Alan Woods marxistak, Estatu Batuen eta honen gerrei buruz, idatzi dituen 3 artikulu interesgarri jarri ditugu.

Tambores de guerra en Washington o la última posibilidad de Bush

 

19-Febrero-2007

 

El sonido de los tambores de guerra están una vez más reverberando en los corredores de poder en Washington. A pesar de todas las negativas oficiales, hay claros signos de que la camarilla que está en la Casa Blanca está contemplando con seriedad llevar a cabo ataques aéreos contra Irán.
Desde esta página web nunca creímos que EEUU invadiría Irán. Si lo hacía eso sería encontrarse con un pueblo en pie que lucharía hasta la muerte para echarles. Además, Irán tiene un ejército poderoso que sería bastante capaz de enfrentarse a las fuerzas norteamericanas y romperles la nariz. Teherán recientemente compró misiles capaces de atacar barcos de guerra norteamericanos en el Mediterráneo. Un ataque a Irán tendría consecuencias imprevistas.
Una guerra terrestre en Irán está por tanto descartada. Pero los ataques aéreos son otra cuestión. Tanto Washington como Tel Aviv están alarmados ante la perspectiva de un Irán armado con armas nucleares y Arabia Saudí lo está aún más. George Bush y la camarilla gobernante de derechas que le asesora está defendiendo en público un “primer ataque” contra las instalaciones iraníes que según ellos están fabricando armas nucleares. Es bastante probable que en algún momento puede poner en práctica estas amenazas, ya sea directamente o, si pudieran zafarse de esto, utilizando la fuerza aérea israelí.
La verdadera razón de esta nueva beligerancia es que están perdiendo la guerra en Iraq. Bush está intentando culpar de todos sus problemas al apoyo iraní a la insurgencia. Pero esto está muy lejos de la realidad. Con o sin la participación iraní, la insurgencia en Iraq continuaría infligiendo bajas a las fuerzas estadounidenses.
Por su parte, Ahmedinayad está jugando a un juego peligroso. Está utilizando el sentimiento antiimperialista natural de las masas iraníes para apuntalar el régimen de los mulás, que después de casi treinta años en el poder es tremendamente impopular. Para conseguir apoyo, está intentando basarse en el anti-americanismo y la hostilidad hacia Israel. La celebración de una conferencia que pretendía demostrar que el Holocausto fue un fraude, era una clara provocación a Israel, donde la clase dominante está buscando una excusa para castigar a Irán y recuperar algo del prestigio perdido cuando recibió un golpe en las narices por parte de Hezbolá en Líbano.
Sin embargo, la postura de Ahmedinayad no es tan fuerte como podría parecer. Las recientes elecciones demostraron una caída de apoyo a su gobierno de línea dura y un aumento del apoyo de los “reformadores”. Está bajo la presión del clero islámico que temen llevar la situación demasiado lejos. Están intentando empujarle hacia una posición más “moderada” y contenerle. Su comportamiento y declaraciones recientes parecerían confirmar que él está doblegándose a esta presión.
Si se intensificara la situación e Israel bombardeara Irán, esto llevaría a una explosión de furia a través de todo Oriente Medio y más allá. Sin embargo, no está claro que los propios israelíes estuvieran dispuestos a hacer el trabajo sucio para Washington (aunque a los halcones sionistas les gustaría hacerlo). Están en una situación difícil después de la debacle del año pasado en Líbano. Por lo tanto, Bush puede no tener otra alternativa que la de dar la orden él mismo.
Bush ha estado haciendo declaraciones contradictorias, en un momento diciendo que no tenía intención de atacar Irán, en otro pronunciando discursos rimbombantes sobre cómo iba a detener tanto a Siria como a Irán. Esto refleja las distintas presiones bajo las que está en EEUU. El hecho es que él está trasladando el material militar necesario a la región del Golfo que le permitiría bombardear Irán. Este hecho va acompañado con más de cien negativas verbales por parte de Bush. Pero si bombardea Irán las consecuencias serán enormes.

La derrota en Iraq

Debemos recordar que el ejército norteamericano sólo invadió Iraq cuando ya estaba de rodillas, desangrado por años de sanciones y con sus fuerzas armadas seriamente debilitadas. Desde un punto de vista estrictamente militar, el resultado de la invasión encabezada por EEUU de Iraq nunca estuvo en duda. Las fuerzas de la coalición tomaron Bagdad con una relativa facilidad. Incluso así, lo que parecía una victoria relativamente fácil se ha convertido en una pesadilla para EEUU. Con 150.000 soldados armados con el armamento más moderno y sofisticado, apoyados por satélites, las fuerzas estadounidenses han fracasado totalmente en su objetivo. Iraq ahora está en una situación de absoluto caos.
El coste para EEUU es extremadamente elevado y continúa aumentando en todo momento. Los estadounidenses ya han perdido más de 3.000 soldados y han sufrido miles de heridos. En cuanto al número de bajas iraquíes, nadie sabe cuál es la situación real, pero algunos cálculos sitúan esa cifra en medio millones de personas. Esto es conocido, en la fría jerga sangrienta del Pentágono, como “daño colateral”.
El objetivo de esta guerra, como de cualquier guerra imperialista, es simple: saqueo. La camarilla derechista que rodea a George Bush hablaba mucho sobre la “introducción de la democracia en Oriente Medio”, hablar ahora sobre eso sólo se encuentra con sonrisas irónicas en los corredores del Congreso. En realidad, detrás de la cara sonriente de la “democracia norteamericana”, estaba (y siempre está) la avaricia voraz de los grandes monopolios, los barones del petróleo (con estrechos vínculos con George Bush y su familia, además de Condoleezza Rice) y grandes empresas contratistas como Halliburton (con vínculos estrechos con Dick Cheney).
George W. Bush, este reaccionario texano, inmediatamente se rodeó de personas similares a él: reaccionarios tenaces como Donald Rumsfeld y Dick Cheney. Ellos tenían una camarilla de asesores, intolerantes religiosos de derechas y fanáticos del libre mercado, como John Bolton y Paul Wolfowitz. Este último ahora ha sido recompensado por sus servicios prestados al ser nombrado presidente del Banco Mundial, en cuyo papel ha adquirido recientemente fama mundial al presentarse en una mezquita turca con agujeros en los calcetines.
El problema con la derecha republicana, sin embargo, no son tanto los agujeros en los calcetines como los que tienen en sus cerebros. Desde el mismo principio esta camarilla de fanáticos religiosos de derechas tuvo un firme control sobre el pensamiento del presidente (si se puede utilizar adecuadamente este término que describe las actividades que suceden dentro del cráneo de George W. Bush).
Un nombre sin una educación apreciable, cuyos horizontes intelectuales no parecen ir más allá de los límites de su rancho tejano y cuyo conocimiento de la literatura mundial no va más allá del Primer Libro del Génesis, escuchó gustosamente las fantasías macabras de esta banda de charlatanes y maleantes, especialmente cuando mencionaban la palabra mágica petróleo.
Mucho antes del 11 de septiembre, es bien conocido que esta banda había elaborado un plan para atacar Irán. Esto no tenía nada que ver con Al Qaeda (que entonces estaba totalmente ausente de Iraq) ni con armas de destrucción masiva (que no existían), y ciertamente no eran el producto de ningún deseo ardiente de ayudar al pueblo iraquí y restaurar la democracia. Detrás de todas las maravillosas frases encontraremos los desnudos intereses de los grandes monopolios, codiciosos por poner las manos en el petróleo de Iraq.
Sin embargo, como en política la codicia por el beneficio no suele inspirar demasiado entusiasmo entre la opinión pública, ni despiertan el espíritu de lucha necesario para conseguir apoyo, o al menos el consentimiento pasivo, en una guerra se deben encontrar otros factores motivadores. Para la camarilla dominante en Washington, los acontecimientos del 11 de septiembre llegaron como un maná caído del cielo. De la noche a la mañana encontraron la excusa necesaria para poner en práctica los planes que ellos habían estado encubando por detrás de las espaldas del pueblo estadounidense.

La ambición personal de Bush

La principal motivación para la carnicería brutal de Iraq era tanto económica como política: el deseo de ocupar y saquear las enormes reservas petroleras iraquíes y la determinación de aplastar un régimen que no estaba dispuesto a “cooperar” con los objetivos del imperialismo norteamericano en el estratégicamente vital Oriente Medio. Sin embargo, para George W. Bush había sin duda otra motivación adicional, de una naturaleza más personal.
George Bush padre había presidido la Primera Guerra del Golfo, que consiguió su objetivo inmediato (echar a Iraq de Kuwait) pero no el objetivo real: derrocar a Sadán Hussein. En aquel momento los estrategas del Capital en Washington consideraron la posibilidad de invadir Iraq pero la descartaron. Pensaron que los riesgos eran demasiado grandes. Así que el ejército estadounidense se quedó en la periferia de Iraq. Miraron hacia el abismo y se retiraron. Esto fue considerado por los apóstoles de la derecha republicana como un acto de debilidad imperdonable, rayando la alta traición.
Ahora tenían un pupilo dispuesto en la Casa Blanca y no iban a desperdiciar la oportunidad. “No seas tan debilucho como tu padre” susurraban a la atenta oreja de George W. Bush. “Puedes triunfar donde él fracasó. Puedes hacerlo. ¡EEUU es grande! Dios está de nuestra parte. ¡Hagámoslo!” Y George W. Bush escuchaba. En su pecho ardía una sed inagotable de Gloria, hacer algo grande por EEUU. ¡Maldición! “¡Aparecer en los libros de historia!” Este ultimo punto sin duda lo conseguirá, pero no exactamente de la forma en que él quería.
Personalmente, George W. Bush es un cobarde y un pelele. Eludió el servicio militar durante la Guerra de Vientam. Pero como todos los cobardes y debiluchos, le gusta proyectar la imagen de un hombre fuerte. De ahí la absurda charada cuando apareció vestido con traje militar (aunque fuera un desertor del ejército) y con chaleco antibalas (aunque no hubiera ninguna bala a la vista) a bordo de un barco de guerra norteamericano (¿no podía encontrar un lugar de aterrizaje más adecuado?) para anunciar ante las ovaciones de los marineros: “Misión cumplida”
Sólo cuatro años más tarde la misión está muy lejos de estar cumplida. Todo lo contrario, la misión ha terminado en un fracaso ignominioso y Bush está luchando por rescatar algo de los restos del naufragio, mientras que públicamente grita que la victoria es aún posible (es dudoso de que incluso él se crea esto).

