Burgesiak eta bere gobernuak langile klaseko emakumea mespretxatzen du. Askok oroituko dute Vicente Fox presidente ohi panistak 2006ko otsailean emakumeak “bi hankako garbitzaileak” bezala aurkeztu zituela. Ergela izateaz gain, Foxek erabilitako hitzak agerian uzten du burgesiak emakumeak gizartean duen paperaz pentsatzen duena; eta rol hau onarturik, langile klaseko sektore honen aurkako mespretxu erraldoia erakusten dute.

 

 

La burguesía y su gobierno desprecian a la mujer de la clase trabajadora. Muchos recordarán al expresidente panista Vicente Fox cuando en aquel febrero de 2006 calificaría a las mujeres como "lavadora de dos patas". Además de estúpido, el apelativo de Fox deja ver de manera nítida lo que realmente piensa la burguesía sobre el papel de la mujer en la sociedad, y considerando dicho rol, desprendiéndose de ello el enorme desprecio de la clase dominante hacia éste sector de la clase trabajadora.

Lenin caracterizó al capitalismo como horror sin fin y de la naturaleza misma de dicho modo de producción deriva un papel social y una percepción sobre la mujer trabajadora que la trasforman en blanco de todo lo más decadente de la sociedad, realidad que se agudiza en extremo en momentos de estancamiento y de crisis económica.

Burguesía: parasitismo y desprecio por la mujer trabajadora

La burguesía es parasitaria y se reproduce del trabajo ajeno: para esta clase social la única parte de la producción capitalista, es la apropiación del producto del trabajo y los beneficios de éste. En el capitalismo los trabajadores, hombres y mujeres, son sometidos a relaciones de producción que los obligan a producir para que, acto seguido, les sea arrebatado el producto de su trabajo; siendo así, dado el papel parasitario que el proceso productivo capitalista le infieres a la burguesía, esta desprecia al trabajo y a los trabajadores.

El capitalista desprecia al trabajo y desprecia a los trabajadores independientemente de su sexo. Pero esa realidad, misma que es válida para toda la clase trabajadora, se magnifica en el caso de las mujeres. En promedio una mujer labora más horas, pues el trabajo en casa suele iniciar a primera hora del día y extenderse hasta ya bien entrada la noche; además el trabajo en casa no sabe de domingos ni de días festivos. Por otro lado, si encima esa mujer tiene un empleo asalariado, la carga de trabajo es mucho mayor.

La forma en que se agudiza en la mujer la esclavitud moderna a la que es sometida la clase trabajadora, tiene una explicación objetiva y está lejos de ser una problemática individual. El trabajo en casa tiene como tarea central la reproducción y restauración de la fuerza de trabajo: todos los días el capitalista consume enormes reservas de energías de los trabajadores y cuando esos trabajadores regresan a casa su mujer y/o sus hijas mayores ya lo esperan con comida caliente; además le preparan una ducha, lavan su ropa y le tienen preparado un lecho para dormir y descansar. Así, gracias al trabajo doméstico, ese trabajador restablece sus energías para poder ir de nuevo al día siguiente a su empleo a generar ganancias para su patrón. Pero al mismo tiempo que la mujer restaura la fuerza de trabajo, también reproduce la fuerza de trabajo ya que las actividades domésticas también están destinadas a la crianza de los hijos, los cuales, llegado el momento, se lanzarán al mercado de trabajo para sustituir con sus músculos y energías jóvenes a la vieja y agotada fuerza del trabajador, es decir, a su padre incapaz ya de generar mercancías y beneficios con la magnitud que el capitalista necesita.

Así, sin la mujer con el trabajo doméstico a cuestas, bajo el capitalismo es imposible la restauración y reproducción de la fuerza de trabajo. De ese modo, la mujer, a ojos del capitalismo se presenta como un simple instrumento de producción, ya sea en la esfera doméstica, en la del trabajo asalariado o en ambas esferas al mismo tiempo; en tanto tal, desde la moral capitalista, las proletarias son presa de todo el desprecio de la burguesía. Y entre más pobre más despreciadas, pues una mujer en esas condiciones está obligada a emplear más horas en el trabajo en casa y en su empleo asalariado, si es que lo tiene.

