El 3 de mayo empieza a discutirse en la Asamblea Nacional francesa la reforma laboral promovida por François Hollande cuando todavía no se han apagado los ecos de las movilizaciones del jueves 28 de abril y aún permanecen hospitalizados algunos de los manifestantes agredidos brutalmente por la policía. La estrategia de Hollande de pasar a una acción represiva de una intensidad no vista en Francia en los últimos tiempos, no va a frenar lo que es ya una rebelión social en toda regla.

En apenas tres meses, lo que parecía una acción legislativa de trámite, adecuada para el último año de mandato de un Presidente cuyos índices de aprobación se encuentran bajo mínimos y con un Partido Socialista que se hunde en las encuestas, se ha convertido en el detonante de una movilización social de una amplitud y de un alcance político que empieza a superar al de las movilizaciones y huelgas de 2010.

Protesta de trabajadores contra la reforma laboral

"La unión de obreros y estudiantes en la convocatoria de la huelga general del 31 de marzo tuvo un efecto electrizante en un ambiente social muy polarizado"

Las primeras protestas sindicales, convocadas por la CGT y otros sindicatos, fueron sólo el principio de un movimiento que ha puesto patas arriba el tablero político francés. Casi inmediatamente los estudiantes de las universidades y, sobre todo, los estudiantes de los liceos —centros donde se imparten los tres últimos cursos de la enseñanza secundaria—, conscientes del futuro de precariedad y miseria laboral que esta ley les preparaba, se lanzaron a las calles, convergiendo y reforzando las movilizaciones sindicales, y poniendo contra las cuerdas a un Hollande desconcertado, que todavía a principios de abril se atrevía a declarar que su Reforma Laboral, conocida en Francia como Ley El Khomri, era una ley “de izquierdas”, que estaba dirigida a atajar la precariedad laboral y que en modo alguno amenazaba los derechos de los trabajadores.

La unión de obreros y estudiantes en la convocatoria de la huelga general del 31 de marzo tuvo un efecto electrizante en un ambiente social muy polarizado y marcado por la incapacidad de las organizaciones tradicionales de la izquierda para dar una respuesta y organizar el profundo malestar social generado por casi una década de crisis del capitalismo francés. La misma noche de esa jornada, después de la masiva manifestación de París, se celebró la primera asamblea de Nuit Debout (Noche en Pie), un movimiento que plantea extender la lucha contra la reforma laboral hacia “el cuestionamiento de un sistema social y político en crisis y sin aliento” y que rápidamente se extendió a las principales ciudades de Francia (ver http://www.izquierdarevolucionaria.net/index.php/internacional/europa/10054-nuit-debout-vientos-de-rebelion-en-francia).

Impotencia del gobierno ante el ascenso de la movilización

Conscientes del callejón sin salida en el que se habían metido, el gobierno francés intentó una doble vía de conciliación y de acercamiento al movimiento de protesta. En primer lugar introdujo en el proyecto de ley de Reforma Laboral algunas modificaciones que suavizaban parcialmente sus aspectos más duros y más lesivos para los derechos de los trabajadores, en un intento de ofrecer a las direcciones sindicales una excusa para que aflojasen la presión sobre el Gobierno. Sólo tuvo éxito con los dirigentes del sindicato CFDT, afín a la cúpula del Partido Socialista, que se retiró de las movilizaciones, aunque el efecto práctico de esa retirada fue nulo y la movilización sindical no se vio afectada.

En segundo lugar, a la vista de la creciente radicalización del movimiento, como puede comprobarse en el entusiasmo con que fueron acogidos los llamamientos de las asambleas de Nuit Debout a la huelga general, el Gobierno decidió habilitar urgentemente una partida presupuestaria para ayudas a licenciados universitarios sin trabajo. Pero esa oferta de dinero, 500 millones de euros, fue tajantemente rechazada por el movimiento. Los estudiantes entendieron perfectamente que esa “zanahoria” era sólo un patético intento de Hollande y su primer ministro Manuel Valls de engañarles y camuflar así unas medidas legislativas que les cerraban a la inmensa mayoría las puertas de un futuro laboral digno.

Así que en vista de su impotencia para desactivar la protesta por las vías habituales del “diálogo social”, ante su incapacidad para reconducir el movimiento hacia las ciénagas institucionales del Estado burgués, donde la movilización acaba agotando sus fuerzas y ahogándose, el gobierno de Hollande ha decidido recurrir a los medios represivos del Estado que, no se olvide, han sido fuertemente reforzados gracias a la excusa de la lucha contra el terrorismo islámico. La acción policial del 28 de abril, atacando de forma simultánea las manifestaciones obreras y estudiantiles de las principales ciudades, fue un primer paso en esta escalada represiva, al que le han seguido todo tipo de prohibiciones para reunirse en las plazas y celebrar asambleas al aire libre.

