Hugo Chavezek irabazi ditu Venezuelako presidentetzarako urriaren 7ko hauteskundeak. Botoen %56 lortu ditu eta Capriles Radonski aurkari kontrairaultzaileak %44, 39. Emaitza hauek parte hartze gehien izan duten hauteskundeetan lortu dira, hain zuzen ere, %80,9ko parte hartzea izan baita. Chavezek 24 estatuetatik 22tan irabazi du eta sufragio kopuruak inoizko babes handiena lortu duen presidentea dela erakuste du.

La clave de esta victoria ha sido que las masas explotadas de los barrios populares de las ciudades y del campo se ha movilizado una vez más masivamente en apoyo a Chávez y al proceso revolucionario, como ya lo hiciera en anteriores elecciones presidenciales, en agosto de 2004 para evitar la revocación del Presidente o cuando derrotó en la calle el golpe de estado y el paro de los empresarios en 2002 y 2003.

En este caso, además, el peligro de una victoria de la reacción era muy real. La derecha contrarrevolucionaria venía fomentando un discurso de euforia entre sus bases y centrando su campaña en las contradicciones internas y fallas de la revolución, prometiendo demagógicamente “el oro y el moro” a los sectores más desmoralizados de las masas con el objetivo de que sectores que otras veces apoyaron a Chávez no votasen o lo hiciesen por Capriles. Éste, miembro de una de las principales familias burguesas y procedente de la ultraderecha (militó en su juventud en la secta fascista Familia, Tradición y Propiedad y dirigió como Alcalde del Municipio Baruta el asalto a la embajada cubana durante el golpe de 2002) y líder de Primero Justicia (PJ), partido hermano del PP, no dudó en presentarse como “admirador de Lula”, “progresista” y prometer mantener y ampliar los programas sociales de Chávez.

Pero el instinto de clase de las masas, su conciencia y voluntad de seguir empujando hacia delante la revolución se han impuesto. La impresionante toma de Caracas el 4 de octubre, la marcha más masiva realizada a lo largo de este proceso revolucionario, ya demostró que las bases revolucionarias estaban alerta y movilizadas. Más que una marcha fue una toma total de la capital que desbordó las siete avenidas inicialmente previstas y paralizó toda Caracas. Nada que ver con la movilización opositora del domingo 30 de septiembre, que los medios de comunicación burgueses presentaron como “la mayor de la historia de Venezuela” y que, aunque movilizó a un número significativo de opositores, sólo llenó parcialmente una de esas mismas siete avenidas.

Las masas obreras y populares entendieron claramente que lo que estaba en juego era la posibilidad de que la contrarrevolución llegara al poder y lanzase un ataque decisivo contra los avances conseguidos durante estos trece años de revolución y contra otros muchos derechos y reivindicaciones obreras y populares que todavía están pendientes.

El descontento de las bases y la lucha por defender y completar la revolución

Uno de los problemas que enfrentaba la revolución bolivariana desde la derrota en el referéndum de la reforma constitucional de diciembre de 2007 es que entre 2 y 3 millones de votantes que apoyaron a Chávez en las presidenciales de 2006 se han abstenido en los siguientes procesos electorales. En barrios obreros y populares donde históricamente Chávez ganaba con 65, 70 e incluso 80% de los votos, estos porcentajes habían disminuido en las últimas convocatorias al 60% e incluso 55%. El 7 de octubre la clase media y una parte de los sectores más atrasados de las masas se movilizó siguiendo la demagogia de Radonski pero los barrios populares volvieron a movilizarse masivamente, alcanzando porcentajes bastante cercanos a los de 2006 y 2004.

Estos resultados no son ningún cheque en blanco ni una vuelta a las elecciones de 2006. En estos seis años las masas, y especialmente los centenares de miles de activistas obreros y populares que componen su vanguardia, han vivido experiencias decisivas que les están haciendo sacar conclusiones cada vez más avanzadas.

