Desberdintasun soziala beti izan da arazo larria hegoamerikar kapitalismoarentzat. Munduaren zati honetako iraultza gehienak kapitalismoaren lakra honek elikatu ditu eta, beraz, lehergailua da sistema beraren barruan. Galdera da: zer pasako da brasildarren diru sarrerak, gerta litekeen bezala, beheraka jarraitzen badu? Nondik aterako dute PTko erreformistek karitate publikorako dirua masen aldaketa beharrak atzeratzeko?

En abril de 2009 “China se convirtió en el principal socio comercial de Brasil, por encima incluso de sus países vecinos en el Mercosur.  Así estaba previsto en la conocida Agenda China, promovida desde finales del 2007 por el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio, Relaciones Exteriores y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Abastecimiento, así como miembros del Consejo Empresarial Brasil-China. El Plan de la Agenda China era triplicar las exportaciones hasta 2010 y aumentar las inversiones en Brasil” (1).En 10 años el flujo comercial entre ambos países había crecido un 2.345% y China se había convertido en la destinataria del 75% de las exportaciones brasileñas, principalmente hierro, soja y petróleo pero también carne de ave y cerdo. En ese sentido, la dependencia de la economía brasileña del mercado chino es mucho mayor que la de los demás países latinoamericanos, incluida la Argentina, y su suerte, por lo tanto, está íntimamente relacionada con el comportamiento de dicho mercado. Es lógico, entonces, que cualquier alteración económica que ocurra en China, principal acreedora de la deuda pública de EEUU, el cual, a su vez, es uno de los principales acreedores de Europa, etc., etc., tenga un impacto fuerte en la economía brasileña.

 

Al final, como decíamos al comienzo, en una economía globalizada lo que le ocurra a uno, en mayor o menor grado, termina afectando a todos. Esto es algo tan obvio que hasta el propio ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mántega, tuvo que reconocerlo. En una entrevista, Mántega  “expresó que el foco de su preocupación pasa por China por ser este país ‘el socio comercial más importante’ de Brasil. En la evaluación de Dilma [Rousseff] y su gabinete, ‘los chinos importan muchas materias primas brasileñas’. Deducen que un ritmo de crecimiento mucho menor redundará en una baja de ‘la demanda de esos bienes’ con impactos muy fuertes en la producción nacional brasileña”, el ministro concluyó dicha entrevista con una frase muy gráfica y demostrativa de la incertidumbre en que viven los economistas de la burguesía en estos tiempos turbulentos del capitalismo: “Tenemos que rezar para que la economía china no se caiga” (2). El problema es que la economía china, esperanza no sólo de los capitalistas brasileños sino de los capitalistas de todo el mundo, como vimos, comenzó a mostrar signos de ralentización ya en 2010, sobre todo en las tasas de crecimiento de la producción industrial, el consumo y las inversiones. Esta tendencia se ha mantenido en 2011, donde se prevé un PIB de un 9%  contra el de 10,3% de 2010, a lo cual se le ha unido una inflación interanual para noviembre de 2011 de 4,2% contra el 3,3% de 2010. 

 

Independientemente de este proceso que se está dando en la economía china, en lo que se refiere al propio intercambio comercial entre los dos miembros del BRIC, también ha comenzado a variar la relación favorable a Brasil que ha existido hasta ahora. La desvalorización del yuan chino y la revalorización del real brasileño contribuyeron a  que el superávit de U$50.000 millones que favorecía Brasil hasta no hace mucho, se haya reducido a unos U$10.000 millones para 2011 (1). “La mayor parte de las empresas exportadoras brasileñas (67%), que disputan mercados con empresas chinas perdieron ventas en el exterior y en el 2010 un 45% perdieron espacio en el mercado local, sobre todo en el sector electrónico y de textiles” (1). Esta situación finalmente se vio reflejada en una contracción económica en el tercer trimestre de 2011 cuando el PIB cayó 0,32% (3) y encendió las alarmas del gobierno de Dilma Rousseff. Aunque era algo que se veía venir ya que en los meses anteriores el crecimiento siempre había estado por debajo de las expectativas, 3,19% contra 3,5%, también es cierto que marcaba un fuerte contraste, en un lapso muy pequeño, con el 7,5% de 2010, el mayor de los últimos 25 años. Los informes al respecto confirmaban lo que veíamos antes: que había sido la industria manufacturera la que lideraba esta desaceleración económica, ya tenía un año sin crecer (4), así como la automotriz, que en septiembre se contrajo un 19,7% con respecto a agosto, la  producción de maquinaria agrícola con una caída de 11,4%, etc., producto de una pérdida de competitividad que viene de 2008. En medio de todo esto, el gobierno brasileño recurrió a la reducción de impuestos y de tasas de interés para tratar de incentivar la inversión que recupere el crecimiento (5). Como en el caso argentino, ello es un arma de doble filo en una economía con una inflación creciente ya que tiende a estimularla. Adicionalmente, como comentábamos en el punto referente a la economía argentina, se impulsó una devaluación de la moneda en torno a un 20%.

