Nicolas Madurok irabazi zituen hauteskundeetatik hiru hilabetera, eraso kontrairaultzaileek eta iraultzaren oinarrian sortzen ari den ezinegonak markatzen dute egoera, izan ere, inflazioak, hornidura faltak, sabotaje ekonomikoak, ustelkeriak eta burokratismoak jarraitzen dute.

A 3 meses de la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales, la situación política nacional sigue marcada por la ofensiva contrarrevolucionaria y la inquietud creciente entre las bases de la revolución ante la continuidad de problemas como la inflación, el desabastecimiento, el sabotaje económico, la corrupción o el burocratismo.

Tras no reconocer su derrota en las elecciones, los contrarrevolucionarios lanzaron una campaña de violencia que culminó con el brutal asesinato de once camaradas a manos de las bandas fascistas de Capriles. Su primer objetivo era provocar el caos interno y que esto, unido al no reconocimiento por parte de Estados Unidos (al que esperaban poder sumar más gobiernos) pudiese provocar un golpe por parte de sectores del ejército con excusas como: “el país esta dividido”, “ha habido fraude”, “la revolución no puede continuar” etc.

Cuando se evidenció que por el momento carecen de fuerza suficiente para lograr ese objetivo -y que entre las bases revolucionarias crecía la indignación y empezaba a haber movilizaciones espontáneas para enfrentarles- surgieron divisiones en sus propias filas y dieron un giro hacia una táctica más a medio plazo.

Desestabilización fascista y llamados a la conciliación, dos caras de una misma estrategia contrarrevolucionaria

En el frente diplomático internacional las cosas tampoco salieron exactamente como esperaban. La enorme simpatía hacia la figura de Chávez y la revolución venezolana entre las masas, y la evidencia de que no existía ninguna prueba de fraude, obligó a los gobiernos latinoamericanos –incluidos varios gobiernos abiertamente burgueses- a reconocer la victoria de Maduro. Aunque, como vemos con la entrevista de Santos con Capriles, la campaña contrarrevolucionaria continúa y nuestros únicos aliados confiables son los trabajadores de los países hermanos y del resto del mundo. A la “hora de la chiquita” los gobiernos capitalistas tienen los mismos intereses que la burguesía venezolana y harán todo lo que puedan para impedir que nuestra revolución avance hacia el socialismo y pueda contagiar a los explotados de sus países.

La estrategia contrarrevolucionaria combina en estos momentos el mantenimiento de la campaña mediática nacional e internacional de mentiras y la desestabilización y el sabotaje económico (subidas de precios, desabastecimiento…) con los llamados cínicos a la conciliación y el diálogo. La burguesía tiene tiempo buscando sectores dentro del ejército, la burocracia del estado y las propias filas del movimiento bolivariano en los que poder apoyarse para desviar a la revolución de sus objetivos e intentar derrotarla.

La razón de que distintos sectores empresariales estén dispuestos a reunirse y dialogar con el gobierno no es que se hayan vuelto demócratas y decidido acatar la voluntad popular. Ganan tiempo, quieren que la dirigencia bolivariana a cambio de ese reconocimiento modere la revolución. Parásitos como Mendoza, Cisneros y los demás capitalistas juegan a hacer de “policía bueno” (mientras Capriles sigue siendo el “policía malo”) a la vez que siguen acaparando los productos y especulando con las necesidades del pueblo. Esperan que la continuidad del desabastecimiento y la inflación -unidos a otras lacras como las desigualdades sociales, la corrupción o el burocratismo- sigan minando el apoyo a la revolución entre las masas y esto permita, en un futuro próximo, acabar con la revolución por la vía que sea.

¡Expropiar a los empresarios ya! ¡Desmantelar el Estado burgués! ¡Construir un Estado y una economía socialistas dirigidos por los trabajadores y el pueblo!

Durante estos tres meses de gobierno, a pesar de algunas medidas que han sido vistas con simpatía por sectores de las bases (como el llamado gobierno de calle o la vuelta de Eduardo Samán a INDEPABIS), no se han dado los pasos adelante que los siete millones largos de chavistas que votamos por el camarada Nicolás Maduro esperábamos. La propiedad de la gran mayoría de empresas sigue en manos capitalistas y la utilizan para sabotear la economía. La estructura burguesa del estado no ha sido sustituida por un estado socialista dirigido por los trabajadores y el pueblo. Esto permite que en las instituciones y empresas públicas se enquisten la corrupción y el burocratismo. La burocracia del Ministerio de Trabajo desatiende las reivindicaciones obreras y a menudo se muestra favorable a los empresarios. Funcionarios corruptos -como en el caso de los dólares de CADIVI desaparecidos y otros- estrechan lazos con los empresarios y participan de las pequeñas y grandes corruptelas propias del sistema capitalista,…Y así podríamos seguir.

