“II. Mundu Gerraz geroztik bizi dugun ordurik okerrenak” direla esan du berriki Angela Merkel CDU alderdiaren kongresuan eta ez da exagerazioa. 30eko hamarkada arte atzeratu behar da gaurkoaren antzeko katastrofea, ekonomiaren hondoratzea ikusteko. Alarma guztiak piztuta daude eta klase agintaria ikaratuta eta nahastuta dago eta bere barneko arazoak larritzen ari dira. Baina erabaki bat tinko hartuta daukate: langabetuei, jubilatuei, gazteei eta langileei pasa nahi diete sistemaren gainbeheraren faktura beren irabazi eta pribilegioak mantentzeko.
Día a día, hora a hora, las últimas noticias que se publican son peores que las anteriores. Tras un año y medio de aplicar duras políticas de “disciplina fiscal”, es decir, de poner en marcha planes de austeridad y ataques salvajes al gasto público, la situación en EEUU, y especialmente en la Unión Europea, se ha agravado de manera formidable. La supervivencia del euro y la misma viabilidad de la Unión Europea, algo que parecía inimaginable poco tiempo atrás, es materia de debate abierto no sólo en la prensa burguesa sino entre los gobiernos. Una hipótesis de infarto que se refuerza ante la posibilidad de tener que rescatar la economía española e italiana, cuya deuda pública ha superado en varias ocasiones los 500 puntos de diferencial con el bono alemán, situándose al nivel de lo que ocurrió con los títulos griegos, portugueses e irlandeses y que precipitaron la intervención económica de estos países. Pero los males no provienen sólo de esta incapacidad crónica para conseguir financiación: el sector bancario europeo necesita cientos de miles de millones de euros para capear la quita de la deuda griega (del 50%) y cubrir su exposición frente a créditos multimillonarios concedidos al sector inmobiliario que no se cobraran jamás.
La farsa de la democracia burguesa
Cuando el jueves 3 de noviembre todo estaba previsto para dar comienzo a la cumbre del G-20 en Cannes, una bomba política hizo saltar por los aires toda la escenografía acordada. El anuncio hecho por el ex primer ministro griego Papandreu a favor de convocar un referéndum sobre el último plan de ajuste, desveló el “aprecio” que sienten los gobernantes de Europa por la “democracia”. Merkel y Sarkozy, en una reacción de escándalo, abandonaron cualquier diplomacia y amenazaron con expulsar a Grecia de la zona euro si no cumplía a rajatabla con los acuerdos previos.
Obviamente Papandreu, un servicial mayordomo del gran capital griego e internacional, no pretendía rebelarse contra los dictados de sus amos. Su maniobra buscaba legitimación política para aplicar la nueva andanada de recortes, y forzar a la oposición de derechas a integrarse en un gobierno de unidad nacional. La razón de este giro abrupto no es ninguna casualidad: en Grecia se vive una auténtica crisis prerrevolucionaria, y el ambiente preinsurreccional fue un hecho en el transcurso de la gran huelga general del 19 y 20 de octubre que paralizó el país y sacó a la calle a millones de trabajadores, desempleados, y jóvenes griegos. Esta huelga histórica fue precedida por acciones como ocupaciones de edificios públicos, incluidas las sedes de ministerios y de prefecturas, la negativa a pagar las nuevas tasas y huelgas prolongadas en algunos sectores como los basureros o el personal hospitalario, entre otros. Una crisis política de tal magnitud que amenazaba la línea de flotación del capitalismo heleno, y que tuvo su colofón en la jornada del día 28 de octubre, la fiesta nacional de Grecia. Ese día los desfiles oficiales fueron suspendidos, las autoridades expulsadas de las tribunas por las masas, y las calles ocupadas por miles de manifestantes que marchaban entonando consignas y canciones revolucionarias con el puño en alto.
