Los trabajadores tienen que plantar batalla

Tres meses después de la celebración de las elecciones, y tras arduas negociaciones, el Movimiento 5 Estrellas (M5S) y la Liga llegaron a un acuerdo para la formación de gobierno. Un ejecutivo de extrema derecha –seguramente el más reaccionario desde la caída de Mussolini– cuyos ejes serán la represión contra la inmigración, el chovinismo y el nacionalismo como ideología, y la aplicación de políticas de ajuste contra la mayoría de la población.

A diferencia de los procesos políticos en países como Grecia, Portugal, Francia, Gran Bretaña o el Estado español, donde el profundo malestar social por la crisis capitalista se plasmó en la irrupción de organizaciones a la izquierda de la socialdemocracia (Syriza antes de su capitulación, Bloco de Esquerdas, Francia Insumisa, Corbyn o Podemos), el caso italiano muestra una tendencia diferente.

El gran descrédito del sistema político, que se ha reflejado en un desplome histórico de los partidos tradicionales1, se expresó en una contundente victoria del populismo de derechas del M5S y un reforzamiento de la extrema derecha, concretamente de la Liga, en las elecciones de marzo. Unos resultados que muestran también la bancarrota del Partido Democrático (PD) y sus políticas de ajuste y recortes, la ausencia de movilizaciones sociales y obreras importantes, y la crisis en la que vive sumida la izquierda italiana desde hace muchos años. Todos estos factores, unidos a la profunda y prolongada crisis económica italiana, han hecho posible que la demagogia reaccionaria de nuevo cuño haya tenido éxito.

Racismo y nacionalismo reaccionario

Luigi di Maio (M5S) y Matteo Salvini (Liga) firmaban, el pasado 18 de mayo, el conocido como “Contrato de gobierno para el cambio”2 . El punto estrella de dicho programa consiste en la expulsión de los 500.000 inmigrantes “sin papeles” que viven en el país, a lo que hay que sumar más medidas de acoso contra este colectivo. Para empezar, utilizar los recursos que hasta ahora se asignaban a su acogida a un nuevo uso: gastarlos en su deportación. Y para continuar, abrir centros de detención de inmigrantes en todas las regiones a fin de agilizar las expulsiones, así como aumentar el número de efectivos policiales.

No es ninguna casualidad que Salvini, ya como ministro de Interior, se haya dedicado a seguir sembrando y azuzando el veneno racista y xenófobo en sus intervenciones públicas: “Se acabó la buena vida [para los inmigrantes]; empiecen a hacer las maletas”. Ni que haya amenazado con crear un censo de gitanos3  para cuantificar los que están en situación irregular y expulsarlos, a la vez que afirma que “a los gitanos italianos, desafortunadamente, habrá que quedárselos”. Como tampoco lo es que haya cerrado los puertos italianos para impedir la llegada de los inmigrantes rescatados en el Mediterráneo, como hemos visto en el caso Aquarius y posteriormente con otros barcos. Se trata de una estrategia muy consciente para crear y alimentar un clima de enfrentamiento y división entre los trabajadores nativos y foráneos, de acoso y persecución4, señalando al “extranjero” como el chivo expiatorio y causante de todos los males que se viven en Italia. Un nacionalismo reaccionario cuya máxima es “Italia lo primero” y que, con un discurso duro, decidido y con acciones concretas, les permite mantener agrupada a su base electoral, e incluso aumentarla.

La otra pata fundamental del acuerdo es la política económica y social, una muestra también del carácter de clase de este gobierno. Toda la demagogia populista de supuesto contenido “social” propugnada por el M5S en la campaña electoral, se ha evaporado muy rápidamente. Su principal promesa, implantar una “renta ciudadana” contra la pobreza, se ha transformado en un subsidio de 780 euros para parados de larga duración, exclusivamente  italianos, por un periodo máximo de dos años, y siempre y cuando no se rechace ninguna oferta de trabajo. No hay partida económica que lo acompañe y el responsable de la Seguridad Social italiana ya ha avisado de que “no hay dinero”.

Por otro lado, las anunciadas rebajas fiscales para la población más pobre se han convertido en una reforma fiscal en beneficio de los más ricos. Se introducirá un impuesto único (flat tax) para familias y empresas –del 15% para rentas hasta 80.000 euros y del 20% para el resto– eliminando el actual 43% a aquellos sectores con ingresos más altos. Tampoco se ha incluido la derogación de la contrarreforma de la ley de pensiones, ni de la odiada contrarreforma laboral (Job Acts) aprobadas por los gobiernos de Monti y del PD, respectivamente. La contrarreforma educativa, no sólo no se toca, sino que el nuevo ministro del sector, de la Liga, habla maravillas de ella y defiende que los estudiantes se conviertan en mano de obra gratuita como forma de inserción en el mercado laboral.

Crisis política

A pesar de este programa pro establishment, la formación de gobierno ha estado a punto de saltar por los aires tras la negativa del presidente de la República, Sergio Mattarella, a que tomara posesión como ministro de Economía Paolo Savona, debido a sus posiciones euroescépticas que “habían alarmado a los inversores italianos y extranjeros”.

Sus declaraciones calificando al euro como “una jaula alemana” cuadran dentro de la verborrea populista del nuevo gobierno, para alimentar el nacionalismo italiano y eclipsar las tensiones de clase. Este es el sentido de las palabras de Salvini exigiendo que se “revisen” los tratados europeos “para evitar los efectos perjudiciales en los intereses nacionales”.