Las contradicciones que se acumulan en las empresas nacionalizadas, donde -tras luchar durante años contra los capitalistas- los trabajadores están teniendo que enfrentarse al sabotaje contrarrevolucionario y los ataques a sus derechos por parte de los burócratas del estado (la llamada “quinta columna”). El debate sobre el control obrero, donde lo que se ha hecho (nombrar a trabajadores como directivos sin poner el control y la dirección de la empresa realmente en manos de los trabajadores) no sirve para lograr los objetivos de controlar realmente la empresa, acabar con el burocratismo y las corruptelas y desarrollar la producción garantizando y mejorando los salarios y derechos de los trabajadores. Los propios Consejos Comunales, que debían -según el propio Presidente Chávez tras las elecciones de 2006- llevar a un Estado comunal basado en el poder popular que sustituyese al Estado burgués, no lo han hecho. Todas estas luchas y experiencias están haciendo sacar conclusiones revolucionarias a las masas.

En muchos actos electorales éstas aprovecharon la movilización de apoyo a Chávez para llevar pancartas y lanzar consignas contra muchos gobernadores y alcaldes bolivarianos. Durante las últimas semanas de campaña los trabajadores de varias empresas clave nacionalizadas durante los últimos años (SIDOR, Abastos Bicentenario y las empresas del cemento o Petrocasa) protagonizaron movilizaciones masivas en las que, al mismo tiempo que manifestaban su apoyo a la revolución y a Chávez exigían solución a sus problemas y denunciaban a la burocracia.

Si analizamos cuidadosamente los resultados del 7 de octubre vemos también ese descontento. Con un censo incrementado en casi cuatro millones de votantes respecto a 2006, la oposición aumenta sus votos, comparando con entonces, en más de 2 millones y la revolución en alrededor de 800.000, difícilmente llegará al millón. Por estados el descontento existente en las filas revolucionarias se manifiesta claramente. Mientras en estados donde gobierna la oposición la revolución mejora sus resultados (el Zulia –que además es el estado más poblado del país- es el caso más claro, con un 55-45 a favor de Chávez) en otros gobernados por dirigentes bolivarianos se pierde (Mérida) o se obtienen resultados muy ajustados. Es el caso de Bolívar, donde se ubica la industria pesada –SIDOR y otras- y el gobernador ha sido muy cuestionado. O Anzoátegui, donde el gobernador Tarek William Saab ha abandonando los barrios, desoído al pueblo y apoyado a la multinacional Mitsubishi contra la lucha de los trabajadores dirigidos por el sindicato revolucionario SINGETRAM y la diferencia es 51%-49%, cuando habitualmente Chávez cosechaba más del 60% de los votos.

Organizarnos para completar la revolución acabando con los capitalistas y burócratas

El Presidente Chávez ha visto estas muestras de descontento y en la entrevista que le realizaban varios periodistas la noche de cierre de campaña planteaba la idea de reconvertir el Ministerio de la Presidencia en una especie de unidad de seguimiento y control para garantizar la eficiencia en el cumplimiento de los planes. Esto refleja un intento de querer responder a los problemas, pero es necesario abrir un debate a fondo sobre cuáles son las medidas que garantizan realmente que la revolución llega hasta el final y resuelve los problemas existentes y cuáles no.

El nombramiento de un grupo de activistas como funcionarios, por muy revolucionarios que sean, ya se ha ensayado en otras revoluciones. Lamentablemente esto por sí solo no ha resuelto los problemas de burocratismo, ineficiencia, sabotaje o corrupción. Al contrario, en algunos casos esos mismos cuerpos o instituciones llamadas a controlar las desviaciones han acabado burocratizándose, desviándose y corrompiéndose. La clave es sustituir la vieja estructura del estado, que sigue siendo burguesa, por un verdadero estado revolucionario. El poder debe estar en manos de Consejos de trabajadores, campesinos y vecinos elegibles y revocables democráticamente en todo momento. Cada uno de estos consejos debe designar voceros, insistimos: elegibles y revocables en todo momento, a Consejos centrales a nivel local, estadal y nacional culminando en una Asamblea nacional de Consejos Obreros y Populares y comunas socialistas que ejerza el poder. Los cargos y responsables electos deben cobrar el salario de un trabajador cualificado.

