Urriaren 23an hauteskundeak egin ziren Tunisian urte beteko epean konstituzioa egitea helburu duen Asanblada Konstituziogilea osatzeko. Mendebaldetartuena den herrialdean En Nahda alderdi islamistak irabazi zituen hauteskundeak komunikabide burgesen harridurarako.  Zer nolako etorkizuna du iraultzak?

No vamos a minusvalorar el apoyo obtenido por En Nahda (42% de los votantes), pero tampoco sobrevalorarlo. Muy al contrario de lo que proclaman los medios burgueses (y alguno de izquierda), los islamistas no han arrasado, y la participación no ha sido alta, teniendo en cuenta que allí es necesario inscribirse en el censo. Sólo un 49% de los tunecinos en edad de votar lo ha hecho; un resultado sorprendente tras la caída de una dictadura, y que sólo se puede explicar por el hecho de que, como señalaron muchos periodistas, ha habido una apatía bastante masiva hacia estas elecciones, y una desconfianza importante hacia las instituciones burguesas.

 
En este contexto en que la cita electoral no ha sido vista como una herramienta para consolidar y hacer avanzar la revolución, En Nahda ha jugado con ventaja. No sólo por su probable financiación por parte de las petromonarquías y de Turquía, por utilizar a su favor su incipiente red de beneficencia (que a veces llega, a diferencia del Estado, al Túnez profundo), o por el acarreo de votos. La ventaja de En Nahda, para algunos sectores populares, con respecto a la maraña de partidos y partiditos de mayor o menor carácter burgués o pequeñoburgués (en gran parte procedentes de la odiada estructura política de Ben Alí) es que siempre estuvieron en la oposición a la dictadura, y fueron la víctima preferida de la represión (ellos dan la cifra de 30.000 detenidos islamistas a lo largo del cuarto de siglo de benalismo). Para las masas despertadas por la revolución a la lucha política, aun para las más atrasadas políticamente, cualquier personaje u organización vinculada a la dictadura es vista con sana hostilidad. La prueba es el peso marginal de la oposición legal a Ben Alí y de los grupos vinculados al PSOE y el reformismo europeo, que obtienen, en conjunto, un 12%, mientras el liberal Partido Democrático Progresista paga (con un escaso 8%) el precio por participar en los gobiernos continuistas tras la huida de Ben Alí.

¿Contrarrevolución triunfante?

¿Supone la victoria islamista que la contrarrevolución ha triunfado en Túnez? En absoluto. Sólo el 20% de la población mayor de edad les ha votado, pero los sectores más avanzados de la sociedad, protagonistas de la revolución (y, en especial, la clase obrera industrial, la juventud y las mujeres), muestran una desconfianza u oposición hacia cualquier medida que limite sus derechos recién conquistados. Cientos de jóvenes se manifestaron el día electoral contra las irregularidades que han beneficiado a En Nahda.


Rachid Ghannouchi no ha hecho campaña a favor de la sharía, la poligamia o la obligatoriedad del velo. Muy al contrario, ha prometido respetar el Estatuto personal de la mujer (una de las más avanzadas en el mundo árabe), defendiendo su derecho “a la educación, trabajo, igualdad, y participación pública”. Una de sus promesas clave es la creación de 600.000 puestos de trabajo en un lustro. También ha destacado la lucha contra la corrupción. Evidentemente, es una mezcla de demagogia y ocultación de programa; el éxito en la imposición de medidas reaccionarias por parte de los islamistas dependerá de la fuerza del movimiento para resistirse a ellas, y no de las palabras. Pero esta táctica es muy significativa: la reacción integrista necesita tener mucho cuidado, dar pasos medidos, si no quiere despertar al gigante de la revolución… En todo caso, las masas tienen que poner a prueba este lobo reaccionario con piel de cordero revolucionario, y muy posiblemente, en poco tiempo, su actual prestigio en algunos sectores va a tocar suelo. La charlatanería sobre Alá y el Corán no va a solucionar los graves problemas sociales (el desempleo afecta a casi un tercio de los jóvenes, según datos oficiales).  Ghannouchi habla claro: “Estamos abiertos a las inversiones de todas partes y nos comprometemos a respetar los intereses de los inversores” (‘En Nahda promete construir la democracia en Túnez’, www.elpais.com, 28/10/11).

