Masen mobilizazioarekin garaitu behar da erreakzioaren ofentsiba!!!
[Gaztelaniaz]
La proclamación de la república catalana por el Parlament de Catalunya ha provocado una reacción inmediata y furiosa por parte del Estado, el gobierno del PP, Ciudadanos (Cs) y PSOE: a través del artículo 155 de la Constitución están tomando medidas que, en la práctica, significan un golpe de Estado contra los derechos democráticos del pueblo de Catalunya y una amenaza muy seria para los de la población del Estado Español.
El PP, Cs y los dirigentes del PSOE han suspendido la autonomía de Catalunya, una conquista democrática que el pueblo catalán alcanzó tras años de lucha contra la dictadura franquista. Una decisión adoptada tras encarcelar sin fianza a dos dirigentes del movimiento por la república catalana, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, y después de emplear la violencia policial más salvaje contra millones de ciudadanos, trabajadores y jóvenes que ejercieron su derecho a decidir el pasado 1 de octubre.
Por otro lado, los políticos burgueses del PDeCAT fueron mucho más lejos de lo que querían tras ser empujados por la impresionante movilización de las masas (de ahí sus caras de funeral cuando el Parlament proclamó la república). Desde que la burguesía catalana comprendió que se había abierto una crisis revolucionaria y exigieron a Puigdemont y los suyos que recularan, todo lo vivido desde el 3 de octubre han sido maniobras constantes para retroceder y ceder ante el PP y el Estado español. Ahora el esperpento es total: hay una desbandada completa del Govern, y especulaciones de que podrían pedir refugio en Bélgica.
La burguesía catalana y sus representantes políticos del PDeCAT están traicionando una vez más la causa de Catalunya y la república. Ya se están preparando para olvidar todo lo ocurrido y participar en las elecciones del 21D aceptando todas las medidas represivas en curso. Y si las elecciones son una cita decisiva para millones de catalanes, pues la burguesía española las ha presentado como un plebiscito a favor o en contra del derecho a decidir y de la república catalana, no es menos claro que ahora es el momento de enfrentar la ofensiva de la reacción con una estrategia de lucha clara.
La república catalana y la represión del régimen del 78
Lo ocurrido estos meses en Catalunya encierra grandes lecciones, hasta el punto de que una lucha de clases tan abierta y descarnada, inducida en este caso por la opresión nacional, y donde todas las ideas y las organizaciones políticas están siendo puestas a prueba, no es algo habitual en la historia.
Dice el refrán que no hay más ciego que el que no quiere ver. Y en la izquierda parlamentaria la ceguera ha llegado a un punto tan extremo, que sólo hay dos posiciones públicas: los que respaldan el 155 y se manifiestan de la mano de la derecha blandiendo la bandera rojigualda y apelando a la España una, grande y libre; o aquellos dirigentes que hablan de “dialogo” pero afirman que el 155 y la declaración de la república catalana son las dos caras de la misma moneda, equiparando la actuación de un gobierno reaccionario que defiende los intereses de la oligarquía española y catalana, con un pueblo que desafía en las calles la opresión nacional de la que es víctima y que ha abierto una crisis revolucionaria.
La idea de que el resultado del referéndum del 1-O no puede ser proclamado porque no es legítimo significa un desprecio absoluto a la voluntad popular. Más de 2.200.000 personas defendieron e impusieron su derecho a votar enfrentándose a las porras y pelotas de goma de decenas de miles de policías y guardias civiles. ¡Qué ejemplo de democracia real más extraordinaria cuando un pueblo resiste la violencia que el Estado impone “legalmente” para aplastar sus derechos!