La clase dominante estadounidense está alarmada

Ni la potencia más rica sobre la Tierra puede tolerar durante tanto tiempo una hemorragia de sangre, sudor y oro. Cuatro años después de la invasión, más de 3.000 soldados norteamericanos han muerto y se han gastado más de 300.000 millones de dólares. Las últimas elecciones al Congreso demostraron claramente que la mayoría de los estadounidenses han perdido la esperanza y quieren salir de Iraq. Pero George W. Bush piensa de otra manera. Sigue firmemente convencido de que la “victoria” está a la vuelta de la esquina, y que Oriente Medio está ansiosamente esperando las bendiciones de la democracia estadounidense.
La clase dominante de EEUU está alarmada. En un intento de inyecto algún elemento de pensamiento racional en el procedimiento, preparó la creación de una comisión especial sobre Iraq (el Grupo de Estudios Iraquíes) copresidida por James Baker, un antiguo secretario de estado. Esta era una comisión bipartidista encabezada por un veterano estadista que es un representante de más confianza para el establishment norteamericano que el presidente titular de la Casa Blanca.
Lo que recomendaba el Grupo de Estudios Iraquíes tenía al menos algo de sentido desde el punto de vista del imperialismo norteamericano. En realidad decía: “Debemos aceptar los hechos: hemos perdido la guerra en Iraq. Es inútil continuar un conflicto invencible. Debemos reducir nuestras pérdidas y salir lo antes posible. Por supuesto, no podemos hacer esto inmediatamente porque eso significaría el caos. Debemos construir un gobierno, un estado y un ejército iraquíes estables. Eso significa que debemos tener un gobierno de coalición. Esto sólo es posible si conseguimos también la ayuda de Siria e Irán. Por lo tanto debemos comenzar construyendo puentes con estos estados”.
Sí, desde el punto de vista del imperialismo norteamericano este era muy buen consejo. ¿Cuál fue la reacción de George Bush? Ignoró la estrategia de “retirada controlada” defendida por el Grupo de Estudios Iraquíes y en su lugar defendió la teoría del “oleaje”, una idea propuesta por el Instituto de Empresa Americana (IEA), un comité de expertos de derechas, apoyados por Jack Keane, un general retirado de cuatro estrellas y antiguo vicejefe del estado mayor del ejército.
El general Keane estaba detrás de un informe del IEA llamado “Eligiendo la victoria: un plan para el éxito en Iraq”, escrito por Frederick Kagan, un académico militar y publicado el 5 de enero. Este defendía un envío de tropas de aproximadamente 35.000 soldados. La seguridad, según escribía Kagan, era la precondición para una solución política, no había otra opción. Sólo ofreciendo una protección creíble los estadounidenses podrían socavar el apoyo a las milicias. Pero en realidad, no se puede garantizar ninguna seguridad ni siquiera con tres veces ese número de soldados. Todos estos lunáticos de derechos pasan por alto el pequeño detalle de que el ejército estadounidense ya está excesivamente forzado.
En un discurso televisado para todo el país el 10 de enero, el presidente anunció que enviaría más de 20.000 soldados extras a Iraq, en su mayor parte para ayudar a las fuerzas iraquíes en su nueva campaña para asegurar Bagdad. Unos 4.000 soldados serían enviados a la violenta provincia occidental de Anbar. Unidades norteamericanas se “incrustarán” dentro de las formaciones iraquíes para ayudarles a arrebatar los barrios a los grupos armados. El nuevo esfuerzo militar será complementado con medidas económicas, políticas y diplomáticas. Los comandantes y funcionarios estadounidenses tendrán más autoridad para gastar dinero, se nombra un “coordinador para la reconstrucción” en Bagdad y el primer ministro iraquí, Nuri al-Miliki, tendrá una “cota” política firme.
En otras palabras, Bush ha hecho un corte de mangas a Baker y al Grupo de Estudios Iraquíes. Ha rechazado llegar a un acuerdo con Irán y Siria. En su lugar, acusó a estos países de ser la causa de la violencia en Iraq. Confirmó el despliegue de un grupo extra de portaaviones de ataque y baterías antimisiles Patriot en Oriente Medio. Esto fue un aviso de que no sólo está dispuesto a intensificar la implicación militar de EEUU en Iraq, sino que también se guarda la opción de un ataque militar contra Irán.

El programa nuclear de Teherán

La excusa de esto es la sospecha de desarrollo de armas nucleares por parte de Teherán. Es bastante obvio que los iraníes están realmente intentando desarrollar tecnología nuclear. Teherán alega que es para usos pacíficos. Puede que sí, pero es difícil entender por qué un país que está asentado sobre unas inmensas reservas de petróleo y gas necesitaría desarrollar energía nuclear. Si se trata de desarrollar fuentes alternativas de energía, hay mucho sol para la energía solar. Por lo tanto, la adquisición de energía nuclear debe estar relacionada con propósitos militares.
Esta es la causa del enojo justificado de Washington, París, Londres y Tel Aviv. Todas las naciones antes mencionadas poseen armas nucleares. Así que su objeción no puede estar basada en razones morales o pacifistas. No tienen objeciones de principios a las armas nucleares. Sólo ponen objeciones a que otros pueblos posean este tipo de cosas. Tan intenso es su disgusto a que otros países tengan armas nucleares que George Bush y su perrito faldero en el número diez de Downing Street (un hombre devotamente religioso con un cariño apasionado hacia las armas nucleares de Gran Bretaña) invadieron Iraq, un estado supuestamente soberano, porque ellos “sospechaban” (o decía sospechar) que tenía “armas de destrucción masiva”.
Todos sabemos ahora que esto era mentira. Iraq no tenía este tipo de armas. Si las hubiera tenido quizá los agresores que han destrozado el país y lo han convertido en ruinas se lo habrían pensado dos veces antes de invadirlo. Lo cierto es que EEUU no ha intentado invadir Corea del Norte, que se burla abiertamente ante Washington y públicamente alardea de su arsenal nuclear. Washington se queja y murmura amenazas pero no hace nada. Como todos los bravucones, el imperialismo estadounidense sólo ataca al débil, pero evita atacar un país que tenga capacidad y esté dispuesto a defenderse.
Las lecciones de todo esto no pasan desapercibidas para Teherán. Si Sadám Hussein fue derrotado, al menos en parte, porque no tenían miedo de que él tuviera armas de destrucción masiva, entonces lo más juicioso sería conseguir algunas y más pronto que tarde. Desde el punto de vista de la moralidad, esto puede que sea muy lamentable, pero desde el punto de vista militar la lógica es impecable. Desgraciadamente, la experiencia reciente de Iraq demuestra que el mundo no se rige estrictamente según las leyes de la moralidad y que las armas juegan un papel determinado en el mundo.

La mayoría de los iraquíes quieren a las tropas de EEUU fuera

El hecho claro es que los estadounidenses han sido derrotados en Iraq, no debido a la interferencia extranjera, ya sea de Siria, Irán o cualquier otro país, sino porque la aplastante mayoría de los iraquíes no los quieren allí. Este hecho se puede ver en todas las encuestas publicadas y en todas las entrevistas con gente en las calles de Bagdad y Basora. La respuesta siempre es la misma ya sea chií o suní el entrevistado: “Queremos que los invasores se vayan”.
George W. Bush, con su infinita sabiduría, ha decidido que el culpable real de la insurgencia está en Damasco o Teherán. Promete “detener la interferencia de Irán y Siria, destruir sus redes”, pero no dice nada sobre la burda interferencia de los estadounidenses en los asuntos internos iraquíes. No menciona el hecho de que, cuatro años después de la brutal violación de su soberanía nacional por parte de EEUU y sus aliados, Iraq todavía es un país ocupado sin voluntad propia, incapaz de decidir su propio destino. La culpa de esta tragedia no está en la puerta de Siria e Irán, sino en la de EEUU, Gran Bretaña y en la llamada “coalición de aliados”, es decir, sus socios de crimen.
Increíblemente, parece que Bush, en lugar de aprender su lección, se está preparando para repetir su metedura de pata original pero a una escala aún mayor. Constantemente provoca a Irán, buscando un pretexto para llevar a cabo algún tipo de acción militar. De este modo, el 11 de enero, tropas estadounidenses asaltaron la oficina consular iraní en el norte de Iraq. Más recientemente, dice que más de cien hombres de servicio norteamericanos han sido asesinados en Iraq con armas fabricadas en Irán y que tienen “prueba” de esto. Estas declaraciones nos recuerdan forzosamente el tipo de pretensiones violentas sobre las armas de destrucción de masas que fueron utilizadas para preparar a la opinión pública para la destrucción de Iraq.
En su discurso de enero, Bush admitió que había cometido “errores” (sin especificar), pero después pasó a aceptar que era probable que más estadounidenses murieran, y dijo a su audiencia que no esperase “una ceremonia de rendición sobre la cubierta de un barco de guerra”. La guerra, dijo Bush, era parte de la “lucha ideológica decisiva de nuestra época”. El fracaso sería una catástrofe: la caída del gobierno iraquí, “asesinatos de masas a una escala inimaginable”, el fortalecimiento del Islam radical a través de Oriente Medio, peligro para los gobiernos moderados, la creación de un paraíso seguro terrorista e Irán envalentonado para la construcción de bombas atómicas.
Después de haber tranquilizado los nervios de la nación norteamericana, el presidente pasó triunfalmente a presentar su solución: decidió redoblar el esfuerzo bélico enviando más de 20.000 soldados nuevos a Iraq.

La memoria de Richad Nixon

Este tipo de comportamiento recuerda mucho al del presidente Richard Nixon los últimos años de su presidencia. Cuando ya estaba claro para los estrategas del Capital que la guerra en Vietnam era una causa perdida, que era necesario encontrar una estrategia de salida, Nixon tercamente decidió luchar e incluyo extender la guerra a Camboya, donde las fuerzas estadounidenses estaban realizando una guerra secreta contra las guerrillas “comunistas”.
Esto llevó a un aumento de la protesta dentro de EEUU y a una radicalización general, especialmente de los jóvenes y con tintes revolucionarios. El ambiente de los soldados norteamericanos en Vietnam era abiertamente de rebeldía, con casos frecuentes de insubordinación e incluso asesinato de oficiales. Un general estadounidense incluso comparó el ambiente de los soldados norteamericanos con el de la guarnición de Petrogrado en 1917.
Frente a esta situación, la clase dominante norteamericana decidió librarse de Nixon, a quien veían como un desequilibrado fuera de control. El establishment tiene maneras y medios de hacer este tipo de cosas sin recurrir a unas elecciones. Crearon un escándalo, el célebre caso Watergate, para acabar con él, en realidad fue un golpe palaciego.
Esto no tuvo nada que ver con los asuntos en cierta forma triviales que aparecieron en el Juicio Watergate que sólo era el tipo de embuste menor que ocurre continuamente tras bambalinas en la política norteamericana. Nixon fue destituido pero por razones más importantes: porque era un aventurero que se había sobrepasado y escapado al control del establishment, es decir, en los consejos de administración de los grandes bancos y monopolios que realmente gobiernan EEUU.
Como Nixon, Bush ahora se encuentra casi solo. Su única base de apoyo consiste en la camarilla de fanáticos derechistas de la Casa Blanca. Obviamente ellos estaban convencidos para ignorar el consejo del Grupo de Estudios Iraquíes (es decir, ir en contra del establishment). La camarilla derechista le aconsejaron contra cualquier acuerdo con Siria e Irán. John Bolton, el mayor bocazas de esta banda derechista, ahora exige de manera beligerante medidas contra Irán. En otras palabras, están empujando a EEUU hacia el abismo.
Este comportamiento insano ahora está provocando alarma en los círculos militares. El general John Abizaid, el jefe del Mando Central que supervisa la estrategia norteamericana en Iraq y Afganistán, ha rechazado la idea de una “oleada” de fuerzas. Sólo hace tres meses dijo ante una comparecencia en el Senado que aumentar el nivel de tropas a 20.000 más sólo tendría un “efecto temporal” en la seguridad. Pero que eso retrasaría el día en que las fuerzas iraquíes tomarían el control y, si se prolongaba, pondría una carga insoportable sobre las fuerzas terrestres estadounidenses que ya están más allá de los límites de resistencia.
En el pasado, George W. Bush siempre dijo que él defería de sus jefes militares pero en esta ocasión es que no ha seguido su consejo. En su lugar, destituyó al general Abizaid y remodeló las figuras claves de su equipo iraquí. El general John Casey, el comandante en Iraq, ha sido “ascendido” para convertirse en el jefe del estado mayor. El embajador en Bagdad, Zalmay Khalilzad, ha sido enviado a las Naciones Unidas.

Ganar las mentes y los corazones… ¡a punta de pistola!

