A pesar de seis largos años de boom económico (en 2007 la economía creció un 9 por ciento), aproximadamente el 50 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza y la política del gobierno García sólo ha beneficiado a las multinacionales que saquean los recursos naturales del país, principalmente la minería. La huelga también fue convocada para protestar contra la carestía de la vida y la dura represión utilizada por el gobierno y las autoridades contra toda una serie de movimientos de masas que han afectado al país en los últimos meses.
En la huelga también participaron las organizaciones campesinas que habían convocado una huelga de 48 horas para protestar con el nuevo decreto que permitiría la venta de las tierras campesinas e indígenas que son propiedad comunitaria. Este decreto se supone que actualizaría la legislación del país en la línea del reciente Acuerdo de Libre Comercio firmado con EEUU. En la región amazónica la huelga fue de tres días con manifestaciones de masas contra una nueva ley que permite la explotación de grandes zonas boscosas amazónicas por parte de las empresas madereras.
En el sur y en el centro del país, donde la tasa de aprobación de Alan García está en apenas el 10 por ciento, el movimiento huelguístico fue más fuerte. Esta regiones en 2002 presenciaron insurrecciones de masas contra la privatización de la electricidad y los sindicatos y organizaciones campesinas crearon Frentes Regionales de Defensa.
En Lima, la capital, se manifestaron 20.000 trabajadores, incluidos sectores como el transporte, profesores, trabajadores de la universidad, estudiantes, trabajadores de la construcción, etc., Decenas de miles se manifestaron en Piura y Trujillo, al norte del país, y hubo manifestaciones similares en las ciudades más importantes del país, por ejemplo, en Hyancayo (Junín) se manifestaron 15.000.
Desgraciadamente, las reivindicaciones políticas de este extraordinario movimiento fueron muy limitadas. Los dirigentes del sindicato CGTP dijeron que se trataba sólo de la primera ronda y que el movimiento continuaría con la convocatoria de la Asamblea Nacional de los Pueblos... ¡en noviembre! Esto ha permitido a Alan García declarar que la huelga ha sido un fracaso y que no respondería a las exigencias "antidemocráticas" de la población, que sólo quería "derrocar la democracia, siguiendo órdenes de Bolivia y Venezuela".
Este hecho demuestra la debilidad de la dirección. En discusiones durante los preparativos de la huelga, los dirigentes de la CGTP y el Partido Comunista insistieron en que no existían condiciones para plantear la consigna: "¡Abajo con Alan García!", que sí estaban defendiendo los marxistas de Fuerza de Izquierda Socialista. Pero nada más alejado de la realidad. Perú ha pasado un período convulsivo desde que las masas derrocaran en 2000 la dictadura de Fujimori. El gobierno Toledo, previo al de Alan García, sólo consiguió ganar las elecciones basándose en un programa compuesto por promesas de reformas y concesiones a las masas, aprovechándose además del hecho de que él "era un indio". Pero estas ilusiones rápidamente se desvanecieron y vimos un movimiento de masas que adquirió proporciones insurreccionales en el sur del país.
Después llegó al poder García en unas elecciones muy ajustadas, muchos sospechan que fueron amañadas, y una vez más, sólo consiguió salir elegido gracias a alejarse de la política "neoliberal" de su predecesor. Poco después de su elección, comenzaron de nuevo las manifestaciones de masas y las huelgas, su popularidad se hundió y tuvo que recurrir a la cruda represión para mantenerse en el poder.
Una prueba de la situación explosiva de la lucha de clases en Perú es el reciente movimiento en Moquegua. En junio, la población de esta región sureña rica en minería comenzó un movimiento de protesta para exigir una parte más grande de los beneficios mineros que deberían quedarse en la región, una zona con una elevada tasa de pobreza a pesar de la riqueza de su suelo. Estas manifestaciones, que movilizaron a decenas de miles, se enfrentaron a una dura represión policial.
Fue la chispa que encendió la actual conflagración. Trabajadores, mineros, campesinos, mujeres y jóvenes, unidos como una sola persona, armándose y asaltando las comisarías de policía, cogiendo como rehenes a los oficiales de policía. Al enfrentarse a una insurrección regional que amenazaba con extenderse a las regiones vecinas, el gobierno tuvo que hacer concesiones, el jefe de policía y 60 oficiales tuvieron que ponerse de rodillas y pedir disculpas frente a una manifestación de decenas de miles de personas.
Esto es una prueba concreta del ambiente que existe en el país y de la disposición de las masas a la huelga, incluso salieron victoriosos de un enfrentamiento con la represión estatal, cuando se les da incluso media dirección. Es bastante problema que las masas no esperen a noviembre para ponerse de nuevo en movimiento. En Perú está preparado el escenario para acontecimientos revolucionarios.