Esta es la verdadera razón para recurrir al cartucho del gobierno de unidad nacional, formado por ministros del PASOK, del derechista Nueva Democracia y del ultraderechista LAOS y presidido por el ex gobernador del Banco de Grecia (1994-2002), ex vicepresidente del Banco Central Europeo y miembro de la Comisión Trilateral, Lucas Papademus. La prensa y los medios de comunicación lo han presentado como un gobierno dirigido por un “tecnócrata” independiente, cuando en realidad lo que observamos en Grecia, y también en Italia, es un giro hacia métodos bonapartistas, es decir, a la supresión de los formalismos democráticos para imponer ejecutivos encabezados directamente por agentes del capital financiero que decidirán a base de decretos las medidas de choque más duras. El nuevo gobierno griego no es ningún accidente. Como en Italia, muestra la gravedad de la crisis, el calado de la descomposición de la democracia burguesa y supone una seria advertencia para la clase obrera, anticipando hasta dónde puede llegar la burguesía si la rebelión social no concluye victoriosamente con la toma del poder por parte de los trabajadores.
La situación recuerda lo escrito por Marx en Las luchas de clases en Francia: “…el incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las cámaras. El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año, un nuevo déficit. Cada cuatro o cinco años, un nuevo empréstito. Y cada nuevo empréstito daba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que negociar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Cada nuevo empréstito daba una nueva ocasión para saquear al público que colocaba sus capitales en valores del Estado, mediante operaciones de Bolsa, en cuyos secretos estaban iniciados el gobierno y la mayoría de la cámara (…) En general, la inestabilidad del crédito del Estado y la posesión de los secretos de éste daban a los banqueros y a sus asociados en las Cámaras y en el trono la posibilidad de provocar oscilaciones extraordinarias y súbitas en la cotización de los valores del Estado, cuyo resultado tenía que ser siempre, necesariamente, la ruina de una masa de pequeños capitalistas y el enriquecimiento fabulosamente rápido de los grandes especuladores…”.[1] El régimen de Luis Felipe abrió las compuertas a la revolución de 1848, y el fracaso de esta, a la imposición del gobierno de Luis Napoleón Bonaparte en diciembre de 1851
El anuncio de Papandreu no fue la única mala noticia en Cannes. La crisis política y económica del régimen burgués italiano también marcó la reunión. El pantano de las finanzas italianas, cercadas por la recesión y una deuda pública de 1,8 billones de euros (120% de su PIB), ha colocado en la picota al conjunto de la economía europea y mundial. Italia no es Grecia, dicen todos los analistas. En efecto. La tercera economía de la zona euro y la octava del mundo, ha visto como su deuda superaba los 500 puntos de diferencial con el bono alemán, obligándola a pagar casi un 7% por las letras a diez años. Una situación insostenible porque no hay dinero suficiente en el BCE para “rescatar” a Italia, es decir, inyectar capital para evitar una posible suspensión de pagos; una perspectiva semejante arrastraría a la economía de toda Europa, hundiendo definitivamente a Francia y a Alemania.
La salida de Berlusconi, dictada por las presiones salvajes de sus socios europeos, el abandono de sus aliados políticos y las protestas crecientes en las calles, ha adoptado una forma muy semejante a la de Papandreu en Grecia: la formación de un gobierno “técnico” presidido por Mario Monti (ex comisario europeo), eufemismo tras el que se esconde el nombramiento de un ejecutivo compuesto por representantes directos de las grandes empresas, monopolios y bancos. Monti ha sido respaldado tanto por el Polo de la Libertad berlusconiano como por la oposición socialdemócrata-liberal del Partido Democrático, y tendrá que enfrentarse a difíciles asignaturas, como obtener rápidamente financiación para responder a vencimientos de deuda por casi 300.000 millones de euros en 2012. De ahí el anuncio inmediato de este “tecnócrata independiente” de un plan de ajuste severo, con el que pretende aumentar la edad de jubilación y recortar las pensiones, subir el IVA, reducir el empleo público, acabar con la negociación colectiva (tal como ya está ocurriendo en la FIAT), y doblegar la resistencia del movimiento obrero.