 

La combinación de todas estas medidas terminó alentando, también en Brasil, la fuga de capitales especulativos que se estaban beneficiando de las altas tasas de interés y de la fortaleza del real, generando consecuencialmente problemas en la balanza de pagos de la deuda externa (6). Como cualquier otro gobierno capitalista, el gobierno reformista del PT hace todo tipo de malabares de subir impuestos que después debe bajar, fortaleciendo la moneda que después devalúa, subiendo y bajando intereses para estimular la inversión y el consumo pero cuidándose de no alentar demasiado la inflación, para, al final, después de quejarse amargamente del proteccionismo comercial y hacer inútiles llamados a los otros capitalistas del mundo a la “regulación del sistema financiero” (7), mandar para el carajo la tan mentada libertad de comercio y terminar refugiándose dentro de las fronteras nacionales como ocurría en la juventud del capitalismo (8). Tanto esfuerzo y desgaste para tratar de mantener el inestable equilibrio de una economía que, a pesar de las apariencias circunstanciales, padece de los mismos males que el resto de las economías capitalistas. Sin embargo, en comparación con los países y las regiones que en este momento se encuentran en el vórtice del huracán de la crisis capitalista, Brasil se puede considerar un privilegiado: con una perspectiva de culminar el año 2011 con un PIB de 3,2%, el estimado había sido de 4,5%, y proyecciones de entre 4% y 5% para 2012 (8).

 

La torta mal repartida

Si bien la popularidad de la presidenta Dilma Rousseff se encontraba en 71% en el mes de septiembre y la de su gobierno en 51% (9), producto de que la crisis capitalista apenas está comenzando a dejarse sentir en el país sudamericano y prevalece el alto crecimiento de 2010, con un desempleo bastante bajo en torno al 6%, además que en ese momento se venía de una campaña contra la corrupción dentro del propio gobierno (algo que siempre tiene una consecuencia muy efectista en las masas), es algo que le da un buen colchón a la presidenta para maniobrar en tiempos difíciles, también es cierto que, como acabamos de ver, la situación económica tiene una clara tendencia a complicarse fruto de su ralentización y de una inflación que también ha crecido más de lo esperado y que golpea, sobre todo, a los sectores más explotados de la sociedad.

 

Como es lógico, en estos casos los primeros afectados han sido los trabajadores. En septiembre de 2011, como consecuencia de la caída de la producción industrial, sectores empresariales como el automotriz y el textil comenzaron a suspender personal o anticipar vacaciones, como es el caso de  la multinacional italiana Fiat que suspendió temporalmente al 20% de sus trabajadores. En este contexto, se han estado produciendo una serie de huelgas de trabajadores de sectores de la industria pesada, los servicios, la administración pública y la agricultura, fundamentalmente. No es casualidad, entonces, que sea en septiembre, mes en el que se produjo el punto de inflexión que fue la caída del PIB impulsada, principalmente, por la paralización de los sectores manufacturero y automotriz, que se produjera el paro de los trabajadores metalúrgicos y los de las plantas ensambladoras de automóviles de General Motors. También en dicho mes se paralizaron los bancarios y los empleados de correo, a los cuales siguieron posteriormente los portuarios de la ciudad de Santos, los empleados de los aeropuertos de San Pablo y Brasilia y los de la aviación civil. Paralelamente, los trabajadores del campo, que nunca se han desmovilizado durante estos años de gobiernos petetistas, marcharon en septiembre en lo que se llamó las “Marchas das Margaridas”, movilizando unos 70.000 jornaleros que reclamaban por mejoras salariales y distribución de tierras (10).

