Otsailaren 22an, Delphi multinazionalak Estatu Espainiarreko bere lantegi garrantzitsuenaren itxiera iragartzen zuen galera milionarioen aitzakiarekin. Sindikatuen zuzendaritzek, beste behin, ez dute jakin izan nola egin aurre itxierari.

La realidad era que la empresa iba a trasladar la producción a Polonia y otros países, con mano de obra más barata y condiciones laborales decimonónicas peores aún que las del Estado español. El movimiento que se desencadenó contra el cierre puso en pie de guerra a toda la Bahía de Cádiz  y en pocos días se ganó la simpatía militante de la clase obrera en todo el Estado. Una huelga general histórica y movilizaciones de masas al grito de "Delphi no se cierra" demostraron la enorme disposición a la lucha de todos los trabajadores y la juventud gaditana.

Sin embargo, la táctica sindical de la "paz social" y la política de concesiones permanentes a la empresa por parte de los dirigentes del PSOE andaluz, frustraron ese enorme movimiento. El 31 de julio de 2007 será el último día de Delphi en Puerto Real. Después, 4.000 trabajadores irán al paro. Los dirigentes sindicales, mientras tanto, hablan de "éxito", pero el futuro laboral cada vez es más negro en una tierra castigada durante años por el fantasma de las reconversiones y la pérdida de empleo. En estas líneas se hace un balance de esta movilización histórica, cuyo final no se corresponde con la enorme valentía, coraje y espíritu de lucha demostrado por la juventud y la clase obrera de toda la Bahía de Cádiz.

El pasado lunes 9 de julio los trabajadores de la factoría de Puerto Real tenían que ratificar, mediante votación, el acuerdo al que días antes los sindicatos CCOO, UGT, CGT y USO habían llegado con la multinacional Delphi y con la Junta de Andalucía. En la fábrica reinaba más bien el escepticismo. La euforia que algunos medios de comunicación narraban que existía entre la plantilla por ver "solucionado" el conflicto estaba ausente por completo. Nadie estaba muy convencido de nada, pero el "sí" se preveía mayoritario. Después de todo, ningún sindicato de los cuatro con representación en la fábrica defendía otra alternativa y la firma, de puño y letra, de todos los representantes sindicales de la factoría estaba en el texto del acuerdo que se repartió a los trabajadores. Los dirigentes sindicales, presos de su propia estrategia, que les arrojó a los brazos de la política de la Junta de Andalucía, no contemplaban ni por asomo la posibilidad de seguir luchando: o nos conformamos con las indemnizaciones o la alternativa es quedarnos a expensas de lo que decida un juez, repetían una y otra vez algunos de ellos a sus compañeros. Ante esta situación, ni la Junta, interesada por cerrar cuanto antes el conflicto, ni la multinacional tuvieron que esforzarse mucho en transmitir a los trabajadores de Delphi las "bondades" de un acuerdo que, por el contrario, liquida la fábrica, acaba con 4.000 puestos de trabajo en la Bahía y envía a toda la plantilla al paro en menos de un mes. Pero este desenlace es producto únicamente de la renuncia expresa de los dirigentes sindicales a aprovechar con firmeza la disposición a la lucha de la clase obrera gaditana, que durante 4 meses hizo temblar los despachos de la Junta de Andalucía y del mismísimo Palacio de la Moncloa, donde vivieron impotentemente la primera huelga general de la legislatura de Zapatero.

 

22 de febrero: la Bahía de Cádiz en pie de guerra

 

El jueves 22 de febrero de 2007 el director de la factoría de Delphi en Puerto Real, Gonzalo Herrera, apodado el "mexicano" por los trabajadores en alusión a su origen, llamó al Comité de Empresa para hacerles saber que "Puerto Real no entra ya en los planes del grupo" y que se procedería a "cerrar ordenadamente la fábrica". Ese mismo día, Antonio Pina, presidente del Comité de Empresa por CCOO, reúne a la plantilla en asamblea. Sus palabras fueron aplaudidas masivamente por los trabajadores: "que sepáis que aquí nos vamos a quedar o nos tienen que matar".  Entre esta escena y la vivida el pasado 4 de julio cuando el mismo Antonio Pina estampó su firma en el acuerdo que liquida la factoría y envía al paro a toda la plantilla, habían transcurrido más de cuatro largos meses de luchas y movilizaciones históricas, donde la clase obrera se echó a la calle masivamente en defensa del empleo y el futuro.