A pesar de estas maniobras políticas, tanto en Grecia como en Italia no se ha escrito ni el último ni el penúltimo capítulo. Con o sin quita, Grecia no saldrá de la recesión hasta 2020 —según el último informe del BCE—, y eso que en estos tres años de crisis su PIB ya ha registrado una caída del 20%, equivalente a la que sufrió en los dos primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, y después de haber adoptado medida tras medida para hundir las condiciones de vida de la mayoría de la población, la deuda pública de Grecia crecerá hasta el 200% del PIB según las estimaciones de la UE. ¿Cómo es posible que tras el mayor recorte en el gasto social de la historia reciente de Grecia el endeudamiento crezca en esta proporción? La razón es evidente: con la disminución del poder adquisitivo de los salarios; con el crecimiento del paro a tasas del 18,4% oficial pero en realidad del 25%; con la reducción drástica de la inversión pública… los ingresos caen pero los intereses de la deuda crecen, y el Estado necesita endeudarse más para garantizar los pagos multimillonarios a los bancos europeos y retraer por tanto miles de millones de euros de la inversión. Una dinámica sin solución que alimenta la destrucción de fuerzas productivas y profundiza la depresión.
Los enfrentamientos dentro de la clase dominante aumentan
Todos los discursos demagógicos a favor de una salida común a la crisis han sido reducidos a polvo. La lucha por cada palmo del mercado mundial está determinando la actitud de las potencias económicas, agravando la perspectiva de la crisis.
El lenguaje lo dice todo. Las divisiones dentro de la UE son públicas y aumentan cada día que pasa reflejando los intereses contradictorios entre las burguesías nacionales. En la última cumbre de octubre, que decidió la quita griega del 50% y el aumento del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) hasta el billón de euros, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, mantuvo un duro enfrentamiento con David Cameron, primer ministro británico: “Has perdido una buena oportunidad para callarte la boca. Estamos hartos de que nos critiquen y nos digan qué tenemos que hacer. Ustedes dicen que odian el euro y que no se quieren unir a él, y ahora quieren interferir en nuestras reuniones”. Muy significativo. Pero el enfrentamiento se extiende más allá del seno de la UE, y afecta directamente a las relaciones entre la UE y EEUU, y entre los estadounidenses y China.
En los últimos meses han sido abundantes las declaraciones del presidente de EEUU Obama llamando al orden a sus colegas europeos. En un momento en que la economía estadounidense se contrae y la deuda y el déficit están en cotas históricas (15 billones de y1,5 billones dólares respectivamente), el contagio de la crisis de la deuda europea a EEUU es una amenaza muy seria y puede arrastrar a su sistema financiero a un agujero aún más profundo. Las caídas brutales de las bolsas europeas han tenido réplicas muy duras en Wall Street. Pero detrás de este discurso jesuítico, se pretende ocultar que la burguesía estadounidense se ha lanzado a la conquista del mercado internacional como no lo había hecho desde los años de la posguerra mundial.
Obama apareció en la reunión del G-20 para hacerse la foto y saludar, dar buenos consejos a Merkel y Sarkozy, pero su auténtica agenda va por otras lindes. Nada más acabar la sesión de Cannes viajo rápidamente a la cumbre de Cooperación Asía-Pacífico en Honolulu (Hawai), y allí firmó un gran Tratado de Libre Comercio con ocho países (la Alianza Transpacífica), y mandar de paso una dura amenaza a China. “EEUU es un poder del Pacífico y estamos aquí para quedarnos”, afirmó el presidente estadounidense. Amenazas que se completan con las reiteradas advertencias para que el gobierno chino aprecie el yuan y ceda ante el dólar.
En el gran juego que están librando EEUU y China por el control de esta área económica fundamental —que representa el 50% del comercio mundial y que en 2010 recibió 620.000 millones de inversión extranjera directa—, los imperialistas norteamericanos están tejiendo fuertes alianzas. Japón se muestra muy activo en la lucha contra China. “Estoy muy satisfecho por la creciente presencia de EEUU en la región y creo que Japón y EEUU deben trabajar juntos por objetivos económicos y para establecer orden y seguridad”, recordó el primer ministro japonés, Yoshihiko Noda. Una batalla por el dominio económico y geoestratégico que esta tendiendo su traducción en el gran rearme militar de los países afectados: no sólo China está construyendo armadas modernas, nuevas bases militares, aviones ultramodernos y misiles de largo alcance, la dinámica es semejante en Corea del Sur, Indonesia, India, Japón y Australia, países que están firmando acuerdos militares a mansalva con los EEUU.
