Krisi hipotekarioak ikara sortu du boltsetan, kreditua itotzen du eta mundu osoan atzeraldi ekonomiko bat probokatzea mehatxatzen du.
La economía mundial está recorrida por un escalofrío helado. Lo que muchos temían, otros venían advirtiendo y otros más numerosos aún no querían reconocer, finalmente se ha producido: la burbuja inmobiliaria estadounidense ha estallado arrastrando a la bancarrota a decenas de entidades crediticias norteamericanas, y obligando a los Bancos Centrales de las potencias más importantes del planeta a proceder a una inyección de liquidez, cercana al medio billón de dólares, para evitar un estrangulamiento del crédito y el derrumbe del sistema financiero.
Créditos y deudas
Según el Centro de Estudios de la Vivienda de la Universidad de Harvard, el sector de la vivienda en EEUU supone en la actualidad más del 25% de su PIB. Entre 2001 y 2006 el sector generó un tercio del empleo creado y casi la mitad del gasto en consumo.
Al considerar la magnitud de estas cifras es evidente que las autoridades económicas de los países capitalistas desarrollados han estado mintiendo como bellacos cuando minimizaban el problema de la burbuja inmobiliaria.
Lo cierto es que el crecimiento económico de EEUU y del mundo entero se ha basado en estos últimos cinco años en un recurso permanente al crédito y por tanto al endeudamiento de empresas y particulares. De esta manera el consumo interno se ha convertido en el componente que más aporta al PIB de los EEUU, y en la clave del crecimiento económico mundial por su capacidad para absorber una ingente masa de bienes de consumo provenientes de China y Europa.
En los últimos años se han concedido billones de dólares en créditos hipotecarios a intereses bajos en los EEUU. Tan sólo en los dos últimos años las instituciones de crédito estadounidenses han otorgado hipotecas por más de 3 billones de dólares (1,25 veces el presupuesto anual de EEUU que es de 2,4 billones de dólares). Según The Wall Street Journal, entre junio de 2003 y junio de 2004 las tasas de interés de estos créditos oscilaron en torno al 1%. Pero el recurso al crédito se disparó para cualquier actividad, la compra de bienes de consumo, como automóviles, productos del hogar, informática y, por supuesto, acciones en bolsa, millones de acciones, muchas de ellas de empresas ligadas directamente al sector inmobiliario. De hecho, una parte de todo este consumo se ha financiado a través de rehipotecas que se concedían a partir del previsible crecimiento del precio de las viviendas en un mercado inmobiliario enfebrecido.
Gracias a estos mecanismos, la burbuja inmobiliaria se transformó en una gigantesca ola especulativa financiera que proporcionó extraordinarios beneficios a los fondos de inversión vinculados al sector. Pero los tenedores de estos fondos, muchos de ellos fondos basura o Hedge Funds implicados en hipotecas de alto riesgo, jamás pensaron que se produciría un incremento exponencial de los impagos hipotecarios. Este verano la burbuja ha pinchado acabando con este círculo vicioso de especulación y estafa descarada, arrastrando a toda la economía mundial.
Fondos de inversión basura
En la actualidad el patrimonio mundial en fondos supera los 17 billones de euros; un 11,3% de esta asombrosa cantidad es gestionado por fondos de origen europeo, frente al 52% que gestionan los fondos estadounidenses. El 48% está invertido en renta variable, el 18% en renta fija y el 10% en fondos mixtos. Respecto a los Hedge Funds o fondos basura, su número, que apenas llegaba a los 300 en 1990, en la actualidad supera los 8.500 con un valor patrimonial superior de 1, 2 billones de euros.
El crecimiento de estos fondos basura revela la decadencia y podredumbre del sistema capitalista y el predominio absoluto del capital especulativo sobre el productivo. En realidad la cotización de estos fondos no tiene nada que ver con el incremento de la producción o la economía real, pero sí mucho con la forma de actuar del conjunto del sistema crediticio, esto es, de la gran banca mundial que es la auténtica responsable e inductora del fenómeno. Veamos como funciona el entramado.