Al día siguiente del anuncio de cierre los trabajadores se organizaron rápidamente: desde ese mismo fin de semana establecieron guardias a las puertas de la factoría para evitar que la dirección de la empresa se llevase maquinaria o desmantelara las instalaciones, donde participaban cientos de trabajadores. Mientras tanto, una Bahía que estaba sumida en las fiestas de carnaval, enormemente populares en Cádiz, se preparaba para una lucha histórica en la que el municipio gaditano de Puerto Real, donde se encuentra ubicada la fábrica, sería el escenario principal del combate. En horas el pueblo enseña los dientes: aparecen decenas de pintadas contra el cierre, los bares, los comercios y las tiendas lucen en sus puertas mensajes claros: "Delphi no se cierra". La gente no sale a la calle sin una pegatina contra el cierre en la solapa. La solidaridad despierta por toda la provincia e incluso se extiende por todo el país en un tiempo record.

En una zona castigada duramente por las reconversiones y el paro, en la que se ha suprimido más de 20.000 empleos en menos de dos décadas, la rabia y la indignación enseguida se trasladaron al conjunto de la clase obrera de la Bahía, que vieron esta lucha como suya y este ataque como la gota que colma un vaso que se había llenado hace tiempo.

Los sindicatos se vieron obligados a responder a este ambiente con la convocatoria de una manifestación  para el 1 de marzo, apenas 6 días después de conocer la noticia del cierre. La movilización desbordó todas las expectativas y las calles de la capital gaditana se convierten en una marea humana donde 80.000 personas gritaron al unísono contra el cierre de Delphi. El cabreo acumulado se expresó de forma contundente. Las decenas de miles de trabajadores que acudieron a la cita, pese a ser a las 11 de la mañana de un jueves laborable, expresaron a través de la solidaridad con los trabajadores de Delphi también el descontento por sus propias condiciones laborales y la falta de expectativas de futuro.

Este enorme movimiento, que desbordó las previsiones de los dirigentes sindicales y políticos, fue un serio toque de atención a quienes desconfiaban de la capacidad de lucha de los trabajadores. Tan sólo cuatro días después de esta manifestación, el Gobierno tuvo que mover ficha y envía al Ministro de Industria para reunirse con el Comité de Empresa en la localidad de Tarifa, a 100 kilómetros de Puerto Real, alejados de la efervescencia que vivía la Bahía. En aquella reunión, el Ministro y los representantes de la Junta de Andalucía hicieron todo tipo de promesas al Comité pero sin ningún compromiso.

Esta primera reunión con representantes de la administración marcó lo que iba a ser la nota dominante en el comportamiento del Comité de Empresa. En lugar de basarse en la enorme fuerza demostrada por el movimiento para exigir, tanto al Gobierno central como a la Junta de Andalucía, un compromiso escrito de mantenimiento de todos los puestos de trabajo, los responsables sindicales empezaron a vender humo, jugando con las palabras y limitándose a valorar positivamente la "actitud" del ministro.

En realidad, los dirigentes sindicales de Delphi y las cúpulas de las Federaciones del Metal en Madrid, que corrieron raudos a Cádiz para "seguir de cerca el conflicto", eran los primeros sorprendidos por todo lo que estaba ocurriendo. Un movimiento de masas en Cádiz, después de haber firmado la paz social con Zapatero y a tres meses de las elecciones municipales y autonómicas, no entraba en sus planes. Tampoco en los del gobierno andaluz, que una vez superaron el susto, se emplearon a fondo para frustrar un movimiento que había llegado mucho más lejos de lo que habían previsto. Pero a pesar de todos los obstáculos, la presión de los trabajadores crecía ante la falta de soluciones concretas, preparando la histórica huelga general del 18 de abril.

 

La presión del movimiento obliga a los dirigentes sindicales a convocar la Huelga General

 

Posiblemente nunca antes un movimiento de solidaridad contra el cierre de una empresa privada había llegado tan lejos como para arrancar a los dirigentes sindicales la convocatoria de una huelga general que, en contradicción total con su política de pactos y acuerdos, paralizó por completo la economía en la Bahía de Cádiz y dio enorme confianza al movimiento. Habían sido precisamente los activistas del Sindicato de Estudiantes y de la Corriente Marxista El Militante quienes habían emplazado una y otra vez, en público y en privado, a los dirigentes sindicales a convocar una huelga general. De hecho, el Sindicato de Estudiantes puso toda la carne en el asador y sumó a los estudiantes de toda la Bahía gaditana a la lucha.

