Arrazakeriaren, xenofobiaren eta murrizketen Europaren aurka borrokatu! Ongi etorri errefuxiatuak!

Las imágenes de decenas de miles de personas que escapando de la guerra y la destrucción son recibidos en las fronteras de Europa como animales, reprimidos por la policía y hacinados en auténticos campos de concentración, recuerdan cada vez más a aquellos exiliados, deportados y refugiados que en los años 30 y 40 del siglo pasado tuvieron que huir de la guerra y del fascismo.

Los dirigentes occidentales hablan sobre los derechos de los refugiados, la solidaridad o la libertad, pero estas palabras poco tienen que ver con sus verdaderas intenciones. La política de los gobiernos capitalistas de la UE tiene un objetivo fundamental: impedir la llegada de nuevos refugiados creando todo tipo de impedimentos que además les desalienten de intentar siquiera iniciar el viaje. La estrategia que utilizan salta a la vista: una legislación represiva y racista, que alienta la xenofobia y el miedo.

La UE responde con medidas xenófobas y represivas

Esta estrategia comienza con las presiones a los países africanos y árabes por donde transcurre el viaje de estos miles de refugiados, para encerrarles en campos de retención. En Senegal y Marruecos, la UE subvenciona con millones a gobiernos que incumplen de forma reiterada cualquier normativa de derechos humanos, para que hagan el trabajo sucio de impedirles el paso. Después se busca aislar el territorio europeo financiando la construcción en sus fronteras de vallas antipersona dotadas de concertinas y otros mecanismos. A los que aun así consigan alcanzar Europa les queda todavía superar las zonas de tránsito, Grecia, Serbia, Croacia, Hungría, Bulgaria o Rumanía, donde se les vuelve a poner todo tipo de trabas y son brutalmente reprimidos por la policía. En caso de que consigan superarlas se encuentran con las fronteras cerradas y militarizadas de Alemania o Austria. Y si con todo pueden finalmente entrar a estos países, su calvario está lejos de haber terminado, serán encerrados en centros de internamiento carentes de los servicios básicos, privados casi de toda ayuda y bajo constante peligro de deportación.

Por si no fuera suficiente, la Unión Europea plantea construir grandes centros en zonas de Italia o Grecia para recluir masivamente refugiados, cargando el problema sobre las espaldas de algunos de los territorios más castigados por la crisis económica y con menos medios para afrontar este éxodo masivo. Según cifras de ACNUR en el mundo hay veinte millones de refugiados, el mayor número desde la segunda guerra mundial, lo cual supondría un 3,96% de la población europea. Esta cifra contrasta fuertemente con las 120.000 personas que los países de la UE están dispuestos a recibir en los dos próximos años. Dato que es todavía más vergonzoso si se compara con que en Turquía hay en estos momentos cerca de dos millones de refugiados sirios, más de un millón en Líbano, y más de seiscientos mil en Jordania, un total de 3,6 millones, treinta veces de la cifra que la UE ha aprobado. Sólo en África, Etiopía, uno de los países más pobres del mundo, ha recibido 700.000 personas de territorios vecinos como Sudán del Sur, Sudán, Somalia y Eritrea. Estos datos ponen de manifiesto la mezquindad de los gobiernos europeos y su total hipocresía de cara a solucionar un problema que ellos han contribuido en gran medida a crear.

Un mundo en guerra. El imperialismo es responsable

El único y verdadero culpable de esta situación catastrófica son las políticas criminales que las diferentes potencias imperialistas han venido desarrollando en África, Oriente Medio y otras partes del mundo, tratando de imponer su hegemonía en base a manipular y confrontar entre si a diferentes grupos en función de sus diferencias étnicas, nacionales y religiosas, que acaban por desencadenar múltiples conflictos armados. Al menos 15 guerras han estallado o se han reactivado sólo en los últimos cinco años. De ellas, ocho en África: Costa de Marfil, República Centroafricana, Libia, Mali, nordeste de Nigeria, República Democrática del Congo, Sudán del Sur y Burundi; otras tres en Oriente Medio, Siria, Iraq y Yemen; una en Europa Ucrania, y cuatro en Asia Kirguizistán, Myanmar, Pakistán y Afganistán. En el año 2014 sólo 126.800 refugiados pudieron regresar a sus países de origen, la cifra más baja registrada en los últimos 31 años.