Este panorama explosivo se agudiza aún más con la política de devaluaciones monetarias (con el dólar empujando hacia abajo gracias a la política de “expansiones cuantitativas”, es decir, de darle a la maquina de imprimir billetes); el incremento de aranceles y guerras comerciales encubiertas. Hechos que contradicen el guión de las primeras reuniones del G-20 en los primeros compases de la crisis, cuando Obama y los demás afirmaban haber sacado las lecciones de la historia (lease del crack de 1929). Esta estrategia del sálvese quien pueda, prueba la profundidad del pantano en que se mueve la economía mundial pero no estimulará la recuperación. Todo lo contrario.
No es extraño por tanto que la UE reciba los sabios consejos de Obama y sus asesores a pedradas. No exageramos, sí, a pedradas. Eso fue lo que ocurrió en la reunión mantenida el 16 de septiembre por los ministros de economía de la zona euro, dónde despreciaron sin rubor los “consejos” del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner para “estimular la decadente economía europea y reforzar la unidad entre la estrategia de los Gobiernos y la del Banco Central Europeo, (BCE) frente a la crisis”. La respuesta no se hizo esperar. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, le contesto son desdén: “los Gobiernos no ven margen de maniobra en la zona euro que pudiera permitir nuevos estímulos”. Pero Juncker fue suave en comparación a otros; la ministra de Finanzas de Austria, María Fekter, señaló en referencia a las sugerencias de Geithner: “encuentro peculiar que aunque los americanos tienen datos fundamentales peores que la zona euro nos dicen lo que tenemos que hacer y cuando nosotros les hacemos alguna sugerencia nos dicen que no inmediatamente”. Así es. Pero más allá de lo peculiar, pocas semanas después los ministros de la UE tuvieron que anunciar una ampliación del FEEF para defender a la moneda única. Obviamente, la ampliación no era para estimular el consumo, ni ayudar a las familias —tampoco ese ha sido el fin de los paquetes aprobados por Obama— sino para garantizar la solvencia de los maltrechos bancos europeos y satisfacer los beneficios del gran capital financiero especulativo.
La Unión Europea al borde del abismo
La presión sobre la burguesía alemana para que ceda en su oposición a la emisión de eurobonos, es la otra pata de las contradicciones insolubles que recorren la UE y ponen en cuestión su futuro. Muchos, sobre todo los gobiernos del sur de Europa, culpan a la intransigencia de Merkel de ser la causa del agravamiento de la crisis. Por su parte, la Presidenta y el gran capital alemán se niegan en redondo a que el BCE compre deuda pública de los países en dificultades en las cantidades astronómicas que le exigen y, mucho menos, que se emitan eurobonos que tendrían que ser respaldados por la economía más “solvente” del continente. Una estrategia que ha rechazado calificándola de “colectivización de la deuda”. Pero lo que oculta Merkel, como defensora a ultranza del capitalismo, es que el BCE ha prestado a los bancos europeos cientos de miles de millones de euros al 1%, y estos a su vez represtaban o compraban directamente bonos de deuda de los países europeos en dificultades, obteniendo rentabilidades entre el 4% y el 20%.
En definitiva, la burguesía alemana muestra su músculo y se resiste, por el momento, a financiar indefinidamente la crisis de Italia, España, Grecia, Portugal y demás. Una actitud que está provocando también fuertes encontronazos con Francia, dónde soplan vientos recesivos cada vez más fuertes: su PIB registrará una caída del 0,1% en el último trimestre y las previsiones para 2012 son de recesión plena. Incluso para Alemania las perspectivas pintan francamente mal: la comisión europea habla de un crecimiento del 0,1% y 0,2% para los dos primeros trimestres de 2012; en el caso de Gran Bretaña se espera un crecimiento del 0,1% para el último trimestre de 2011 y los dos primeros de 2012.
