Urtarrilaren 25eko hauteskundeetako emaitzak Greziako langile klasearen eta zapalduen garaipen erraldoia dira. Syrizak emaitza historikoa lortu du. Azken 70 urtetako Europan lehenengo aldiz, hauteskundeak sozialdemokraziaren ezkerretara dagoen alderdi batek irabazi ditu. Syrizaren garaipenak politika europarreko eskenatokia aldatzeko pausoa eman du, murrizketen aurkako mobilizazioa bultzatuko du eta garai berri bat irekiko du klase arteko borrokan.

 

Syriza se alza con el 36,34% de los votos (2.246.064 votos) y 149 escaños, sólo dos por debajo de la mayoría absoluta. Un contundente apoyo social que se ha incrementado en 9,5 puntos y en más de 590.000 votos respecto a las elecciones de junio de 2012.

Tras conocerse los resultados Alexis Tsipras se dirigió a una multitud concentrada en el centro de Atenas para celebrarlo: “Hoy perdió la Grecia de los oligarcas y de los corruptos” y “ganó la Grecia del trabajo, del conocimiento y de la cultura (…) Ganó la Grecia que lucha y que tiene esperanza”. Señaló que “nuestra victoria es una victoria de todos los pueblos de Europa que luchan contra la austeridad. Grecia ha pasado página, la decisión del pueblo griego (…) anula el Memorándum. La troika será pasado en Europa”.

 

Las primeras medidas del Gobierno. Un avance para los trabajadores

 

La dinámica de la lucha de clases en Grecia ha entrado en una fase diferente. Syriza llega al gobierno cuando el margen de maniobra para salidas intermedias, acuerdos y paz social se ha evaporado, y eso se está reflejando en las primeras medidas adoptadas por el gobierno para cumplir con el “Programa de Salónica”, y en los choques públicos con los dirigentes de la UE.

En la primera reunión de Consejo de Ministros, celebrada el 28 de enero, el Gobierno ha anunciado como prioridades remediar la crisis humanitaria, la renegociación de la deuda y la lucha contra la evasión fiscal. Las primeras medidas que se podrían tomar a partir del 5 de febrero, fecha en que se constituirá el nuevo parlamento, son de un gran calado: la redacción de una ley para garantizar electricidad gratuita a más de 300.000 hogares; la paralización “inmediata” del proceso de privatización de la compañía eléctrica estatal DEI, que se convertirá en “una empresa de interés público que funcionará con criterios no lucrativos” y también de aquellas privatizaciones que vayan en contra de los objetivos sociales, como la de los puertos y aeropuertos. Se restaurará el acceso universal al Sistema Público de Salud, del que están excluidas más de 3 millones de personas, el 30% de la población, y se anulará el pago de tasas por atención en hospitales (5 euros) y por las recetas (1 euro), además de reforzar los recursos humanos del sistema sanitario. Garantizará la electricidad gratuita a más de 300.000 hogares.

El gobierno también ha anunciado su intención de restablecer el salario mínimo interprofesional que existía antes del Memorándum (de 751 euros frente a los 586 actuales) y la decimotercera paga de las pensiones inferiores a 700 euros. Recuperarían sus puestos de trabajo los funcionarios que han sido despidos “ilegalmente” o que se encuentran en el llamado sistema de movilidad laboral. Esta medida afectaría a unos 10.000 funcionarios, entre otros, a las limpiadoras del Ministerio de Finanzas y a los bedeles de escuelas que llevan meses en lucha. También se ha planteado la reapertura de la Radio Televisión Pública (ERT), un símbolo de la lucha del movimiento obrero griego, recontratando a los 2.600 trabajadores despedidos, para poder emitir en 40 días. Se recuperarán los convenios colectivos y se derogará la ley que permite los despidos colectivos.

La burguesía europea ha reaccionado con furia. Nada más conocerse la victoria de Syriza se sucedieron las declaraciones de advertencia sobre la obligación de Grecia de cumplir con sus compromisos: pago de la deuda y continuidad de los recortes y la austeridad. Tras el discurso de Tsipras en la primera reunión del consejo de ministros, la Bolsa de Atenas se desplomó un 9,4%, los cuatro principales bancos griegos perdieron un cuarto de su valor bursátil y la prima de riesgo alcanzó los 1.026 puntos básicos. Lo mismo puede decirse de la respuesta de la burguesía griega. La fuga de capitales, que asciende a más de 300.000 millones de euros en estos últimos cinco años, se ha recrudecido: si el pasado diciembre se retiraron 3.000 millones de euros de los bancos griegos, la cifra llega (de momento) a los 11.000 millones en enero (en estos dos meses se ha sacado el 8,5% del total de los fondos bancarios). Según Bloomberg, la salida de capitales entre el 19 y el 23 de enero “fue incluso mayor que la que sufrió el país en mayo de 2012”.