Bagdad, la ciudad más poblada de Iraq, con 6 millones de habitantes de todas los grupos religiosos y étnicos, ahora está al borde de una guerra sectaria sangrienta que diariamente cuesta la vida a docenas o cientos de personas inocentes. El imperialismo estadounidense es el que ha creado las condiciones para esta carnicería, cuando se basó en la población chií en contra de la base suní del régimen de Sadám Hussein. Creó un monstruo de Frankestein que ahora se le ha escapado de control, como ocurrió anteriormente con Bin Laden y los talibanes.
Los norteamericanos han intentado perseguir la estrategia conocida como “mancha de petróleo”, establecer zonas de estabilidad que, con el tiempo, se extenderían. En algunas zonas rurales donde las fuerzas norteamericanas pueden controlar las rutas de acceso y donde pueden conseguir el apoyo de los jefes tribales a través del soborno, puede que hayan tenido algo de éxito. Pero en las atestadas callejuelas y mercados de Bagdad esta estrategia está condenada al fracaso. La operación conjunta norteamericana-iraquí del pasado verano, con el nombre en clave de “Avanzar juntos”, fue seguida por la ronda de asesinatos más violentas jamás visto en la ciudad.
Los estrategas de la oleada como el general Keane, nos aseguran confiados que “en esta ocasión será totalmente diferente”. ¿Cuántas veces hemos escuchado estas expresiones antes? Es la psicología de un jugados que ha perdido cada penique pero todavía cree que puede recuperar todas sus pérdidas y hacer fortuna con la última tirada desesperada.
Las propuestas del general Keane supone sustancialmente más tropas, cinco brigadas más, estadounidenses en Bagdad, que se sumarían a las cuatro que ya están allí, y 18 (más pequeñas) brigadas de policías y soldados iraquíes. Esto, según dice él, permitirá a las fuerzas norteamericanas no sólo limpiar los barrios de insurgentes, sino también poder quedarse y garantizar inmediatamente el desarrollo económico. Los iraquíes se tranquilizarán con la presencia de más soldados extranjeros dispuestos a derribar sus puertas a las tres de la mañana, además de las bendiciones de un número infinito de asesores y constructores con contratos lucrativos de Halliburton y compañía.
La verdadera novedad de esta nueva doctrina es que los soldados norteamericanos ya no estarán dedicados a la anti-insurgencia como hasta ahora. Así que podrán realizar “trabajo social armado”. Así que después de derribarte la puerta de tu casa a avanzadas horas de la madrugada, arrestar a cada hombre lo suficiente mayor para manejar un rifle e intimidar la vida de todas las mujeres y niños, después producirán carnés de identificación que demostrarán de manera concluyente que lo ocurrido no es represión violenta sino “trabajo social armado”. Esto proporcionaría un material maravilloso para una película de los Hermanos Marx, sólo que el tema es demasiado serio.
La prioridad de las tropas sería ganar el apoyo y la confianza de los civiles, esto es lo que dice el general Keane, y por tanto conseguir la información esencial para identificar al enemigo. ¡Un minuto! ¿No hemos escuchado esto antes? ¡Sí! Aquellos que tenemos la suficiente memoria recordaremos que en Vietnam el objetivo declarado de las fuerzas ocupantes norteamericanas era “ganar las mentes y los corazones” de los vietnamitas y así socavar el apoyo de los insurgentes. Este objetivo se cumpliría con métodos amables de persuasión como forzar a comunidades enteras a punta de pistola para entrar en campos de concentración conocidos como “aldeas armadas”, que crearían una oleada de buena voluntad hacia los estadounidenses, esto es lo que aumentó el número de voluntarios en las filas de las guerrillas. No tenemos duda de que el “trabajo social armado” del general Keane tendrá un efecto similar.
En cualquier caso, la idea es ridícula. La verdad es que los norteamericanos carecen del número y los iraquíes carecen de capacidad, para controlar las zonas y menos aún para reconstruirlas. The Economist (13/1/07) comenta lo siguiente:
“La contrainsurgencia requiere ‘enormes recursos’ de mano de obra y mucho aguante en EEUU, dice el manual. Décadas después de suprimir la idea de las ‘guerras pequeñas’ de sus libros de texto tras el trauma de Vietnam, los oficiales estadounidenses están volviendo a aprender las lecciones de la vida dura.
“En el corazón de la doctrina de la contrainsurgencia está la idea de ganar a la mayoría ‘pasiva’ no comprometida. Pero después de tanto asesinato y de destrozar las esperanzas, puede que no queden demasiadas alambradas hermanas en Bagdad. Las encuestas iraquíes no son muy fiables, pero demuestran una tendencia creciente a apoyar los asesinatos de estadounidenses. Una encuesta publicada en septiembre decía que el 61 por ciento de los iraquíes, incluida la mayoría de chiíes y casi todos los suníes, aprobaban los ataques contra las fuerzas de la coalición.
“Más tropas norteamericanas puede que si o puede que no traigan más seguridad. Pero sí ofrecerán más objetivos para los disparos de los insurgentes, reforzará más el resentimiento de los iraquíes contra la ocupación. Podría morir más civiles, ya sea por error, descuido o cosas peores. Un general británico con experiencia en Iraq cree que más tropas norteamericanas no resolverán el problema. ‘Puede que observen tranquilos durante el día como pasan los Humvees, pero las milicias regresarán por la noche, asesinando e intimidando’”.
El propio manual de contrainsurgencia del ejército norteamericano recomienda una estrategia de saturación de 20-25 miembros de las fuerzas de seguridad por cada 1.000 civiles: el tipo de relación utilizada cuando los soldados de la OTAN entraron en Kosovo en 1999. Para un país del tamaño de Iraq eso significa 535.000-670.000 soldados y policías. La coalición dirigida por EEUU invadió Iraq con menos de 200.000 hombres y mujeres. Hoy sólo hay 150.000 soldados norteamericanos, británicos y de otros países.
The Economist continúa: “Incluso contando las fuerzas de seguridad iraquíes, el total está por debajo de los 473.000 y eso ignora su debilidad. Muchos miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes se ausentan cotidianamente, el ejército sólo en parte es capaz de llevar a cabo sus tareas y las fuerza de policía a menudo es corrupta y está infiltrada por las milicias”.
Para marcar alguna diferencia, Bush necesitaría una fuerza ocupante de medio millón de tropas norteamericana, dispuestas a cometer cualquier atrocidad contra la población. Pero no tiene ese instrumento. Todo lo contrario, el ejército norteamericano está seriamente al límite. EEUU ha heredado el papel que jugó Gran Bretaña en el siglo XIX, el de policía mundial. Pero ese era el período de ascenso del capitalismo y Gran Bretaña conseguía beneficios de la explotación de sus colonias en África y Asia. Ahora las cosas son diferentes.

La época de decadencia imperialista

Estamos en la época de decadencia imperialista. Esto se expresa en turbulencia universal e inestabilidad a escala global. Una guerra sigue a otra, el terrorismo se extiende como una epidemia incontrolable. Estos son síntomas de una enfermedad subyacente del sistema capitalista a escala mundial. Lejos de beneficiarse de su superioridad militar y económica, que dejan al poder del Imperio Romano como un juego de niños, para EEUU su papel mundial como una carga aún más intolerable.
Aparte del drenaje colosal de sus recursos, está la cuestión de los efectos políticos en casa y los efectos en la moral de sus fuerzas armadas. The Economist pone una nota de advertencia:
“El ritmo de rotación de tropas en Iraq y Afganistán ya supera las directrices marcadas por el Pentágono: dos años en casa por cada año de operaciones en el extranjero para un soldado a tiempo completo, seis años de descanso por cada reservista que son los que forman casi la mitad de la actual fuerza en Iraq. El equipamiento que se destruye en la batalla o se gasta debe ser sustituido mucho más rápido. Un ejército más grande ayudaría, pero se tardaría años en reclutar y entrenar nuevas unidades de combate.
“Nadie sabe cuál es el límite que podrán soportar las fuerzas terrestres. Los comandantes están preocupados por cualquier signo de daño en la moral, como la evidencia anecdótica del aumento de los divorcios entre los hombres en servicio. Una encuesta publicada en Military Times el mes pasado encontraba una caída del apoyo a la guerra. Sólo el 41 por ciento aprobaba la decisión de ir a la guerra, comparado con el 56 por ciento de un año antes. El pasado mes de junio Ehren Watada, un teniente del ejército, se convirtió en el primer oficial que se negó a servir en Iraq. Dijo que la guerra ‘no sólo moralmente estaba equivocada sino que era una violación terrible de la ley estadounidense’”.
A pesar de las tensiones sobre las fuerzas norteamericanas descritas arriba, Bush ha decidido tensar aún más el ejército. La “oleada” conseguirá aumentar el servicio de las tropas en Iraq, acelerando el despliegue de tropas que estaba previsto llegaran a finales de este año, aumentando además el período de deber de los reservistas hasta 2008. El general Keane insiste en que su “oleada” puede prolongarse más de dos años. Esta es una estrategia muy arriesgada y puede tener consecuencias imprevistas. La situación todavía no ha alcanzado los niveles de la guerra de Vietnam pero se encamina en esa dirección.
The Economist concluye: “El riesgo que, como en el pasado, los insurgentes esperarán a que los estadounidenses se marchen o llevarán los asesinatos a zonas donde hay menos soldados”. El problema principal es que los insurgentes tienen el apoyo de la población y pueden aparecer y reaparecer antes de que los estadounidenses tengan oportunidad de actuar. Los insurgentes normalmente no se distinguen de los iraquíes normales y no hay líneas de frente definidas. Esto significa que inevitablemente habrá más atrocidades contra la población civil y esto creará un odio aún mayor contra los invasores extranjeros y más reclutas para los insurgentes. Por cada combatiente que maten los norteamericanos, habrá cinco, diez o veinte que ocuparán su lugar.
La situación es aún más complicada por la violencia sectaria entre suníes y chiíes. Las llamas de esta pesadilla en primer lugar fueron iniciadas por los estadounidenses. Al apoyar a los chiíes anteriormente oprimidos para que se volvieran contra sus maestros suníes, han creado una atmósfera favorable para el establecimiento de milicias chiíes. Nombrando a un gobierno dominado por sus aliados, los chiíes y los kurdos, han creado un sentimiento entre los suníes de que están excluidos y marginados del poder. Esto creó la base para la actual violencia sectaria.
Bush dice que las fuerzas iraquíes y estadounidenses tendrán “luz verde” para ir a cualquier parte de Bagdad. Pero incluso el ligeramente desquiciado general Keane no piensa que sea juicioso por ahora intentar entrar en Sadr City, el bastión de Muqtada al-Sadr, el clérigo militante chií y líder del Ejército Mahdi anti-norteamericano.
Todo lo que han conseguido las elecciones es englobar las divisiones étnicas del país en su política. Y cada día que pasa EEUU está perdiendo sus medios de influencia. El desventurado gobierno Maliki no ha conseguido ninguno de los objetivos puestos por Washington: el reparto de los ingresos del petróleo, gastar 10.000 millones de dólares en la reconstrucción, celebrar elecciones provinciales, revisar la constitución federal y el proceso “des-baathificador”. Todo esto es inútil cuando el poder real se disputa cada día en las calles de Bagdad entre las fuerzas norteamericanas y los insurgentes. El gobierno está suspendido en el aire.
Frustrado por el obvio callejón sin salida, Bush ahora intenta culpar a Irán de todos sus problemas en Iraq. Está claro que Irán está interviniendo al lado de los chiíes en Iraq y probablemente les envíe armas para ayudarles. Es igualmente cierto que Arabia Saudí está ayudando a los suníes y enviando armas y dinero. La reaccionaria monarquía saudí está aterrorizada ante la posibilidad de que el colapso de Iraq lleve a un aumento enorme del poder de Irán en la región. Pero como George Bush y su familia tienen excelentes relaciones con la camarilla dominante saudí, no consideran conveniente girar el dedo acusador hacia la Casa Saud.