El 28 de marzo los institutos de Puerto Real y del resto de la Bahía secundaron masivamente una Jornada de Lucha en defensa del futuro y contra el cierre de Delphi. Ese mismo día se celebró una manifestación en Puerto Real que aglutinó a 1.000 estudiantes, que realizaron a pie el trayecto entre la ciudad y la factoría de Delphi, tras el lema "Para defender nuestro futuro, ni un solo despido, nacionalización de Delphi bajo control de los trabajadores".  A la marcha se sumaron numerosas mujeres de los trabajadores. La llegada a la factoría fue enormemente emotiva: cientos de obreros esperaban la marcha estudiantil a las puertas de la fábrica y los jóvenes se fundieron con los trabajadores. Al grito de "obreros y estudiantes, unidos y adelante" muchos trabajadores de Delphi, emocionados, abrazaron a sus hijos que marchaban tras las pancartas. Los trabajadores habían confeccionado una  pancarta que rezaba "gracias por vuestro apoyo".

Esa movilización influyó de una forma contundente dentro de la fábrica. No era extraño ver pegatinas del Sindicato de Estudiantes llamando a la nacionalización de Delphi en las solapas de los trabajadores en cada movilización que se llevaba a cabo, o en sus coches, o incluso en las ventanas de los edificios de Puerto Real. Pero para los estudiantes ese día también fue clave. La sensación de fuerza que se vivió aquella jornada a las puertas de la fábrica de Delphi hizo temblar a más de uno. Los jóvenes, esos "apáticos" que "sólo se preocupan por el botellón" y a los que siempre se trata de criminalizar, habían entrado en la escena de la lucha, conscientes de que el cierre de Delphi suponía un atentado contra el presente de 4.000 familias y también una hipoteca para su futuro en la Bahía. Allí, a las puertas de la fábrica, los representantes estudiantiles exigieron, entre los aplausos entusiastas de los trabajadores y los estudiantes congregados, la nacionalización de Delphi para salvar todos los puestos de trabajo y volvieron a corear la consigna de la huelga general, con una diferencia respecto a ocasiones anteriores: los dirigentes sindicales ya habían tenido que ponerle fecha. Esta marcha del día 28 sirvió para reforzar la convocatoria de esa gran huelga que paralizaría la Bahía, por completo, justo dos semanas después.

 

El 18 de Abril: tiembla la Bahía

 

La huelga general no fue iniciativa directa de los dirigentes sindicales. Fue más bien el producto acabado de la enorme presión que el movimiento consiguió insuflar alrededor de ellos. La propia manifestación del día 1 de marzo fue, en algunas zonas como Puerto Real, una huelga general ‘de hecho' al menos durante unas horas. Pero los dirigentes sindicales eran reacios a la convocatoria de la huelga general en un principio. El Sindicato de Estudiantes exigió su convocatoria desde el primer día, y los dirigentes sindicales, una y otra vez, manifestaban que "era prematuro". Finalmente, la enorme presión social sobre los dirigentes de los sindicatos consiguió arrancar su convocatoria.

Dentro de la fábrica los trabajadores estaban plenamente convencidos de que había que convocarla. El manifiesto de sindicalistas de todo el Estado en apoyo a la lucha de Delphi, que en su primer punto apostaba por la huelga general, se ganó la simpatía de los trabajadores. Ya no eran sólo los estudiantes quiénes la pedían, sino que también otros trabajadores y delegados sindicales de CCOO, UGT y CGT, desde sus respectivos puestos de trabajo en otros puntos de Andalucía y del Estado, la demandaban y les apoyaban. Como se demostró el mismo día 18, el conjunto de la clase obrera de toda la provincia de Cádiz también pedía a gritos la convocatoria de la huelga general. Por su lado, la patronal se opuso con todas sus fuerzas, utilizando los medios de comunicación -sus medios de comunicación- para lanzar "advertencias" a los sindicatos y llamar "a la responsabilidad de los dirigentes sindicales". Pero los dirigentes sindicales, que seguramente hubiesen deseado atender a esa "responsabilidad" que exigía la patronal, tenían al otro lado al conjunto de la clase dispuesta a luchar.