No se puede denunciar la guerra económica de la burguesía y no tomar medidas decisivas para quitarles la propiedad de los medios de producción (que es lo que les permite hacer ese sabotaje). Es imposible resolver el problema del desabastecimiento reuniéndose con Lorenzo Mendoza y otros burgueses responsables del mismo para convencerles de que produzcan más y llenen los anaqueles. Sería como esperar que el zorro cuide el gallinero. Si el gobierno y la dirección del PSUV cayesen en esa trampa, nuestra revolución podría enfrentarse a la coyuntura más grave desde su inicio, en 1998. Sólo mantendremos el apoyo de quienes votaron por Maduro, Chávez y la revolución el 14-A (y recuperaremos el apoyo de muchos que no lo hicieron) tomando medidas que resuelvan los problemas del pueblo y dejen claro que se estamos dispuesto a ir hasta el final.

Las tareas para los militantes del PSUV y la JPSUV, el GPP y los sindicatos revolucionarios

Medidas como la reunión privada con Mendoza, concesiones como aceptar nuevas subidas de precios, entrega de más divisas, etc. o la salida de los medios de comunicación del estado de espacios que son vistos (tanto por las bases chavistas como por los opositores) como de izquierda dentro del chavismo han encendido las luces de alarma entre muchos militantes revolucionarios. Lejos de caer en la impaciencia o el desánimo, hoy más que nunca es el momento de unirnos y luchar dentro del PSUV, la JPSUV, el GPP, la UNETE y la CSBT por el golpe de timón que reclamaba el Presidente Chávez y proponer un programa socialista para acabar con el capitalismo y la burocracia, defender la revolución y hacer realidad el legado del comandante.

¡Que nadie se engañe! Si no acabamos con el capitalismo ya, ahora que podemos y la correlación de fuerzas nos sigue siendo favorable en la calle, en los barrios y fábricas, lo que vendrá no será la construcción gradual y tranquila del socialismo. Tampoco un pacto para “respetar las reglas del juego democrático”, como les gustaría a algunos reformistas. El capitalismo a nivel mundial vive la crisis más profunda de su historia. Lo único que puede ofrecernos es sufrimiento y penalidades como los que vemos en los países donde gobiernan sus representantes directos: despidos masivos, privatización, recortes salvajes en educación y salud, desahucios de quienes no puedan pagar sus alquileres o hipotecas. Si un oligarca como Capriles llegase al poder lo que tendríamos no es alternancia en el poder y unas políticas más o menos favorables o desfavorables para los humildes, sino la misma miseria, corrupción y represión que llevaron al “caracazo” o algo incluso peor.

Las bases revolucionarios hemos mostrado una y otra vez nuestra fuerza. Como decía Chávez el poder del pueblo organizado “es una fuerza invencible, más que cualquier bomba atómica”. Pero si esa fuerza es desaprovechada los contrarrevolucionarios también han demostrado el 11 de abril de 2002 o el 15 de abril de este año de que son capaces. El único modo de derrotarles definitivamente y resolver los problemas de las masas es expropiando a los capitalistas para establecer una economía socialista y planificada. El camino para acabar con la quinta columna burocrática y corrupta es desmantelar la vieja estructura estatal que nos dejó la IV República y sustituirla por un estado donde verdaderamente el poder esté en manos de los trabajadores y el pueblo.

Las bases del PSUV y el GPP debemos impulsar los consejos de trabajadores y comunales y crear las verdaderas comunas socialistas que reclamó el comandante en varios de sus últimos discursos para que asuman la gestión de la economía y levantar un estado socialista basado en delegados elegibles y revocables en todo momento, sometidos al control de asambleas obreras y populares y donde cada cargo público cobre el salario de un trabajador cualificado. Los dirigentes sindicales de la UNETE y la CSBT deben dar el primer paso en ese camino, organizando la toma de cualquier empresa que sabotee la economía y retomando la lucha por el control obrero y los consejos de trabajadores a la vez que organizan la movilización de los trabajadores por sus derechos y reivindicaciones en cada centro de trabajo y a nivel general. Sólo así derrotaremos a los capitalistas y burócratas, sólo así consolidaremos y haremos irreversible la revolución.