Venciendo todos los obstáculos, arriesgando su integridad física, con más de 1.000 heridos a manos de la policía nacional y la Guardia Civil, las masas de Catalunya consiguieron que el referéndum declarado ilegal por un gobierno de corruptos y un jefe de Estado al que nadie ha elegido se celebrase. El porcentaje de participación de este referéndum fue superior al de las elecciones europeas de 2014. El número de votantes a favor de la república catalana fue claramente superior al de votos favorables al Estatut de Autonomía, la norma que regula la relación de Catalunya con el Estado español durante los últimos 40 años. ¡Qué elección podría tener más legitimidad que ésta, conquistada mediante la lucha, la movilización y la resistencia frente a toda la maquinaria represiva del estado!
Los marxistas revolucionarios, contrarios a cualquier tipo de opresión nacional y de clase, pensamos que esta impresionante lucha de las masas por la república catalana, y la proclamación de la misma, suponen un tremendo golpe al régimen del 78. Por eso los defensores de este régimen han lanzado un ataque por tierra, mar y aire no sólo para impedir que la república sea un hecho, sino para intentar borrar de la mente de las masas catalanas y del resto del Estado cualquier esperanza de que pueda realizarse.
Los capitalistas, ya sean catalanes, españoles o europeos, han comprendido mejor que los dirigentes de la izquierda reformista el significado político del referéndum del 1 de Octubre y la huelga general masiva del 3 de Octubre. El ejemplo del pueblo catalán, demostrando con la movilización en la calle que sí se puede derrotar el poder represivo del Estado, ha conquistado la solidaridad activa de las masas oprimidas de Europa y de todo el mundo, convirtiéndose en un punto de referencia para millones de jóvenes y trabajadores. Al imponer el referéndum mediante su acción directa y paralizar Catalunya con la impresionante huelga general del 3 de Octubre, el pueblo catalán, con la juventud a la vanguardia, abrió una crisis revolucionaria. El objetivo de todos los sectores de la clase dominante es cerrar esta crisis cuanto antes, imponiendo una severa derrota al movimiento para que sirva de lección al resto de pueblos en lucha y a todos los explotados.
El bloque monárquico reaccionario y las elecciones del 21D
Conscientes de lo que hay en juego, y debido a la enorme fuerza del movimiento de masas a favor de la república catalana, el gobierno de Rajoy, el aparato del Estado, la Corona, el Ejército y los partidos del régimen —destacando el PSOE de Pedro Sánchez— han trazado una estrategia muy clara: mantener la represión en Catalunya y al mismo tiempo combinarla con la convocatoria de elecciones para el 21 de diciembre. Con esta decisión demuestran que temen una explosión revolucionaria, y que prefieren basarse en las incoherencias y los graves errores de los políticos burgueses del PDeCAT para resolver esta situación y ensanchar su base de apoyo en Catalunya y fuera de ella. Al mismo tiempo, y para reforzar su posición, endurecen una furiosa campaña del miedo que pasará a la historia, y siembran la división y el enfrentamiento en el seno de los trabajadores y del pueblo de Catalunya.
Esta campaña ya lleva muchas semanas en marcha, y cuenta con el apoyo entusiasta de la burguesía y la oligarquía catalana. Alrededor de 1.700 empresas han anunciado desde el 3-O su salida de Catalunya, trasladando un mensaje muy concreto: la república catalana amenaza el empleo, y puede suponer la destrucción de miles o decenas de miles de puestos de trabajo. Y hay que reconocer que esta campaña está teniendo efectos porque desde la dirección del movimiento de liberación nacional catalán, en manos mayoritariamente de los políticos burgueses del PEDeCAT, pero también de ERC y de la CUP, no se ha contestado con hechos concretos. La única manera de hacerlo era señalando que la república catalana significaría la toma de decisiones inmediatas contra los recortes al gasto social, en defensa de la sanidad y la educación públicas, contra el sabotaje de los capitalistas asegurando la nacionalización de la banca y de las grandes empresas para defender el empleo, los salarios y mejorar las condiciones de vida del pueblo y los trabajadores.