Pese a que no los sindicatos no convocaron ninguna manifestación unitaria, la huelga general del 18 de abril fue un éxito rotundo. En Cádiz capital el paro fue masivo, el transporte público fue nulo y los polígonos de la Zona Franca permanecieron cerrados a cal y canto. En San Fernando no hubo actividad laboral en ninguna fábrica y el seguimiento de la huelga fue total. En El Puerto de Santa María tuvo también un seguimiento total y se respondió con contundencia a los impedimentos a la huelga hechos por varios empresarios de un polígono, cortando la carretera de acceso al mismo a todos los vehículos. Chiclana no tuvo ningún tipo de actividad en las zonas industriales. Jerez, la mayor ciudad de la provincia, registró también un seguimiento espectacular de la huelga, y los grandes centros comerciales ubicados allí permanecieron cerrados. De hecho, El Corte Inglés, que tradicionalmente ha desafiado las huelgas generales no pudo hacerlo: sus dos centros comerciales en la provincia, el de Jerez y el de Cádiz, tuvieron que cerrar a cal y canto, igual que el resto de grandes superficies. No hubo recogida de basura en ningún municipio de la Bahía. Los institutos y la Universidad de Cádiz estaban vacíos. De hecho, incluso en otras zonas de la provincia que no estaban llamadas en un principio a la huelga, hubo colectivos que realizaron paros en solidaridad, como los trabajadores de la petroquímica de Algeciras. Los sindicatos en su primera valoración de la huelga general antes de mediodía dieron la cifra de seguimiento de la huelga general: el 100% en los 14 municipios de la Bahía de Cádiz. No hubo un solo medio de comunicación que discutiese estas cifras. Tampoco lo hizo la patronal, que pese a haber puesto todo tipo de trabas al derecho a la huelga, guardó el más halagador y, por otro lado, prudente de los silencios. Incluso los dirigentes sindicales probaron, frente a sus dudas, la contundencia de la clase obrera en movimiento. Aunque no se había convocado una manifestación unitaria coincidiendo con la jornada de huelga, hubo concentraciones en todos los municipios de la Bahía. En Jerez, donde CCOO, UGT y el Sindicato de Estudiantes sí habían acordado conjuntamente dar una cita, se vivió la mayor manifestación en años con 20.000 personas en la calle. El mitin final de la manifestación de Jerez fue la expresión viva de la enorme fuerza que la huelga general había dado al movimiento. En ese mitin intervinieron los representantes de las tres organizaciones convocantes, además del presidente del Comité de Empresa de Delphi, Antonio Pina. Las palabras del representante del Sindicato de Estudiantes, llamando a la intervención pública y a la nacionalización de la fábrica fueron aplaudidas masivamente por miles de obreros. La confianza en la victoria era evidente. Sólo una táctica sindical orientada a otros fines podía impedirla. La huelga general del 18 de abril, había escrito una nueva página heroica en la historia del movimiento obrero de nuestro país.

 

De la calle a los despachos

 

Pero tras la huelga general los dirigentes sindicales renunciaron a seguir luchando. La lucha se trasladó, poco a poco, de la calle a los despachos. Mientras tanto, la dilación por parte de la administración y la Junta en dar una solución unido a la falta de un plan de lucha contundente que diese continuidad a la huelga general, iba haciendo mella en una plantilla que llevaba luchando sin descanso desde hacía meses y a la que sus dirigentes no daban indicaciones claras. La lucha había contado desde el principio con multitud de apoyos de todo tipo de organizaciones y colectivos, pero los dirigentes sindicales renunciaron a hacer un plan de acción conjunto con todos ellos.

Uno de los colectivos más activos durante las movilizaciones fueron las mujeres. El colectivo de mujeres de los trabajadores de Delphi de Puerto Real se convirtió en la vanguardia de la lucha y no abandonaron la calle durante los meses que duró el conflicto, pese a que en muchas ocasiones tuvieron que sufrir la desidia y la arrogancia de unos dirigentes sindicales a los que preocupaba enormemente que las mujeres consiguiesen convencer a los trabajadores de que había que dar un giro en la táctica sindical y de que era un error abandonar precisamente ese escenario donde el movimiento se había demostrado siempre imbatible: la calle.