 

Prácticamente todos estos conflictos han estado motivados por reivindicaciones salariales, en el caso de los metalúrgicos pedían un aumento de 9,5% mientras los bancarios aspiraban a un 13%. Es normal que los trabajadores reclamen mejoras cuando ven que los capitalistas están ganando más que antes mientras que a ellos la inflación todos los días les recorta sus menguados ingresos. No obstante, como se analizaba en un artículo periodístico, pareciera que por ahora estos movimientos huelguísticos no tienen la intención de ir más allá de lo meramente reivindicativo: “la renovada combatividad no ha venido acompañada de un proceso de radicalización. En general los sindicatos no se oponen al gobierno, sino que presionan a la presidenta Rousseff, al PT y al gobierno para que cumplan sus promesas al movimiento obrero y a los pobres. Está por ver qué sucederá cuando el Gobierno se muestre reacio o incapaz de hacerlo ante la nueva fase de la crisis económica mundial” (10).

 

Todo parece indicar que el gobierno de Dilma todavía dispone de un buen margen de maniobra apuntalado por el crecimiento de estos últimos años que le ha permitido desarrollar una importante política de inversión social. Por ejemplo, “un 20% de las entradas de las familias proviene de programas de transferencia de dinero del poder público, como jubilaciones, Bolsa Familia y asistencia social. Según el IPEA, en 1988 esas transferencias representaban el 8.1% de la entrada familiar per capita. De ahí para acá, gracias a los programas sociales del gobierno, 21.8 millones de personas salieron de la pobreza extrema” (11). Este mismo informe refiere que 82 millones de personas reciben algún tipo de pensión del Estado, sin embargo, un dato que no hay que desechar es que Brasil hoy, a pesar de esta inversión social del Estado, continúa siendo un país con una inmensa desigualdad social donde el 20% de la población concentra en sus manos el 65% de la riqueza nacional, lo cual lo ha convertido en el séptimo país más desigual del mundo. Este reparto desigual se traslada también a las pensiones ya que “para los servidores públicos más ricos (con una entrada mensual superior a los US$ 5.000), las pensiones representa un 9% de sus entradas mensuales. Mientras que para las familias más pobres (con entradas de hasta US$ 450), el porcentaje de jubilaciones y pensiones de la seguridad pública sólo alcanza el 0,9%. Para Marcelo Neri, del Centro de Políticas Sociales de la Fundación Getulio Vargas, en el Brasil ‘el Estado esparce dinero a manos llenas. A la hora de abrir la mano a los pobres, sólo reparte monedas; pero a la hora de tocarles a los ricos, echa mano de billetes de cien. Es así una especie de beca para las clases A y B, que tienen el 18,9% de sus entradas procedentes de sus jubilaciones. El pobre necesitado debiera de ser quien más recibiera del gobierno. Mediante el actual sistema previsional promocionamos la desigualdad’” (11).

 

La desigualdad social siempre ha sido un problema grave para el capitalismo sudamericano, la mayoría de las revoluciones en esta parte del mundo han estado alimentadas por esta lacra capitalista y, en ese sentido, es una bomba de tiempo en las entrañas del propio sistema. La pregunta que cabría hacerse es qué va a pasar si continúan cayendo los actuales ingresos brasileños, como es factible que ocurra si la crisis capitalista se mantiene, de dónde van a sacar el dinero los reformistas del PT para continuar haciendo caridad pública tratando de postergar las necesidades de cambio de las masas.

