Britainia Handian azken hamarkadetako iskanbila handiena bizi ondoren, David Cameronek parlamentuan azaldu zuen eta zela “pobreziaren arazoa, kulturarena eta erantzunkizunarena” baizik. Ideia hau behin eta berriz azaldu dute politikariek eta komunikabideek azken egunetan. Iskabila hauek guztiak kapitalismoaren krisiarekin eta David Cameronen gobernu kontserbadoreak aurrera eramandako murrizketa planekin erlazionatzen zuena ere kriminalizatzen zuten. Boris Johnsonek, Londongo alkatea Alderdi Kontserbatzailearen izenean, ildo argumental hau jarraituz esan zuen “bada garaia harpilaketetan eta biolentzian parte hartu dutenek justifikazio ekonomiko eta sozialak entzuteari utz diezaioten”
Tras la mayor oleada de disturbios vivida por Gran Bretaña en décadas, David Cameron compareció ante el Parlamento para explicar que no se trataba de "una cuestión de pobreza, sino de cultura y responsabilidad". Esta idea ha sido machaconamente transmitida por políticos y medios de comunicación durante los últimos días, incluso llegando a criminalizar a todo aquel que se planteara vincular la oleada de disturbios con la actual crisis del sistema capitalista y los salvajes planes de ajuste llevados adelante, en este caso, por el Gobierno conservador de David Cameron. Boris Johnson, alcalde de Londres por el Partido Conservador, decía siguiendo esta misma línea argumental que "ya es hora de que la gente implicada en los saqueos y la violencia deje de escuchar justificaciones económicas y sociales".
Simultáneamente a la oleada de disturbios, el otro foco de atención en los medios de comunicación ha continuado siendo la crisis económica, las subidas y bajadas en las bolsas, la crisis de la deuda pública europea y norteamericana, y la posibilidad cada vez mayor de recaer en una nueva recesión o incluso en una depresión. Ante esta situación, el discurso simplista que califica los disturbios como mero vandalismo y criminalidad gratuita se vuelve más necesario que nunca para la burguesía, tratando de presentar estos acontecimientos como un caso de locura social espontánea, donde nada tienen que ver los recortes y los planes de ajuste, ya que, entre otras cosas, estos tienen que continuar.
Un ejemplo al respecto es el de la revista británica The Economist, principal valedora del gran capital en Gran Bretaña durante siglos. En un artículo titulado "Después del infierno", y bajo el subtítulo: "Los disturbios pueden cambiar la política británica en un sentido que favorezca a David Cameron", se explica que estos disturbios pueden ir más allá de una cuestión criminal influyendo en otros aspectos de carácter social, pudiendo "los votantes concluir que las causas profundas de los mismos pueden no ser la pobreza, la discriminación y la austeridad... sino la dependencia del Estado de bienestar". Cuando medios de comunicación y políticos hilan dicho discurso, tal y como refleja The Economist, su única intención es aprovechar esta oportunidad para continuar con los ataques contra la clase obrera y la juventud, y seguir manteniendo los privilegios e ingentes beneficios de multinacionales y banqueros.
La causa de los disturbios es el capitalismo
Superponiendo en un mapa las zonas con mayor desigualdad social con aquellas donde se han producido los disturbios, Simon Rogers, periodista del diario The Guardian, consiguió una coincidencia asombrosa, precisamente son los barrios de Londres más castigados por el desempleo y la pobreza aquellos donde más disturbios se han desatado.
Tottenham, el barrio donde comenzaron los disturbios, tiene la mayor tasa de desempleo de todo Londres, es una de las 10 zonas más pobres de todo el país, donde 1 de cada 4 niños nace en una familia con todos sus miembros en paro. Con los recientes recortes del Gobierno conservador esta situación se ha agravado aún más, recortándose los programas sociales para los jóvenes en un 75%, a pesar de ser uno de los barrios con la tasa más alta de desempleo juvenil de todo el país, con 1 puesto de trabajo por cada 50 jóvenes demandantes de empleo.