Se está preparando una crisis política seria en EEUU

Tarde o temprano esta situación llevará a una crisis política seria en EEUU. Teóricamente, pueden negarle el dinero para la guerra. Pero esto llevaría a una crisis constitucional en EEUU y a los Demócratas normalmente les entra miedo en el momento decisivo. Sin embargo, está claro que un sector cada vez mayor de la clase dominante está cansada de las tácticas aventureras de Bush y tiene aún más miedo por las consecuencias a largo plazo para EEUU.
El Congreso ha utilizado su poder en el pasado, como en los últimos dos años de la guerra de Vietnam. Esto tiene sus peligros. Podría permitir a los Republicanos acusar a los Demócratas de traición cuando la guerra se pierda. Por ahora, están considerando sólo un “voto no vinculante” de protesta simbólico que, en palabras del senador Joseph Biden, “demostraría al presidente que está solo”. Podrían también bloquear el aumento de soldados en Iraq. Ellos han insistido en que el presidente debe consultar al Congreso antes de hacer algo contra Irán.
Los intereses de las grandes empresas que realmente controlan EEUU no están preocupados por pequeños detalles como la democracia. Normalmente prefieren una democracia parlamentaria burguesa porque es el sistema más económico para ellas. Eso les permite dirigir el país en silencio sin que nadie lo perciba.
La mayoría de los ciudadanos norteamericanos están equivocados sobre quién realmente les gobierna, cuando en la práctica los Demócratas y los Republicanos son sólo dos sectores de la misma clase dominante que controla el Congreso, como también controla la tierra, los bancos y las grandes empresas, los periódicos, la radio y la televisión.
Por regla general, los grandes capitalistas prefieren a los Republicanos, el partido natural de las grandes empresas y por tanto, el partido natural de gobierno. Los Republicanos defienden (o solían hacerlo) un gobierno barato, bajos impuestos, menos interferencia del gobierno en las empresas, un dólar fuerte, presupuestos equilibrados. Este es el tipo de programa de las grandes empresas, especialmente del capital financiero. Pero ocasionalmente, un gobierno republicano puede entrar en problemas. Entonces las grandes empresas recurren a los servicios de su partido de reserve, los Demócratas. Cambian con ligereza del pie derecho al izquierdo, sin que pierdan ningún átomo de poder sobre los asuntos de la nación.
Por lo tanto, cuando George W. Bush llegó al poder (con métodos bastante cuestionables), las botellas de champagne sin duda corrieron por Wall Street. Aquí llegaba un presidente a imagen de la clase dominante norteamericana: rudo, ignorante, de mente estrecha, provinciano. Todo bien, apenas pueden pronunciar dos frases juntas pero después de todo es uno de los nuestros. Hizo todo lo correcto: reducción de impuestos, reducir el gasto social, etc., Todo eso era una melodía deliciosa para sus oídos. Cuando ordenó la invasión de Iraq, también parecía algo bueno para las empresas en aquel momento, como todo el mundo sabe lo que es bueno para las empresas es bueno para EEUU.
Pero las cosas ahora han cambiado. La guerra no va como estaba planeado y ya es tremenda impopular en EEUU. Muchos republicanos están expresando sus dudas sobre la guerra. El único candidato republicano que ha dado apoyo oral a la “oleada” es el derechista John McCain. Otros candidatos, unos más otros menos, están defendiendo la retirada. Pero Bush sigue obstinado. Se ha negado a aceptar el veredicto del Grupo de Estudios Iraquíes y está actuando contra los intereses colectivos de la clase dominante. Esto sellará su destino.
Es posible que Bush no dure siquiera los dos años que le quedan. La clase dominante le echará sin ningún tipo de ceremonia si continúa arrastrando a EEUU a nuevas aventuras militares. Podría ponerse de repente “enfermo” después de alguna derrota espectacular o la prensa descubrir algún escándalo (debe haber muchas pruebas de ello en los archivos del FBI y la CIA) que implican a la cúpula republicana y obligar a una serie de dimisiones que harían imposible la continuidad de Bush. En última instancia, podrían decidir el impechment. En cualquier caso, George W. Bush está acabado.
La caída de Bush abrirá las compuertas en EEUU. Ya hay una poderosa corriente submarina de descontento en la sociedad norteamericana, los salarios reales han caído o se han estancado en medio de un boom, sectores importantes de los jóvenes han sido radicalizados por la guerra, existe un creciente escepticismo con el gobierno y un cuestionamiento cada vez mayor de todo el sistema social.
En este contexto, el establishment está preparándose para cambiar del pie derecho al izquierdo. El ascenso repentino del candidato “radical” afroamericano Barack Obama está diseñado para atraer los votos de los norteamericanos descontentos y recuperar la imagen deslustrada del sistema de dos partidos (realmente un partido). Pero probablemente esta sea la única vez que puedan recurrir a este truco. Cualquiera de las fracciones de la clase dominante que gane las próximas elecciones no resolverá nada. El escenario está preparado para un período tormentoso en EEUU y en el mundo.

 

La aventura en Oriente Medio de George W. Bush:

 

22-Marzo-2007

 

“Como perro que vuelve a su vómito, así el necio que repite su necedad”. (Proverbios. 26:11).

Después de la publicación de mi artículo sobre Iraq, Tambores de guerra en Washington o la última posibilidad de Bush, recibí una carta del Doctor Carlos Alzugaray Treto (Jefe de Departamento, Coordinador de Estudios Internacionales y Estratégicos, Instituto Superior de Relaciones Internacionales, Ministerio de Asuntos Exteriores) desde La Habana y que hacía las siguientes observaciones:
“Me parece que todo es muy correcto. Estoy de acuerdo en un noventa y nueve por cien con él. Sólo una clarificación con relación a las motivaciones que hay detrás de la guerra en Iraq.
“He llegado a la hipótesis de que el conjunto de la clase dominante de EEUU, considera el uso demostrativo de una fuerza militar irresistible es un instrumento altamente efectivo de su dominación mundial. Para intentar demostrar a todos sus adversarios que, como ellos dicen, ‘toda resistencia es inútil’. Aunque en cada caso han existido otros motivos, un momento tras otro (Granada 1983, Panamá 1989, Guerra del Golfo de 1991, Somalia, Kosovo en 1999, Afganistán 2001 e Iraq 2003), siempre han elegido adversarios débiles y fácilmente derrotados, de este modo, pueden decir a estos mismos adversarios, a los demás y al resto del mundo, que EEUU es invencible (como en Rambo y en otras películas de Hollywood). Por eso la sangría de las fuerzas armadas en Iraq, que tú describes muy bien, es tan serio para el sistema de dominación. Eso socava la credibilidad del efecto demostrativo de una victoria militar aplastante, el elemento clave de poder, de acuerdo con la clase dominante como un conjunto.
“Saludos desde Cuba,
Carlos”.
Los cometarios del Doctor Carlos Alzugaray Treto son muy bienvenidos y nos pueden ayudar a profundizar en nuestro análisis de la situación mundial general y el papel de EEUU. Es absolutamente correcto decir que el imperialismo estadounidense, especialmente desde la caída de la URSS, se ha puesto como objetivo la dominación de todo el mundo y aplastar a cualquier país que intente resistirse. Le lema de Washington es: “O hacéis lo que decimos u os bombardearemos”, “hacéis lo que decimos u os invadiremos”. También es cierto que la cuestión del petróleo (que obviamente es muy importante no fue la consideración más importante en la decisión de Washington de invadir Iraq, sino que más bien eran consideraciones estratégicas más amplias en Oriente Medio.
Sin embargo, el propósito de mi artículo era precisamente demostrar que EEUU se había quemado los dedos en Iraq. Lejos de conseguir sus objetivos estratégicos, políticos y económicas, han sufrido un gran revés, como dice el Doctor Carlos Alzugaray Treto. Lejos de demostrar su poder, han demostrado los límites de su poder. Los resultados de esto serán trascendentales.
No obstante, el punto principal de mi artículo era señalar que, desde el punto de vista del imperialismo estadounidense, es evidente que la invasión de Iraq fue un gravísimo error. La idea (que algunas veces me he topado) de que todas las acciones de los imperialistas son cuidadosamente calculadas y conforme a un plan inteligente, es incorrecta. En cualquier guerra la importancia de la dirección es un factor clave. En política, como en la guerra, la calidad de los líderes individuales puede tener un efecto considerable.
Por supuesto que estos factores entran dentro de la categoría del accidente histórico. No pueden afectar al resultado de procesos históricos amplios. Pero ciertamente pueden afectar a fenómenos particulares, provocando contracorrientes complicadas, y retrasando o acelerando una línea determinada de desarrollo. Si no fuera por esto, la historia sería una cuestión simple y muy fácil de predecir.
El marxismo no niega el papel del individuo en la historia, pero explica que las acciones de hombres y mujeres individuales no son meramente el resultado de la libre voluntad, sino que están determinadas por las condiciones materiales existentes que han adquirido forma independientemente de su voluntad o consciencia. Las acciones de un líder están limitadas necesariamente por el contexto dado. En una situación objetiva favorable, los errores de un líder no necesariamente tienen efectos serios y duraderos. En tal período, incluso un líder mediocre puede conseguir resultados brillantes a pesar de sus limitaciones. Pero en una coyuntura histórica desfavorable, incluso un líder capaz ve cómo sus acciones se reducen y la probabilidad de fracaso aumenta en la misma medida.
El actual período histórico es el período de decadencia senil del capitalismo. El imperialismo norteamericano, el gendarme del capitalismo mundial, se encuentra asediado por todas partes. Continuamente estallan guerras y se extiende el terrorismo como una epidemia incontrolable. EEUU, es cierto, tiene enormes recursos económicos y militares. Pero incluso estos recursos no son ilimitados. Las constantes guerras y el enorme gasto acarrean una gran cantidad de riqueza y fuerza de EEUU. En estas circunstancias, un líder inteligente utilizaría la amenaza de intervención militar para imponer la voluntad de EEUU a otros países. Pero una proposición elemental de la diplomacia es que el uso real de la fuerza militar siempre debe ser el último recurso, no la primera opción. La consigna del Cuerpo de Marines resume muy bien esta idea: “Habla suavemente y lleva un gran palo”.
La conducta de Bush y la camarilla neoconservadora encabezada por Dick Cheney no es la de sabios estadistas sino la de gánsteres, matones y vulgares aventureros. Imaginan que el poder de EEUU les da el derecho a arrojar su peso e intervenir en los asuntos de los demás países como un matón en un patio de colegios. Pero el poder del imperialismo norteamericano es limitado. Irrumpiendo en Iraq y realizando una guerra con falsos pretextos, pusieron en movimiento una cadena de acontecimientos que no previeron y que no controlan.
De la misma manera que el movimiento revolucionario en los momentos críticos depende de la calidad de la dirección, el resultado de la guerra, como es la guerra de Iraq, puede ver influenciado decisivamente por la dirección política y militar de la burguesía. Bush hundió a EEUU en una aventura militar en Iraq. Ahora no es cuestión de si, sino de cuando tendrán que salir. Es verdad que incluso un líder con visión de futuro e inteligente estaría en dificultades. Pero la actual administración en Washington es la más estúpida, ignorante y miope en décadas. No comprendieron nada, no previeron nada y consiguientemente ha terminado en un caos. ¡Los imperialistas pagarán un precio pesado por la pobre calidad de sus hombres y mujeres dirigentes!

