Beharrezkoa da langile greziarrek boterea hartzea!

Bankaren nazionalizazioa langileen kontrolpean, oligarkia ekonomikoaren desjabetzea, masen mobilizazioa irabazi arte!

 

Grecia vive jornadas históricas. La victoria de Syriza el pasado 25 de enero, un punto de inflexión en la crisis revolucionaria que vive Grecia, ha sido contestada por la burguesía europea con una ofensiva sin cuartel. Por todos los medios, pero especialmente recurriendo al chantaje económico y a unas condiciones humillantes para prolongar el mal llamado “rescate”, la Troika pretende aplastar a Syriza y derrotar a la clase trabajadora en su lucha contra los recortes y la austeridad. Pretenden dar una lección inolvidable al pueblo de Grecia, y escarmentar a todos los oprimidos de Europa que osen levantarse contra la dictadura del capital financiero. Todos los sufrimientos de la población son insuficientes para la burguesía europea y el FMI. Están dispuestos a sumir Grecia en el caos, hundirla en una catástrofe mayor antes de ceder un ápice en sus recetas de austeridad.

La lucha de clases descarnada domina la escena. El gobierno de Tsipras y Syriza tienen una responsabilidad histórica: es el momento de dar un paso adelante y romper con la lógica del capitalismo y, apoyándose en la fuerza y la movilización de los trabajadores griegos, tomar medidas efectivas para expropiar a la oligarquía económica abriendo el camino a la transformación socialista de Grecia.

Negociación farsa

La ruptura de las negociaciones entre la Troika y el gobierno griego el sábado 27 de junio ha supuesto una aceleración brusca del proceso revolucionario en Grecia. La causa aparente de esta quiebra abrupta ha sido la negativa de la Troika a incluir una reestructuración de la deuda griega que “compensara” las nuevas medidas de ajuste, asumidas por el gobierno de Tsipras. En realidad, la Troika ha estado representando una farsa de negociación, en donde el objetivo perseguido era la completa humillación de Syriza, y la postración del pueblo griego para mandar un mensaje muy claro al conjunto de Europa. Esta estrategia ha empujado a Tsipras a convocar el referéndum del 5 de julio.

El punto crítico al que se ha llegado —que pone sobre la mesa la posibilidad real de la salida de Grecia de la zona euro— es fruto del choque frontal de intereses entre los capitalistas europeos y griegos, y los de una clase obrera movilizada y dispuesta a romper con la lógica del sistema para recuperar su dignidad. Lo que es elemental e irrenunciable para los capitalistas choca con lo que es elemental para la clase obrera y la inmensa mayoría de la población.

Hemos llegado a este punto crítico después de meses de “negociaciones” y de concesiones del gobierno de Tsipras que sólo han servido para envalentonar a la Troika. El acuerdo del 20 de febrero pasado no representaba un paso adelante para los intereses de las masas griegas, o una “batalla ganada” dentro de la “guerra”, como afirmó Tsipras. Bajo la idea de “ganar tiempo”, como se justificó la firma, el gobierno de Syriza renunció al programa de Salónica (con el que se movilizó a la población y se ganaron las elecciones) y se comprometió a pagar puntualmente los compromisos de la deuda, con la ilusa expectativa de “convencer” a los acreedores de que aflojaran la cuerda. La realidad demuestra, una vez más, que la debilidad invita a la agresión.

En la negociación de las últimas semanas, que tenía por objetivo desbloquear el último tramo de 7.200 millones de euros del segundo rescate griego, la Troika ha exigido nuevas y brutales medidas: una reducción drástica de las pensiones, un nuevo incremento del IVA, más privatizaciones, reducir los salarios en el sector público, otra reforma laboral y recortar 8.000 millones de euros de los presupuestos... Todas las variantes y matices de las medidas en discusión, incluso las aceptadas por el gobierno de Syriza, implicaban asumir un empeoramiento de las condiciones de vida para la mayoría de la población. En realidad no se trataba de una negociación sino de la firma de una de rendición sin condiciones.