Los recortes del Gobierno de Cameron, a pesar de ser brutales para el conjunto de la clase obrera y la juventud, han resultado aún mayores en los barrios más deprimidos. Para aquellas familias con las rentas más bajas supondrán, según el Instituto de Estudios Fiscales, 1.100 euros menos al año, habiéndose reducido ya sus ingresos (para el 10% más pobre) en términos absolutos entre 1998 y 2008 en más de un 10%.
En Hackney, otra de las zonas donde estallaron con más virulencia los disturbios, los recortes del Gobierno han supuesto para el 10% más pobre una reducción del 38% en sus ingresos netos, mientras para el 10% más rico tan sólo un 5%. Mientras el presupuesto de este distrito se ha recortado en un 8,9%, Richmond, donde se concentran los barrios más ricos de Londres, sólo ha sufrido un recorte presupuestario del 0,61%.
Hoy en día Londres es la ciudad con mayores desigualdades del mundo desarrollado, donde el 10% más rico tiene un patrimonio 273 veces mayor que el 10% más pobre, y donde el 20% de la población concentra el 60% de la riqueza total. Mientras las condiciones de vida de millones de parados, jóvenes y trabajadores londinenses se siguen hundiendo merced a los brutales planes de ajuste, los consejeros delegados de las 100 principales empresas de la Bolsa de Londres incrementaron sus remuneraciones en 2010 en un 32%, y la City distribuyó bonificaciones bancarias por 16.000 millones. Por otro lado, estando Londres a la cabeza, Gran Bretaña en su conjunto no se queda corta a este respecto, estando entre los países con mayores desigualdades entre ricos y pobres de la OCDE según un informe de la propia organización del año 2008, siendo aún mayor dicha brecha a día de hoy como consecuencia de la crisis económica y de los brutales recortes aplicados al calor de la misma.
Teniendo en cuenta esta situación no resulta extraño que ya se vinieran haciendo declaraciones sobre la posibilidad de una auténtica explosión social. De hecho el Propio Nick Clegg, líder de los liberales y actualmente aliado del Gobierno conservador, decía en abril de 2010, antes de la elecciones, que un gobierno conservador que "de repente anunciase subidas del IVA, despidos de profesores, recortes de policía y de salarios públicos, podría ver disturbios sociales al estilo de Grecia". Ahora, cuando se dan estos disturbios, su única explicación es que se trata de "actos inadmisibles de delincuencia oportunista".
Reprimir a los pobres y recompensar a los ricos.
A lo largo de esta semana estamos asistiendo a un auténtico show mediático, compitiendo los diferentes líderes políticos, incluidos los laboristas, para ver quién es más duro en sus declaraciones. A la vez que se pide la máxima contundencia contra los saqueadores, condenándose en cuestión de 7 minutos a centenares de jóvenes a seis meses o un año de prisión, saltándose todas las garantías legales existentes, y el derecho de los acusados a poder defenderse; a la vez que se aprovecha esta situación para continuar recortando derechos sociales, expulsando a los padres de un adolescente condenado de la casa de protección oficial donde viven; a la vez que se habla de recortar derechos democráticos e incrementar las medidas represivas, incluyendo la posibilidad de decretar el "estado de sitio" o de suprimir las redes sociales; a la vez que todo esto ocurre, se exculpa al ex-comisario jefe de Scotland Yard de malas prácticas por las escuchas de News of the World, mientras Rupert Murdoch y su hijo siguen sin pagar un plato roto por las miles de escuchas ilegales y coacciones ejercidas por sus medios de comunicación durante años, y que contaron con la participación de uno de los más estrechos colaboradores de David Cameron.