En estos momentos se están abriendo negociaciones entre el gobierno de Syriza y la troika sobre la deuda, uno de los aspectos más sensibles para la burguesía europea. Y los primeros contactos han dejado muchos símbolos de lo que puede suceder en el futuro. En la reunión que mantuvieron en Atenas el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, y el Ministro de Economía de Syriza, Yanis Varufakis, el desacuerdo se hizo no sólo visible sino estruendoso. Después de que Dijsselbloem afirmase que los problemas de la economía griega no habían desaparecido tras las elecciones y que Atenas debía seguir con los ajustes, el Ministro Yanis Varufakis declaró desafiante: “Grecia no reconoce a la troika ni el acuerdo de rescate (…) No tenemos intención de trabajar con una comisión que no tiene razón de existir…”. La cara de un arrogante Dijsselbloem subió todos los tonos del rojo y sólo dudó segundos en levantarse y marcharse desairado de la conferencia de prensa.

Este incidente refleja el fondo del asunto que se está tratando. El programa de Syriza defiende una quita de más del 50% y supeditar el pago del resto de la deuda a la vuelta a una situación de crecimiento económico. En sí mismo, el problema de la deuda de los países periféricos es un factor de inestabilidad para el capitalismo europeo y mundial que no está resuelto en absoluto. La deuda pública griega, como la española o italiana, es realmente impagable. Todos los economistas serios lo reconocen. En un momento determinado, una reestructuración de la deuda y la aplicación de una quita como alternativa a una cadena de impagos desordenada es el mal menor para el sector financiero, siempre y cuando éste pueda seguir saqueando al país en cuestión. De hecho, ya se han aplicado quitas a la deuda griega recientemente. Pero hay quitas y quitas. Si un eventual gobierno de Syriza aplica una quita del 50% y el pago del otro 50% queda condicionado al crecimiento económico, en un contexto de enorme presión en la calle para aumentar el gasto social, el desafío a los intereses de la banca europea sería evidente.

Merkel, Hollande, Cameron, y tras ellos el gran capital financiero de Europa, van a presionar hasta la extenuación al nuevo gobierno. Además de la preocupación por las medidas anunciadas, que de concretarse representarían un duro golpe a su estrategia, son muy conscientes las implicaciones de esta política y de su efecto contagioso en otros países, empezando por el Estado español. La mínima concesión al gobierno de Tsipras animaría la lucha de clases en Grecia y se entendería como una señal para emprender un camino semejante en el resto de Europa. Por eso intentarán aplastar a Syriza, hacer que hinque la rodilla ante sus intereses y arrastrarla por el mismo camino que al PASOK. Lo que no está nada claro es que lo consigan.

El triunfo de Syriza se ha producido al calor de una movilización masiva por parte de la población, y esta presionará duramente para que no se dé ningún paso atrás desde el gobierno. Tal como señalaba una simpatizante de Syriza pocos días antes de las elecciones: “Cuando gane este domingo 25 voy a celebrarlo, pero a partir del 26 vamos a tener que empezar a pensar en cómo nos movilizamos para exigir que no nos decepcionen”. La burguesía es muy consciente de que detrás de una victoria de Syriza hay una expectativa de cambio social profundo.

 

Mayoría absoluta de la izquierda en la calle y en el parlamento. ¡Fuera la derecha del Gobierno!

 

La derecha burguesa del ex presidente Samaras, Nueva Democracia (ND), sufrió una clara derrota el 25E: se quedó a medio millón de votos de Syriza (9 puntos por debajo), y pasa del 29,66% que logró en las elecciones de 2012 al 27,81% (1.718.815 votos) y 76 diputados, perdiendo más de 106.000 electores. La campaña de la derecha griega recurriendo a un discurso del miedo, del catastrofismo y del chantaje, y apoyada con entusiasmo por toda la burguesía europea, no ha podido contra la firme decisión del pueblo griego, de los trabajadores y la juventud, de romper con la barbarie que ha significado la crisis capitalista durante estos últimos seis años.

