Otsailaren 12an Venezuelako oposizioak egindako hauteskunde primarioek iraultzaren eta kontrairaultzaren gudu berriaren hasiera markatu dute. Gudu hau urriaren 7an amaituko da lehendakaritzarako hauteskundeekin.
Según la contrarrevolucionaria Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en las primarias participaron 3.059.000 de electores y el vencedor, Henrique Capriles Radonsky, habría conseguido un triunfo arrollador con más de 1.900.000 votos. Distintos dirigentes bolivarianos han denunciado que estos datos habrían sido inflados en al menos un millón de votantes aprovechando la ausencia de máquinas captahuellas y otros mecanismos utilizados habitualmente para garantizar la limpieza de los procesos electorales. De hecho, ante el requerimiento de que se hiciesen públicos los cuadernos de votación, la MUD decidió quemarlos.
La nueva ofensiva contrarrevolucionaria y cómo derrotarla
Mientras el representante de la oposición en el Consejo Nacional Electoral (CNE), Vicente Díaz, confirmaba los datos, la Presidenta de este organismo, Tibisay Lucena, chavista, declaraba que al no existir captahuellas no podía avalar los datos de la MUD pero tampoco terminaba de confirmar claramente las acusaciones. Por su parte, el Presidente Chávez además de criticar la destrucción de los cuadernos y ausencia de captahuellas decía que se había enterado en enero de la decisión del CNE de aceptar las condiciones de la oposición y manifestaba su desacuerdo.
Desde que la oposición anunció la realización de primarias para designar un candidato unitario para las elecciones del próximo 7 de Octubre no había que ser ningún lince para comprender que no lo hacían por amor a la democracia sino para montar un gran show que anime a sus bases. Para ello eran objetivos evidentes una participación alta y una victoria arrolladora que infunda cierta aureola de líder a Capriles, por el que han apostado los sectores decisivos del imperialismo y la oligarquía venezolana. Éste, que participó en el golpe contrarrevolucionario de 2002, ha adoptado un discurso demagógico, llamando a la reconciliación, declarándose progresista y centrándose en los problemas sociales, intentando confundir a los sectores más desencantados de las masas, pero aún así lo tiene bastante difícil. Como dice el refrán, “aunque la mona se vista de seda mona se queda”.
Todo lo anterior confirma, nuevamente, el error que representa confiar en el actual aparato e instituciones del estado y seguir haciendo concesiones al enemigo con el argumento de que “así no podrá acusarnos de antidemocráticos”. Esta tendencia de la burocracia estatal a conciliar y hacer concesiones a los contrarrevolucionarios se combina con otra aún más peligrosa: atacar, criminalizar e intentar marginar a los sectores de izquierda del movimiento revolucionario que luchan contra el burocratismo y exigen que la revolución resuelva de una vez los problemas de las masas.
La gran mayoría de dirigentes bolivarianos parecen más preocupados por cuántos votos de clase media movilizan los opositores y por ofrecer “garantías” a estos y tranquilizar a los empresarios que por responder a las demandas y necesidades de los millones de trabajadores, campesinos y jóvenes que apoyan al presidente Chávez y la revolución desde hace años. Entre estos el descontento ante el mantenimiento de la economía en manos de los capitalistas y la actuación cada vez más abiertamente contrarrevolucionaria de la llamada “derecha endógena” (la quinta columna burocrática) es cada vez más amplio. Como muestran los resultados de las últimas convocatorias electorales y en particular de las legislativas de 2010 cuando, aunque el PSUV obtuvo más escaños, por primera vez la suma de todos los votos de los partidos contrarrevolucionarios logró superar a los obtenidos por el PSUV y sus aliados.
Incluso si los contrarrevolucionarios de la MUD hubiesen movilizado realmente a tres millones de votantes en las primarias (algo que tampoco sería tan sorprendente ya que en diferentes elecciones han reunido más de cinco millones) el problema no es éste sino cómo volver movilizar a los más de 7 millones que votaron por Chávez en 2006, e incluso a más, y frenar la tendencia hacia la abstención en las zonas obreras y populares manifestada en las últimas convocatorias electorales.