En Francia existe una posibilidad cada vez más real de que las agencias de calificación rebajen su deuda del nivel triple A; su diferencial con la deuda alemana ha escalado hasta los 190 puntos, hasta pagar un 3,4% por su bono a 10 años ¡Es lo que faltaba! Los problemas se extienden también a otras economías, como la belga, dónde su diferencial con el bono alemán ha subido hasta los 318 puntos a mediados de noviembre, o la austriaca, que ha alcanzado los 190 como la francesa. En el caso de Portugal, las agencias de calificación han degradado su deuda al nivel de los bonos basura. En cuanto al Estado español, tres días después de que el PP ganara las elecciones generales, los intereses de los títulos del Tesoro a cinco años han llegado al 6,168%, una cota desconocida desde que España es miembro del euro.
Incluso Alemania no se libra de la amenaza: La rentabilidad del bono alemán en el mercado secundario aumentó el pasado 23 de noviembre del 1,92% al 2,15%, la mayor subida en un día de la era euro; la razón fue que durante la subasta de bonos a 10 años, el Tesoro alemán no logró demanda suficiente para colocar los 6.000 millones que tenía como objetivo, sino solo 3.644 millones. En definitiva, la deuda pública sometida a la ofensiva de los especuladores internacionales suma ya casi el 60% de la que emite la zona euro y golpea a 12 de los 17 países del euro.
Este es el telón de fondo que explican las presiones para emitir eurobonos, que han llegado a su nivel más alto con el enfrentamiento abierto entre el Presidente de la Comisión Europea, Duraó Barroso, y Angela Merkel, en el que también ha terciado Sarkozy para intentar aflojar la posición de Alemania. Según los defensores de los eurobonos, la UE podría disponer de tanta liquidez como Estados Unidos para respaldar la deuda y, por tanto, lograría un menor coste de su financiación. La deuda de la zona euro ascendió en 2010 a 7, 8 billones (85,4% del PIB), y la de Estados Unidos a 19,2 billones de dólares (94,4% del PIB). Pero EEUU dispone de un solo gobierno y una economía unificada, cosa que no es el caso de la UE. ¿Quién respaldaría la solvencia de estos eurobonos? ¿Quién respondería por su emisión a gran escala y los financiaría, teniendo en cuenta la hecatombe económica que sufren las economías más débiles de Europa? Obviamente tendría que ser Alemania. Y ahí esta el quid de la cuestión.
La pretensión de la burguesía francesa de que el BCE se convierta en prestamista de “último recurso”, en definitiva que compre toda la deuda que sea necesaria de los países de la zona euro con problemas, ha sido rechazado vehemente por Alemania en la cumbre de Estrasburgo del 24 de noviembre. En esta ocasión, Merkel llamó a capitulo a Sarkozy y Monti y, por ahora, ha logrado imponer sus tesis: no a los eurobonos, no a la capacidad ilimitada del BCE de prestar (algo relativo, pues el BCE ya ha comprado en estos dos años 187.000 millones de euros en deuda soberana); sí a reforzar la política de austeridad fiscal en toda la zona euro a través de reformas de los tratados de la Unión que aceleren la “unión fiscal y monetaria”. Y para convencer a los dubitativos, Merkel propone el palo: aumentar las sanciones a los países que incumplan los acuerdos. En definitiva, que los presupuestos nacionales aunque sean aprobados por los Parlamentos, sean supervisados, y vetados en su caso, por Alemania como potencia de la UE (como ya ocurre en Irlanda, Portugal, Grecia e Italia). Todo ello para ser aprobado en la cumbre de la UE del 9 de diciembre. Un diseño que abre la puerta a una eurozona de dos velocidades que lejos de resolver los problemas los agravará.