Incluso en el caso de que la Troika aceptara una reestructuración de la deuda, la esencia de las medidas serían las mismas: que la población griega pague los platos rotos de una crisis de la que no son responsables. El pago de la deuda seguiría siendo un drenaje intolerable de recursos hacia el sector financiero, mientras que las medidas de recorte presupuestario y de supresión de derechos persistirían, y los efectos catastróficos de la propia crisis capitalista (sequía de inversiones, fuga masiva de capitales, paro masivo, salarios miserables...) se profundizarían a corto plazo. ¿Y todo eso a cambio de qué? A cambio de volver, al cabo de seis meses, a otra negociación y a otra ronda de recortes, cuando expire la prórroga del rescate. Un rescate, por otro lado, en el que los únicos beneficiarios siguen siendo los bancos europeos, y especialmente los alemanes, que son los que se están embolsando miles de millones de euros salidos de la sangre, el sudor y las lágrimas de una clase obrera exhausta y una población arrojada a la miseria. Habría que remontarse a la “Paz de Versalles”, y las cargas económicas que el imperialismo francés impuso al pueblo alemán tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, para ver algo semejante.

Ya hubo una reestructuración de la deuda griega bajo el gobierno de derechas de Samaras y la situación social y económica ha empeorado sustancialmente desde entonces. En la medida que la deuda es impagable, la burguesía cuenta con que, tarde o temprano, habrá otra reestructuración. Sin embargo, en esta ocasión la Troika ha querido dejar bien claro quién decide, cuándo se hace y cómo se hace, y que, en todo caso, no aceptará ninguna medida que pueda ser interpretada, de alguna manera, como una concesión a un gobierno de izquierdas aupado por un movimiento de masas. Como hemos señalado, el objetivo de la burguesía europea en esta negociación ha sido fundamentalmente político: obligar al gobierno de Tsipras a un enfrentamiento directo con su base social, poniendo en marcha retrocesos en aspectos tan sensibles como las pensiones, en un país donde éstas han caído una media del 40% y en el que más de un millón de familias dependen de la pensión de los abuelos para subsistir y cuando tan sólo un 9% de los parados recibe alguna ayuda del Estado.

El hartazgo de la mayoría de la población con los recortes ha llegado al extremo, una realidad confirmada por el incremento del apoyo a Tsipras que todas las encuestas de opinión señalan, y también porque dentro de Syriza la oposición crítica, encabezada por la Plataforma de Izquierdas y el ministro de Reconstrucción Productiva, Lafazanis, se ha fortalecido en los últimos meses, agrupando en torno al 40% de los miembros de su dirección. Incluso varios diputados de Syriza no encuadrados en esta corriente se han manifestado de forma rotunda en contra de un acuerdo en los términos discutidos en Bruselas. Yanis Mijeloyanakis, lo calificó de ser una “lápida para Grecia” y señaló que sería “peor que el primer rescate”, “con las nuevas medidas los griegos perderán dos salarios mensuales” y se preguntaba “¿cómo se puede llegar a un acuerdo que aumentará los suicidios y empobrecerá a la gente?”.

El gobierno está recibiendo una enorme presión de la clase obrera y la juventud. Durante toda la semana de chantajes que desembocó en la convocatoria del referéndum, las masas griegas han salido a la calle a exigir la ruptura con la Troika. Este hecho señala indiscutiblemente que, de haberse llegado a un acuerdo, Tsipras se habría encontrado con una rebelión interna en toda regla y una crisis de gobierno. Tsipras sólo podría haber aprobado los nuevos recortes con el apoyo parlamentario de los partidos proausteridad (Nueva Democracia, Pasok y To Potami), lo cual equivaldría a un suicidio político.

La convocatoria del referéndum

En este contexto, en la noche del viernes 26 de junio, el gobierno decidió en un consejo de ministros extraordinario la convocatoria de un referéndum para el 5 de julio, en el que se sometería a votación la última propuesta de la Troika y para el que se pedirá el NO desde Syriza.