Este objetivo sólo se puede lograr enderezando el rumbo de la revolución y basándose en la organización y movilización de la clase obrera para acabar con la burocracia: dando respuesta a las decenas de colectivos obreros, campesinos y populares que llevan meses exigiendo mejoras salariales que palien una inflación que terminó 2011 en 27% frente al 25% previsto y acumula ya un 150% de aumento en los últimos tres años. O aprobando en todas las empresas públicas (la mayoría de las cuales llevan años sin discutir la contratación colectiva) contratos que garanticen los derechos y salarios. Acabando con la impunidad con que criminalizan las luchas obreras y populares y la organización sindical de los trabajadores no sólo los empresarios privados y multinacionales (como Mitsubishi, Toyota y otros muchos) sino también los gerentes de las empresas e instituciones del estado; ofreciendo vivienda y empleo digno para todos, garantizando un verdadero control obrero…Si la revolución diese respuesta inmediata a las necesidades de su propia base poco importaría lo que hiciese la oposición, la victoria el 7 de Octubre sería aún más arrolladora que en diciembre de 2006.
Resolver los problemas de las masas acabando con el poder de los capitalistas y burócratas
Pese al malestar y desánimo que genera entre las masas la actuación contrarrevolucionaria de la burocracia, la revolución sigue teniendo un apoyo mayoritario y las masas siguen diferenciando entre Chávez –a quien ven como un líder honesto que las despertó a la vida política consciente- y la mayoría de quienes le rodean. Lo más probable es que incluso sectores que se abstuvieron en otras elecciones se movilicen el 7 de Octubre y puedan garantizar una nueva victoria revolucionaria.
Un aspecto importante para reforzar o debilitar esta posible victoria será la política que desarrolle el gobierno bolivariano en los próximos meses. Chávez ha lanzado nuevas misiones, incrementado el gasto social para este año y ha planteado un nuevo intento de regular el precio de algunos productos. Estas medidas pueden ayudar a la victoria pero mientras se mantengan el capitalismo y la burocracia cada medida intentando responder a las masas seguirá viéndose limitada y saboteada y no podrá resolver de manera definitiva sus problemas ni satisfacer sus necesidades.
El debate acerca de la Nueva Ley Orgánica del Trabajo (LOT) , que en estos momentos centra la atención de sectores importantes de la clase obrera y de las masas, marcará un jalón importante para el futuro de la revolución. Chávez prometió recuperar la retroactividad de las prestaciones sociales (un derecho liquidado tras la traición de la central sindical contrarrevolucionaria CTV en la IV República y que en doce años de revolución no ha sido recuperado). También ha planteado acabar con la tercerización. Pero esto sólo es posible mediante una lucha decisiva contra la burocracia y los empresarios. El estado, a través de las empresas públicas, alcaldías, gobiernos regionales y ministerios es el “empleador” con más trabajadores en precario.
Los trabajadores venezolanos piden desde hace años participar en la elaboración de esta ley y que signifique un cambio drástico en las condiciones laborales, la incorporación inmediata de todos los tercerizados a las plantillas y el fin del empleo precario en el sector público y privado, la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial, la inclusión del control obrero en la ley y que ésta suponga un paso decisivo para acabar con una economía y un estado capitalistas y construir una economía y sociedad socialistas dirigidas por los trabajadores y los demás oprimidos. Pero, hasta ahora, cada vez que la presión de las bases ha planteado estos objetivos la dirección bolivariana ha vacilado y finalmente se ha quedado a medio camino, intentando contentar a trabajadores y empresarios.
Durante los últimos meses varios dirigentes chavistas incluido el propio Chávez han hecho declaraciones en el sentido de que una de las reivindicaciones más sentidas como la reducción de jornada laboral a 6 horas sin reducción salarial (algo que se incluía en la reforma constitucional de 2007) es imposible y hay que aumentar la productividad “trabajando más”. Este es el peor camino para garantizar una victoria electoral contundente. Lo mismo ocurre con el debate en SIDOR y otras empresas básicas. La táctica de la burocracia es decir al Presidente y las masas que todo va bien, “a paso de vencedores”, que los objetivos de producción se están cumpliendo, que los tercerizados están siendo incorporados, que el nombramiento de algunos trabajadores y/o empleados como gerentes o incluso presidentes y directivos de las empresas es control obrero, etc. Cuando la realidad es que esto está generando un creciente malestar entre los trabajadores y ,de mantenerse, esta situación el no será el desarrollo del control obrero sino el que esta capa de trabajadores pueda servir de base a la burocracia y ser cooptada a sus filas.