Lenin señaló que la guerra es un negocio “terriblemente lucrativo” para las potencias imperialistas, pues sus grandes multinacionales son las que suministran el equipamiento y las armas que sustentan estos enfrentamientos, y las que posteriormente explotan sus materias primas y riquezas, muchas de ellas fundamentales para la producción capitalista. La misma Alemania, a pesar de que su constitución prohíbe la venta de armamento a regiones en conflicto, duplicó hasta junio sus ventas a países árabes del Golfo Pérsico, especialmente Arabia Saudi que está llevando a cabo una salvaje intervención militar en Yemen y que junto a Turquía, otro gran receptor de armamento europeo y estadounidense, son los grandes soportes de los grupos islamistas en toda la zona de Oriente Medio y África.

Ángela Merkel, un lobo con piel de cordero

La burguesía alemana se conduce respecto a los refugiados exactamente igual que con la venta de armas, con el mismo tipo de doble moral. Más allá de los “discursos humanitarios” de la señora Merkel, la política de su gobierno no deja lugar a dudas. El ministro del interior alemán, Thomas de Maiziere, ha presentado recientemente un conjunto de medidas que tienen por objeto empeorar las condiciones de vida de los refugiados y facilitar la deportación de los mismos. Así se dará más poder a la policía de fronteras para decidir quienes podrán o no acceder al derecho de asilo, y a aquellos a los que se permita entrar en el país estarán obligados a permanecer hasta seis meses en una misma región recluidos en centros de primera acogida, que como se ha visto carecen de las mínimas condiciones y son el principal objetivo de los ataques racistas de los grupos de extrema derecha.

También proponen recortes en las ayudas estatales a los refugiados o se eliminan directamente para todos aquellos cuya solicitud de asilo haya sido rechazada. El derecho al trabajo y al estudio se verá limitado para todos los que procedan de los llamados “países seguros” como el caso de Kosovo y otras zonas de los Balcanes, o bien no tengan pasaporte o nacionalidad definida. Se facilitarán las deportaciones que sólo se podrán aplazar por un máximo de tres meses. En paralelo a esto, los partidos burgueses siguen manteniendo una absoluta permisividad con las agresiones xenófobas que no hacen más que aumentar: de 2013 a 2014 estos se triplicaron hasta alcanzar los 203 y sólo en los seis primeros meses de 2015 se han documentados 202 ataques contra inmigrantes, si bien muchos otros no fueron recogidos dada la actitud cómplice de la policía con los grupos de extrema derecha.

La explotación capitalista de los trabajadores emigrantes

El capitalismo es un sistema completamente deshumanizado que se rige por la ley de la obtención de la máxima ganancia con el mínimo coste. Para ello necesita disponer de mano de obra dispuesta a trabajar largas jornadas a cambio de salarios bajos y que carezca de cualquier tipo de organización política y sindical, un rol al que se ajustan perfectamente los trabajadores emigrantes y los refugiados dada la situación de desamparo y necesidad en la que se encuentran.

