Abuztuaren 9an Michael Brown izeneko gaztea hil zuen Fergusongo (Misuri, AEB) polizia batek. Lekukoen arabera, Brownek eskuak jaso zituen poliziari erakusteko ez zela mehatxu bat; hala ere, agenteak tirokatu eta hil egin zuen. Berehala, Fergusonen milaka pertsona haserre bizian eta amorraturik atera ziren kalera, AEBko eta mundu osoko iritzi publikoa erakarri dute manifestazio masiboak antolatzeraino.
Represión salvaje contra la protesta
Las movilizaciones, en las que participaban miles de trabajadores, jóvenes y familias, se han desarrollado de forma pacífica. Sin embargo, utilizando como excusa la actuación de una minoría al final de las mismas, la policía desataba una represión salvaje, utilizando gases lacrimógenos y balas de goma, con el objetivo de crear un ambiente de terror y así intentar frenar las movilizaciones.
Se han producido arrestos masivos, persecución a periodistas y agresiones indiscriminadas. El punto álgido de esta espiral represiva fue la llegada de la guardia nacional, la milicia estatal que suele movilizarse en catástrofes naturales, pero que también tiene entre sus principales tareas la de reprimir las movilizaciones que alcanzan un determinado grado de participación. La prensa internacional, incluyendo por supuesto la del Estado español, ha puesto todo el foco en las escenas de violencia, minimizando el carácter masivo y reivindicativo de las manifestaciones.
A pesar de la represión, y de que se instauró un auténtico estado de sitio en Ferguson, la movilización continuó y se extendió. El 14 de agosto tuvieron lugar actos de protesta por la muerte de Brown en más de 90 ciudades de Estados Unidos y otros países. Miles de personas salieron a las calles en Nueva York, alrededor de mil en Washington, etc.
Al final, el gobierno federal tuvo que implicarse directamente en el asunto a través del fiscal general de EEUU, Eric Holder, que prometió “trabajar para descubrir de una manera justa y exhaustiva qué fue exactamente lo que pasó en el caso de Michael Brown”. Los dirigentes de la comunidad negra, como Martin Luther King III, hijo del líder de los derechos civiles asesinado en 1968, y otras figuras de alcance nacional, como el reverendo Jesse Jackson, fueron a Ferguson a reclamar justicia y, al mismo tiempo, pedir calma a los manifestantes.
Racismo, ideario oficial del aparato estatal
El racismo es una parte central del ideario reaccionario que impregna el aparato del estado Norteamericano en todos sus niveles. Jueces, policías, fiscales, abogados, etc., lo ponen en práctica recurrentemente ante la escandalosa impunidad de la que disfrutan. Las instituciones del estado burgués, reaccionarias en todo el mundo, tienen un carácter especialmente repugnante en los EEUU, amparando, un día sí y al otro también actuaciones en las que el rasero de medir es bien diferente dependiendo de la raza, pero sobre todo de la extracción social de los afectados. Hay un ensañamiento del aparato estatal contra los más pobres de la sociedad.
El llamado sueño americano hace mucho tiempo que se convirtió en una pesadilla para la mayoría de los trabajadores norteamericanos ya sean blancos, negros, latinos, etc., pero desde que estalló la actual crisis capitalista en 2007, el American dream ha recibido el definitivo golpe de gracia. Según un artículo de la publicación canadiense Global Research, 47,8 millones de estadounidenses viven por debajo del umbral de la pobreza y deben utilizar los cupones de alimentación, para satisfacer sus necesidades alimenticias, lo que se traduce en un aumento del 70% desde 2008 y unos 10 millones de niños viven en la pobreza extrema. Por otra parte, los recortes sociales, como por ejemplo la reducción de cerca de 85.000 millones de dólares que estos sufrieron en el presupuesto del 2013, están teniendo consecuencias dramáticas para millones de personas. La tasa de paro de EEUU en el mes de junio era del 6,2%, cerca de 10 millones de desempleados, a lo que habría que sumar los 7,9 millones que trabajan a tiempo parcial y los 2,2 millones que no buscan empleo.
Los oprimidos entre los oprimidos
Las diferencias entre ricos y pobres alcanzan proporciones obscenas en EEUU. Por ejemplo, un empleado que cobra el sueldo mínimo, 7,25 dólares la hora, debe trabajar tres meses para ganar lo mismo que un jefe ejecutivo en una hora.
Entre los sectores de la clase obrera más golpeados por la crisis hay que destacar a las llamadas “minorías” étnicas, empezando por la afroamericana. Las familias negras se han visto más afectadas durante la actual crisis, su riqueza cayó el 31%, mientras la de los blancos se vio afectada en un 11%. La tasa de pobreza entre los negros es del 28,1%; la de los blancos, del 12%; la tasa de paro es del 11,4% para los negros y un 5,3% para los blancos; la tasa de abandono escolar entre los negros es del 5,2%, mientras que entre los blancos es menos de la mitad. En Ferguson, por ejemplo, la tasa de paro pasó de menos del 5% en 2000 a más del 13% en el periodo 2010-2012. En este municipio el 65% son negros, de ellos el 21% vive por debajo del umbral de la pobreza.
Lo que ha ocurrido en Ferguson es otra prueba del poderoso polvorín social sobre el que se asienta la sociedad norteamericana. La desigualdad, la pobreza, la cotidiana violencia estatal alimentan la hoguera de la indignación de los oprimidos en “la tierra de las oportunidades”, y más pronto que tarde estallará con la suficiente amplitud y fuerza como para poner en jaque a la clase capitalista más poderosa del planeta