Cuando los bancos otorgan hipotecas en su gran mayoría las vende inmediatamente en el mercado secundario. Los bancos cobran una comisión por la hipoteca y al tiempo logran traspasar el riesgo de un préstamo en mora a otras manos. De esta manera tan sencilla los créditos concedidos desaparecen de los balances de los bancos. Las hipotecas se venden en el mercado en forma de paquetes de hipotecas de diferentes niveles de riesgo que son evaluados por las agencias dedicadas a estos menesteres (agencias de rating) y comprados por los fondos de inversión internacionales. El valor de estos paquetes queda sujeto a la calificación que le otorgan las agencias o la demanda. Como son paquetes mixtos, no sólo créditos hipotecarios, es difícil conocer inmediatamente su riesgo, que queda oculto durante el tiempo que las hipotecas se paguen. Pero cuando las hipotecas de alto riesgo a las que están vinculadas se dejan de pagar, las pérdidas acaban apareciendo. Eso es lo que ha ocurrido de forma masiva en estos últimos meses. El engaño es tan grande, es tan descarado, que las mismas agencias de rating que calificaban estos fondos se han visto obligadas a realizar una rebaja en la calificación que afecta a ¡¡mil de estos fondos!! La consecuencia es lógica: el pánico en las bolsas se desata, las quiebras de las agencias hipotecarias se multiplican y se reduce el crédito disponible.
El fenómeno de los Hedge Funds llegó a sus mayores dimensiones en 2005 cuando el volumen de hipotecas de alto riesgo rozó los 600.000 millones de euros, casi el 10% del mercado hipotecario estadounidense.
El mercado inmobiliario: de la exhuberancia a la catástrofe
El valor del mercado hipotecario residencial en EEUU se estima en 10,9 billones de dólares. Las hipotecas subprime, de alto riesgo, representan un 12% del total, con 1,3 billones de saldo vivo. Dos terceras partes de los créditos para vivienda están contratados por los estadounidenses con bancos comerciales y el resto con pequeñas entidades que actúan como intermediarios y que se aprovecharon de la burbuja inmobiliaria para hacer caja.
La catástrofe inmobiliaria norteamericana que se preparaba fue anunciada ya el año pasado en el Estado de Florida. Las ventas de viviendas en Florida cayeron el 31% en el 2006 tras años de subidas de dos dígitos, alimentadas por créditos concedidos alegremente por los bancos a unos tipos de interés teasers -coquetos, en su traducción literal-, muy reducidos durante los primeros meses del crédito de vigencia, y mucho más altos después. Se trataba de captar nuevos mercados de compradores de casas, especialmente entre trabajadores inmigrantes con bajos sueldos. Según los datos manejados por The Miami Herald, al ritmo actual de ventas, la oferta de apartamentos en Miami tardaría 64 años en ser absorbida por el mercado.
La amenaza para bancos e inmobiliarias de EEUU por la sobreoferta de apartamentos, que en los últimos cuatro años creció un 150%, es muy grande. Se trata de un fenómeno muy similar al exceso de oferta de oficinas que condujo el colapso inmobiliario y a la recesión en Japón a finales de los años ochenta y de la que todavía no se ha recuperado.
Finalmente, las ejecuciones por impago de hipotecas de alto riesgo aumentaron más del 50% en el último año provocando que cerca de medio centenar de hipotecas de alto riesgo se declararan en bancarrota. Pero las malas noticias se dispararon en agosto de este año cuado las autoridades informaron que el precio de la vivienda en Florida, California y Arizona cayó como en la gran depresión de 1929.
Los datos son escalofriantes: un 5% de las viviendas con hipotecas en EEUU están sometidas a procedimientos de embargo y se calcula que más de dos millones de propietarios están a punto de perder su vivienda incapaces de hacer frente a las nuevas condiciones de sus hipotecas.
Agosto: el mes del pánico
A partir del 6 de agosto las turbulencias anunciadas meses atrás en la bolsa de Wall Street se concretaron con el desplome de los fondos de inversión ligados a las hipotecas de alto riesgo. Pero lo que aceleró la caída fue un informe de la agencia Merrill Lynch en el que se afirmaba que el frenazo inmobiliario era la causa de dos terceras partes de la reducción de los beneficios de las grandes empresas norteamericanas en el segundo trimestre: mientras que las estimaciones preveían un crecimiento promedio de los beneficios en torno al 20%, finalmente la cifra se quedó en el 6%. Por ejemplo, Burlington, la segunda ferroviaria del país, achacó la reducción de sus beneficios al descenso de envíos de materiales y de madera para la construcción de viviendas. Dupont, la tercera química, señaló que la caída de la demanda de hornos, baños y encimeras era en parte la responsable de sus menores resultados.