EEUU en una situación comprometida a escala mundial

EEUU sin duda es la mayor superpotencia de la historia pero ahora está en una situación muy comprometida debido a su papel mundial. Como decía en mi artículo, EEUU ha heredado el papel de policía mundial de Gran Bretaña. Pero en el siglo XIX, Gran Bretaña consiguió mucho dinero saqueando las colonias. Pero ese era un período histórico diferente, el período de ascenso del capitalismo, cuando la burguesía, a pesar de su naturaleza monstruosamente opresora y explotadora, aún era capaz de jugar un papel relativamente progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas.
El período en el que estamos viviendo es totalmente diferente. Es el período de decadencia imperialista. La incapacidad del capitalismo para desarrollar las fuerzas productivas como hizo en el pasado es el resultado de la contradicción central entre el colosal potencial productivo de la industria, la ciencia y la tecnología, y los estrechos límites impuestos por la propiedad privada y el estado nacional. Esto se expresa en el fenómeno de la globalización, es decir, el intento de explotar al máximo el mercado mundial, previsto por Marx y Engels en las páginas de El Manifiesto Comunista.
Sin embargo, el advenimiento de la globalización no significa la eliminación de las contradicciones del capitalismo, sólo su reproducción a una escala aún más grande que en el pasado. Lenin explicaba que el capitalismo significa guerra, y su libro, El imperialismo fase superior del capitalismo, es todavía el texto más moderno que se puede leer sobre la situación mundial actual.
A pesar de la globalización, o más bien debido a ella, las tensiones entre las naciones no están decreciendo sino aumentando a un grado sin precedentes. A cualquier parte que se mire se ven nuevos conflictos y guerras. Esto impone una tensión severa sobre EEUU, a pesar de sus vastos recursos. Examinemos por un momento el despliegue de tropas norteamericanas a escala mundial. Los datos actuales son aproximadamente como sigue:
Casi 150.000 soldados en Iraq (con más en camino)
18.000 soldados en Afganistán (y no bastan para controlar la situación)
20.000 en Japón
19.000 en Corea del Sur
53.000 en Europa (los rusos están preguntando ¿para qué?)
2.000 en Bosnia y Kosovo (donde no han solucionado nada)
1.800 en el cuerno de África.
Y no debemos olvidar los 700 marines que aún ocupan un pedazo de territorio cubano en Guantánamo.
La guerra en Afganistán es incluso más invencible que la guerra de Iraq. Años después de proclamar la victoria, EEUU sólo ejerce un control precario sobre Kabul, donde su títere Karzai sólo sigue vivo por sus guardaespaldas estadounidenses. Las fuerzas británicas y norteamericanas están empantanadas luchando en el sur, donde los talibán y otros están llevando a cabo una lucha implacable contra las fuerzas ocupantes.
Los estadounidenses y los británicos ya no son capaces de pacificar Afganistán. El parlamento (Loya Jirga) está compuesto por señores de la guerra, barones de la droga, gángsteres y simpatizantes de los talibán. Los imperialistas sacuden la cabeza y se quejan de que no esperaban que los talibán presentaran una resistencia tan decidida. No sabemos por qué no lo esperaban ya que toda la historia del país demuestra que el pueblo de Afganistán no trata muy amablemente a los invasores extranjeros. Derrotaron al ejército británico en el siglo XIX y la Unión Soviética, con todo su poder, finalmente tuvo que retirarse. Debido a la desesperación, EEUU invita a sus “aliados” de la OTAN a que participen en la guerra en el sur. Estos últimos educadamente respondieron: “¡después de ustedes caballeros!” Como resultado de la intervención en Afganistán, toda Asia Central se ha desestabilizado y el régimen de Musharraf en Pakistán pende de un hilo.
Además de los compromisos militares declarados públicamente, EEUU también está implicado en otras actividades militares no declaradas. Recientemente se reveló que EEUU tiene aproximadamente a 1.800 soldados en el Cuerno de África, donde presumiblemente no ha ido a admirar el paisaje. Los rebeldes islámicos en Somalia están ganando la guerra civil contra el gobierno corrupto y reaccionario de señores de la guerra, apoyados por Washington. EEUU ha estado claramente detrás de la intervención del ejército etíope, que temporalmente ha conseguido derrotar a los rebeldes y reimponer a los señores de la guerra pro estadounidenses en Mogadiscio. Pero como los somalíes no tolerarían la presencia de soldados etíopes en su suelo durante mucho tiempo, EEUU tendrá que aumentar su implicación militar para evitar la victoria de los rebeldes. Quien controle el Cuerno de África controla la entrada al Golfo Pérsico. EEUU ha construido una gran base militar en Djibouti y es probable que Washington se vea arrastrado a una nueva guerra en el Cuerno de África.

Derrota en Iraq

Cuatro años después de la invasión de Iraq, todos los planes de Bush están en ruinas. Con casi 150.000 soldados no puede derrotar a los insurgentes. El ambiente de la población es abrumadoramente hostil a las fuerzas ocupantes. Esto se confirmó recientemente por una encuesta realizada por la BBC y ABC. Esto demuestra un colapso de la confianza en el futuro, un odio ardiente hacia las fuerzas de la coalición y una total ausencia de confianza en el gobierno Maliki. En el cuarto aniversario de la invasión, la lectura para la Casa Blanca es sombría. Según las encuestas ahora la mayoría de los iraquíes dicen que vivían mejor con Sadám Hussein. Incluso el hombre que apareció en televisión destruyendo la estatua de Sadám dice ahora que lo lamenta y que ¡desea el regreso ¬―y Sadám― de la estatua!
EEUU intenta ahora desesperadamente crear un nuevo ejército iraquí. Quieren establecer una base firme que permita una retirada del ejército norteamericano, dejando tras de sí un gobierno títere y un ejército y fuerza policial capaces de mantener la situación bajo control. ¿Cómo pueden hacerlo? Han dividido la sociedad iraquí en líneas religiosas y sectarias. Originalmente hicieron concesiones a los chiíes, enfureciendo a los suníes. Ahora, bajo la presión de los saudíes y temiendo la creciente influencia de Irán, están intentando inclinar la balanza hacia los suníes, sobornando a algunos líderes tribales. Esto ha enfurecido a los chiíes.
Antes de la invasión de Iraq, en 2003, a Bush, siguiendo el consejo de la banda neoconservadora, se le ocurrió la idea brillante de que, como la mayoría chiíta en Iraq había sido oprimida con Sadám Hussein, entonces los chiíes proporcionarían una base sólida de apoyo para los estadounidenses. Los elementos más inteligentes en los servicios de inteligente les avisaron de los lazos entre los líderes chiíes iraquíes e Irán. Pero desatendieron estas advertencias. Ahora, de repente, la Casa Blanca ha despertado ante el hecho de que es Irán y no EEUU, el que ha establecido una base sólida dentro de Iraq y está ganando influencia entre la población chií.
La administración es presionando mucho al primer ministro Maliki para obligarle a cooperar con el ejército de EEUU para suprimir a las milicias radicales chiíes, como el Ejército Mahdi de Muqtada al Sadr. Pero si Maliki les obliga, simplemente conseguirá firmar su propia sentencia de muerte, política y quizás físicamente. Dado el actual caos sangriento en Iraq, que es totalmente responsabilidad de los norteamericanos, las masas iraquíes, ya sean suníes o chiíes, no ven otra alternativa excepto apoyar a las milicias que al menos les proporcionan algo de protección y a menudo es la única fuente de suministro de las necesidades básicas familiares. Los estadounidenses son odiados, el gobierno es cada vez más impopular y son vistos como colaboradores. Si atacan a las milicias rápidamente perderán incluso la estrecha base de apoyo que todavía poseen.
Iraq no está al borde de la guerra civil. Hay una guerra civil en Iraq. ¿Cómo si no describir las masacres diarias, la constante limpieza étnica y sectaria? El desplazamiento de grandes cantidades de personas que se está produciendo en Iraq puede llevar a la partición del país. Puede acabar en la división del país en tres partes, una zona suní, una zona chií y otra kurda. Incluso Bagdad podría dividirse en zonas chiíes y suníes. Este escenario sería una pesadilla, como la partición de la India en 1947. Sólo podría traer masacres más espantosas y sangrientas.
Con sus acciones los imperialistas norteamericanos han desestabilizado todo Oriente Medio. Jordania era relativamente estable pero ya no lo es. Si Bush sigue su camino, el mismo caos y lucha interna que ahora vemos en Iraq se extenderá a Líbano y Siria, con conflictos entre suníes, alawis, cristianos maronitas, drusos y chiítas. La misma locura sectaria, una vez desatada, no sería fácil de contener. Se puede extender no sólo a Jordania, sino también a Egipto, Arabia Saudí y a los países del norte de África. Significaría nueva inestabilidad y guerras.

Bush comete un grave error

En todas las guerras la flexibilidad es necesaria. La táctica debe cambiar con el cambio de circunstancias. Un general que es inflexible, que elabora un plan de batalla y lo sigue rápidamente con toda seguridad llevará su ejército a la derrota. Bush ha hecho más que esto en Iraq. Hay una vieja frase que dice que las personas tienen lo que se merecen. Pero es correcto decir que la clase dominante en EEUU tiene los líderes que se merece. La burguesía estadounidense originalmente estaba entusiasmada con Bush, pero ahora todo ha cambiado. Han perdido toda confianza en el hombre del despacho oval. Sobre todo, han perdido toda confianza en su capacidad de ganar la guerra en Iraq. Por eso han creado el Grupo de Estudios Iraquíes, es un intento desesperado de presionarle para que cambie de rumbo. ¡Es inútil! Les ha ignorado.
Bush decidió enviar otros 21.000 solados. Pero esta nos es una “fuerza militar irresistible” sino un chiste de muy mal gusto. No servirá de nada para cambiar la situación militar, sólo provocará más bajas norteamericanas. Cualquier cosa que hagan estará equivocada.
The Economist (13 de marzo de 2007) comentaba mordazmente:
“La nueva política exterior de Bush probablemente se puede explicar como una reacción a los acontecimientos. Lo que intentó antes en Iraq no funcionó, por eso está intentando algo nuevo. También tiene que tratar con el Congreso demócrata que, si lo ignora, podría atarle de manos. Algunos Demócratas quieren cortar los fondos para la guerra. Otros están a favor de retirarse y dejar que Bus se lleve toda la culpa. John Murtha, un estrecho aliado de Nacy Pelosi, la portavoz del Congreso, tontamente reveló un plan para gradualmente imponer muchas restricciones sobre cómo se pueden desplegar las tropas para una guerra que no se puede ganar. Su partido se ha distanciado de estas tácticas, que indignaría a los votantes patriotas, pero están de acuerdo en una alternativa. Mientras tanto, la mayoría Demócrata (muy estrecha) en el Senado todavía está pensando sobre rescindir la autorización para la guerra de Iraq que votó en 2002. Hablar con los iraníes podría ser una manera indolora de apaciguar al Congreso, pero no se puede apostar que funcione”.
Y continua: “Michael Rubin, un analista del American Enterprise Institute, una consultoría de línea dura, piensa que el giro es pequeño en sustancia pero simbólicamente importante. Ve dos peligros. Primero, los diplomáticos iraníes podrían hacer una promesa que otra parte del régimen iraní podría romper, que harían imposible una nueva diplomacia bilateral. En segundo lugar piensa que hay ‘un peligro exceso de confianza’. Los líderes en Teherán, pocos de los cuales tiene aprecio por los políticos estadounidenses, podrían malinterpretar la actual retórica antibélica del Congreso como un signo de que EEUU es demasiado débil políticamente para frustrar las ambiciones regionales de Irán. Eso podría llevarles a malinterpretar y provocar un enfrentamiento militar. ‘El riego de un conflicto con Irán nunca ha sido tan alto’”.