David Cameron plantea que "nuestra sociedad está enferma" y que el problema está en la educación. Sin embargo, él y su Gobierno, con los planes de ajuste, están destruyendo el sistema educativo, expulsando a miles de jóvenes de las universidades porque no pueden seguir pagando matrículas de 11.000 euros al año, y suprimiendo los programas de ayuda para poder continuar estudiando. El problema es que millones de jóvenes deambulan por las calles y barrios sin encontrar trabajo, sin dinero, y ahora sin centros juveniles donde hacer actividades. Donovan, un estudiante de 19 años, explicaba que en Tottenham "han sido reemplazadas 10 tiendas de comida rápida por 10 casas de apuesta" y que "muchos creen que no hay otra salida". Otro vecino explica que "no hay trabajo... pero quieren continuar recortando derechos sociales... no tenemos forma de sobrevivir y a nadie le importa". Mientras esto ocurre, los grandes saqueadores de la City (Bolsa de Londres) siguen especulando y haciendo grandes fortunas a costa de los planes de ajuste, y de los cientos de miles de millones de euros de dinero público lanzados sin condiciones a manos de las entidades financieras. ¡¡Esto sí que es un auténtico saqueo!!
Cuando David Cameron, aún en la oposición, dio un discurso ante la Royal Society reivindicando que lo que "construye una sociedad, lo que fortalece el civismo, es que la gente asuma su responsabilidad", se refirió también a los empresarios, explicando que debían entender "que también es su responsabilidad, y no sólo del Gobierno, pensar en las consecuencias sociales y medio ambientales de lo que hacen". Sin embargo ese mismo Gobierno no ha dudado una y otra vez en salvar a los bancos, y hacer recaer su responsabilidad en la quiebra de los mismos sobre las espaldas de los trabajadores. Como explicó David Lammy, parlamentario laborista, "no podemos vivir en una sociedad donde los bancos son muy grandes para caer pero se permite que barrios enteros se hundan sin remedio".
Violencia policial y, ¿disturbios raciales?
Uno de los aspectos más destacados durante estos disturbios ha sido el odio brutal que se respiraba en los mismos hacia la policía. Uno de los principales problemas denunciados por los vecinos en los barrios es la constante aptitud de acoso por parte de la policía, especialmente respecto de los jóvenes, y más concretamente sobre determinadas comunidades, especialmente en el caso de los negros, que tienen 26 veces más posibilidades de ser parados que un blanco. Tobias Bailey explica que en lo que va de año le han parado ya 30 veces, y "siempre me dicen que encajo con la descripción".
El accidente que desencadenó los disturbios fue la muerte de Mark Duggan a manos de la policía, un taxista afro-caribeño de 29 años y con 4 hijos. La policía alegó que "el oficial [de policía] fue disparado antes que el hombre [Mark Duggan]", dando a entender que fue un acto de legítima defensa. Posteriormente sin embargo se ha sabido, por la propia policía, que esa versión era una burda mentira, y que las dos balas encontradas en la escena del crimen pertenecían a la pistola de la policía. Evidentemente se trataba de un caso más de abuso policial, algo muy común por otra parte, habiéndose producido desde 1998 333 muertes bajo custodia policial, sin que haya habido hasta la fecha condena alguna a este respecto.
Sin embargo, y a pesar de las mayores desigualdades, discriminación y estigmatización de determinadas comunidades, como los afro-caribeños, y a diferencia de los disturbios de los años 80, en este caso la oleada de disturbios ha trascendido el aspecto racial, en correspondencia con el empobrecimiento generalizado que se está produciendo, consecuencia de la crisis capitalista y de los planes de ajuste, en la mayoría de los estratos de la sociedad. Berkeley, director de un centro juvenil en Tottenham cerrado como consecuencia de los recortes, explicaba que no se ha tratado de un conflicto racial, que en barrios como Enfield, "la gran mayoría de los saqueadores son blancos". En este sentido Lord Tebbit, secretario de empleo durante los disturbios de principios de los 80, explicaba que en los 80 "podías precisar las causas de los mismos en las malas relaciones entre la policía y los vecinos, especialmente entre la población caribeña", mientras en este caso ha sido diferente, ya que por la extensión de los disturbios "realmente ha sido algo multicultural... participando gente de todas las razas".
La única alternativa, la lucha organizada.