El titular del 6 de agosto del diario El País, no podía ser más elocuente: "La crisis hipotecaria pone en jaque a EEUU". A partir de eso fecha el pánico se hizo patente en todas las bolsas mundiales y la amenaza de una crisis financiera global obligó a los Bancos Centrales a intervenir con rapidez para asegurar el crédito y evitar la venta masiva de acciones y una bancarrota en cadena que afectase al conjunto del sistema financiero.
El jueves 9 agosto, el Banco Central Europeo (BCE) inyectó 95.000 millones de euros a 49 entidades a un interés del 4%, una cantidad muy superior a la que aportaron al mercado tras la crisis del 11-S. En realidad, ha sido la mayor inyección de dinero de la historia del BCE para apuntalar el mercado bancario de la zona euro. Lo significativo es que la intervención se produjo poco después de que el BNP Paribas, el mayor banco de Francia y segundo de la zona euro, anunciase la suspensión de tres fondos de inversión valorados en 2.000 millones de euros por su vinculación con la crisis del mercado hipotecario de alto riesgo en EEUU.
¿Qué paso en BNP Paribas? Dejemos hablar a sus responsables. El pasado 1 de agosto su presidente, Baudoin Prot, aseguraba que todos los títulos avalados por su banco "Tenían la liquidez totalmente asegurada". El 9 de agosto, BNP suspendía temporalmente la cotización de sus fondos de inversión (Parvest Dynamics ABS, BNP Paribas ABS Euribor y BNP Paribas ABS Eonia), vinculados a títulos hipotecarios de alto riesgo. Los clientes que tenían su dinero en estos fondos no podían sacarlo. "Somos incapaces de calcular el valor de los títulos porque, de pronto, son totalmente invendibles" confesaba un alto directivo del banco citado por El País ese mismo día. Los tres fondos manejaban 2.075 millones de euros pero este montante perdió un 20% de su valor entre el 27 de julio y el 7 de agosto. ¡¡Y esto le ha ocurrido al mayor banco de Francia!!
El titular de El País del 11 de agosto era antológico: "Para evitar males mayores y prevenir una recesión a escala mundial ya han comenzado a escucharse voces que exigen un recorte de los tipos de interés". Es decir, dopar más al mercado inyectando más crédito.
En tres jornadas, el 9, 10 y 13 de agosto, los Bancos Centrales de EEUU, la UE, Canadá, Australia y Japón inyectaron al mercado un total de 266.372 millones de euros. De esa astronómica cantidad, 203.556 correspondieron al BCE. ¿A qué viene esta inyección extraordinaria de liquidez por parte del BCE? La respuesta no es tan compleja: obviamente la economía de Europa está altamente expuesta a la crisis, como ya han tenido que reconocer, a regañadientes, los responsables económicos de la Comisión Europea.
En las jornadas del 9 y 10 de agosto los 15 grandes bancos europeos se dejaron entre un 3% y un 10% en bolsa de su valor y la razón es que muchas entidades europeas han invertido en subprime a través de sus gestoras de fondos. La banca alemana, una de las principales fuentes de financiación internacional ya ha dado muestras de un contagio visible: el tercer banco alemán, el Commerzbank, ha avisado de un recorte de los beneficios y la Federación de Bancos alemanes ha aprobado una línea de créditos para sacar de dificultades al banco IKB, que ha implicado el 20% de sus inversiones en la compra de títulos de alto riesgo (17.500 millones de dólares).
Pero es el conjunto del sistema financiero el que está afectado. El viernes 10 de agosto el Banco de Japón inyecto un billón de yenes, 6.200 millones de euros. Por el momento ha trascendido que los nueve principales grupos financieros de Japón tienen más de 6.000 millones de euros comprometidos en productos respaldados por hipotecas de alto riesgo estadounidenses. El Banco de la Reserva de Australia concedió créditos por valor 3.050 millones de euros y, lo que en un principio se descartó, más tarde se tuvo que reconocer: China también está afectada. El Bank of China reveló fuertes inversiones en hipotecas de alto riesgo, más de 7.100 millones de euros en valores respaldados por hipotecas subprime en EEUU, la mayor cantidad entre los bancos asiáticos.