Divisiones en la clase dominante

La administración Bush está totalmente resuelta a intensificar su aventura militar en Iraq y extender el caos y la inestabilidad a todo Oriente Medio. De acuerdo con los recientes informes, está implicada en operaciones clandestinas, junto con Arabia Saudí e Israel para socavar a Irán y Siria. Estas actividades se conducen en secreto y no se informa de ellas en el Congreso.
Las acciones de Bush y Cheney se parecen mucho a las de otro aventurero, Richard Nixon, que llevó a cabo una guerra secreta en Camboya a espaldas del Congreso y del pueblo norteamericano. Sus acuerdos con intermediarios dudosos, incluidos extremistas suníes en Líbano con vínculos con al Qaeda, también se parecen a otro escándalo más reciente. Hace dos décadas la administración Reagan vendió armas a Irán para financiar ilegalmente a los Contras nicaragüenses en lo que se conoció como el escándalo Irán-Contra. Incluso aunque el programa finalmente quedó al descubierto, se llevó con bastante éxito a espaldas del Congreso. El dinero saudí también estaba en este escándalo y es totalmente posible que la historia ahora se esté repitiendo. Según algunas fuentes, Negroponte dimitió de director de la CIA en parte porque no quería repetir su experiencia de la administración Reagan.
Un reciente artículo en The New Yorker (5/3/07) cita a un asesor del Pentágono diciendo que había alguna dificultad para justificar los fondos secretos: “Hay muchos, muchos botes de dinero negro, disperso en muchos lugares y utilizados en todo el mundo en una variedad de misiones”. El caos presupuestario en Iraq, donde miles de millones de dólares no se justifican se ha convertido en un vehículo para estas transiciones, según estas fuentes.
La CIA está participando en actividades encubiertas por todo el mundo, no sólo en Oriente Medio. Trabaja sistemáticamente para minar y derrocar gobiernos que consideran hostiles para los intereses de EEUU, es decir, para el imperialismo norteamericano y los grandes monopolios que están detrás de él. Esto incluye operaciones secretas para asesinar a Hugo Chávez, el presidente de Venezuela elegido democráticamente, y derrocar la revolución cubana bajo la falsa bandera de la “democracia”.
En general, la clase dominante estadounidense está bastante contenta cerrando los ojos ante estas operaciones. Pero ocasionalmente, cuando una administración en particular va demasiado lejos y pone en peligro los intereses del imperialismo norteamericano con aventuras extranjeras, el establishment estadounidense interviene para cortar sus alas, o como en el caso de Richard Nixon, le echan del cargo. Hay algunos signos de que el establishment está preocupado con la administración Bush y está dando pasos para limitar el daño que está causando.
Aparte del efecto sobre la psicología de las tropas en Iraq y en el pueblo norteamericano, esto también representa una tensión seria sobre los recursos estadounidenses, que son enormes pero no ilimitados. El coste original de la guerra en Iraq se suponía que sería de 60.000 millones de dólares. Pero la factura ya alcanza los 350.000 millones de dólares. La guerra le está costando a EEUU 2.000 millones de dólares semanales, nadie sabe cuanto será la factura final. Algunos cálculos la sitúan en 2 billones de dólares. Esto tendrá consecuencias serias para la economía norteamericana, que ya está desacelerándose y amenazada de recesión. Al mismo tiempo está gastando cantidades cada vez más grandes de dinero en armas y seguridad interna, el presidente está exigiendo recortes profundos del gasto social, en sanidad y pensiones. Esta variante de la política de Goehring de “armas en lugar de mantequilla” amenaza a los republicanos con la aniquilación en las próximas elecciones.
Las cosas se están comenzando a agitar en Cipital Hill. El Comité de Inteligencia del Senado, encabezado por el senador Jay Rockefeller, programó una comparecencia el 8 de marzo sobre las actividades de inteligencia del Departamento de Defensa. El senador Ron Wyden, de Oregón, un demócrata que es miembro del Comité de Inteligencia, dijo a Hersh: “La administración Bush con frecuencia ha fracasado en cumplir su obligación legal de mantener al Comité de Inteligencia total y realmente informado. Una y otra vez la respuesta ha sido ‘confíen en nosotros’. Es difícil para mi confiar en la administración’”.
Estas palabras reflejan fielmente la actitud de un sector creciente de la clase dominante norteamericana. Ahora se está abriendo una división clara dentro de la clase dominante. Pero Lenin explicó hace tiempo que las divisiones por arriba son un síntoma de una crisis revolucionaria en ciernes. Es verdad que EEUU todavía está lejos de esta situación. Pero en el dibujo general ya se pueden discernir los procesos que tienden en dirección a una profunda crisis política y social. La clase dominante ya está dividida y en crisis con el tema de la guerra y esto está afectando al ambiente general de la sociedad.
La guerra, el colapso de la burbuja inmobiliaria, la perspectiva de una recesión, la amenaza a las pensiones y la sanidad para los ancianos, todo esto está creando un ambiente de incertidumbre en el futuro, en la clase media y en la clase obrera, que no tiene precedente real en la historia de EEUU desde la Segunda Guerra Mundial. El próximo período será un período de tormenta y agitación a escala mundial, que sacudirá a EEUU hasta sus cimientos. Una conmoción seguirá a otra. En el proceso la psicología de las masas se transformará. Los acontecimientos explosivos están en el orden del día.

 

George W. Bush y el arte de la guerra

 

25-Marzo-2007

 

Las reglas de la guerra han sido cuidadosamente estudiadas desde hace al menos 2.500 años, cuando Sun Tzu, el gran experto militar chino, escribió su famoso tratado: El arte de la guerra. Este texto ha sido estudiado meticulosamente desde entonces por los generales, incluidos los generales del ejército norteamericano, y es considerado como uno de los tratados más magistrales jamás escritos sobre el tema. Y a pesar del inmenso desarrollo tecnológico desde los días de Sun Tzu, los conceptos básicos que él desarrollo son tan válidos hoy como cuando fueron escritos.
Sun Tzu dice:
“La guerra es un asunto de importancia vital para el Estado; un asunto de vida o muerte, el camino hacia la supervivencia o la destrucción. Por lo tanto, es imperativo estudiarla profundamente”.
Estas palabras son muy ciertas. Podrían provocar pesar a los moralistas, pero durante toda la historia humana los asuntos más serios siempre se han decidido por la fuerza de las armas. Esto se aplica tanto a las guerras como a las revoluciones. El estudio de la guerra, de las tácticas y estrategia militar tienen una gran importancia. El comportamiento de las fuerzas estadounidenses en Iraq ha revelado una completa ignorancia de incluso los principios más básicos establecidos hace 2.500 años con gran brillantez por el maestro Sen Tzu. Comencemos con los prolegómenos.

Sobre la preparación

Sun Tzu dice:
“El general que gana una batalla hace muchos cálculos en su templo aquí gana la batalla.
El general que pierde una batalla hace pocos cálculos con antelación. Hacer muchos cálculos lleva a la victoria y pocos cálculos a la derrota: ¡cuánto más ningún cálculo en absoluto! Por atención a este punto yo puede prever que es probable ganar o perder”.
Los imperialistas norteamericanos, es verdad, hicieron muchos cálculos antes de invadir Iraq, pero todos estaban equivocados. La frase más famosa de Sun Tzu es:
“Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo; en cien batallas, nunca saldrás derrotado. Si eres ignorante de tu enemigo pero te conoces a ti mismo, tus oportunidades de ganar o perder son las mismas. Si eres ignorante de tu enemigo y de ti mismo, puedes estar seguro de ser derrotado en cada batalla”.
Cuando él lanzó su aventura iraquí, George Bush no comprendía el caos en el que se metería. No entendía al enemigo, no comprendía las limitaciones de sus propias fuerzas y la psicología de su propio pueblo. Asumía que la aplastante superioridad militar de sus fuerzas armadas sería suficiente para garantizar una victoria rápida y absoluta. Asumía que la población de Iraq saludaría a las fuerzas norteamericanas como libertadores, o al menos no serían capaces o estarían dispuestos a luchar contra ellas. Asumía que la población de EEUU continuaría apoyando la guerra tanto tiempo como fuera necesario. Todas estas presunciones estaban equivocadas.
Es verdad que a la mayoría de los iraquíes no les gustaba Sadám Hussein. Pero les gustan aún menos las fuerzas de ocupación norteamericanas. En todas las encuestas recientes la aplastante mayoría de los iraquíes piensan que con Sadám Hussein estaban mejor e incluso una mayoría más grande quiere que los estadounidenses y sus aliados se vayan. Pero los norteamericanos no tienen prisa por salir.
Por otro lado, el ocupante actual de la Casa Blanca y Comandante en Jefe del ejército norteamericano, fracasó en comprender la limitación de sus propias fuerzas. Toda la tecnología del mundo no servirá para un ejército desmoralizado que ha perdido toda confianza en su misión y que ya no tiene voluntad de luchar. Los soldados no quieren ir a Iraq, y esto es especialmente así en el caso de los reservistas. El hecho de que un porcentaje desproporcionado de las tropas norteamericanas sean pobres, negros o hispanos, se suma al descontento y al resentimiento. Esto puede crear una situación explosiva en las filas del ejército durante el próximo período.
Por último, pero no menos importante, está la opinión pública en EEUU, que nunca fue muy entusiasta con la aventura iraquí de Bush, pero que ahora se girado decisivamente contra la guerra. Saben que han sido arrastrados a una guerra con excusas falsas y cada nueva muerte de un joven soldados estadounidenses profundiza aún más esta animosidad hacia la guerra y contra el presidente que la inició. Las manifestaciones en las calles de ciudades norteamericanas aumentarán en alcance y radicalización. Los Republicanos se enfrentan a la debacle en las próximas elecciones. Esto a su vez está provocando divisiones en las filas de los congresistas republicanos, que están muy vinculados a sus puestos en el Capitolio y a todos los privilegios que lo acompañan. Como resultado, George W. Bush se está convirtiendo rápidamente en el presidente más impopular de la historia norteamericana.

La importancia de la dirección

Sobre la cuestión de la dirección Sun Tzu dice lo siguiente:
“Y el general que comprende como emplear las tropas, es el árbitro del destino de la nación, el hombre de quien depende si la nación estará en paz o el peligro”.
Con sus acciones George W. Bush ha puesto realmente la nación en peligro. La excusa original para invadir Iraq fue el atentado terrorista del 11 de septiembre. La población estadounidense fue engañada para que creyera que Iraq albergaba a al Qaeda, a pesar de que el régimen baathista secular de Bagdad y al Qaeda eran enemigos acérrimos. En Iraq antes de la invasión no existían células de al Qaeda. Ahora hay muchas. El Iraq ocupado se ha convertido en un imán para todos los yihadistas del mundo y está actuando como centro de operaciones para al Qaeda y organizaciones similares en Oriente Medio. De este modo, lejos de aumentar la seguridad de EEUU y Oriente Medio, la invasión de Iraq ha tenido exactamente el efecto contrario. Debemos recordar otro de los aforismos de Sun Tzu: “Haces desaparecer la energía de sus ejércitos y desmoralizas a sus generales”.
Algunas frases de Sun Tzu se pueden tomar como una crítica directa a George W. Bush. Él dice:
“Sopesa la situación antes de efectuar movimiento alguno (…) Tras prestar atención a mi consejo y planes, el general debe crear una situación que contribuya a su cumplimiento. Por situación quiero decir que debe tomar en consideración la situación del campo, y actuar de acuerdo con lo que le es ventajoso”.
George Bush no reflexiona. Reacciona a los acontecimientos y lo ha estado haciendo desde el principio. Pero aún, ignora el consejo que le han dado personas más capaces y representantes inteligentes de la clase dominante (Grupo de Estudios Iraquíes), que le pidieron que hiciera una retirada escalonada de Iraq y llegara a un acuerdo con Siria e Irán.
En lugar de seguir este sano consejo, George W. Bush propone la táctica de la “oleada”, es decir, enviar aún más tropas para que mueran en Iraq. Esto no derrotará a los insurgentes sino que empeorará aún más la situación. Esta última política tiene toda la apariencia de algo que no ha sido sopesado sino rápidamente improvisado. La prensa burguesa lo ha descrito correctamente como una apuesta irresponsable, un último intento desesperado de evitar una derrota. No tendrá el efecto deseado. No resolverá el caos en Iraq sino que extenderá la inestabilidad a toda la región.
Sun Tzu continúa:
“En la guerra los estrategas victoriosos sólo buscan la batalla después de haber ganado la victoria, mientras el que está destinado a la derrota primero lucha y después busca la victoria”.
La segunda variante también es exactamente aplicable a George Bush.