A la burguesía le gustaría poder controlar la llegada de refugiados y adaptar ésta a sus necesidades en el mercado laboral, manteniendo siempre el número de estos en unos límites que sean asumibles por el propio sistema. De ahí viene que muchos políticos y empresarios establezcan diferencias entre emigrantes legítimos, útiles para el capital, e ilegítimos, aquellos “no útiles” a los que se debería de expulsar. En esa línea se orienta la idea de David Cameron, de seleccionar a quien se le puede conceder el derecho de asilo directamente en los campos de refugiados limítrofes a las zonas en conflicto. En cierta manera lo que se pretende es convertir a estos campos en gigantescas empresas de trabajo temporal donde los empresarios puedan obtener fuerza laboral baratísima en cada momento que necesiten. También los capitalistas alemanes se suman a este carro en un documento firmado por los cuatro gremios empresariales más importantes del país, en el que defienden la política de fijar cuotas en los países de la UE de cara a limitar la entrada de refugiados, y dan una serie de consejos al gobierno de cómo tratar a los que se permita entrar en Alemania. Así, alaban la decisión del ejecutivo de anular la prohibición que impedía a los refugiados trabajar para empresas subcontratistas, pero recomiendan que se les excluya del recientemente introducido salario mínimo.

Pero la burguesía no sólo pretende explotar a los trabajadores extranjeros, busca culparlos del hundimiento de las condiciones laborales y la pérdida de derechos sociales de los trabajadores nativos para conseguir dividir y enfrentar entre si a la clase obrera. Fomentan de esta manera un discurso racista que extiende el miedo y el rechazo a los emigrantes entre capas de la población que muchas veces han visto, o están en peligro de ver, recortadas sus condiciones de vida, caldo de cultivo sobre el que actúan posteriormente los grupos racistas y fascistas.

Crece la solidaridad con los refugiados. La clase obrera no tiene fronteras

En contraste con la actitud de los gobiernos de la UE, hemos visto multitudinarias manifestaciones en apoyo de los refugiados en las principales ciudades europeas: el 12 de septiembre más de 100.000 personas en Londres, 30.000 en Copenhague y decenas de miles en otras muchas ciudades. En Austria y Alemania miles de personas se organizan y movilizan a diario para ayudar a los refugiados que llegan al país de cara a facilitarles alimentos, servicios médicos, darles clase de alemán o buscarles alojamiento. En el estado español los ayuntamientos donde la izquierda consiguió imponerse en las últimas elecciones municipales de mayo, encabezados por Madrid y Barcelona, no tardaron en declararse como ciudades refugio, respondiendo así a la política del Partido Popular que negó desde un primer momento toda posibilidad de acoger refugiados o darles asilo.

Es importante detenerse en este punto y señalar que el gobierno de Rajoy alienta la situación vergonzosa que se vive en toda Europa utilizando vallas y concertinas para cerrar el paso a los refugiados en Ceuta y Melilla, fomentando y apoyando la violencia que contra ellos utilizan tanto la Guardia Civil como la policía marroquí, encerrándolos en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIES), auténticos campos de concentración encubiertos , expulsando a los inmigrantes del sistema sanitario o recurriendo cada vez más a las deportaciones sin previo aviso.

La tragedia de los refugiados, su dolor y padecimiento ha conmovido a la mayoría de la población, sobre todo a la clase trabajadora que sabe y tiene memoria de las penurias que muchos de sus familiares pasaron con el exilio y la emigración económica. Por eso las organizaciones sindicales y políticas de la izquierda tienen una gran responsabilidad, deben ponerse a la cabeza en esta lucha con una posición de clase, denunciando a los verdaderos culpables de esta situación, impidiendo que la burguesía nos divida por motivos de raza, nacionalidad o religión, exigiendo medidas claras y que unan al conjunto de la clase obrera: dar acogida a todos los refugiados que así lo soliciten, cierre de los centros de internamiento, derogación de la ley de extranjería, acabar con las redadas policiales racistas contra los inmigrantes, no llevar a cabo ni una deportación más, derechos laborales y sociales con condiciones de vida dignas para todos los trabajadores independientemente de su origen y nacionalidad.

La lucha por los derechos de los refugiados nos implica a todos los que peleamos por un mundo sin explotación ¡Que todos los recursos que se malgastan para salvar bancos se dediquen a acoger a los refugiados, y garantizar el pan, el techo, la vivienda, la sanidad y la educación para todos los que habitamos Europa!

¡Refugiados bienvenidos!

¡Ni cupos ni recortes!