Pero las malas noticias, las más malas, estaban aún por llegar. El viernes 17 de agosto El País titulaba a toda plana: "Las bolsas de todo el mundo se desploman". En la crónica se afirmaba textualmente: "El agravamiento de la crisis crediticia y el miedo a un parón de la economía desatan una ola vendedora en todo el planeta. La mayoría de los mercados europeos entran en pérdidas anuales, y en la bolsa de Madrid se registra la mayor caída en tres años y medio".
Uno de los economistas jefes de Merrill Lynch, T. J. Bond, no confundir con James Bond, declaró: "La chispa ha saltado en el mercado de hipotecas de alto riesgo en EEUU, pero el fuego se ha extendido mucho más allá".
Como siempre ocurre en estos casos, el pánico se empezó a propagar en Wall Street cuando a última hora del miércoles un analista de Merrill Lynch recomendó vender las acciones de Countrywide Financial, la entidad de crédito hipotecario más grande de EEUU, ante el serio peligro de que la firma entrara en bancarrota por su exposición a las hipotecas de alto riesgo. Para "tranquilizar" a los inversores, la empresa confirmó todas las sospechas al anunciar que había recurrido a un préstamo de más de 8.500 millones de euros de 40 bancos para solventar con urgencia su problema de liquidez. Las acciones de la compañía que habían caído un 13% el miércoles, se desplomaron otro 21% el jueves y a mediodía valían menos de la mitad que a principios del año.
Finalmente Countrywide entró en bancarrota y anunció que eliminaría entre 10.000 y 12.000 empleos en tres meses, el 20% de la plantilla. No obstante, exactamente igual que ocurriera en el crac de 1929 y en todas las crisis bursátiles posteriores, no todos salen perdiendo. Según los datos de la Securities and Exchange Comision (SEC), el organismo regulador del mercado estadounidense, Angelo Mozilo, presidente de la compañía, ha obtenido unos beneficios de casi 10 millones de euros vendiendo acciones de la empresa en jornadas anteriores al desplome de mediados de agosto.
A pesar de que en las dos semanas posteriores parecía que el mercado podía encajar lo sucedido y volver a reencontrar cierto equilibrio, la realidad volvió a demostrar que la crisis era de largo alcance. El viernes 7 de septiembre las bolsas de todo el mundo volvieron a caer estrepitosamente; esta vez la causa, según los diarios especializados, no fue otra que los informes presentados por la administración estadounidense sobre el incremento del desempleo en agosto. El miedo a que la crisis financiera provocará una recesión planeaba ya en todo el mundo.
Crisis en la economía real: la recesión llama a la puerta
Uno de los combustibles que ha permitido la prolongación del crecimiento económico estadounidense, y también el de Europa, ha sido la especulación del sector inmobiliario alimentado por el crédito fácil y barato. De esta forma la causa del derrumbamiento es lo que permitió el crecimiento: un endeudamiento de proporciones históricas. Como Marx afirmó hace 150 años, el crédito actúa como la vara de un hechicero; permite llevar al capitalismo más allá de sus límites naturales durante un tiempo, pero desata fuerzas muy difíciles de controlar.
El mal dato del empleo de agosto en EEUU, una pérdida neta de 4.000 puestos de trabajo, la primera en cuatro años, arrastró a los mercados bursátiles a una caída generalizada. En la industria manufacturera se suprimieron 46.000 puestos de trabajo; en la construcción 22.000 empleos y en el sector público se eliminaron 28.000. En el sector bancario fueron 35.752 los empleos eliminados en ese mes, de manera que en lo que va de año se han destruido en el sector 102.758 puestos de trabajo.
Pero la crisis de empleo en EEUU forma parte de un proceso más amplio que se ha desatado a lo largo de todo 2007. La destrucción de empleo industrial en los países capitalistas desarrollados, que es un síntoma más de que el ciclo ha llegado a su fin y se está transformando en su contrario. Algunas cifras: la industria de la automoción norteamericana (Ford, CM, Chrysler) ha anunciado a lo largo del año 100.000 despidos; en Europa los planes de despidos en el sector superan los 20.000; Dell, el mayor productor mundial de PCs, anuncia 8.000 despidos; Airbus, otros 10.000; Bayer, química, 6.100 despidos; y Unilever 20.000 despidos y el cierre de 50 plantas en cuatro años. La fusión de Alcatel y Lucent, telecomunicaciones, provocará la supresión de 12.500 empleos. Allianz, seguros, 7.500 despidos..., y esto es un pequeño botón de muestra.