El papel del Sindicato de Estudiantes también fue muy destacado, junto al de las mujeres, en mantener la tensión de la movilización. Apoyados por los sindicalistas de la Corriente Marxista El Militante y por los estudiantes de la Bahía convocaron movilizaciones juveniles de solidaridad, llevaron el conflicto a todos los centros de estudio y visitaron la fábrica en muchas ocasiones. En todas esas visitas a la fábrica los trabajadores se cargaban de ánimo y veían claramente la necesidad de pelear por el futuro, el empleo y el derecho de sus hijos a poder trabajar en su tierra.

Si la táctica sindical hubiese sido la de confiar en las propias fuerzas del movimiento, la llamada crisis de Delphi ni siquiera habría durado tanto tiempo. La victoria hubiese llegado mucho antes. Pero la única solución posible para mantener los puestos de trabajo pasaba por exigir a la Junta de Andalucía la nacionalización de la fábrica, utilizar el dinero que antaño se regaló a los capitalistas de Delphi para defender el empleo y el futuro de la Bahía. Pero los dirigentes sindicales jamás hicieron suya esta demanda: por el contrario cedían una y otra vez ante las presiones de los dirigentes del PSOE, que han jugado un papel lamentable en todo el conflicto como correa de transmisión de los intereses de la dirección de Delphi. Tanto desde el Gobierno central del PSOE como desde la Junta de Andalucía, se ha sancionado favorablemente los planes que desde el principió tenía la empresa: desembarazarse de la plantilla a un precio asequible. Para insulto de los trabajadores de Delphi, y del conjunto del movimiento obrero, Antonio Fernández, Consejero de Empleo de la Junta de Andalucía, decía eufórico el pasado 9 de julio en el diario El País que el cierre de Delphi no le ha costado a la Junta "ni un duro", que "hay que aceptar" el juego del libre mercado y las deslocalizaciones. Con amigos así, ¿para qué enemigos? El libre mercado no puso ninguna reticencia cuando Delphi solicitaba subvención tras subvención y el señor Fernández, una tras otra, se las concedía, así hasta 62 millones de euros. ¡Qué cambio respecto a las primeras declaraciones que hizo este mismo señor consejero desde la cabecera de la pancarta en la gigantesca movilización del 1 de marzo! Allí, con 80.000 personas soplando detrás de su nuca manifestó a la prensa: "no aceptaré ningún encuentro [con la multinacional] cuyo contenido sea fijar la cuantía de las indemnizaciones por los despidos de la planta de Puerto Real" (El País, 02/03/07).

Esta es la manera que tienen los dirigentes socialdemócratas de defender los puestos de trabajo. Mienten demagógicamente cuando se ven sometidos a la presión de los trabajadores y aceptan las decisiones de la empresa, y el despido de miles de obreros, cuando se ven liberados de esta presión.

 

Sólo la nacionalización de la fábrica habría impedido el cierre

 

El funcionamiento parasitario del sistema capitalista y la naturaleza hipócrita de todos sus defensores han quedado, blanco sobre negro, claramente expuestos en el conflicto de Delphi. ¿Cómo puede un dirigente obrero o de un partido de izquierdas justificar la legitimidad de una multinacional a marcharse "cuándo quiera", dejando en la calle a 4.000 familias, tras haber amasado beneficios multimillonarios y recibido decenas de millones de euros en subvenciones?

En Marruecos Delphi  no cerró, pero despidió a toda la plantilla en diciembre. Más de 400 trabajadores que habían cometido la ‘osadía' de pedirle a la empresa que les dejase ver sus nóminas. Delphi los echó a todos y al día siguiente contrató a otros 400. "Sois esclavos" les decía la responsable de recursos humanos de la factoría (El País, 15/04/07). El sistema, sin embargo, acepta todas estas barbaridades de la misma forma que los jueces de Cádiz han aceptado una tras otra las solicitudes de la multinacional: de quiebra técnica, el ERE, etc., pese a que todo se sostenía sobre la gran mentira de que la fábrica de Puerto Real "no era rentable".