Pero nada de esto se ha hecho. Al contrario. Desde el 3 de octubre la iniciativa la ha tomado la reacción y el régimen del 78. Es más, ante la aplicación del 155, desde el Govern y los partidos que lo sustentan el espectáculo no ha podido ser más bochornoso. Una aceptación de todas las medidas represivas sin plantear ninguna respuesta seria basada en la movilización, lo que trasmite la venalidad y la cobardía de unos dirigentes que no sólo no están a la altura del pueblo catalán, sino que no creen en la causa de la república por que no quieren romper con el sistema capitalista.
Aprovechando que la dirección del movimiento no ha presentado ningún plan de lucha para derrotar el 155 y hacer efectiva la república catalana, el PP y la burguesía española sigue tomando la iniciativa. La organización de movilizaciones como la del 29 de Octubre en Barcelona en defensa de la unidad de España, y a la que asistieron más de 300.000 personas, ha ido acompañada de una ofensiva mediática que pretende ganar el apoyo de un sector de los trabajadores. Fomentando el miedo a la pérdida de puestos de trabajo y diseminando la crítica al nacionalismo catalán como una ideología de las élites explotadoras, racistas y contrarias a la población inmigrante de Catalunya, en esta campaña de amalgamas y demagogia la clase dominante española está contando con el servicio inestimable de un sector de la izquierda, socialista y estalinista, que se ha entregado sin recato a la reacción marcando nuevas cotas en su degeneración política.
Tras llenarse la boca hablando de oposición al PP, Pedro Sánchez se ha arrastrado detrás de Rajoy respaldando todas sus medidas. Lo mismo han hecho Iceta y los dirigentes del PSC, más allá de declaraciones para la galería llamando al diálogo. El papel de comparsa de estos dirigentes— destacando por derecho propio José Borrell, nuevo ídolo de los medios de comunicación de la burguesía— entusiasmados con las medidas franquistas del PP y contribuyendo a propagar el chovinismo españolista en los barrios obreros, es un crimen.
Mención aparte merece la participación en la manifestación españolista del 29-O de Paco Frutos, ex dirigente del PCE y CCOO. El papel reservado a este veterano estalinista en el aquelarre reaccionario del 29-O fue, entre otros, atacar histéricamente la huelga convocada por el Sindicat d’Estudiants el 25 y 26 de Octubre y a la juventud que se ha movilizado contra la represión franquista. No es tampoco casual. La burguesía busca utilizar el pasado “comunista” y anti-franquista de este dirigente absolutamente desprestigiado entre la izquierda que lucha, para dirigirse sobre todo a sectores de la clase obrera castellano-parlante con tradición de izquierdas y sembrar la máxima confusión, división y enfrentamiento posible.
La experiencia de estos meses de vértigo está demostrando que sólo hay un modo de derrotar esta ofensiva reaccionaria: movilizando a las masas en la calle como se hizo el 1 de Octubre y en la huelga general del 3 de Octubre. Para ello es imprescindible ganar a esos sectores de la clase obrera catalana que inicialmente permanecían al margen de esta lucha, muchos de los cuales se movilizaron el 1 y el 3 contra la represión y expresando su rechazo al PP y que hoy ven con una mezcla de incertidumbre y escepticismo lo que está pasando.
La causa de esto, e incluso del vértigo a lo que puede suponer la república catalana que hay entre sectores de la clase obrera, no se debe a que no estén dispuestos a luchar contra el PP y el régimen del 78. La causa es que tras la huelga general del 3-O, en lugar de mantener al pueblo movilizado, organizar y extender los Comités de Defensa del Referéndum (CDR), celebrar asambleas en los barrios y combatir la campaña del miedo de la burguesía española y catalana con una política socialista y de clase, se envió a las masas a casa y se dejó de nuevo la dirección del movimiento en manos de Puigdemont y el PDeCAT.