Después de años de crecimiento económico basado en el endeudamiento masivo y en la explotación sin misericordia de la clase obrera mundial -sometida a un incremento despiadado de los ritmos de trabajo y de la jornada laboral y obligada a aceptar bajos salarios (tan sólo en Europa su peso en la renta nacional ha caído un 13% desde 1980)-, los tambores de la recesión redoblan.
Los principales organismos económicos internacionales se han visto obligados a rehacer sus previsiones a la baja. La OCDE en su informe de otoño sobre los países del G-7, rebaja una décima su previsión de crecimiento para la zona euro (al 2,6%), y dos para EEUU (al 1,9%). Prevé un crecimiento para Alemania del 2,5%, Francia del 1,3%, Italia 1,8%, Dinamarca 0,6%, Reino Unido 3%. Pero lo más significativo es que según Jean-Philippe Cotis, economista jefe de la OCDE, "La fase de crecimiento en la zona euro parece haber quedado atrás (...) Pese a que la confianza de los consumidores se mantiene alta y el desempleo sigue reduciéndose, la actividad económica se ha frenado".
De hecho, el crecimiento de la zona euro pierde fuelle. En un último informe, los 13 países de la zona euro registran entre abril y junio la peor evolución trimestral desde finales de 2004 (alza de tan sólo el 0,3% del PIB respecto a los tres primeros meses de 2007).
A la OCDE se suma la voz del FMI, la última fortaleza de "sabios" en reconocer lo evidente. El 22 de agosto, John Lipsky, subdirector del FMI, declaraba en Financial Times, que la crisis financiera y bursátil de las hipotecas de alto riesgo "indudablemente reducirá el crecimiento".
Obviamente hipotecas más altas, dinero más caro, depresión del sector inmobiliario..., afectarán muy negativamente al consumo, a la inversión productiva, a los beneficios, al empleo y provocará un afloramiento a la superficie de la crisis de sobreproducción latente. Si la economía estadounidense entra en recesión infectará al conjunto de la economía mundial empezando por China, que se vería sacudida por la caída de la demanda en el mercado estadounidense. La idea de que hay otros relevos a la locomotora norteamericana cada vez es más cuestionada.
La desorientación de muchos estrategas del capital es realmente espeluznante. No saben adónde se dirigen. Algunos, como Sarkozy y Merckel, claman ahora por la "regulación de los mercados" como si el capitalismo no fuera en esencia un sistema anárquico cuyo único motor es la búsqueda del máximo lucro. Otros apuestan claramente por dejar de evitar lo inevitable, como señala The Economist en su edición del pasado 8 de agosto: "Al retrasar la corrección de los excesos pasados inyectando más dinero y estimulando el préstamo, es probable que consiga que la corrección al final sea más dolorosa. El dilema político al que se enfrenta la Reserva Federal no es elegir entre recesión o no, sino entre una recesión tímida ahora o una más dura después".
Lamentablemente, en la izquierda reformista la perplejidad es la misma, y sus lamentos por la ausencia de "controles" que hagan del capitalismo un sistema "más humano" son, sin duda, mucho más bochornos y despreciables
El ritmo de los acontecimientos es difícil de predecir, pero una cosa parece más que probable: la economía mundial se enfrenta a una crisis que puede tener proporciones históricas. La clase dominante de todo el planeta, empezando por la estadounidense, se prepara para salir de ella atacando aún más a la clase obrera en todos los rincones del mundo, y esta receta provocará un estallido en la lucha de clases. La crisis golpeará en la conciencia de millones de jóvenes y trabajadores poniendo aún más de relieve, confirmando aún con más fuerza, que el capitalismo es un sistema senil y decadente que hace ya mucho tiempo dejó de jugar cualquier papel progresista y merece ser derribado. Y en estas condiciones el programa del marxismo revolucionario, del genuino socialismo, se abrirá de nuevo paso entre millones de explotados convirtiéndose en su bandera de lucha. No hay tiempo que perder en la tarea.