Otro aspecto central de las elecciones griegas ha sido la liquidación política de la socialdemocracia oficial. El apoyo incondicional del PASOK a todos los retrocesos sociales, y su participación en el gobierno con la derecha, le ha hundido: de obtener más de tres millones de votos y mayoría absoluta con el 44% de apoyo en 2009, pasa a 289.428 votos (4,68%) y 13 escaños en 2015, perdiendo más de 466.000 votos respecto a 2012, y ocupando el furgón de cola en el parlamento griego.

Los neonazis de Amanecer Dorado (AD) han retrocedido respecto a las elecciones de 2012, pasando del 6,92% al 6,28% de los votos (388.447 en total, 37.500 menos que en 2012) y 17 diputados electos frente a los 18 que tenía; pero se mantiene como tercera fuerza parlamentaria y esto representa una advertencia muy clara para la juventud y la clase obrera griega de que las tareas de la transformación social no se pueden quedar a medias.

La nueva formación de “centro” To Potami (El Río), creada hace menos de un año, obtiene el 6,05% de los votos y 17 escaños. El Partido Comunista de Grecia (KKE) consigue el 5,47% y 15 diputados, aumentando prácticamente un punto y 60.000 votos su apoyo respecto a 2012. La escisión nacionalista de derechas de ND creada en 2012, Griegos Independientes (ANEL), obtiene el 4,75% y 13 escaños, sufriendo también un pérdida de 169.000 votos respectos a 2012. Y, como puntilla de este cambio histórico, el ex primer ministro socialdemócrata, Yorgos Papandreu, y su Movimiento de los Socialistas Democráticos se queda fuera del parlamento con un ridículo 2,4%.

Los resultados arrojan un hecho incuestionable: la correlación de fuerzas es completamente favorable a la izquierda. Los únicos partidos que incrementan su apoyo respecto a 2012 son Syriza y el KKE. Ambos agrupan casi el 42% de los votos, mientras que en 2012 tenían poco más del 31%. Los grupos parlamentarios de ambas formaciones obtienen una holgada mayoría absoluta de 164 diputados. Mientras, la derecha en su conjunto (ND, AD, ANEL) pasa del 44% de los votos al 38,8%.

Los resultados hubieran permitido avanzar claramente en la formación de un gobierno exclusivamente de la izquierda. Syriza y Tsipras podían haber realizado un llamamiento claro y explícito a la base y a la dirección del KKE para integrar con ellos un gobierno de izquierdas con un programa en beneficio de la mayoría. Obviamente existían y existen obstáculos para que una opción semejante terminase de materializarse debido a la postura extremadamente sectaria que mantiene la dirección del KKE con Syriza, a la que caracteriza erróneamente de ser una formación burguesa y antiobrera. Es cierto que la dirección del KKE alimenta una dinámica sectaria que está en las antípodas del leninismo, pero eso no es excusa para que Tsipras hubiera planteado una propuesta clara y contundente. En el caso de que los dirigentes del KKE se hubieran negado a aceptar, la vía para ganar el apoyo de la militancia y los votantes comunistas, si Syriza despliega efectivamente una política de ruptura con la austeridad y los recortes, estaría más que abierta.

En lugar de apostar a fondo por un acuerdo de este tipo, Tsipras ha decidido apoyarse en Griegos Independientes (ANEL) para formar gobierno y no esperar a que una ronda de consultas pudiera empañar su victoria. Si el sectarismo del KKE y su rechazo del frente único es una política perniciosa, las alianzas con la derecha son un error de gravísimas consecuencias. No hace mucho que Syriza tenía una posición respecto a ANEL: “No existe ninguna posibilidad de formar un gobierno de coalición con Panos Kamenos (jefe del partido ANEL). Pertenece al espacio de la derecha. La trayectoria y las posiciones de Panos Kamenos le sitúan a la derecha de la Nueva Democracia. Un gobierno de izquierda antimemorándum que dependiera del voto de Panos Kamenos no podría durar”. Esto afirmaba en 2012 el dirigente de SYRIZA, eurodiputado y vicepresidente del Parlamento Europeo, D. Papadimulis.

Debido al tremendo giro social a la izquierda y la gran autoridad con la que cuenta Syriza, ANEL dice aceptar el Programa de Salónica. Pero se trata de una maniobra táctica para, eventualmente, torpedear cualquier medida que pueda poner en peligro los intereses de la burguesía griega y su sistema. ANEL es un partido chovinista, pro capitalista (mantiene conexiones evidentes con los grandes armadores) y estrechamente ligado con los sectores más reaccionarios del Estado. Tiene una posición respecto a la inmigración casi exacta a la Amanecer Dorado. Por eso es realmente asombroso que Tsipras ceda el Ministerio de Defensa al líder de ANEL, Panos Kamemos (que ya fue viceministro de Marina Mercante en el Gobierno de Nueva Democracia entre 2007 y 2009), en un país en el que es necesaria una depuración completa de fascistas en el ejército y el aparato del Estado, cuya cúpula tiene numerosos vínculos con Amanecer Dorado.