La república catalana sólo triunfará y se hará efectiva si está ligada a un programa político y de acción contra los recortes y la austeridad, que rompa con la lógica del capitalismo y con el dominio de la oligarquía, tanto española como catalana. La república catalana debe ser del pueblo y para el pueblo, de los oprimidos, la juventud y los trabajadores. No podemos dejar esta república y su defensa en manos de los políticos burgueses del PDeCAT, que como Mas, Puigdemont y compañía se han resistido a proclamar el resultado del 1-O hasta el último minuto y siguen mostrando su cobardía.
Ante la ofensiva del aparato del Estado y el bloque formado por PP, Cs y el PSOE, es completamente escandaloso que los dirigentes del movimiento, especialmente del PDeCAT y de ERC, se nieguen a poner en marcha un plan de lucha consecuente para defender la república proclamada. Temen al movimiento de las masas más que a la burguesía española, porque los obligó a llegar hasta donde no querían y puede abrir un proceso revolucionario que también los barra a ellos. Por eso pretenden limitar la proclamación de la república catalana a un acto simbólico, y desmovilizar y paralizar a las masas.
La izquierda equidistante
Si el bloque reaccionario está avanzando sembrando la confusión y los prejuicios españolistas en sectores de los trabajadores, no sólo es por la responsabilidad del PSOE o por el papel de los dirigentes de CCOO y UGT, que en la práctica colaboran con la burguesía española y catalana cuando justifican la aplicación del 155 negándose a denunciar y combatir la represión del Estado. Los dirigentes de organizaciones que cuentan con un gran apoyo parlamentario y en teoría están a la izquierda de la socialdemocracia, como Podemos o Izquierda Unida, también están aportando su grano de arena a esta confusión. Cuando defienden la equidistancia entre el régimen del 78 y el movimiento de masas desatado en Catalunya, o cuando hablan de que la república catalana no es “legal” ni “legítima”, lejos de ayudar a la causa de los trabajadores y la juventud catalana, lejos de contribuir a la lucha contra todo tipo de opresión nacional y de clase, refuerzan muchos de los argumentos de la burguesía española.
En una coyuntura histórica como la actual todas las organizaciones se retratan. ¿Cuál debería ser el papel de Unidos Podemos en este momento? La respuesta es obvia: encabezar y organizar la respuesta masiva en la calle contra el 155, y el movimiento de solidaridad con la república catalana vinculándolo a un programa contra los recortes y la corrupción que sirva para sacar al PP de la Moncloa y derrotar el régimen del 78. Pero lejos de ello siguen insistiendo en argumentos que reflejan la mella que hace en su discurso la campaña de la reacción: el 155 y la república catalana son el resultado de la falta de “diálogo” y de “responsabilidad” política. Es como si estos dirigentes nunca hubieran oído hablar de la lucha de clases, y no entendieran que si hemos llegado a este punto es porque el Estado centralista y el régimen del 78 jamás aceptarán un referéndum pactado y legal en Catalunya sobre el derecho de autodeterminación. Y no lo aceptará por que la burguesía española no va a renunciar a un mercado como el catalán, que representa casi un tercio del PIB español, y porque la “voluntad popular” les trae al pairo. Jamás consentirán que la proclamación de la república se lleve a cabo “legalmente”, porque eso abriría las compuertas —como ya está sucediendo— a un movimiento de masas que más tarde o temprano se contagiaría al resto del Estado y podría acabar con su régimen.
De todos estos dirigentes, Alberto Garzón, coordinador de Izquierda Unida, es el que con más virulencia se ha posicionado contra las aspiraciones democrático-nacionales de millones de catalanes, despreciando un movimiento de masas que se ha enfrentado al PP y al Estado con una determinación que ha inspirado a los oprimidos de todo el mundo. Un dirigente que siempre ha hecho gala de republicano, se ha opuesto con toda vehemencia a la república catalana, y lo ha hecho esgrimiendo como argumento que rompe con la legalidad del Estado y de la burguesía española. Y lo peor es que pretende justificar su postura haciendo referencia a los grandes pensadores marxistas, cuando en realidad falsifica de forma grosera el marxismo y se acerca a las posturas del chovinismo españolista, facilitando al bloque reaccionario su objetivo de meter una cuña dentro del movimiento obrero y extender los prejuicios del españolismo.
