fondos y armas de las potencias islamistas sunitas (Qatar, Turquía, Arabia) y, tras ellas, de Estados Unidos a favor de la oposición armada; la llegada de mercenarios de todo pelaje; y el aislamiento de los sectores más progresistas y de izquierdas en las filas de la oposición han destruido la revolución imponiendo el enfrentamiento sectario, y un régimen de terror en las zonas liberadas.
La desmoralización en la base social de la rebelión y el pavor de las minorías (kurda, alauita, cristiana, drusa, y los refugiados palestinos) a ser brutalmente oprimidos por los integristas, son factores que ayudan a al-Assad a mantenerse en el poder. La agresión imperialista podría ser también un factor en este sentido, porque evidentemente los rebeldes quedarán marcados mucho más claramente como amigos de los imperialistas, de los que bombardean el país. En todo caso, es imposible determinar los efectos exactos de la intervención, tanto dentro de las fronteras sirias como fuera. La propia libanización del país (¡y del mismo Líbano!), es decir, la formación de mini-Estados con base étnico-religiosa y enfrentados unos a otros, sería un gran drama para las masas, y es una posibilidad. Eso sin hablar de las consecuencias fatales de la implicación directa del imperialismo turco y, mucho más, de la de Israel, que echaría gasolina al incendio. Y por supuesto, de una posible reacción de Rusia (con base militar en Siria), de Irán y de Hezbolá, la guerrilla chiíta libanesa aliada a al-Assad. Por último, los acontecimientos en Siria pueden ser el último empujón para que Iraq se deslice también hacia la guerra civil…
El imperialismo tampoco pierde de vista el proceso de la Revolución Árabe, bien viva en Túnez y Egipto. Tal y como intenta hacer el Ejército egipcio, quieren desviar la revolución hacia el enfrentamiento, sunitas-chiítas, militares-islamistas, y de esta forma justificar las medidas represivas, la intervención militar, etc. Hay que decir que, como se ve en el caso de Siria, el integrismo siempre ha sido estimulado por los imperialistas. Es tremendamente revelador que el Estado norteamericano, que justificó la “guerra mundial contra el terror” (más bien fue una guerra de terror mundial) en su lucha contra Al-Qaeda, hoy lucha codo con codo con ésta, financiándola y armándola (como tantas otras veces) vía Arabia Saudí. Y de hecho la intervención estadounidense inevitablemente fortalecerá a los integristas, tanto suníes como chiíes, creando las bases para nuevas masacres.
La guerra que con tanto empecinamiento EEUU quiere comenzar va a suponer una pesada losa, también, sobre los trabajadores de Estados Unidos (y del resto de países participantes), en un contexto en el que se extiende el empobrecimiento y la rabia. Otra consecuencia política importante es que el imperialismo va a esclarecer aún más su papel entre los activistas revolucionarios árabes, ayudando a darle un carácter antiimperialista más agudo al proceso revolucionario.
Impulsar una movilización mundial contra esta guerra
El imperialismo tiene un problema tremendo. No son los años 50 ni 60 del siglo veinte. El capitalismo mundial, y en particular en Estados Unidos, está en crisis, está mucho más débil, no tiene la base social del pasado. País tras país, en USA, en Francia, en Gran Bretaña… la oposición a la guerra es masiva. La situación en estos países, en Turquía… puede sufrir un brusco acelerón hacia una rebelión abierta. Los soldados de dos cuarteles griegos ya han denunciado esta “guerra del imperialismo”, avisando contra una posible participación de su país. Una intervención mantenida en el tiempo se puede encontrar con las masas en la calle, como cuando la Guerra de Iraq. Pero esta vez esta agresión coincide con una época de descrédito de las instituciones burguesas (no es casualidad la inutilidad de la ONU y la OTAN para los planes de Estados Unidos) y de una desautorización aún mayor del capitalismo como sistema. La revolución llama a las puertas, en América Latina, en el mundo árabe, en Europa, en los propios Estados Unidos, y el crimen que se está gestando puede acelerar el proceso.
Tanto si el imperialismo norteamericano acaba interviniendo militarmente como si no, está claro que el escenario no va a ser de estabilidad. Hagan lo que hagan habrá más incertidumbre. Esa situación es la que está detrás de la extrema división de los estrategas estadounidenses (ver El Militante número 272), Obama ha estado titubeando hasta que, finalmente, parece que se ha decidido, eso sí, sin abandonar una extrema vacilación. La improvisación ha sido tal que ha pillado por sorpresa hasta a sus propios aliados. El ambiente de contestación social existente ha llevado a los diputados británicos en la Cámara de los Comunes (incluidos muchos diputados tories) a rechazar (de momento) la implicación de Gran Bretaña en la guerra, para mal del viejo imperialismo inglés (siempre tan servil con el yanqui). Este contratiempo parece que ha hecho retrasar la ofensiva militar, al menos hasta que el parlamento de Estados Unidos la ratifique. No deja de ser significativo que el único apoyo entusiasta que está teniendo el imperialismo norteamericano es el del gobierno de Hollande, otra prueba de la completa sumisión de la socialdemocracia a los intereses del gran capital.
Obama apuesta por una intervención contundente y rápida, que no provoque una espiral de acción-reacción y obligue a EEUU a empantanarse e incluso llevar tropas de tierra, como en Iraq y Afganistán. Pero las cambiantes condiciones de una guerra no siempre respetan las intenciones de quienes las inician…
La agresión imperialista es un crimen contra el pueblo sirio, contra la Revolución Árabe y contra los trabajadores de todo el mundo. Es necesario levantar una movilización mundial contra esta guerra y su causa, el capitalismo. Las guerras imperialistas son sólo un punto más del orden del día de la barbarie capitalista. Es parte del ataque global a la clase obrera mundial, ataque que exige una respuesta global con una alternativa global: el derrocamiento del capitalismo, la revolución socialista. Acabar con la dictadura del puñado de familias que gobiernan el mundo, deciden nuestros destinos y provocan guerras si eso ayuda a su cuenta de resultados. Ésta es la mejor ayuda que podemos dar a los trabajadores sirios.
[1] http://www.mintpressnews.com/witnesses-of-gas-attack-say-saudis-supplied-rebels-with-chemical-weapons/168135 (Mint Press News, periódico de Minneapolis, USA; 31-VIII-13).
[2] http://www.youtube.com/watch?v=kmX5sJktyC8
[3] http://www.worldtribune.com/2013/08/28/mounting-evidence-raises-questions-about-syrian-chemical-weapon-attack
[4]http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/01/actualidad/1378044441_476017.html
[5] Este enfrentamiento se expresa bien en Egipto, donde Katar y Turquía defienden sus intereses a través de la Hermandad Musulmana, y Arabia Saudí, financiadora de los salafíes, se ha posicionado con los militares. Las potencias enfrentadas en el país del Nilo son aliadas en Siria… ¿hasta cuándo?