Otro aspecto clave es que la revolución no podrá seguir manteniéndose sobre la base de utilizar los ingresos del petróleo (que, además, se verán afectados por la crisis capitalista mundial antes o después) para construir viviendas, dar pensiones, mejorar la salud y educación, etc. sin tocar la propiedad privada de los medios de producción. La gran mayoría de bancos y fábricas sigue controlada por la burguesía venezolana y las multinacionales imperialistas, que utilizan este control para sabotear la economía y llenarse los bolsillos mientras los trabajadores y el pueblo seguimos sufriendo lacras sociales como la pobreza, desempleo, déficit habitacional, inseguridad… Los empresarios privados siguen utilizando una mínima parte de la capacidad productiva de sus empresas (entre un 42 y un 52% según ellos mismos). Y eso pese a los llamados constantes y facilidades que les ha dado el gobierno: Fondos Bicentenario y otros, dólares preferenciales… Los datos oficiales hablan de un 6 o 7% de desempleo, pero un 65% de la población económicamente activa sigue trabajando en la economía informal. Los empresarios –y lamentablemente también muchos gerentes de empresas públicas- incumplen la Ley del Trabajo y aplican políticas antiobreras y antisindicales.

En ese sentido los llamados por parte de distintos dirigentes bolivarianos a sectores de la alta burguesía a que ellos también deberían votar a Chávez y que sus intereses y propiedades no serán cuestionados, dificultan el objetivo de comprender cuáles son las tareas inmediatas para la revolución. Estas ideas son defendidas en estos momentos por muchos dirigentes del PSUV y la JPSUV. El propio Presidente Chávez, al mismo tiempo que insistía en que el socialismo es innegociable y se comprometía con el pueblo a reducir la pobreza a cero y garantizar vivienda a todos los venezolanos en 2019 se hacía eco de esta presión en varios discursos y entrevistas, llamando a la unidad nacional y prometiendo respetar las propiedades de los grandes grupos empresariales.

Pero los objetivos de pobreza cero, pleno empleo, y una vida digna para los casi treinta millones de venezolanos son incompatibles con el mantenimiento de la propiedad de los principales bancos y empresas en manos de los oligarcas. El Presidente Chávez tendrá que elegir entre nacionalizar los medios de producción poniendo el estado y la economía  bajo la gestión directa de la clase obrera y los oprimidos (única manera de garantizar la planificación democrática de la economía y resolver los problemas) o, si no se da este paso, incumplir sus promesas, no resolver los problemas existentes y que el descontento siga aumentando.

El peligro de una victoria contrarrevolucionaria no ha desaparecido. La oposición seguirá con su estrategia de aprovechar las fallas, incumplimientos y burocratismo que existen dentro del estado venezolano para intentar minar la moral de las masas. Dentro de las filas bolivarianas existen sectores burocráticos y reformistas que desde hace años apuestan a la reconciliación y la negociación. Durante la campaña algunos dirigentes opositores, oliendo la derrota, rompieron con Capriles y pidieron el voto a Chávez. Ahora estos oportunistas podrían postularse como candidatos a construir esa derecha dialogante, una especie de partido-puente para ensayar algún tipo de negociación y pacto para frenar la revolución con los sectores más a la derecha del movimiento bolivariano.

Las bases del PSUV y de la JPSUV y del conjunto del movimiento bolivariano (la UNETE, la CSBT,) debemos organizarnos en torno a un programa genuinamente socialista y construir una corriente marxista revolucionaria que luche por acabar con el poder de los capitalistas y burócratas y dar los pasos decisivos que permitan construir y hacer realidad el socialismo.

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