Garzón dice que es marxista. Pero el principio de la dialéctica marxista es que la verdad es siempre concreta. No han sido Puigdemont ni el PDeCAT quienes han desafiado al régimen del 78, sino el movimiento revolucionario de las masas catalanas. Por supuesto que las diferentes formaciones políticas de la burguesía catalana, Convergencia y sus sucesoras, han sostenido siempre la estabilidad capitalista, apoyando a los gobiernos de Felipe González y Aznar, defendiendo de manera clara los intereses de la oligarquía catalana. El viraje hacia el independentismo de Mas, Puigdemont y el PDeCAT representó, en su momento, una maniobra política para desviar la atención sobre sus políticas de recortes, y neutralizar la gran contestación social que se había desatado contra ellos en las calles de Catalunya. Está claro también que la posición de los compañeros de la CUP, dando apoyo parlamentario al PDeCAT para aplicar su agenda neoliberal a cambio de que se mantuviesen dentro del bloque independentista, ha sido un completo error.
Pero igual de erróneo, o más aún por lo que está en juego, es que cuando Puigdemont y el PDeCAT están completamente superados por un movimiento de masas que abre una crisis revolucionaria, Garzón y muchos otros nieguen apoyo a este movimiento, tachándolo de reaccionario, y se dediquen a implorar a Rajoy y Puigdemont que arreglen el problema negociando. Pero, ¿negociar el qué y con quién? ¿Un referéndum “pactado y legal” con el mismo Estado y el mismo gobierno que blande la porra y aplica medidas de excepción antidemocráticas al pueblo de Catalunya?
Alberto Garzón ha dicho que “sólo con que Rajoy y Puigdemont se sentaran a dialogar ya se solucionaría parte de la tensión” que se vive en Catalunya. ¿Qué tiene esto que ver con la posición de Marx y Lenin ante la opresión nacional y la revolución? Nada, no tiene nada que ver, pero sí mucho con la posición de Carrillo en 1976-1978, cuando la dirección del PCE —entonces el partido de masas de la clase obrera— llamaba al diálogo y al consenso con la burguesía española y los herederos de la dictadura para abortar una situación revolucionaria que se les escapaba de las manos.
Carrillo y el PCE, junto a Felipe González y el PSOE, fueron los principales artífices del régimen del 78. Hoy, a pesar de la dignidad y el compromiso con la causa del socialismo de muchos de sus militantes, el PCE no es la sombra de lo que fue. ¿No tendrá que ver su política en la Transición con su derrumbe posterior? La dirección del PCE sacrificó la lucha heroica de millones en aras de “consolidar la democracia”, esto es, permitir a la burguesía retomar el control de la situación, apoyando la monarquía y oponiéndose al derecho de autodeterminación de Catalunya, Euskal Herria y Galiza. El resultado fue quedar reducido a la insignificancia política en estos territorios. ¿Por qué Garzón no saca las conclusiones de estos hechos?
Hace más de 100 años que Lenin escribió un magnífico texto, El derecho de las naciones a la autodeterminación, fijando la posición de los marxistas revolucionarios en este terreno. Lenin no era nacionalista, ni Marx, ni Engels. Eran internacionalistas, pero entendían que la defensa del derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas, como hoy es el caso de Catalunya, era algo prioritario en la batalla por el socialismo. Luchar contra la opresión nacional es igual de importante que luchar contra la opresión de clase. Por supuesto, en el movimiento de liberación nacional los marxistas nunca nos subordinamos a la burguesía de la nación oprimida, en este caso a la burguesía catalana, ni a su representación política hasta el momento, el PDeCAT, sino que, al mismo tiempo que abogamos por el derecho de autodeterminación — que significa obviamente el derecho a la independencia— lo ligamos a la lucha por un programa revolucionario y la transformación socialista de la sociedad.