Los trabajadores comprendieron enseguida todo esto. Después de todo quién mejor que ellos, desde dentro, para conocer la productividad y la rentabilidad de la fábrica. Por eso, la idea de la nacionalización, de que la Junta usase el dinero público para defender los puestos de trabajo se abrió paso entre muchos trabajadores y sus familias. Las mujeres de los trabajadores vieron rápidamente cómo la solución pasaba por que la Junta interviniese con dinero público la factoría. También Barroso, alcalde de Puerto Real, se acogió a esta idea y la defendió públicamente.

 

20 de abril: acto público en Puerto Real con cientos de trabajadores y mujeres

 

Pese a la implicación de los trabajadores y sus familias en la lucha, lo cierto es que en la fábrica no se celebraban asambleas y no se habían discutido seriamente las alternativas reales al cierre de Delphi. En la medida en que esto era así, y ante la ausencia total de ideas y análisis políticos adecuados por parte de los sindicatos, las ambigüedades que día sí y día también volcaba la Junta de Andalucía sobre el conflicto predominaban en el ambiente. Los sindicatos, en este caso fundamentalmente CCOO y UGT, mayoritarios en el Comité de Empresa, no favorecían un clima de participación mediante asambleas democráticas, donde cada trabajador pudiera expresarse y se valorasen en conjunto, no solo los asuntos tácticos de la lucha, sino también las alternativas que había para salvar los puestos de trabajo.

Partiendo de esta base y del enorme respeto que las hojas de los estudiantes y los manifiestos de los sindicalistas de la Corriente Marxista El Militante habían despertado entre la plantilla, que incluso fueron fotocopiados dentro de la propia fábrica por los mismos trabajadores, el Sindicato de Estudiantes organizó un gran acto público para dos días después de la huelga general, cuyo objetivo fundamental era precisamente fomentar el debate y defender la alternativa de la intervención pública de Delphi.

El Sindicato de Estudiantes distribuyó 10.000 octavillas, sobre todo en la fábrica y en Puerto Real, convocando el evento y pegó cientos de carteles. La asistencia al acto fue espectacular y fue una demostración de la sed de ideas que demandaba el movimiento. El acto estuvo presidido por David Atienza, del Sindicato de Estudiantes de Cádiz, y en la mesa le acompañaban Noni Roca y Elvira Moreno, por el Colectivo de Mujeres de los trabajadores de Puerto Real; Pedro Lloret, por el Comité de Empresa de Delphi; Xaquín García Sinde, sindicalista de El Militante y trabajador de astilleros de Ferrol (Navantia) y José Antonio Barroso, alcalde de Puerto Real de Izquierda Unida.

El acto contó con el respaldo del fundador de CCOO, Marcelino Camacho, que envió un saludo que fue leído y en el que apelaba a la movilización para conseguir que la factoría de Delphi fuera nacionalizada. Desde una hora antes del comienzo, el recinto ferial de Puerto Real era un hervidero de gente. El Ayuntamiento había colaborado con el acto colocando 700 sillas en el pabellón municipal del recinto ferial que se ocuparon por completo. El ambiente era, al principio, de expectación. Los trabajadores y las mujeres querían escuchar, pero también como se demostró después en el turno de intervenciones desde el público, querían expresar sus opiniones y sus dudas, centradas sobre todo, en la táctica sindical que estaba llevando a cabo el Comité de Empresa.

La necesidad de nacionalizar la fábrica bajo el control de los trabajadores fue defendida con firmeza por David Atienza y por Xaquín García, que situó además la crisis de Delphi dentro de la guerra "no declarada" que el capitalismo libra cada día contra la clase obrera. Las portavoces del Colectivo de Mujeres, a la vez que agradecieron a los estudiantes su iniciativa a la hora de convocar el acto, no escatimaron esfuerzos tampoco en exigir la intervención pública de Delphi, como tampoco lo hizo José Antonio Barroso que clamó contra el "mercado" y contra quienes se niegan a usar el dinero público para salvar el empleo e impedir el cierre de la factoría. Pero la parte más interesante del acto llegó cuándo el micrófono bajó a las bancadas de sillas y se levantaron las manos de trabajadores y mujeres para tomar la palabra. La mayoría de las intervenciones defendían la necesidad de un plan de lucha más contundente y algunas se mostraron muy críticas con la actitud de los dirigentes sindicales. José Antonio Barroso en su respuesta exigió a los líderes de CCOO y UGT que defendiesen "ya mismo" la intervención pública de Delphi. Los aplausos retumbaron en numerosas ocasiones en el recinto ferial y el ánimo era evidente entre los trabajadores y las mujeres.