La esclavitud de la mujer

Al igual que el papel de un obrero generando plusvalía en una fábrica, el rol de la mujer (esposas e hijas) asegurando la disponibilidad de fuerza de trabajo, también resulta vital para los capitalistas, pero además con una ventaja añadida: la producción, reproducción y restauración de la fuerza de trabajo corre a cuenta de la familia trabajadora pues esta, a través del trabajo asalariado, se encarga de llevar el pan a casa y el trabajo doméstico lo desempeña la madre sin ninguna clase de retribución de parte de los burgueses. Por ello para los explotadores en una condición de primer orden el mantener a las mujeres proletarias esclavizadas entre los cuatro muros del hogar. Por ello, además del desprecio, el capitalismo fortalece su opresión a éste respecto, a través de un andamiaje jurídico, político e ideológico que tiene como tarea negarle todo derecho a la mujer sobre su vida, sus actos e incluso sobre su propio cuerpo; así el único valor de la mujer para la burguesía es la de considerarla un instrumento para la producción.

En ese marco, y para darle coherencia social a la percepción anterior, el Estado, la escuela y la iglesia, junto con otra clase de instituciones, se ponen al servicio de la cultura capitalista, es decir de la cultura dominante, para masivamente imponer valores y prejuicios sobre la idea de que la mujer es un ser inferior; que lo que hace tiene un valor secundario o de plano no vale nada; que carece de ideas a ser tomadas en cuenta, etcétera, todo ello para mantener a las mujer trabajadora confinada en la cárcel del trabajo doméstico.

El ejemplo de nuestro país es bastante ilustrativo a propósito de ello, pues de acuerdo al INEGI, el “valor económico de las labores domésticas y de cuidados no remuneradas, las mujeres realizan 76.7% del total, que equivale a 15.6% del PIB nacional en el año 2011. De esta manera, el monto económico de cada mujer que realiza estas labores resultó similar al contribuir con 41,100 pesos anuales para cubrir las necesidades de su hogar.” Esa misma dependencia en marzo de 2014 explicaba que “… al dividir la contribución por sexo de acuerdo con la actividad realizada en el trabajo no remunerado en el hogar, en todos los casos la aportación de las mujeres supera el monto de los hombres; por ejemplo, en las actividades de alimentación las mujeres participan con 85.6% del rubro, enseguida está la limpieza y cuidado de ropa y calzado con 85.0%, mientras que la menor contribución de ellas está en las compras y administración del hogar con 56.8% del total de ese bloque.”

Sin embargo la cultura capitalista al devaluar a la mujer prácticamente la transforma en un objeto consumo sin ninguna clase de valor en tanto ser humamos, y por tanto carente de voluntad propia, la trasforma en un ser inerte sobre el que se puede hacer lo que se desee. En el ámbito doméstico, el capital, al transformar a un esclavo en amo de una esclava, cobrará con palos de ser necesario, la osadía de la mujer por cualquier clase de intento de independencia que la distancie de su sacrosanto deber: el trabajo doméstico; y en la esfera del trabajo asalariado, el patrón de manera directa le cobra a la mujer su independencia por medio de discriminación laboral (más trabajo y menos salario), negándole toda clase de derechos laborales y sometiéndola a las mayores vejaciones posibles.

Degradación social de la mujer

Así, agredida en su casa y socavada en su trabajo, la mujer, al ser degradada como ser humano, es al mismo tiempo transformada en presa fácil de las agresiones más aberrantes existentes bajo el capitalismo. Y el capitalismo estimula esas agresiones no solo en tanto promotor de la cultura dominante, sino también a través de la acción directa del Estado, siendo ejemplo de ello la represión sangrienta contra los campesinos de San Salvador Atenco de mayo del 2006 cuando por órdenes de Peña Nieto, entonces gobernador del Edomex, la policía de dicha entidad junto con la policía federal dejaron un saldo de dos muertos y 206 detenidos, entre ellos 26 mujeres que fueron torturadas y violadas por los elementos de las fuerzas represivas. Ello se enmarca en un contexto, el de la administración de Peña Nieto al frente del Edomex (2005-2011), en el que dicha entidad se ubicó en el primer lugar de feminicidios en todo el país. Con el caso de Atenco la burguesía pretendía mandar un mensaje ejemplar de qué es lo que le espera a la mujer cuando osa ser independiente para además desafiar al Régimen.