La crisis actual en Catalunya, como en otras épocas de la historia, ha abierto la posibilidad de conquistar la república catalana por métodos revolucionarios, basados en la acción directa del pueblo, la juventud y los trabajadores. Eso es lo que aterroriza a la burguesía catalana, que rápidamente ha dictado un ultimátum a las masas: abandonad vuestras pretensiones revolucionarias o desataremos el caos económico y os hundiremos en la miseria. ¡Es lo mismo que hizo la burguesía griega y europea contra el pueblo griego!
Todos estos hechos ¿no hacen reflexionar al compañero Garzón? ¿Qué conclusión se puede sacar de la alianza entre la burguesía catalana y la española para evitar la proclamación de la república catalana? Garzón, y otros que defienden su posición, dicen que son marxistas e incluso leninistas. Pero, ¿dónde y cuándo abogó Lenin por un acuerdo con la burguesía rusa o con el régimen zarista para conquistar el derecho de autodeterminación de Ucrania, Polonia, Finlandia o los países bálticos? Lenin y los bolcheviques unieron a las masas de las naciones oprimidas por el zarismo y a los trabajadores de la nación opresora, la Gran Rusia, inscribiendo en su bandera el derecho a la autodeterminación —esto es, el derecho a la independencia— junto a la lucha por el derrocamiento del orden capitalista, por el socialismo.
Garzón y otros dirigentes de IU y de Podemos abogan por “un proceso constituyente”, incluso por la “República Federal”. No aclaran qué orientación de clase, capitalista o socialista, debería tener ese proceso constituyente o esa república federal. Pero más allá de eso, ¿cómo pretenden imponer ese proceso constituyente o esa república? ¿Mediante el acuerdo con el Estado franquista y el PP? ¿Alcanzando un consenso con la burguesía española?
La proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931 fue el resultado de la acción revolucionaria de las masas, de la ciudad y del campo, que echaron abajo la dictadura de Primo de Rivera, y con sus huelgas y movilizaciones masivas a lo largo de 1930 y 1931 pusieron a Alfonso XIII rumbo al exilio. La proclamación de la república, que fue aceptada a regañadientes por los capitalistas y la burguesía como un mal menor, no pudo contener el movimiento de los trabajadores, los campesinos sin tierra y la juventud hacia la revolución socialista.
La analogía histórica tiene su importancia, pues una república catalana ganada mediante la acción revolucionaria implicaría necesariamente un combate frontal de las masas contra el PDeCAT y Puigdemont, contra toda esta oligarquía política y económica que ha gobernado Catalunya con las mismas recetas neoliberales que el PP, y abriría las puertas a un gobierno de la izquierda que cuestionaría los recortes y la austeridad. Los capitalistas catalanes, españoles, franceses y europeos lo saben perfectamente, y por eso intentan aplastar el movimiento con todos los medios de que disponen. Juan Luis Cebrián lo sabe también, como señala en sus incendiarios artículos. Pero Garzón, lamentablemente, se limita a decir que la osadía del pueblo catalán en su lucha por la república “solo” beneficia a la reacción.
Las elecciones del 21 D y las tareas del movimiento de masas
La correlación de fuerzas en Catalunya todavía permite revertir los planes de la burguesía y su intento de cerrar la crisis revolucionaria dividiendo en líneas nacionales a la clase trabajadora. Frente a la campaña del miedo es necesario que la izquierda catalana y estatal llame a la movilización con un programa de reivindicaciones económicas y sociales que responda a las necesidades urgentes que hoy tienen millones de trabajadores y jóvenes. Este programa debe tener ejes claros: poner fin a los desahucios y los recortes, defender la educación y sanidad públicas y de calidad, nacionalizar la banca y las grandes empresas bajo control democrático de la población para crear millones de puestos de trabajo con salarios dignos. La obligación de la izquierda que lucha es demostrar al conjunto de la clase trabajadora catalana, especialmente a los que emigraron en los duros años de la postguerra y cuyas familias sufrieron el desprecio clasista, racista y humillante de la burguesía catalana, que la república catalana que queremos no es la de la oligarquía sino la del pueblo y la de los oprimidos.