Como un trabajador señaló, agradeciendo a los compañeros del Sindicato de Estudiantes el esfuerzo por realizar el acto: "habéis hecho en una tarde lo que el Comité de Empresa no ha hecho en la fábrica en 3 meses". Y, efectivamente, si los dirigentes sindicales en lugar de intentar aparecer como ‘hombres de estado' al servicio de la paz social hubiesen usado estos métodos dentro de la fábrica, aprovechando la creatividad y las aportaciones de los trabajadores, apoyándose en ellos en lugar de hacerlo en las recomendaciones de los asesores de la Junta, sacando todo el partido a la lucha y confiando sólo en el propio movimiento, habrían contribuido de forma considerable a la victoria de la lucha.

La defensa de la nacionalización de la empresa bajo control de los trabajadores era la única manera de garantizar todos los puestos de trabajo amenazados. Pero, incluso, había precedentes en otras luchas donde a través de la presión se había obligado a las autoridades públicas a intervenir en empresas amenazadas de cierre. Ese fue el caso de la factoría Santana en Linares (Jaén), donde la Junta de Andalucía puso dinero público para evitar el cierre. Pero el Gobierno y la Junta jamás valoraron esta opción en el caso de Delphi y, de hecho, no lo hicieron, no porque fuese inviable, sino porque los dirigentes sindicales renunciaron a ponerla como primer punto de sus reivindicaciones. Si estas consignas se hubiesen defendido consecuentemente, no sólo por las mujeres, los estudiantes y algunos dirigentes políticos de la izquierda, sino por quienes tenían la responsabilidad de llevar el conflicto a la victoria, es decir, el Comité de Empresa y los sindicatos, los dirigentes del PSOE habrían tenido muy difícil oponerse a ello y el desgaste que hubiesen sufrido, de hacerlo, les habría costado muy caro. Ahora, por el contrario, solo hay promesas y más promesas, igual que antaño hicieran los mismos dirigentes socialistas cuando se destruyeron, en la misma Bahía de Cádiz, miles de empleos en Astilleros, en las Bodegas, en Tabacalera... que jamás fueron reemplazados.

 

"Un divorcio de mutuo acuerdo"

 

Esta frase podría haber salido de la boca de alguno de los ejecutivos de Delphi, pero lamentablemente fue pronunciada por el presidente del Comité de Empresa por CCOO, Antonio Pina. Quien hablaba al inició de la lucha de "dar su vida" antes de que cerrasen la fábrica (El País, 22/03/07), consideró un "divorcio de mutuo acuerdo" el plan pactado por el que se despedía a todos los trabajadores de Delphi.

¿Cuál es el contenido de este acuerdo tan alabado por los dirigentes sindicales y por la Junta de Andalucía? Según lo firmado, los trabajadores percibirán 45 días por año trabajado de indemnización y la matriz de Delphi en EEUU deberá hacerse cargo de las indemnizaciones hasta un máximo de 120 millones de euros. Los dirigentes sindicales han presentado esto como un éxito. Pero nada más lejos de la realidad. Por un lado, lo cierto es que Delphi ya contaba con pagar las indemnizaciones, de hecho, existen declaraciones de la multinacional fechadas el 20 de marzo, donde aseguran que tienen "el compromiso de la matriz estadounidense de proporcionar fondos a la factoría de Puerto Real para abonar las indemnizaciones a las que los trabajadores tienen legalmente derecho". Pero lo más sangrante es que Delphi ha llevado a cabo reconversiones en el último periodo en otras factorías de su propiedad en el Estado español con indemnizaciones de ¡85 días por año trabajado! Esto ocurrió, por ejemplo, en la fábrica de Tarazona, en Aragón a finales de 2006.

La Junta de Andalucía, tras alardear de que el cierre de Delphi "no les ha costado ni un duro", llegó a la osadía de considerar el acuerdo como "ejemplar" para que cualquier otra multinacional se piense "mucho" llevar a cabo una deslocalización. Esta burda mentira la contestó la propia dirección de Delphi: al día siguiente de conocer la ratificación del acuerdo por parte de los trabajadores, los directivos de Delphi declararon ante un juez de EEUU que el cierre de la fábrica de Puerto Real les había salido "barato" (El País, 11/07/07).