La batalla continuará en los próximos meses debido al recrudecimiento de la crisis en el conjunto de la UE. Según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), la situación en la zona euro “ha empeorado” en el último mes hasta caer “en una nueva recesión”. El IIF prevé una contracción de la economía europea de un 1% en 2012, y para el último trimestre del año 2011 del 2%. La presión sobre Alemania se intensificará teniendo en cuenta el hecho de que la recesión también afecta de lleno a su economía. Un profundo caos que alimenta las tendencias centrifugas en la zona euro, a los sectores que abogan por la ruptura de la UE, la vuelta a las monedas nacionales, o una UE de dos velocidades. Como la postura radical de Paul Krugmann que, en un reciente escrito con el llamativo título El agujero en el cubo de Europa, afirmaba que “la amarga verdad es que cada vez da más la impresión de que el sistema del euro está condenado. Y la verdad todavía más amarga es que, dado el modo en que ese sistema se ha estado comportando, a Europa le iría mejor si se hundiese cuanto antes mejor”.
Pero una ruptura semejante sería como saltar de la sartén al fuego, una auténtica catástrofe con consecuencias semejantes a las de una guerra incruenta. En condiciones de depresión capitalista, las economías más potentes como la alemana también sufrirían un fuertísimo descalabro en caso de que el euro desapareciese; en primer lugar porque su sistema bancario esta muy comprometido con la deuda de los países en dificultades y cualquier suspensión de pagos en estos les afectaría de lleno; por no mencionar el hundimiento de las exportaciones alemanas ante un colapso del consumo en Europa si se diera la vuelta a monedas nacionales fuertemente devaluadas (no hay que olvidar que las economías del sur europeo recibieron el 69% de las exportaciones alemanas en 2010).
En cualquier caso el debate sobre el futuro de la unión monetaria está abierto en canal. La idea de una mayor integración política, para salvar el euro, arrecia con fuerza. Pero la pregunta es ¿Cómo hacerlo? ¿Como renunciar a la soberanía política de las burguesías nacionales en aras de un gobierno unificado, que sin duda estaría dirigido por la burguesía alemana? Por eso el enfrentamiento continuará, y de paso colocará a la UE más al borde del abismo.
De la depresión a la revolución
La jefa del Fondo Monetario Internacional, Cristina Lagarde, no se ha cansado en estas semanas de hacer declaraciones incendiarias: si no se toman medidas urgentes, la economía mundial corre el riesgo de hundirse en “una espiral descendente de incertidumbre e inestabilidad financiera” y tener que hacer frente a una “década perdida”. Lagarde hizo estas declaraciones en un viaje a Pekín el pasado 8 de noviembre, dónde también advirtió de los riesgos de contagio para las economías asiáticas. Los datos de la desaceleración del crecimiento en China, espoleados por el aumento de la inflación, la enorme burbuja especulativa que vive el país y los problemas derivados del importante endeudamiento de las provincias, se combinarán en los próximos meses con la caída de las exportaciones a las principales economías del planeta afectadas por el recrudecimiento de la recesión, lo que ya está produciendo el cierre de miles de fábricas y una nueva oleada de movilizaciones obreras. “Asía no es ajena a los problemas que atraviesa la eurozona”, señaló Lagarde, y aunque sus economías han mostrado una relativa fortaleza, necesitan estar “preparadas para la tormenta. Estamos todos en esto y nuestra fortuna subirá o caerá a la vez (…) Asía no es inmune. Ya sea el canal del comercio o el sector financiero el que pueda actuar como acelerador de la crisis, Asia necesita estar preparada”.
De hecho ya se está preparando. Las declaraciones iniciales de los gobernantes chinos de que podrían estar dispuestos a comprar deuda de países de la eurozona en dificultades se han convertido en buenas palabras y ningún hecho concreto. ¿Invertir en países que se encuentran hundidos en la depresión? Obviamente a China no le interesa el colapso de la economía europea, pero tampoco salvarla a costa de agravar sus dificultades. A pesar de poseer las mayores reservas de divisas de mundo —unos 3.200 millones de dólares—, los gobernantes chinos no han adoptado ningún compromiso en firme para invertir en deuda. El hecho de que ya tengan entorno a 1,2 billones de dólares en deuda estadounidense es suficiente amenaza para su economía. En este tira y afloja, parece que la posibilidad de ayuda desde los países “emergentes” es bastante dudosa. Ya lo señaló la Presidenta de Brasil, Dilma Roouseff, en la última reunión del G-20: “No tengo intención de invertir ahí. Si los europeos no van a poner más recursos ¿Por qué debo hacerlo yo?”.