La economía de la guerra

Sun Tzu dice: “En operaciones bélicas, cuando se requieren mil carros rápidos de cuatro caballos, mil carros pesados, y mil soldados; cuando han de transportarse provisiones para un millar; cuando existen gastos en casa y en el frente, y estipendios para enviados y consejeros, el coste de materiales como goma y laca, carros y armaduras, asciende fácilmente a mil piezas de oro al día. Un ejército de cien mil hombres puede ser puesto en campaña solo cuando este dinero está en la mano”.
Él dedicó una gran parte del estudio a la economía de la guerra y hoy la cantidad necesaria para mantener un ejército moderno en el terreno de batalla son muchas, muchas veces más que en su época. El gasto es más ruinoso si la guerra se prolonga, por eso Sun Tzu insistía en que se debían evitar las campañas largas:
“Una victoria rápida es el principal objetivo de la guerra. Si la victoria tarda en llegar, las armas pierden el filo y la moral decae. Si las tropas atacan ciudades, su fuerza se desgasta. Cuando un ejército se implica en una campaña prolongada, los recursos del estado disminuyen rápidamente. Cuando tus armas están melladas y el ardor decae, tu fuerza exhausta y el tesoro gastado, los jefes de los estados vecinos tomarán ventaja de la crisis para actuar. En ese caso, ningún hombre, por sabio que sea, será capaz de evitar las desastrosas consecuencias que de ello resulten. Por todo ello, mientras que hemos oído mucho acerca de despilfarros estúpidos en tiempo de guerra, no hemos visto aún una operación inteligente que fuese prolongada. Nunca ha existido una guerra larga que haya beneficiado al país”.
Sun Tzu decía: “dado que lo único valioso en la guerra es la victoria, no prolonguéis las operaciones”. Bush y Rumsfeld pensaban que la guerra de Iraq rápidamente terminaría y basaron sus cálculos económicos en esta variante. Pero como la guerra se ha prolongado, los costes económicos se han disparado. La “solución” de George Bush al atolladero iraquí es enviar más tropas. Esto inevitablemente llevará a nuevas bajas norteamericanas (y, por supuesto, iraquíes). Eso tendrá un efecto serio sobre el ambiente de la opinión pública norteamericana, como ya señalé en mi artículo: Tambores de guerra en Washington, la última oportunidad de Bush. Pero también existe un enorme coste en términos puramente monetarios.
El coste de la guerra es ya ruinoso. Las estimaciones originales variaban pero eran algo similar a 50-60 millones de dólares. Pero el coste real ya está en 350.000 millones de dólares. Según la última investigación del Congreso, la guerra está costando 2.000 millones de dólares semanales y la cifra final nadie la sabe. Un cálculo reciente sitúa la factura final en la región en los 2 billones de dólares, si se incluyen los costes a largo plazo de los heridos en la guerra. La conclusión es inapelable: ni el país más rico del planeta puede soportar esta hemorragia de sangre y tesoro. Tarde o temprano, EEUU tendrá que abandonar Iraq. Dejará tras de si una situación infinitamente peor a la que tenían antes de invadir.
La forma en que los ejércitos de la antigüedad tenían de hacer frente a este drenaje era vivir a costa de la tierra, es decir, vivir saqueando el país del enemigo. Esta también era la intención original de George W. Bush y de las grandes empresas norteamericanas que le apoyaron.
Sobre este tema Sun Tzu decía:
“El soldado habilidoso no pone un segundo impuesto, ni carga sus carros de suministro en más de dos ocasiones. Trae el material de guerra de su propia casa, pero el forraje del enemigo. De este modo el ejército tendrá alimentos suficientes para sus necesidades.
Cuando saqueas un territorio, deja que el botín se divida entre tus hombres, cuando capturas nuevo territorio, divídelo en parcelas para el beneficio de la soldadesca”.
De que existían planes para el saqueo de Iraq, en particular sus ricos recursos petroleros, no hay ninguna duda. Desgraciadamente, los planes no salieron como estaban planificados. La reconstrucción es otra forma de saqueo. Las grandes empresas norteamericanas como Halliburton han sido recompensadas con lucrativos contratos valorados en miles de millones de dólares. Pero con el aumento del número de contratistas asesinados y secuestrados, esto se ha convertido en una proposición arriesgada. En cuanto a los soldados, la única recompensa que pueden encontrar es la pérdida de la vida, de un brazo o una pierna. Las guerras no son tan rentables como solían ser, ¡en particular para los soldados que son los que realmente combaten!
La idea era saquear los enormes suministros petroleros de Iraq para financiar la ocupación y pagar las facturas de las grandes empresas norteamericanas implicadas en la estafa de la “reconstrucción”. Desafortunadamente, la producción petrolera ha sido imposible debido a la insurgencia, y cosas como los oleoductos son objetivos tentadores para los rebeldes.
Sun Tzu advirtió enérgicamente contra las guerras lejos de casa:
“Cuando un país se empobrece a causa de las operaciones militares, se debe al transporte de provisiones desde un lugar distante. Si las transportas desde un lugar distante, el pueblo se empobrecerá. Los que habitan cerca de donde está el ejército pueden vender sus cosechas a precios elevados, pero se acaba de este modo el bienestar de la mayoría de la población. Cuando se transportan las provisiones muy lejos, la gente se arruina a causa del alto costo. En los mercados cercanos al ejército, los precios de las mercancías se aumentan. Por lo tanto, las largas campañas militares constituyen una lacra para el país.
“Con la pérdida de base y el agostamiento de la fuerza, las casas de la población quedarán al descubierto y tres décimas partes de sus ingresos desaparecerán; mientras que los gastos del gobierno por carros rotos, caballos cansados, cascos, arcos y flechas, lanzas y escudos, mantos protectores… supondrá cuatro décimas partes de su ingreso total”
Los costes prohibitivos de enviar a grandes números de soldados a largas distancias y después mantener el suministro durante un período prolongado, se ha convertido en una pesadilla logística. El drenaje de recursos de EEUU ya está teniendo un efecto sobre el presupuesto federal, que ya sufría un déficit sustancial incluso antes del inicio de la guerra. El gobierno está ya hablando de reducir el gasto en sanidad y pensiones. Esta es una variante de la política de Goehring de “armas en lugar de mantequilla”. Y la carga de las armas aumenta en la medida que el imperialismo norteamericano insiste en mantener su papel mundial y su ambición imperial de intervenir en cualquier lugar bajo el sol.
En opinión de Sun Tzu, la peor política de todas el asedio de ciudades amuralladas. Dice lo siguiente:
“La peor táctica es atacar a una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad sólo se lleva a cabo como último recurso. Emplea no menos de tres meses en preparar tus artefactos y otros tres para coordinar los recursos para tu asedio. Nunca se debe atacar por cólera y con prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y coordinación del plan. Por lo tanto, un verdadero maestro de las artes marciales vence a otras fuerzas enemigas sin batalla, conquista otras ciudades sin asediarlas y destruye a otros ejércitos sin emplear mucho tiempo.
Un maestro experto en las artes marciales deshace los planes de los enemigos, estropea sus relaciones y alianzas, le corta los suministros o bloquea su camino, venciendo mediante estas tácticas sin necesidad de luchar”.
Desde la época de Sun Tzu la técnica de la guerra ha cambiado tanto que no se reconocería. Los ejércitos normalmente no asedian ciudades y éstas no tienen murallas. Si hay una ciudad en el camino simplemente se bombardeo o destruye con una combinación de bombas, cohetes y artillería, ese fue el destino de Faluya, la primera Guernica del siglo XXI. Sin embargo, estos comentarios mantienen toda su validez en el caso de Iraq. Lo que está diciendo el maestro chino es: no te quedes atascado en actividades militares prolongadas como son los asedios, que sólo provocan bajas excesivas y son una hemorragia económica seria. Pero eso es precisamente lo que están haciendo los norteamericanos en Iraq.

Condiciones físicas

Según Sun Tzu, el arte de la guerra está gobernado por cinco factores constantes, que deben ser tenidos en cuenta en las deliberaciones, cuando se está buscando determinar las condiciones sobre el terreno. Los factores son los siguientes: (1) la doctrina; (2) el cielo; (3) el terreno; (4) el mando; (5) el método y la disciplina. Para decidir cuál de los dos ejércitos ganará es necesario responder a las siguientes preguntas:
“¿Qué dirigente es más sabio y capaz? ¿Qué comandante posee el mayor talento? ¿Qué ejército obtiene ventajas de la naturaleza y el terreno?”
Cuando Sun Tzu habla del cielo no habla de los dioses. En realidad, la religión no juega ningún papel en el arte de la guerra. Esta palabra significa noche y día, frío y calor, tiempo y estaciones. Es decir. Hace referencia a los factores climatológicos y geográficos, el tiempo y el terreno, etc.,
“El terreno implica las distancias, y hace referencia a dónde es fácil o difícil desplazarse, y si es campo abierto o lugares estrechos, y esto influencia las posibilidades de supervivencia”.
Las tropas de la coalición en Iraq están luchando en unas condiciones físicas desfavorables, en un terreno difícil al cual no están acostumbrados. Si los desiertos son difíciles, las calles abarrotadas y las callejuelas de Bagdad son aún peores. Cada casa se convierte en una potencial fortaleza enemiga, cada venta en un potencial escondrijo para un francotirador. El calor, las moscas, los mosquitos, el polvo, empeoran las cosas, debilitando la moral de los soldados y aumentando su nerviosismo. Una ráfaga de fuego desde una ventana superior disparada por un asaltante invisible provoca una reacción nerviosa, con frecuenta implica la muerte de civiles, hombres, mujeres y niños. Esto no sirve para derrotar al enemigo sino que sólo acrecienta el odio de la población hacia las fuerzas ocupantes.

La moral

Además de los factores originales, la moral, el terreno, el clima, etc., añade lo siguiente:
“¿En qué ejército se observan mejor las regulaciones y las instrucciones? ¿Qué tropas son más fuertes? ¿Qué ejército tiene oficiales y tropas mejor entrenadas? ¿Qué ejército administra recompensas y castigos de forma más justa? Mediante el estudio de estos siete factores, seré capaz de adivinar cual de los dos bandos saldrá victorioso y cual será derrotado.
El general que siga mi consejo, es seguro que vencerá. Ese general ha de ser mantenido al mando. Aquel que ignore mi consejo, ciertamente será derrotado. Ese debe ser destituido”.
Numéricamente, el ejército norteamericano debería ser más fuerte en tropas bien entrenadas. Pero esto por sí mismo no es suficiente para determinar el resultado. Napoleón explicaba la importancia vital que tiene la moral en la guerra. Podríamos añadir que la moral incluye no sólo la moral de los soldados en la línea de frente, sino también de los civiles en la retaguardia. Este factor hoy es un factor incluso más importante que lo era en China en tiempos de Sun Tzu, quien escribe:
“La moral significa aquello que hace que el pueblo esté en armonía con su gobernante, de modo que le siga donde sea, sin temer por sus vidas ni a correr cualquier peligro”.
Esta es la primera condición para llevar a cabo una guerra victoriosa y es la primera que ha fallado para el gobierno de EEUU. La conducta de la guerra, basada en las mentiras que han quedado al descubierto, ha alejado a la opinión pública estadounidenses, que ciertamente ya no apoya a Bush ni a su guerra. La hostilidad hacia la guerra en Iraq, el hecho de que es una guerra injusta, la idea de que “nuestros chicos están muriendo por nada”, a su vez se transmite a los soldados y mina su moral.
Las tropas norteamericanas en Iraq no creen que estén luchando una guerra justa. Aquellos que al principio podían creerlo, pronto se convencieron de lo contrario a través de su propia experiencia. Pronto se dieron cuenta de que la población iraquí les ve como invasores extranjeros, no como libertadores, y quieren verles fuera de Iraq. Las tropas estadounidenses, por tanto, no tienen incentivo para luchar y morir por una causa en la que no creen. Por otro lado, los combatientes de la resistencia creen fervorosamente en lo que están luchando y están dispuestos a morir, si es necesario, para conseguir su objetivo. La primera condición para ganar una guerra está por tanto ausente.
La cuestión de la disciplina en última instancia está determinada por la cuestión de la moral. Las tropas de la coalición obedecen mecánicamente órdenes, pero su corazón no, por eso no lucharán eficazmente. Ven pocas recompensas para lo que están haciendo y mayoritariamente ven su estancia en Iraq como un castigo. Cuanto más tengan que servir en Iraq, y cada vez con más frecuencia, menos dispuestos estarán a luchar. En contraste, los iraquíes están luchando por su país, sus familias y su futuro. Están motivados para luchar y esto crea una disciplina interna y una disposición al sacrificio que, en última instancia, les da la victoria sobre las fuerzas de la coalición mejor armadas y más profesionales.
Es verdad que los norteamericanos tienen armas superiores y la ventaja de la tecnología moderna, satélites, visión nocturna, etc., Pero los insurgentes tienen la ventaja del apoyo de la población, de la que son indistinguibles, de la que pueden salir para luchar y después de nuevo desaparecer. Métodos como los atentados suicidas son la “respuesta del hombre pobre” al armamento sofisticado. Es la respuesta final porque dice que el insurgente está dispuesto a morir por la causa.