La convocatoria del referéndum ha sido planteada por Tsipras como una respuesta al chantaje de la Troika, como un mensaje “democrático” y “soberano” de la población griega a Europa. Pero la idea de que la Troika va a cejar en su estrategia de aplastar a la clase obrera griega y al gobierno de Syriza por razones “democráticas”, por una supuesta deslegitimación derivada de la derrota de sus propuestas en un referéndum, es una completa utopía. La burguesía europea es perfectamente consciente de la importancia de lo que está en juego en Grecia y está dispuesta a llegar muy lejos, sin ningún escrúpulo democrático, con el fin de alcanzar sus propósitos. Podría incluso, como estamos viendo, asumir los grandes inconvenientes de una expulsión de Grecia del euro si valorase que, en compensación, se crean mejores condiciones políticas para hacer frente a la amenaza de la clase obrera, al auge electoral de la izquierda que lucha y al inicio de un proceso revolucionario en toda Europa.

El problema de fondo es que esta decisión de convocar un referéndum, sin que vaya acompañado de medidas efectivas para romper con la lógica capitalista, también proporciona oportunidades a la clase dominante griega y a la burguesía europea para arreciar en su campaña de desestabilización. La respuesta de la Troika a la convocatoria ha sido un puñetazo en la boca, suspendiendo las negociaciones y poniendo punto y final a la prórroga del segundo rescate. La campaña del miedo, con la perspectiva de una expulsión de Grecia del euro, se ha redoblado, y la necesidad del gobierno de imponer en estas condiciones el control de capitales y realizar un corralito cerrando los bancos, precisamente en la semana previa a la votación, no facilita las cosas. Tanto la burguesía europea como la griega tratarán de convertir el referéndum en una decisión entre orden y el caos, atizando la asfixia financiera y la parálisis económica.

No se puede jugar al escondite con la historia. En su mensaje al país anunciando el referéndum, Tsipras denunció: “se nos exige aplicar las políticas de los memorándum, de la misma forma que lo hicieron los gobiernos precedentes (...) su objetivo es humillar a todo un pueblo”, y continuó: “nos obliga a responder al ultimátum con la voluntad del pueblo griego”. Pero el referéndum es un arma de doble filo. Apelar a las masas es totalmente correcto, pero preguntarles de nuevo por algo que ya han contestado decenas de veces, dando margen a los capitalistas para redoblar su sabotaje, no es tan inteligente. La principal dificultad del gobierno de Syriza no es la falta de legitimidad ni la falta de respaldo social para romper con la política de recortes. Realmente la voluntad del pueblo griego ya se ha expresado con claridad en las movilizaciones y huelgas masivas durante estos seis años de pesadilla, y en las elecciones del 25 de enero cuando el voto a Syriza fue un refrendo contra los memorandums, contra los ajustes, y a favor de poner en marcha el programa de Salónica. Por supuesto que si el referéndum del 5 de julio se da en los términos de rechazo o apoyo a los planes de la Troika, todos los trabajadores, toda la juventud, todos los revolucionarios de dentro de Grecia y de fuera del país deben defender un NO claro y sin matices. Pero lo que requiere la situación no son tanto los “pronunciamientos” democráticos, como medidas audaces para resolver los problemas de la mayoría de la población.

¡Los trabajadores deben tomar el poder, Syriza debe aplicar un programa socialista!

Si lo que quiere el gobierno es reforzar su base de apoyo, tiene que empezar a tomar medidas efectivas y contundentes, apoyándose en la acción masiva y organizada de la clase obrera. El gobierno de Tsipras tiene muchísimas bazas a su favor, pero para aprovecharlas tiene que rectificar y abandonar las ilusiones de alcanzar un acuerdo con la Troika, levantando una alternativa frente al caos y la catástrofe que quiere imponer el FMI, el BCE y la UE al pueblo de Grecia. Y para ello no hay terceras vías ni cuadraturas del círculo posibles, sólo hay un camino: debe aplicar un programa claramente socialista que lleve a la clase obrera a hacerse con el control directo de las palancas de poder político y económico.