Tras el triunfo de la Unidad Popular, el presidente Allende nombró a Augusto Pinochet jefe del Estado Mayor del Ejército chileno. En lugar de depurar inmediatamente la cúpula militar contando para la tarea con su mayoría social, con la colaboración de los soldados y los suboficiales progresistas, confió en atraer a los militares a su política. El resultado es conocido. Pinochet se levantó en armas contra el gobierno Allende y encabezó una sangrienta dictadura. Después del 14 de abril de 1931, el Ministro de la Guerra del gobierno de conjunción republicano-socialista, Manuel Azaña, renunció a estirpar el cáncer fascista en el ejército y aplastar a la casta de oficiales africanistas. El 18 de julio de 1936 todos los militares facciosos que se alzaron en armas contra la República habían jurado fidelidad a la bandera tricolor y llevaban años confirmados en sus puestos por los sucesivos gobiernos republicanos.

Estos reaccionarios son un caballo de Troya en el gobierno de Syriza. Cuando sea necesario, la clase dominante griega utilizará a ANEL contra el mismo gobierno y el movimiento obrero como una quinta columna destructiva. Hay que aprender de las lecciones de la historia, mantener una política de clase independiente de las formaciones de la burguesía y rectificar urgentemente este error.

 

Romper con el capitalismo para transformar la sociedad

 

La llegada de Syriza al gobierno es un paso adelante extraordinario, pero sólo un primer paso en el camino de una transformación social profunda. Los capitalistas griegos conservan sus principales fuentes de poder: la propiedad privada del sector financiero y de los grandes medios de producción y el control del aparato estatal. Como ocurrió con los gobiernos de Allende en Chile o de Hugo Chávez en Venezuela, la burguesía utilizará todo el poder económico y su aparato estatal para sabotear, desestabilizar y tratar de derribar a un gobierno que pretenda poner en práctica las aspiraciones de cambio de las masas y que desafíe los intereses vitales de los capitalistas.

La única manera de contrarrestar esta inevitable ofensiva de la reacción es defendiendo una alternativa claramente socialista, apelando a la clase obrera a hacerse con el control directo de las palancas de poder político y económico. Lo que está en juego en Grecia es quién controla esta sociedad, los capitalistas o los trabajadores. Frente al sabotaje, a la huelga de inversiones, a la fuga de capitales hay que oponer la nacionalización completa y bajo control obrero de todos los sectores fundamentales de la economía. Frente a la amenaza de asfixia financiera externa hay que llamar activamente a la solidaridad de la clase obrera europea, a que sigan el mismo camino que en Grecia instaurando un gobierno favorable a sus intereses. Frente a la amenaza de salida de euro hay que levantar la alternativa de una Federación Socialista Europea.

La victoria de Syriza representa un punto de inflexión y la confluencia de toda una serie de procesos de calado histórico: la profundidad de la crisis capitalista y la ausencia de una perspectiva de salida satisfactoria para las masas; el descrédito profundo de las instituciones burguesas y de los representantes políticos de la burguesía; la arrogancia, la avaricia y el parasitismo del sector financiero; la desintegración de la socialdemocracia y, sin duda el factor más importante, la voluntad de lucha y de transformación social de la juventud, de la clase trabajadora griega y de amplios sectores de las capas medias empobrecidas.

 

A partir de ahora, todos los elementos de revolución que existen en la situación política griega se podrían desarrollar a un nivel superior. Las embestidas de la reacción contra un gobierno dispuesto a resistirse a la política de recortes podrían radicalizar aún más el movimiento obrero, abriendo un nuevo periodo de la lucha de clases donde el derrocamiento del capitalismo se pondría en el orden del día con toda crudeza. Los oprimidos de Grecia librarán una feroz resistencia frente a quien quiera arrebatarles esta victoria. La experiencia histórica demuestra que sólo en la cabeza de los que venden quimeras es posible conciliar los intereses de los capitalistas con los intereses de los trabajadores. Grecia entra en una nueva etapa: o ellos, los capitalistas y los banqueros con su austericidio; o nosotros, el pueblo y los trabajadores transformando la sociedad en líneas socialistas.

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