Banderita tu eres roja, banderita tu eres gualda”

 

Al más puro estilo de Hollywood, pero con ese tufillo casposo de la meseta, junto a la aspirante a “primera dama” y con una enorme bandera rojigualda como telón de fondo. Así compareció Pedro Sánchez para ser proclamado candidato del PSOE a la presidencia del gobierno. Ante las críticas por este arrebato de patriotismo, algunas provenientes de su propio partido, Sánchez declaró: “Lo que quiero es que el PSOE sienta esa bandera como propia (…) Es la bandera con la que he crecido”. Lo que no consiguió ni Felipe González apoyándose en todas las esperanzas de cambio tras la caída de la dictadura, pretende hacerlo ahora Pedro Sánchez con el régimen del 78 haciendo agua por todas partes. Pero, con toda sinceridad te decimos Pedro, que puede que esa bandera sea la tuya, pero nunca será la de la clase trabajadora y la izquierda que todavía tiene principios.

Es más. Aunque la identificación de los líderes del PSOE con el sistema capitalista y ahora también con los símbolos de la burguesía, que a su vez son los de una derecha nostálgica del franquismo, ha llegado muy lejos, la base social del Partido Socialista no siente esa bandera como propia ni ha crecido con ella. Todo lo contrario. La militancia socialista fue masacrada por esa bandera enarbolada por los militares fascistas y los escuadrones falangistas durante la guerra civil, y la sufrió duramente en los años de cárcel y exilio. En la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, miles de socialistas, veteranos y jóvenes, lucharon junto al resto de los militantes antifascistas, contra lo que representaba ese símbolo, ya centrifugado en la lavadora de la transición y puesta a secar por Juan Carlos I, un rey puesto a dedo por el dictador.. Por eso ni Felipe González ni Santiago Carrillo pudieron hacer tragar a la militancia de base un símbolo semejante, aunque hay que decir que ambos lo intentaron muy seriamente. Y ahora Pedro Sánchez, asustado por la campaña mediática de la derecha y demostrando que no tiene el menor problema en servir a la burguesía en lo que está mande, insulta la memoria de los militantes socialistas, y de toda la izquierda en general, muchos de ellos torturados y asesinados por quienes portaban esa bandera, y a las jóvenes generaciones que no han crecido con ella, sino bajo su opresión.

Justo un año después de que cientos de miles saliéramos a las calles para celebrar la abdicación del heredero de Franco, y de que en Madrid se viviera un auténtico estado de sitio contra quien se atreviera a llevar una bandera republicana durante el desfile “triunfal” de Felipe VI, Pedro Sánchez enarbola la rojigualda como “símbolo de las libertades constitucionales”. Serán las que permiten perseguir a quienes pitan un himno o defienden el derecho a la autodeterminación, o a los huelguistas. Las que pretenden amordazarnos legalmente mientras nos echan de nuestras casas.

Según Antonio Hernando, el entusiasmado portavoz del partido, esto llega tarde y “se ha dejado mucho tiempo la bandera en manos de la derecha”. La degeneración del aparato burocrático que domina el PSOE no conoce límites. ¿También han estado demasiado tiempo en manos de la derecha los recortes, la defensa de los banqueros, o la corrupción? La realidad es concreta, y no hay más que salir a la calle. En las manifestaciones ciudadanas de las mareas, en las luchas obreras y estudiantiles, en las huelgas generales, la bandera rojigualda brilla por su ausencia. Donde sí la hemos visto es en los barrios burgueses, en las manifestaciones en defensa de los privilegios de los obispos, contra los derechos de las mujeres, o en los mítines del PP, lucida con “orgullo” por todos esos señores y señoras de bien en sus polos, en su gorros, en esas fantásticas pulseritas de muñeca, o en las correas con las que sacan a pasear a sus perritos. Es la bandera de la reacción.

¿Qué podemos tener en común con ese patriotismo cínico, egoísta y que desprecia el sufrimiento ajeno, de los Botin, las Klopotwitz, los Ortega, los Entrecanales, los Villa Mir, los Aznar, los Rato, los Barcenas, las Aguirre y las Cospedal? Si Pedro Sánchez se siente unido a ellos, nosotros decimos que educadamente rechazamos estar en el mismo barco de los explotadores, con el que no compartimos ni intereses ni banderas.