Es inevitable que en este tipo de explosiones sociales aparezcan elementos criminales dispuestos a aprovecharse de la situación e incluso tengamos la presencia de provocadores que nada tienen que ver con el movimiento y que con sus actos violentos dan excusas al gobierno para incrementar la represión. Aunque no son correctos algunos métodos utilizados por los jóvenes como la quema de vehículos o los asaltos a tiendas, debemos entender que son fruto de la desesperación provocada por las condiciones de vida. Los disturbios han reflejado la enorme crisis social a la que nos enfrentamos bajo este sistema. Día tras día vemos como en todo el mundo se extiende la llama de la rebelión, cuestionándose cada día más la viabilidad del sistema capitalista. A pesar de los intentos de la burguesía y los medios de comunicación por excluir cualquier causa social o política respecto a los mismos, la realidad es que sí reflejan un aspecto político de primer orden, el cuestionamiento del orden social establecido, el cuestionamiento del capitalismo.
El hecho de que toda esa rabia y frustración, consecuencia de los constantes ataques sufridos por la clase obrera, no se haya canalizado mediante una lucha sindical o política consciente, no supone que no tengan una significación política. La diferencia fundamental respecto a otros movimientos, como los que se están dando en el mundo árabe o en el Estado español, es que se ha tratado de un grito de desesperación, que finalmente ha terminado jugando en contra de los propios trabajadores y jóvenes afectados por los recortes, e incluso de los propios jóvenes que participaron en los disturbios.
El Gobierno conservador, con toda su retórica sobre orden y responsabilidad, no va a impedir que se produzcan nuevos disturbios, y mayores y más virulentos mientras más se hundan las condiciones de vida de millones de personas. Frente a dicha retórica es necesario hacer consciente a los más desesperados de la necesidad de organizarse y dar una lucha consciente y consecuente contra el sistema, con objetivos claros y con los métodos democráticos y participativos propios del movimiento obrero.
El Partido Laborista y los sindicatos tienen una responsabilidad histórica
Los dirigentes laboristas se han sumado, prácticamente de forma acrítica, al coro de aquellos que claman contra el vandalismo y el crimen. Pero son ellos, junto con los dirigentes sindicales del TUC, los primeros responsables de que esta rabia se haya canalizado de forma irracional y anárquica, dejando a los trabajadores huérfanos frente los recortes y ataques del Gobierno, y sumiéndolos en una mayor frustración.
El Gobierno de Cameron, aprovechando el miedo momentáneo generado en los barrios como consecuencia de los disturbios, está introduciendo nuevas medidas represivas, incluso habiéndose llegado a plantear el uso del ejercito. Sin embargo, todas estas medidas, apoyadas ahora por un porcentaje alto de la población, serán tarde o temprano utilizadas contra el movimiento sindical y contra la lucha social y política, haciendo que muchos que ahora circunstancialmente pueden verlas con simpatía cambien radicalmente de opinión. El Partido Laborista y el TUC deben oponerse firmemente a cualquier intento de aumentar la capacidad de represión del aparato del Estado, y hacer frente a cualquier intento de recortar los derechos democráticos.
Meses antes de los disturbios se convocó una huelga del sector público en contestación a la futura reforma de las pensiones. Esta movilización, que afecto a más de 750.000 trabajadores, fue impulsada por sindicatos minoritarios, no siendo apoyada por el TUC ni el Partido Laborista. Frente al plan de ajuste presentado por Cameron al poco de su llegada al Gobierno, el TUC únicamente convocó una manifestación varios meses después de su aprobación. El papel jugado hasta ahora por los dirigentes sindicales para contener la movilización impide que los trabajadores puedan expresar su rabia y malestar mediante la lucha organizada. Sin embargo, dicho papel de contención tiene sus límites, y cuando se rompe, puede adquirir una forma organizada que permita a millones de jóvenes y trabajadores participar políticamente y de forma organizada para cambiar las cosas, tal y como ha ocurrido con el Movimiento 15-M, o bien puede expresarse de forma caótica y destructiva, incluso en perjuicio de aquellos que más sufren la explotación y la miseria bajo el sistema capitalista. Impulsar la lucha organizada y consciente de la clase obrera es el único camino para derrotar los planes de ajuste, y sólo derrotando estas políticas y luchando por el socialismo podremos impedir la barbarie hacia la que nos puede avocar el sistema capitalista.