 

 

Notas:

 

(1)     http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1257

(2)     http://www.ieco.clarin.com/economia/Brasil-advierten-crisis-Europa-emergentes_0_587941286.html?print=1

(3)     http://www.clarin.com/economia/economia-Brasil-cae-primera-vez_0_592740963.html

(4)     http://www.ieco.clarin.com/economia/Brasil-enciende-amarillas-condicionan-Argentina_0_560944129.html

(5)     http://www.ieco.clarin.com/economia/crisis-Brasil-impuestos-estimular-consumo_0_601140069.html

(6)     “Por primera vez en mucho tiempo, la semana pasada hubo una salida neta de capitales de US$1.191 millones, revirtiendo el flujo positivo por US$2.614 millones que se había acumulado en los 12 primeros días del mes, según informó el Banco Central do Brasil. El jueves pasado tuvo que vender ‘dólares a futuro’ ante la evidencia de que el dólar podía alcanzar los 2 reales. Esta fuga de capitales de Brasil realimenta la salida de divisas de la Argentina. Estos datos son centrales porque Brasil tiene un fuerte déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, equivalente a 2,3% del PBI, ya que los servicios y los intereses de la deuda son muy superiores al superávit del comercio exterior. Y ese rojo –que en los 7 primeros meses de 2011 sumó casi US$29.000 millones– se financió, y con exceso, con inversiones directas y el ingreso de préstamos y créditos, aprovechando la alta tasa real de interés. Ahora, con la perspectiva de una menor actividad y menor tasa de interés real, esas inversiones directas podrían disminuir y reducirse –y más bien retirarse– una parte de los capitales especulativos”. http://www.ieco.clarin.com/economia/Brasil-enciende-amarillas-condicionan-Argentina_0_560944129.html

(7)     18/10/11 - www.aporrea.org/internacionales/n190990.html

(8)     “El ministro de Hacienda de Brasil anticipó este lunes nuevas medidas de restricciones a las importaciones, contra el ingreso de productos que representen competencia desleal para el mercado local o que se importen a precios bajos por manipulaciones en la cotización de divisas. Guido Mantega apuntó que Brasil no corre riesgo de entrar en recesión y que el Gobierno de Dilma Rousseff empleará todos los mecanismos necesarios para proteger sus industrias de la ‘guerra cambiaria’ entre algunos países como Estados Unidos y China. Esos dos países devalúan sus monedas contra otras divisas como el real, para promover sus exportaciones, por lo que Brasil viene presentando quejas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) desde 2009. Pero ahora Mantega advirtió que no permitirá que el dólar vuelva a cotizar por debajo de 1,60 reales como ocurrió durante la mayor parte del año. En sendos reportajes el funcionario explicó que ‘no sirve de nada sólo mirar los subsidios y otros medios de distorsionar la competencia. La manipulación cambiaria logra suplantar grandes aumentos de productividad o de reducción de impuestos. Es el arma estratégica que los países están usando. Ya me cansé de hablar y comencé a actuar’. Entre las herramientas que empleará Brasil para proteger sus industrias se encuentran la de tasar los productos importados con un valor en dólares específico para unidad en lugar del que se aplica hasta ahora, que es sobre un porcentaje del precio de los productos. Esa medida se implementaría dentro de tres meses y se sumaría al Impuesto sobre Productos Importados (IPI), que empezó a aplicarse este mes a todos los vehículos importados, para proteger a la industria automotriz de ese país. Los únicos exceptuados son los fabricados en el Mercosur y México, o que tengan menos de un 75 por ciento de autopartes brasileñas. Ese tipo de medidas se extendería además a los sectores textil, autopartes, químicos, plásticos y máquinas que están entre las industrias con mayor volumen de déficit comercial. El titular de la cartera de Hacienda de Brasil explicó que ‘pasé dos años hablando en el G-20 y con las instituciones multilaterales diciendo que existía el problema de la guerra cambiaria. Queríamos que la OMC tuviese en consideración el cambio. Pero la OMC dijo que eso depende de una investigación del Fondo Monetario Internacional (FMI). Eso nunca funcionó, entonces vamos a usar las defensas comerciales’”. http://www.elintransigente.com/notas/2011/12/20/brasil-anuncio-restricciones-importaciones-117034.asp

(9)     30/09/11 - www.aporrea.org/actualidad/n189724.html

(10)  http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=4400

(11)  http://condorcuba.wordpress.com/2011/12/02/desigualdad-social-y-reparto-injusto/