Comités obreros y populares versus Asamblea Constituyente

Para entender estos resultados electorales hay que ver todo el proceso revolucionario en su dinámica. En el levantamiento de enero, las masas —y en primera línea los sectores más avanzados— jugaron el protagonismo directo. Su iniciativa llevó al surgimiento de numerosos comités elegidos en fábricas, barrios y localidades. También las secciones locales de la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT) se llenaron de activistas y se convirtieron en referentes. Unos y otras pudieron jugar el rol de órganos de poder obrero, y, en la medida que se hubieran extendido y consolidado, podrían haber sustituido en un determinado momento al corrupto Estado burgués (heredero de la dictadura) por un Estado obrero. Conscientes de ese peligro, el imperialismo y la burguesía tunecina han jugado la labor de reconducir la revolución por vías democráticas burguesas, que es la antesala para su derrota. Pretenden que las masas vuelvan a postrarse en la apatía política, desconfiando de la lucha y dejando el terreno expedito para el juego parlamentario habitual de diferentes camarillas burguesas. En este sentido la convocatoria de la Asamblea Constituyente pretendía distraer la atención de las masas. La prueba de esto es que el primer ministro interino (Beji Caid Essebsi), cuando anunció la fecha electoral, insistió en que la situación política y social no podía tolerar más huelgas y protestas.

Continúan las huelgas y luchas

 

Los acontecimientos pueden ser una ayuda en este sentido. Ghannouchi quiere formar un gobierno de “unidad nacional”, de tal forma que pueda ralentizar la revolución, ganar tiempo, y fortalecer su base social. Este gobierno es probable, ya que los partidos en segunda y tercera posición (los reformistas Congreso por la República y Ettakatol) son proclives a él. Pero, aunque intenten darle un carácter de “salvación nacional”, poco margen tendrá para desarrollar su tarea principal, a saber: acabar con la oleada de inestabilidad social y de huelgas. ¿Podrá ese gobierno débil hacer concesiones importantes que apaguen las luchas? La respuesta es “no”. ¿Podrá reprimirlas sin límite hasta ahogarlas? ¿Podrá utilizar —con éxito— su base social para enfrentarse a los huelguistas? La respuesta sigue siendo la misma. No, al menos de momento. Más bien, En Nahda (y sus comparsas izquierdistas, que le proporcionarán una inútil cobertura progresista) se enfrentará a un movimiento que se siente fuerte.


La lucha en la calle, especialmente de la clase obrera, continúa. Son continuas las huelgas y protestas. Damos algunos datos. Durante un mes, entre mayo y junio, se desarrolló una de las más importantes, la de los 8.000 trabajadores de Tunisie Telecom. Los empleados llevan en lucha desde un mes antes de la Revolución del 14 de Enero, ante los intentos de Ben Alí de privatizar la empresa de telefonía. Tras la caída del sátrapa, el nuevo gobierno y la directiva renunciaron a cambiar el estatus de la empresa y a vender el 35% de sus acciones a una multinacional de Dubai, y aparentaron retomar el control público. Sin embargo, las presiones de dicha multinacional animó al gobierno interino a dar marcha atrás.


En julio fueron los estibadores los que estuvieron en huelga, durante dos semanas. En agosto le tocó el turno a la empresa pública Transports de Tunis (autobuses y metro de la capital); el 80% paró, a pesar de ser un sindicato minoritario el convocante. Y cinco días antes de las elecciones, un grupo de mártires de la Revolución, víctimas de la represión en esas jornadas (hubo 700 heridos y 300 muertos, según la ONU), se declaró en huelga de hambre para protestar por su marginación. Pero los problemas de la burguesía para recomponer completamente el Estado burgués se reflejan en la movilización policial del 6 de setiembre. El primer ministro interino anunció la prohibición de sindicatos en la policía, dejando claro que “la prohibición es inmediata para frenar cualquier actividad sindical, dados los peligros que ésta representa para las fuerzas de seguridad”. Peligros para su utilización como arma del Estado burgués, añadimos nosotros. Automáticamente, los policías se manifestaron, muchos con su uniforme, exigiendo el fin del “gobierno corrupto”.


Es inevitable que la revolución coyunturalmente dé pasos atrás, mucho más dada la inexistencia de una alternativa revolucionaria clara y con suficiente fuerza. En este sentido, la mayoría islamista es un aviso: si la revolución no avanza y sigue retrocediendo, la pesadilla del integrismo podría ser una realidad. Pero el proceso revolucionario no ha acabado.