Sin embargo, el veto impuesto por Mattarella revela en mucha mayor medida el pánico de la burguesía europea a que cualquier chispa vuelva a desatar una oleada de caos e inestabilidad en la zona euro, que la voluntad real de Savona y sus compañeros de gobierno de llevar a Italia fuera del euro. De hecho, tanto la Liga como el M5E ya habían renunciado a un referéndum sobre el euro durante la campaña electoral. Posteriormente, Salvini se ha encargado de matizar su propia retórica antieuro declarando que la coalición “respetará las reglas y los compromisos” y que Europa “no tiene nada de qué preocuparse”.

Pero el desarrollo de esta crisis política –saldada finalmente con la elección de otro ministro de Economía, pero con Savona en el gobierno– ha dado más munición a la demagogia de Salvini y el M5S. Frente a la alternativa de Mattarella de formar un gobierno técnico encabezado por un exdirectivo del FMI apodado “míster tijeras”, Di Maio y la Liga se negaron a reconocerlo, apelando a que “Italia no es una colonia, no somos esclavos de los alemanes, los franceses, la prima de riesgo o las finanzas”, y amenazando con nuevas elecciones. Es más, pasaron a la ofensiva convocando movilizaciones para el 2 de junio bajo el lema “mi voto cuenta”, presentándose como los máximos defensores de la democracia frente a “las élites” que pretenden decidir en lugar del pueblo. Finalmente, Mattarella se vio obligado a ceder.

Reconstruir una izquierda de combate y anticapitalista

En las semanas de polémica entre el M5S, la Liga y el presidente italiano, el Partido Democrático y la CGIL, el principal sindicato, no tuvieron mejor idea que llamar a manifestarse “en defensa de la Constitución, el presidente y las instituciones”, alineándose una vez más con el FMI, las políticas de austeridad y los recortes. En lugar de denunciar el carácter reaccionario del nuevo gobierno, lo único que hacen es profundizar aún más la confusión, y concitar el rechazo, entre amplios sectores de los trabajadores, de la juventud y de las capas medias empobrecidas por años de crisis. De esta manera hacen el caldo gordo al populismo y a la extrema derecha, poniendo una alfombra roja bajo sus pies para que continúen ampliando su base social y electoral.

Los resultados de las recientes elecciones municipales indican esta tendencia ascendente, especialmente en el caso de la Liga, que ha obtenido alcaldías históricas del PD. Ya fue la formación que más creció en la “zona rossa” en las generales de marzo respecto a las de 2013, un 16,9%. En ciudades como Módena, Florencia o Bolonia entre el 20-24% de votantes que en 2013 votaron al Partido Democrático han optado por la Liga este año. Salvini es hoy el político más popular, y de realizarse elecciones ahora rozaría el 30% de apoyo, 12 puntos más que en marzo.

Esta es la cara más inmediata, y negativa, de la situación. Sin embargo, no es lo mismo utilizar un mensaje populista desde la oposición que en el gobierno. Una cuestión ineludible será ¿quién va a pagar los platos rotos del gigantesco agujero de 349.000 millones de euros en créditos incobrables que tiene la banca italiana? Con una economía profundamente enferma y una deuda pública del 132%, esta coalición de gobierno va a ejecutar nuevos ataques contra la clase obrera y la juventud italiana, y no sólo contra los inmigrantes. Esta dura experiencia contribuirá a desenmascarar que la demagogia racista y nacionalista reaccionaria jamás será una alternativa para los oprimidos, sean de donde sean, y que sólo sirve a los intereses de la burguesía y sus políticos.

La situación política italiana presenta serias amenazas y es una dura advertencia. El movimiento obrero tiene que reaccionar con urgencia y contundencia, aprendiendo las lecciones de los años treinta. La tarea central es reconstruir una izquierda de combate, anticapitalista e internacionalista, que luche por establecer una presencia firme en el movimiento obrero, estudiantil, entre las mujeres y los inmigrantes, que unifique a los oprimidos por encima de distinciones de raza, que impulse la lucha de masas y levante un programa por la transformación socialista de la sociedad. Una izquierda que trabaje seriamente por el frente único de los sindicatos de clase y alternativos, de los delegados combativos de la CGIL y de los movimientos sociales para dar la batalla a la extrema derecha y derrotarlos, tanto en las urnas y como en las calles.

NOTAS

1.- El PD y las formaciones encabezadas por Berlusconi pasaron de obtener el 70,6% del voto en 2008 al 32% en 2018. Una caída de casi el 60% de su electorado en una década.

2.- El M5S celebró una consulta en la que el 94% de los participantes, 45.000, respaldó el acuerdo. El 60% de la población es favorable a la formación de este gobierno.

3.- El acuerdo de gobierno contempla el desmantelamiento total de los campamentos de gitanos, en los que viven 40.000 personas.

4.- El asesinato el 2 de junio de Soumaila Sacko, bracero y sindicalista de Mali conocido por sus posiciones combativas, es una consecuencia directa de este clima de total impunidad para los fascistas. Al igual que el tiroteo que hirió de gravedad a 6 inmigrantes en la ciudad de Macerata en plena campaña electoral, a manos de un excandidato municipal de la Liga al grito de “viva Italia” y mientras realizaba el saludo fascista.

 

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