Somako (Turkia) meategian istripu lazgarri batean, 300 meatzari baino gehiago hil dira. Gertakari honek agerian utzi du turkiar erregimenaren eta hau sostengatzen duten monopolio kapitalista handien izaera kriminala. Istripu hau ez da kasualitatez gertatu, murrizketa basatien eta pribatizazioen ondorio zuzena da. Masakrearen ostean, mobilizazio uholde batek astindu du Turkia eta kinka larrian utzi du Erdoganen gobernua.

 

 

La movilización de los trabajadores acabará con el régimen criminal de Erdogán

El terrible accidente en la mina de Soma en Turquía, en el que han muerto más de 300 mineros, ha desnudado el carácter criminal del régimen turco y de los grandes monopolios capitalistas que lo sostienen. Un accidente que no es fruto de la casualidad sino consecuencia directa de los recortes salvajes y las privatizaciones que desde hace años aplica el gobierno del Partido del Desarrollo y la Justicia Islamista (AKP). La masacre de los mineros ha desatado una oleada de movilizaciones masivas, incluida una huelga general que ha contado con un respaldo mayoritario, colocando al odiado gobierno de Erdogán contra la espada y la pared.

El accidente es la crónica de una muerte anunciada. Desde hace tiempo los trabajadores venían denunciado la escasa seguridad en la que trabajaban. Los juzgados estaban llenos de denuncias y veinte días antes de la explosión, los partidos de la oposición habían presentado una proposición en el parlamento para crear una comisión de investigación sobre la seguridad de la mina. Pero el partido en el gobierno del presidente Erdogán, se opuso a esta propuesta.

Lo sucedido en Soma es otro ejemplo de los efectos que tiene para la mayoría de la población, no sólo de Turquía, la aplicación de los planes de ajuste que impone el FMI a cambio de prestamos y “rescates”, y de las estrictas medidas de austeridad que exige la Unión Europea a todos aquellos países que aspiran a integrarse en la misma, como es el caso de Turquía. Dentro de este capítulo de medidas draconianas exigidas, “reformas” en el lenguaje de la UE, destaca la privatización del sector minero turco, demanda que fue satisfecha por el gobierno entre 2005 y 2010.

Desde 2012 la mina de Soma pertenece a Soma Komur Isletmeleri AS, filial de Soma Holding, y es el mayor productor de carbón de Turquía: de Soma extrae cada mes 250.000 toneladas de carbón. En septiembre de 2012 el propietario de Soma Holding, alardeaba en una entrevista de cómo había conseguido reducir los costes de producción de 130-140 dólares la tonelada que costaba cuando pertenecía al Estado, a 23,80 dólares, incluido un 15% de canon que debe pagar al Estado y aún así conseguir beneficios. (Chicago Tribune. 14/5/14) ¿Cómo han reducido un 60% los costes de producción? Desde luego no ha sido porque hayan invertido en la modernización de las técnicas de extracción del carbón, sino con el despido de miles de trabajadores, incrementando las jornadas laborales, subcontratando empresas y trabajadores sin ninguna experiencia, y acabando con las medidas de seguridad y salubridad.

La mina de Soma no es una excepción; la minería turca del carbón es de las más peligrosas del mundo, 7,22 muertos por tonelada de carbón recogido, superando incluso a China que registra 1,27 muertos por tonelada. En marzo de 2010 un informe del General Miners Union decía que el 98% de los accidentes mineros en Turquía se debían a la privatización, la desregulación y la reducción salarial.

Indignación y rabia: la clase obrera a la cabeza de la lucha

Este nuevo accidente minero ha provocado la rabia y la indignación de la clase obrera turca. Nada más conocerse la noticia, miles de personas tomaron las calles en todo el país exigiendo la dimisión del gobierno Erdogan. Desde el martes 13 de mayo decenas de miles de personas han salido diariamente por todo el país para exigir la dimisión del gobierno Erdogan. En Mersin, Antalya, Estambul, Bósforo, Kadikoy o Ankara, la consigna más extendida era “¡No es un accidente! ¡No es el destino! ¡Es un asesinato!”. El jueves 14 de mayo los cuatro principales sindicatos convocaron una huelga general que fue seguida masivamente. En el comunicado que los sindicatos elaboraron se podía leer: “Ccntenares de nuestros hermanos trabajadores en Soma han muerto obligados a trabajar en unos procesos de producción brutales, a fin de lograr el máximo de ganancias para la empresa (…) Hacemos un llamado a todos los trabajadores para defender a nuestros hermanos en Soma”. (Público. 15/5/14) El primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, aumentó la indignación popular al decir que “’este tipo de accidentes ocurre todo el rato’ y enumeró una serie de accidentes industriales en la minería desde el siglo XIX para justificar sus palabras”. (Ibíd.,) Así que no puede extrañar que cuando visitó Soma miles de personas enfurecidas rodearan y zarandearan su coche, obligándole a protegerse dentro de un supermercado.

Tayip Erdogan, es un reaccionario islamista y uno de los principales aliados del EEUU y la UE en la región. No hace mucho pudimos ver a Mariano Rajoy en el congreso del AKP junto al primer ministro turco. Como ya es habitual, las potencias imperialistas de occidente alaban constantemente sus “credenciales democráticas” pasando por alto que si algo ha caracterizado a su gobierno desde 2003 es su desprecio por los derechos democráticos. Erdogan ha reprimido brutalmente a la juventud y al movimiento obrero turco, que ha experimentado un avance extraordinario en sus luchas y en su nivel de combatividad en los últimos dos años; a machacado a las minorías nacionales como los kurdos; ha reintroducido la religión islámica en todos los aspectos de la vida cotidiana, atacando los derechos de las mujeres y, en una muestra más de su debilidad y aislamiento, ha aprobado la censura en Internet.

Hace un año la propuesta de construir un centro comercial en el Parque Taksim de Estambul, y el desalojo por la fuerza de los que ocupaban en señal de protesta, provocó la mayor explosión social que ha vivido Turquía en décadas, saldada con más de diez muertos, cientos de heridos y miles de detenidos. El proyecto del centro comercial sólo fue el catalizador de una radicalización creciente y un ambiente social explosivo provocado por las condiciones sociales en las que vive la mayoría de la población. Aunque las protestas se calmaron, el clima social y político que las originó sigue siendo el mismo.

Hace pocos meses el gobierno se vio inmerso en un escándalo de corrupción en el que estaban implicados hijos de ministros y del propio Erdogan. El régimen reaccionó mostrando, una vez más, las credenciales “democráticas” tan alabadas en occidente,: a pesar de todas las pruebas que les incriminaban a él y sus colegas, Erdogan denunció que todo era un “complot internacional” y cambió a los 2.000 policías que forman el cuerpo encargado de investigar los casos de corrupción, contrabando, bandas mafiosas y delitos similares, e hizo lo mismo con todos los fiscales, situando en su lugar a otros que se supone son más afines y cerrarán el caso sin que Erdogan o sus cómplices salgan perjudicados. Ahora el accidente minero es la gota que colma el vaso. La juventud y la clase obrera turca, tras doce años de gobierno del AKP caracterizados por los ataques constantes a los derechos democráticos, a sus condiciones de vida y laborales, a una política de privatizaciones y enriquecimiento obsceno de las grandes empresas nacionales y multinacionales, ha decidido pasar a la acción, colocando al régimen al borde de una derrota histórica.

¡Por el triunfo de la juventud y la clase obrera turca!

¡Abajo el gobierno asesino de Erdogan!

 

¡Hacia la huelga general política para tumbar el régimen!

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