El gobierno andaluz y las cúpulas sindicales se olvidan también de sus propias palabras, cuando hicieron público que entre 100 directivos de la multinacional se habían repartido 130 millones de euros en primas en tan solo un año. ¡¡130 millones para 100 directivos y 120 millones para más de 1.600 trabajadores!! Viendo las cuentas, desde luego que no le ha salido caro a Delphi cerrar su planta de Puerto Real. El acuerdo, por supuesto, no hace referencia a los más de 2.500 trabajadores de empresas auxiliares que quedan completamente al margen de las indemnizaciones y que se irán al desempleo pero en peores condiciones.

El 31 de julio será el último día en que la factoría puertorrealeña permanecerá abierta. Después, todos los trabajadores cobrarán la indemnización e irán al paro. Más allá de eso, lo único que hay son promesas por parte de la Junta. Hablan de empresas para sustituir a Delphi. También hablaron de ellas en la recta final de la campaña electoral, donde supuestamente tenían acuerdos "cerrados" con cuatro o cinco firmas que absorberían los empleos destruidos. Pero no transcurrió una semana y una a una salieron a desmentirlo. Eso sí, los dirigentes sindicales han dicho que si al cabo de un año la Junta no ha cumplido sus promesas, volverán a luchar. Se olvidan de un pequeño detalle: dentro de un año, no habrá Comité de Empresa, ni existirá Delphi en Puerto Real, ni los trabajadores de Delphi seguirán siéndolo.

 

Hay que levantar una alternativa de lucha dentro de los sindicatos de clase

 

La lucha de Delphi no ha acabado en una victoria, pero nadie podrá decir que ha sido porque los trabajadores gaditanos no hayan luchado. El problema fundamental ha sido que la política de los dirigentes sindicales de CCOO y UGT, y en este caso también de los de CGT cuya firma está junto a las de CCOO y UGT en cada página del acuerdo, se ha convertido en un obstáculo más que un elemento aglutinador que hiciese avanzar la lucha en cada momento con las consignas correctas y los planteamientos de movilización más adecuados. Y el movimiento necesita una dirección a la altura de las circunstancias, que no se puede improvisar al calor de una lucha.

Los sindicatos de clase han sido creados históricamente para organizar a los trabajadores y dotarlos de la herramienta de lucha necesaria para conseguir frenar los ataques de la burguesía y la patronal. Y estas herramientas son enormemente valiosas, pero es urgente cambiar de arriba abajo la actual política sindical llevada a cabo por las cúpulas de estas organizaciones, donde muchos arribistas se han instalado en cómodos sillones desde los que se han creído su papel de ‘hombres de estado' y han olvidado lo fundamental: que la clase obrera ha conseguido todas sus conquistas en base a la lucha y la movilización y que la lucha por unas condiciones laborales dignas va íntimamente ligada a la lucha por la transformación socialista de la sociedad, que acabe con el sistema capitalista y toda su maquinaria de opresión, responsable último de crisis como la de Delphi.

Si algo ha demostrado el movimiento contra el cierre de Delphi es que el problema no son los trabajadores, ni su nivel de conciencia, ni su falta de disposición a la lucha. El problema son las actuales direcciones sindicales y, hoy más que nunca, es absolutamente necesario levantar una alternativa marxista dentro de los sindicatos de clase, que haga frente con contundencia al cretinismo de quienes hace tiempo que ya no cuestionan el sistema y que han aceptado jugar con las cartas marcadas del enemigo. Esta heroica lucha, protagonizada durante cuatro meses por hombres y mujeres de carne y hueso, es también una lección a todos los escépticos que dudan de la capacidad de lucha de la clase trabajadora. El final no hace justicia a la entrega de sus protagonistas, pero muchas veces el contenido y las lecciones que se pueden sacar de la experiencia vivida, son más importantes que un final artificial que, por más que les pese a algunos, es sólo un punto y aparte. Volverán a surgir más Delphis, y precisamente por eso es más necesario que nunca sacar hoy las conclusiones adecuadas de este movimiento histórico.

 

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