La burguesía francesa percibe el peligro para sus intereses

Este rumbo represivo ha sido promovido y apoyado por la gran burguesía francesa y sus medios de comunicación. El mismo 28 de abril, apenas unas horas después de las brutales acciones policiales, el director del periódico liberal L’Opinion, en un artículo significativamente titulado “Nuit Debout, pesadilla para todos”, exponía que algunas de las consignas de Nuit Debout como “la expropiación de las grandes fortunas y la abolición de la propiedad privada de los medios de producción e intercambio” “revela la existencia de un peligro absoluto”. Y ante tan grave “peligro absoluto” este portavoz de los círculos financieros reprochaba al gobierno de Hollande su “lectura político-romántica” de los acontecimientos y que “en pleno estado de urgencia haya tolerado numerosos episodios violentos”.

El llamamiento de la burguesía francesa a utilizar contra trabajadores y estudiantes no solo los medios represivos habituales sino también los mecanismos excepcionales aprobados, supuestamente, para combatir el yihadismo no puede ser más claro y transparente. Para la burguesía una horrible pesadilla surge en el horizonte. En sus propias palabras “ahora que los sindicalistas están pensando en unirse a estos militantes de otro siglo, es tiempo de ponerle fin antes que el dulce sueño de algunos se convierta en una pesadilla para todos”.

Efectivamente, el poder económico y financiero no oculta que la confluencia de la lucha de la clase obrera organizada con la de los jóvenes estudiantes o parados, junto con otros sectores sociales no organizados en los sindicatos, encierra un enorme poder revolucionario. La burguesía es plenamente consciente de que los problemas cotidianos que se manifiestan tanto en las protestas sindicales como en las asambleas de Nuit Debout, los problemas del difícil acceso a la vivienda, de la precariedad del trabajo, de las inhumanas medidas adoptadas por la Unión Europea contra los refugiados, de la ausencia de cualquier perspectiva de futuro digno para los jóvenes, de la perenne amenaza de despido para los trabajadores de más edad, del deterioro de los servicios sociales, de la degradación de la vida en las barriadas periféricas de las grandes ciudades francesas… no tienen solución bajo el sistema capitalista. Y no solo no tienen solución, sino que la actual crisis mundial de sobreproducción, que muy pronto cumplirá su noveno aniversario, va a empujar a los capitalistas a seguir atacando los derechos laborales y sociales conquistados por la clase trabajadora después del final de la Segunda Guerra Mundial.

La posibilidad de que las diversas movilizaciones sociales que sacuden Francia estas semanas puedan llegar a confluir en un único movimiento aterroriza a la burguesía. Y, desde nuestro punto de vista, desde el punto de vista de los marxistas revolucionarios, tienen toda la razón para estar asustados. En una situación de crisis profunda como la que vivimos, la defensa consecuente de cualquier derecho social o laboral, por mínimo que sea, encierra una profunda carga revolucionaria, ya que, antes o después, pone en cuestión las bases mismas del sistema capitalista. La velocidad de esta confluencia de las reivindicaciones y movilizaciones parciales en un levantamiento general va a depender, en un grado desconocido desde los años 30, de la capacidad de los marxistas para ofrecer al movimiento el programa de trasformación socialista de la sociedad que la presente situación reclama.

La movilización social sigue adelante con más fuerza

Ni la represión ni las amenazas empresariales han tenido un impacto significativo en la marcha de la movilización. Al contrario, se están dando pasos adelante para reforzarla.

El ambiente de cuestionamiento general del sistema que se respira en Nuit Debout ha contribuido a reforzar el apoyo social a las huelgas que, como la de los ferroviarios o el personal de mantenimiento de la red de Électricité de France, se están desarrollando estos días. Y junto a estas huelgas de ámbito nacional, otras muchas huelgas de carácter local estallan por todo el país: bomberos, médicos, trabajadores de cantinas escolares, taxistas, etc., reflejando un ambiente de descontento similar al que condujo a la gran ola huelguística de 2010, que puso contra las cuerdas al gobierno de Sarkozy.

La experiencia de 2010 ha dejado su huella. En aquel entonces la indecisión de las direcciones sindicales facilitó que la ola de protesta se diluyese poco a poco sin ser capaz de echar abajo el proyecto de Ley de Reforma de las Pensiones que dio origen a la movilización.

Pero esta vez algo ha cambiado en Francia. Las direcciones sindicales parecen estar dispuestas a llegar más lejos de dónde llegaron en 2010. Una buena muestra de este cambio de ambiente han sido las intervenciones de Philippe Martinez, Secretario General de la CGT, y de otros dirigentes sindicales y representantes de empresas en lucha en la asamblea de Nuit Debout de Paris el pasado jueves 28 de abril. Los asistentes demandaban una huelga general y, finalmente, han obtenido el compromiso de la CGT de organizar su convocatoria.

Las próximas semanas podremos comprobar el alcance de este compromiso. Pero en cualquier caso, sea cual sea el resultado, es innegable que la clase obrera francesa ha dado un enorme paso adelante. El empuje del movimiento de los trabajadores y jóvenes franceses abrirá el camino para levantar una alternativa consecuente de transformación socialista de la sociedad.