Apoyándose en la clase obrera, que está movilizada y dispuesta a luchar hasta donde haga falta, el gobierno de Syriza puede tener éxito. De esta manera, mostrando decisión y confianza en un programa de transformación socialista, mantendrá el apoyo de amplios sectores de las capas medias empobrecidas y podrá pedir los máximos sacrificios a la población para resistir la embestida de los capitalistas. Lo que está en juego en Grecia es la lucha por el poder, por saber quién controla la sociedad: la burguesía o los trabajadores. Incluso fuera de la UE y del euro, si el gobierno griego no rompe con la lógica infernal del capitalismo su dependencia del mercado mundial y del poder financiero seguiría siendo la misma, determinando en último término su política económica y social. Por estas razones, es una cuestión de vida o muerte adoptar resueltamente medidas revolucionarias:

1. Frente al sabotaje de los capitalistas, los planes de austeridad y recortes sociales, poner la economía bajo el control democrático de la mayoría de la población. Expropiación de la banca, de las grandes empresas y monopolios estratégicos (luz, agua, telecomunicaciones, seguros…) bajo el control democrático de los trabajadores. Movilizar los recursos existentes para combatir el desempleo y asegurar una vida digna a todas las familias.

2. Rechazo a todos los planes del FMI, el BCE y la UE ¡No al pago de la deuda! El pueblo griego no debe nada a la banca internacional ¡Al contrario! Confiscación de todos los recursos del capital internacional depositados en Grecia. Confiscación sin indemnización del patrimonio y activos financieros de todos los grandes capitalistas del país. Esta es la única medida que puede frenar la fuga de capitales.

3. Renacionalización de todas las empresas públicas y sectores que han sido privatizados. Incremento drástico de los salarios, de las pensiones y defensa de la sanidad, la educación pública y de todos los servicios sociales.

4. Combatir el desempleo. Sobre la base de la expropiación de la banca y los monopolios, plan de choque para invertir en la creación de infraestructuras sociales, escuelas, institutos, hospitales, etc., dando trabajo a los parados y a la juventud.

5. Contra el sabotaje de los capitalistas a la producción: Control obrero en todas las empresas, y nacionalización de aquellas en las que los empresarios planteen despidos o cierres.

6. Para que todas las palancas del Estado y de la economía estén verdaderamente al servicio de la mayoría, y para hacer frente a la amenaza fascista: creación de comités de lucha en todas las fábricas, centros de estudios y barrios, basados en la participación democrática desde abajo y unificados en todo el país. Llamamiento a la clase obrera a ocupar fábricas y centros neurálgicos del Estado en caso de sabotaje declarado. Animar a la formación de comités de soldados en todos los cuarteles, para neutralizar los planes golpistas.

7. Frente a la Europa de la Troika, romper con la UE y no negociar. Levantar la bandera de la Federación Socialista de Europa, llamando a la solidaridad internacionalista de toda la clase obrera europea frente a las agresiones de la burguesía contra el pueblo griego.

Sabemos que ningún revolucionario que no sea un charlatán afirmará que en esta vía la victoria está asegurada. Pero lo realmente seguro es que sólo en esta vía el triunfo será posible. La derrota más dolorosa, la más funesta y la más vergonzosa es la que proviene de un análisis falso de la correlación de fuerzas entre las clases, la que subestima los factores revolucionarios e idealiza las fuerzas del enemigo. Los revolucionarios griegos, de Syriza, del KKE, la clase obrera griega, tienen el derecho y el deber de mirar cara a cara a la historia en estos momentos trascendentales y dar el paso decisivo adelante. El triunfo de la revolución socialista en Grecia tendría un efecto eléctrico entre los trabajadores y oprimidos del continente y abriría el camino a la revolución europea como ningún otro acontecimiento desde octubre de 1917. Este es el desafío y la verdad que se ventila en estos momentos en Grecia.

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