Cuanto más tiempo pase sin que los dirigentes de la izquierda catalana y estatal adopten un programa así, que permita convertir la república catalana en una república de los trabajadores y el pueblo, más avanzará la reacción españolista y más cerca estará de conseguir sus objetivos.
Las proclamaciones y declaraciones en abstracto de la república, como han pretendido hacer Puigdemont y Oriol Junqueras, sirven de poco frente a una ofensiva contrarrevolucionaria que es muy concreta. Lo que falta no es fuerza, sino decisión por parte de los dirigentes de la izquierda para basarse en la inmensa capacidad de lucha mostrada por las masas y organizar la huelga general, imponer un gobierno de izquierdas que haga realidad una república de los trabajadores y el pueblo, y desalojar a Puigdemont y a los políticos burgueses del PDeCAT de la dirección de un movimiento de liberación nacional al que están traicionando descaradamente. Esta es la tarea de las CUP, de Catalunya en Comú, y de Unidos Podemos.
Los dirigentes de la izquierda que rechaza el 155 y defiende el derecho de autodeterminación, tienen una responsabilidad histórica: deben arrebatar la dirección de este movimiento de masas de las manos del PDeCAT. La tarea del momento es responder al 155 paralizando Catalunya con una nueva huelga general, y llenar la república catalana de contenido anticapitalista y revolucionario para recuperar la confianza y la determinación, no sólo de la vanguardia, sino de los millones que salimos a las calles el 1 y el 3 de octubre.
Cientos de miles de luchadores consideran las elecciones del 21D como una estrategia para liquidar el movimiento que ha llevado a proclamar la república. Y no les falta razón: el bloque reaccionario quiere dar a su política represiva y españolista un barniz democrático. Pero es evidente que las elecciones se van a celebrar, como el PDeCAT y ERC se han apresurado a reconocer comprometiendo su participación. Por eso mismo, es necesario entender que la movilización de masas y la defensa de una política socialista es el mejor camino para derrotar a la derecha españolista y sus aliados, ahora y en las elecciones del 21 de diciembre, y asegurar que la perspectiva de una república catalana se mantiene con fuerza como una alternativa viable.
En este proceso es absolutamente imprescindible dirigirse a los trabajadores catalanes, volcarse hacia las fábricas y empresas. La clase obrera debe ser la protagonista fundamental en el combate contra la represión y por la defensa de una república catalana del pueblo y para el pueblo. Y para eso es necesario llenar de contenido social esta república, demostrando que una república socialista es una opción mejor que una monarquía capitalista que defiende los intereses de la oligarquía financiera, de los corruptos y los franquistas.
La única manera de acabar con la confusión, y neutralizar la campaña del nacionalismo españolista, es uniendo a los trabajadores y la juventud del resto del Estado con sus hermanos de clase en Catalunya a través de la movilización masiva contra el gobierno del PP. Desde Izquierda Revolucionaria lo decimos claro: esta es la tarea que tiene por delante la dirección de Unidos Podemos, que tienen Pablo Iglesias y Ada Colau.
Vivimos acontecimientos decisivos. La clase dominante española y catalana ve con terror y odio la consolidación de la república catalana. La razón no es sólo porque quebraría la idea de España, una, grande y libre. Saben que esta conquista del pueblo sería el preludio a una lucha aún más intensa y trascendental a favor de los oprimidos, contra la dominación de los capitalistas, contra el orden social establecido y por una república socialista en Catalunya y una república socialista federal basada en la unión libre y voluntaria de los pueblos y naciones que componen actualmente el Estado español. Una lucha que ya está conquistando la solidaridad activa de las masas oprimidas de Europa y de todo el mundo.
¡Afíliate a Izquierda Revolucionaria para luchar por la república socialista!