“Trata bien a los prisioneros”

Sobre el tratamiento a los prisioneros Sun Tzu dice:
“Los soldados prisioneros deben ser bien tratados, para conseguir que en el futuro luchen para ti. A esto se llama vencer al adversario e incrementar por añadidura tus propias fuerzas”.
En la prolongada guerra protagonizada por el Ejército de Liberación Popular de Mao Tse Tung, éste siguió este buen consejo. Los numerosos prisioneros capturados por el ELP no eran golpeados ni torturados, les dieron comida y los Comisarios del Ejército Rojo les daban charlas. Cuando se confiscaba la tierra a los terratenientes se repartían parcelas de tierra a los soldados del ejército de Chiang Kai Shek. Eran liberados y enviados a casa. Las noticias de la revolución agraria se extendieron como un reguero de pólvora y el ejército de Chiang tuvo la tasa de deserciones más altas de la historia de cualquier ejército.
Esto fue posible porque el Ejército Rojo llevó a cabo una lucha revolucionaria. Pero como explicaba Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios. Una guerra revolucionaria se puede hacer con métodos revolucionarios, pero una guerra imperialista injusta sólo se pude realizar con los métodos de represión más brutales. Esto, sin embargo, es contraproducente.
Las fuerzas de la coalición tratan a sus prisioneros con una enorme brutalidad, como reveló el escándalo de Abu Ghraib ante los ojos del mundo entero. Prisioneros indefensos golpeados, atacados sexualmente, humillados y violados por sus torturadores. Esta tortura tiene un elemento racista y esto es bastante natural. El imperialismo es la esencia destilada del capitalismo y el racismo es la esencia destilada del imperialismo. Las tropas norteamericanas, que los medios de comunicación mundiales intentan presentar como los “libertadores de Iraq”, consideran a la población iraquí como especies racialmente inferiores, y los tratan de la manera correspondiente. El efecto inevitable es aumentar cada vez más el número de reclutas para la insurgencia.
Sin embargo, el ejército norteamericano no tiene el monopolio de la brutalidad. Acaba de terminar un juicio a soldados británicos acusados de torturar y asesinar a un prisionero iraquí. Los soldados entraron en un hotel de Basora, donde supuestamente había armas ocultas. Entonces arrestaron al personal del hotel, que fue llevado a un centro de detención donde fueron golpeados y torturados brutalmente. Un hombre, casado y con hijos, fue golpeado hasta la muerte. Uno de los soldados británicos entretenía a sus compañeros golpeando a los prisioneros indefensos hasta que gritaban. A esto lo llamaba su “coro”. Esto quedó grabado en un vídeo de uno de estos “caballeros” como si fuera un recuerdo, como un vídeo de vacaciones. Aunque la prueba estaba más allá de toda duda, el resultado del juicio fue la absolución de todos los acusados. Estas son las bendiciones de la civilización que las fuerzas de la coalición han llevado al pueblo de Iraq. ¡Y después se extrañan de que los iraquíes quieran que se vayan!

Los insurgentes y el arte de la guerra

Sun Tzu dice:
“El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca. Poner cebos para atraer al enemigo.
Golpear al enemigo cuando está desordenado. Prepararse contra él cuando está seguro en todas partes. Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte”.
En Iraq todos estos preceptos se siguen al pie de la letra, por parte de los insurgentes. Están llevando a cabo una táctica clásica de guerra de guerrillas, la única táctica posible cuando el enemigo disfruta de una clara superioridad militar. Igual que el ejército regular colonial norteamericano que luchó y derrotó a los británicos en el siglo XVIII, los insurgentes iraquíes, por utilizar una expresión de Engels, se niegan a bailar el minueto con el enemigo, sino que se basan en la táctica relámpago. Evitan la táctica de batalla campal donde necesariamente serían derrotados, y atacan al enemigo donde él no está preparado, aparecen donde nadie les espera.
Sun Tzu añadía:
“Antiguamente, los guerreros expertos se hacían a sí mismos invencibles en primer lugar, y después aguardaban para descubrir la vulnerabilidad de sus adversarios. Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo; aguardar para descubrir la vulnerabilidad del adversario significa conocer a los demás. La invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario. Por esto, los guerreros expertos pueden ser invencibles, pero no pueden hacer que sus adversarios sean vulnerables”.
Una vez más esto es aplicable, no a las fuerzas de la coalición, sino a los insurgentes iraquíes. Sun Tzu dice:
“Los expertos en defensa se esconden en las profundidades de la tierra; los expertos en maniobras de ataque se esconden en las más elevadas alturas del cielo. De esta manera pueden protegerse y lograr la victoria total”.
Los insurgentes se ocultan en los rincones más profundos, no de la tierra, sino de la población, surgen rápidamente para atacar y después desaparecen de nuevo.
Sun Tzu decía que:
“Así pues, la regla de la utilización de la fuerza es la siguiente: si tus fuerzas son diez veces superiores a las del adversario, rodéalo; si son cinco veces superiores, atácalo; si son dos veces superiores, divídelo.
Si tus fuerzas son iguales en número, lucha si te es posible. Si tus fuerzas son inferiores, mantente continuamente en guardia, pues el más pequeño fallo te acarrearía las peores consecuencias. Trata de mantenerte al abrigo y evita en lo posible un enfrentamiento abierto con él; la prudencia y la firmeza de un pequeño número de personas pueden llegar a cansar y a dominar incluso a numerosos ejércitos”.
Una vez más, estas tácticas se están aplicando en Iraq, pero no por los norteamericanos, sino por los insurgentes. Las guerrillas evitan las batallas abiertas con fuerzas norteamericanas superiores y sólo atacan cuando tienen ventaja. Esto es visto como cobardía y traición por parte de los estadounidenses, que olvidan que son precisamente las mismas tácticas utilizadas por sus antecesores en la lucha para expulsar a las fuerzas ocupantes británicas en la Guerra de la Independencia.

Sobre los aliados

“Por tanto, si ignoras los planes de tus rivales, no puedes hacer alianzas precisas”.
Este es un consejo excelente, que los estadounidenses harían bien en seguir. Para encubrir la verdad desnuda de la agresión norteamericana contra Iraq, Bush rápidamente reunió la llamada Coalición de la Voluntad. Pero muchos de sus aliados no estaban dispuestos a luchar en serio una vez quedó claro que la guerra en Iraq iba a durar tanto tiempo. España tuvo que retirar sus tropas después de que el pueblo español echara bruscamente al gobierno de derechas de Aznar. Ahora Blair ha tenido que anunciar su abandono principalmente como resultado de la debacle en Iraq, no está claro cuando durará allí el contingente británico.
Las cosas no van mejor para los demás “aliados” de EEUU. Francia tiene su propia agenta en Oriente Medio, que entra en conflicto abierto con los de EEUU. Alemania no muestra inclinación alguna a participar y ya tiene suficientes problemas debido al mantenimiento de sus tropas en Afganistán.
Las cosas van aún peor para Turquía, un aliado clave en la región. Los norteamericanos dependen mucho de sus bases en Turquía para el transporte de tropas y suministros. Pero durante la invasión, Turquía puso objeciones al uso de estas bases, esto recordó a Washington que Ankara tiene sus propios intereses en la región, que no siempre corresponden con los de EEUU. Los turcos se oponían al establecimiento de una región kurda autónoma en el norte de Iraq, porque acusan a los kurdos iraquíes de apoyar a los rebeldes kurdos dentro de Turquía. Pero los kurdos son el principal aliado estadounidense en Iraq y Washington no puede perderles. Esto representa para Bush una contradicción irresoluble.
La reanudación de las hostilidades del PKK kurdo dentro de Turquía ha elevado la tensión en la frontera. El ejército turco dice que el PKK tiene bases dentro de la zona kurda de Iraq y está buscando una excusa para invadir. Es un secreto a voces que Turquía tiene ambiciones territoriales en el norte de Iraq, sobre todo en la zona petrolera que rodea Mosul y Kirkuk. Estas son zonas kurdas, donde ya ha habido conflictos intensos entre kurdos y árabes, suníes y chiíes. Existe el peligro de la ruptura de Iraq, que sería explotada por Turquía, Irán y Siria. Este no es un escenario agradable para Washington.
El colapso de Iraq también ha llevado al fortalecimiento de la influencia iraní, tanto dentro de Iraq como en toda la región. Esto no es bien recibido por EEUU y menos aceptable para Arabia Saudí e Israel. Es parte de la razón de la creciente tensión entre EEUU e Irán por la cuestión nuclear. Esto puede llevar a nuevas y violentas explosiones que no estaban previstas por Washington pero que se han creado debido a sus acciones, porque tienen la misma delicadeza que un elefante en una tienda de porcelana.
“En el arte práctico de la guerra, es mejor conservar el territorio del enemigo entero e intacto, arrasar y destruir no es bueno. Es mejor capturar un ejército entero que destruirlo, capturar un regimiento, un destacamento o una compañía entera que destruirlos”.
En cuanto a mantener intacto el territorio del enemigo, el efecto de la invasión ha sido exactamente el contario. Como hemos visto, los norteamericanos han causado la violencia sectaria fratricida entre chiíes y suníes, han puesto en movimiento un proceso que perfectamente podría llevar a la ruptura de Iraq en líneas religiosas y lingüísticas. Esto llevará a más derramamiento de sangre, mucho peor que todo lo que hemos visto hasta ahora.

Cómo ganar sin luchar

Sun Tzu decía:
“De ahí que luchar y conquistar en todas vuestras batallas no es la suprema excelencia, la suprema excelencia consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar”.
Napoleón decía que la guerra era la más complicada de todas las ecuaciones. Su resultado siempre es incierto y el precio del fracaso puede ser muy alto. Por lo tanto, recomendaba a los ejércitos y las naciones evitar la lucha a menos que fuera absolutamente necesario. Irónicamente expresa la misma sabiduría el lema del cuerpo de marines norteamericano: “Habla suavemente y lleva un gran palo”. El lema de la actual administración estadounidense es: “Grita al máximo de tu voz y golpea todo lo que se mueva con un gran palo”.
El verdadero arte de la guerra es conseguir tus objetivos sin disparar un solo tiro. Podría ser posible conseguirlo a través del uso de la diplomacia, una rama bastante importante de la guerra, aunque la diplomacia efectiva siempre depende, en última instancia, de que se utilice la amenaza de la fuerza. De la misma manera, el éxito de las negociaciones en las luchas industriales depende de la amenaza de la acción huelguística. Algunas veces la simple amenaza de huelga es suficiente para que los empresarios cedan. Elegir el momento correcto, tener en cuenta la situación, los beneficios de la empresa, la fuerza del sentimiento de unidad en el centro de trabajo, etc., ese es el arte de la guerra aplicado a la lucha industrial. La huelga será necesaria o no dependiendo de estos factores.
Sin duda el imperialismo norteamericano podría haber puesto sus manos en el petróleo iraquí sin tener todos estos problemas y el coste de la guerra. Hay otros muchos métodos para conseguir este objetivo. Pero George W. Bush y la camarilla derechista republicana de la Casa Blanca, estaban absolutamente decididos de ir a la guerra. Tenían planes para la invasión de Iraq y el derrocamiento de Sadám Hussein mucho antes del 11 de septiembre, en realidad, mucho antes de la elección de Bush junior. En las mentes febriles de estos fanáticos, la estrategia general del imperialismo norteamericano de dominio del mundo adquirió una forma extrema y fantástica. Incluso se enloquecieron al creer que todo lo que hacía falta era invadir e introducir la “democracia” en Iraq y que todo Oriente Medio caería en los brazos de EEUU, de la noche a la mañana.
“No cometer errores es lo que establece una victoria segura, pero eso significa conquistar a un enemigo que ya está derrotado”.
George Bush ha cometido todos los errores concebibles, y unos cuantos inconcebibles. Y en la guerra, se paga un precio muy caro por los errores.
Por citar a un famoso estadista francés, esto era peor que un crimen, era un error. Los imperialistas norteamericanos tuvieron muchas oportunidades para corregir este error. La burguesía europea con más experiencia les avisaba constantemente contra la invasión. Sólo el patético títere Blair decía “amén” a todo lo que salía de la Casa Blanca. Ahora las carreras de Bush y Blair están en ruinas junto con todas sus ilusiones sobre el “nuevo Iraq”. Esto habría ido mucho mejor si se hubieran tomado la molestia de leer a Sun Tzu.