Tanto estos procesos como la tendencia creciente de sectores del gobierno a calificar protestas y luchas que expresan el descontento e impaciencia de las bases con las contradicciones que acumula (cortes de tráfico, huelgas en empresas públicas, etc) como contrarrevolucionarias, representan un peligro mortal para la revolución. Ceder a la presión de los sectores derechistas del movimiento bolivariano y de los empresarios sólo puede golpear y debilitar la moral de las bases revolucionarias.
La enfermedad de Chávez y la lucha entre la burocracia y los revolucionarios en el campo bolivariano
La nueva operación a la que ha tenido que enfrentarse recientemente el Presidente Chávez y su ausencia del país por un tiempo que aún no está claro ha vuelto a sembrar preocupación entre las bases. La oposición contrarrevolucionaria, con su cinismo y desprecio habitual por el sentir del pueblo y la vida humana, celebra cada noticia negativa respecto a la salud del Presidente e intenta utilizar la enfermedad de éste para recuperar la iniciativa y golpear la moral de las masas obreras y populares. Entienden que sin Chávez, o con éste limitado, sus objetivos pueden verse facilitados por dos vías. La primera y más evidente la desaparición o menor protagonismo de un líder carismático con el que nunca han podido competir a la hora de ganar la simpatía de las masas. La otra, más sutil, que la derecha del movimiento bolivariano, con un Chávez ausente o gravemente mermado en sus facultades, pueda imponerse y empujar al PSUV y la revolución definitivamente hacia la derecha y descarrilarla.
La quinta columna burocrática enquistada en el chavismo también está intentando aprovechar la enfermedad del presidente para pasar a la ofensiva. Durante estos meses de enfermedad, aprovechando las ausencias y menor actividad del Presidente forzadas por las operaciones, la quimioterapia y los períodos de reposo, han estrechado el anillo burocrático alrededor de Chávez intentando separarle de las bases, presentando cada reivindicación o protesta de éstas como contrarrevolucionaria.
En el caso, que obviamente ningún revolucionario desea, de que la enfermedad obligase a Chávez a reducir de manera significativa su participación, los sectores burocráticos y reformistas pasarán a la ofensiva contra las aspiraciones revolucionarias de las bases de un modo aún más claro. Desde el principio de este proceso revolucionario existe un sector derechista dentro del propio chavismo que vería con buenos ojos algún tipo de acuerdo o pacto con el sector supuestamente más moderado, o menos radical, de la contrarrevolución para frenar la revolución y renunciar a cualquier tentación de romper con el capitalismo. Este sector que muchas veces las propias bases, con un certero instinto de clase denominan como “chavismo sin Chávez”, “quinta columna” o “derecha endógena” lleva tiempo esperando un momento como éste.
El gobernador de Barinas y hermano del presidente, Adán Chávez, ha denunciado recientemente que hay muchos Judas Iscariote dentro de la revolución. Todo indica que con el argumento de la unidad los sectores más derechistas de la burocracia ya están planteando un cierre de filas y promoviendo la idea de que cualquier crítica a sus políticas y actuaciones favorece a la contrarrevolución. Antes o después es inevitable una lucha entre el ala izquierda y el ala derecha del movimiento bolivariano. El factor fundamental que la ha evitado hasta ahora ha sido el margen de maniobra que todavía concede la renta petrolera y sobre todo la autoridad y el liderazgo de Chávez. La táctica de la quinta columna ha sido esconder sus verdaderas políticas, objetivos e intenciones, repitiendo el discurso de Chávez y haciendo todo lo contrario. Pero la situación de crisis del capitalismo mundial y agudización de la lucha de clases en todo el mundo les empujará a tener que mostrar, más pronto que tarde, su verdadera cara e intenciones y enfrentarse de manera aún más clara y abierta a las bases revolucionarias.