Las perspectivas más optimistas de la comisión europea prevén un crecimiento para el conjunto de la UE en 2012 del 0,6%; en EEUU del 1,5%; Japón del 1,8% y China también sufrirá la desaceleración, con un incremento del 8,6%. Pero estas previsiones pueden variar fácilmente a la baja como ha ocurrido anteriormente. La situación es extremadamente negativa. Semanas después de que los ministros de economía de la zona Euro anunciaran que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) alcanzaría el billón de euros para sostener la moneda única y recapitalizar el sistema bancarios europeo, ahora reconocen que no podrán llegar a dicha cantidad y tendrán que pedir el auxilio del FMI. Como señaló Klaus Regling, responsable del FEEF, "todo es impredecible, las condiciones del mercado cambian sobre la marcha". Y puede que a mucho peor: en lo que vamos de año, la cotización de los bancos europeos ha caído un 40% y según un informe de Credit Suisse, 16 grandes bancos del continente tienen en sus balances activos inmobiliarios “potencialmente sospechosos” por valor de 386.000 millones de euros, una cifra superior que los 339.000 millones que poseen en deuda de España, Portugal, Grecia e Irlanda. Ante estas señales, los fondos de inversión estadounidenses, una fuente de financiación fundamental para los grandes bancos de Europa, ha reducido a mínimos históricos su exposición a las entidades europeas; y el FMI cree que las pérdidas potenciales por la devaluación de títulos de deuda pública ronda ya los 300.000 millones de euros.
La política actual de los gobiernos de todo el mundo están precipitando una batalla social sin precedentes en los últimos setenta años En esto también tendríamos que remontarnos a los acontecimientos de los años treinta. No es ninguna exageración. De hecho, economistas pro burgueses alertan de esta perspectiva, como Bernard Connolly que recientemente escribió en The New York Times: “La actual situación política europea acabará provocando malestar social. Y no hay que olvidar que en esos países [Grecia, Irlanda, Portugal y España] ha habido guerras civiles, dictaduras fascistas y revoluciones. Ese es el futuro si esa locura maligna de la unión monetaria prosigue”.
Pero la “locura maligna” ya ha desatado el inicio de un gran levantamiento. En Grecia la movilización revolucionaria de las masas han puesto en el orden del día la cuestión del poder. En Portugal, el movimiento de contestación social avanza con fuerza tras la última gran huelga general del pasado 24 de noviembre. En Gran Bretaña, la huelga general de los empleados del sector público, la más importante desde los años treinta, representa un serio aviso de lo que pasará en otros sectores. En Francia, Italia, veremos acontecimientos semejantes, desconocidos en muchos años. Y que decir del Estado español, dónde el presidente in pectore del gobierno Mariano Rajoy, tendrá tiempo suficiente para ver como su relativa mayoría absoluta no le salva de una enorme contestación en las calles ante los planes de ajuste que aplicará. Una perspectiva de luchas de masas, huelgas generales y radicalización política, en un plazo de tiempo no muy largo y a pesar de todas las vacilaciones de las direcciones socialdemócratas y sindicales, se dibuja en el horizonte. Y estos acontecimientos históricos darán lugar a un cambio radical en la psicología y la actitud de millones de trabajadores, jóvenes y desempleados para avanzar hacia una alternativa acabada frente a la crisis. Una alternativa que no es otra que la lucha por la transformación socialista de la sociedad, por la expropiación de la banca y los monopolios bajo el control democrático de los trabajadores
[1] Karl Marx, Las luchas de clases en Francia, Editorial Progreso, Moscú 1973, p 211