Azaroaren 29an urtebete igaro zen Ukrainako krisia hasi zenetik, inperialistek eta oligarkia ukraniarrak Maidanen mugimendu atzerakoia babestu eta bultzatu zutenetik. Geroztik, Kieveko gobernu titereak ofentsiba ikaragarria abiatu zuen talde paramilitar faxisten laguntzarekin: lehenik, NDFk, Washingtonek, Londresek eta Berlinek inposatutako pribatizazioen programa inposatu zuen, gizartearen bizi baldintzak hondoratuz; ondoren, tanke eta tropak bidali ditu herrialdearen ekialdera altxamendua zapaltzeko. Hala ere, inperialismo europarra eta amerikarra egoera egonkortzetik urrun daude. 

 

Las maniobras imperialistas se estrellan una vez más contra la resistencia popular

El 29 de noviembre se cumplió un año del inicio de la crisis en Ucrania, cuando los imperialistas y la oligarquía ucraniana impulsaron y apoyaron el movimiento reaccionario de Maidán. Desde ese momento, el régimen títere encumbrado en Kiev gracias a los grupos fascistas paramilitares, se enzarzó en una ofensiva de grandes dimensiones: primero, imponiendo el programa de privatizaciones exigido por el FMI, Washington, Londres y Berlín, que ha hundido las condiciones de vida de la población; y después, enviando sus tanques y tropas a combatir la rebelión en el este del país. Pero el imperialismo europeo y norteamericano está muy lejos de haber estabilizado la situación.

 

Un año después, y a pesar del último acuerdo de alto el fuego, continúa la ofensiva militar contra las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk; mientras, el enfrentamiento entre las grandes potencias imperialistas de EEUU y Europa contra Rusia no ha cesado de agudizarse. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Los imperialistas y sus representantes en Kiev señalan a Putin como responsable de esta escalada, cuando en realidad detrás del caos que reina en Ucrania están las intrigas de las potencias imperialistas occidentales y sus intentos expansionistas en una zona de influencia tradicional de Rusia, a la que pretenden aislar y debilitar.

Elecciones parlamentarias

El 26 de octubre se celebraron elecciones legislativas en el territorio controlado por el gobierno reaccionario de Kiev. El objetivo de las mismas era claro: otorgar a un gobierno ilegal, que incluía a destacados dirigentes fascistas, las credenciales democráticas necesarias para “homologarse” internacionalmente. Pero estas elecciones, como las presidenciales de mayo, están muy alejadas de cualquier viso de democracia. En primer lugar, estaban prohibidos la mayoría de partidos opositores y sólo el 53% del electorado de la parte occidental del país fue a las urnas; en segundo, sólo seis partidos consiguieron superar el 5% necesario de los votos para entrar en el parlamento y todos están vinculados a los oligarcas. Los dos partidos más votados fueron la coalición del presidente Petro Poroshenko, y el Frente Popular, encabezado por el primer ministro interino Arseni Yatseniuk; seguidos por el Partido Autoayuda de Andrei Sadovi, alcalde de Lvov, principal ciudad del oeste ucraniano; del Partido Patria, de Julia Timoshenko; del Partido Radical y del Bloque Opositor, creado este último por antiguos miembros del Partido de las Regiones de Víktor Yanukovich. El voto se dividió en líneas regionales: en el sur y el centro ganó Poroshenko, en el oeste el Frente Popular y en el nordeste el Bloque Opositor.
Aunque los partidos ultranacionalistas y fascistas Svoboda y Sector Derecho no han conseguido el 5% necesario, la realidad es que sus principales dirigentes sí tienen garantizada su presencia en el parlamento, ya que se han integrado en las listas del Frente Popular y el Partido Radical, o bien utilizando el peculiar sistema electoral ucraniano que asigna el 50% de los escaños a los partidos que se han presentado a las elecciones y el resto se reparte entre aquellos partidos que no han conseguido el mínimo de votos necesarios. En esta última categoría entran los denominados “candidatos sin partido”, de manera que Svoboda tendrá seis parlamentarios y estará presente también el principal dirigente de Sector Derecho.

El nuevo gobierno profundizará los ataques a la clase obrera

Ninguno de los partidos ha conseguido la mayoría necesaria para gobernar en solitario, así que se han visto obligados a rubricar un pacto de gobierno el 21 de noviembre. La coalición estará formada por el Frente Popular, el Partido Patria, el Partido Autoayuda, el Partido Radical y el de Poroshenko. Aunque todavía no han hecho público su programa, sus portavoces han dejado claro su contenido reaccionario: intensificar la ofensiva militar contra el Este y continuar con la política de recortes impuesta por el FMI. Uno de los primeros puntos del acuerdo es incrementar el gasto del Ejército hasta el 3% del PIB, implantar nuevos métodos para la movilización militar y renovar la estrategia de seguridad del país, lo que en palabras llanas significa acelerar el proceso de entrada en la OTAN. Entre las cinco fuerzas políticas reúnen los dos tercios necesarios en el parlamento para cambiar la constitución y eliminar el estatus de país no alineado, para dar un siguiente paso en 2016 con la celebración de un referéndum sobre la integración en la OTAN. 
El gobierno de la derecha ucraniana se enfrentará a una situación explosiva en la economía. Mientras se prevé que el PIB se reduzca un 10% este año, la industria pesada se contrajo un 30%, paralizada por la ofensiva militar en el Este, donde se encuentra localizada la mayor parte de ella; por ejemplo, de las 93 minas de carbón que hay en estas regiones sólo 24 están operativas, y se ha comenzado a importar carbón sudafricano. Los mineros llevan meses sin cobrar y en las últimas semanas se han producido en Kiev varias manifestaciones para exigir el pago de sus salarios atrasados.

La rebelión popular en el Este ucraniano continúa

 

En las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk también se celebraron elecciones, y en ambos casos salieron elegidos con cerca del 80% de los votos los comandantes rebeldes próximos a Moscú. Como se preveía, el alto el fuego acordado en septiembre sólo era una táctica dilatoria por parte del gobierno de Kiev, muy cuestionado internacionalmente debido a las atrocidades cometidas en el Este y dentro de su país por una guerra cada vez más impopular. Una vez celebradas las elecciones se han reiniciado con mayor intensidad las operaciones militares y el siguiente paso es la asfixia económica de las dos regiones rebeldes: el gobierno ha ordenado no pagar las pensiones, salarios, ni ayudas o subvenciones que reciben los habitantes del Este desde el gobierno central. 
Las potencias imperialistas al mismo tiempo que acusan a Rusia de suministrar armas a los “separatistas” ucranianos, continúan fortaleciendo el ejército de Kiev con asesores, miles de mercenarios y material bélico de todo tipo, además de acumular tropas y armamento en el Este europeo. Este gran juego de mentiras y propaganda política sólo pretende encubrir la intervención de Occidente como ayuda a la “defensa de la democracia ucraniana”. Pero doce meses después, la crisis en Ucrania arroja un saldo bastante preocupante para el imperialismo, y los próximos acontecimientos pueden dar la vuelta a sus expectativas, especialmente si la población del oeste del país toma el camino de la rebelión contra la agenda económica de austeridad y recortes.

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