Las agresiones bajo diferentes formas y en distintas magnitudes son una constante en la vida de la mujer de la clase trabajadora, sin embargo, en condiciones de crisis económica, cuando la podredumbre capitalista brota por todos lados, la barbarie social provoca que la violencia contra la mujer adquiera dimensiones desproporcionadas y en extremo alarmantes, siendo nuestro país uno de los mejores ejemplos de ello.

Horror sin fin: violencia y homicidios

Un informe del INEGI publicado en noviembre de 2013 y titulado “Estadísticas a propósito del día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer" expone que a nivel nacional 63 de cada 100 mujeres de 15 años y más han padecido algún incidente de violencia, ya sea por parte de su pareja o de cualquier otra u otras personas. 47 de cada 100 mujeres de 15 años y más que han tenido al menos una relación de pareja o matrimonio o noviazgo, han sido agredidas por su actual o última pareja a lo largo de su relación.

Además, se estima que 1.2 millones de mujeres actual o anteriormente casadas o unidas enfrentaron violencia física muy grave o extrema y cuya vida estuvo en riesgo. 85% de las mujeres que enfrentaron violencia física y sexual infligida por su pareja osciló en el rango de violencia grave a muy grave, alcanzando a ¡5.1 millones de mujeres de 15 años y más!

Aunado a ello, siguiendo con el INEGI, “…las tasas de homicidios de mujeres, que se encuentran por encima de la media nacional (4.6 por cada cien mil mujeres) se registraron en Baja California, con 6.0; Chihuahua, con 22.7; Durango con 6.9; Guerrero, con 10.4; Morelos, con 4.7; Nayarit, con 9.7; Nuevo León, con 9.5; Sinaloa con 7.9 y Tamaulipas con 4.6.”

De este problema se desprende uno que se ha hecho más grave en los últimos años, el de los feminicidios. Según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, que ha recopilado información sobre los homicidios de mujeres durante 2012 y 2013 en 30 entidades federativas, en México cada día son asesinadas 6 mujeres y de esos casos al menos la mitad son feminicidios, es decir crímenes contra la mujer por su condición de género.

La misma Secretaría de Gobernación (Segob) reconoce, en un informe publicado en 2013, que para 2010 la tasa de homicidios dolosos de mujeres superó el promedio global para los países de todo el Continente Americano. Dicho informe, titulado Estudio nacional sobre las fuentes, orígenes y factores que producen y reproducen a violencia contra las mujeres, elaborado por la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) expone que en el marco de la supuesta guerra contra el narcotráfico, 5 mil 904 mujeres fueron asesinadas entre 2008 y 2010. Según la Segob “Los más de 5 mil 900 asesinatos representan el 39.38% de las muertes por homicidio de mujeres registradas entre 2001 y 2010; en total, 14 mil 991 decesos de este tipo. La tasa de homicidios dolosos de mujeres para 2010 superó incluso el promedio global reportado para el Continente Americano que fue de 4.”

Los casos más escandalosos se presentan en dos entidades federativas: Edomex y el Distrito Federal (DF). Humberto Padgett, autor del recién publicado libro Las muertas del Estado: Feminicidios durante la administración mexiquense de Enrique Peña Nieto, expone que la entidad mexiquense fue el peor sitio para ser mujer: más de 7 mil mujeres asesinadas. Entre 1990 y 2011 el estado ocupó en 11 ocasiones el primer lugar en tasa de mortandad por agresiones a mujeres. Entre 1990 y 1997 el Edomex mantuvo la primera posición en feminicidios de manera ininterrumpida.

Horror sin fin: rapto y explotación sexual

Un artículo publicado por el portal Ciudadanos en Red el 23 de junio pasado expone que en ninguna parte del país desaparecen más niñas que en la Zona Metropolitana del Valle de México: 516 menores de edad se han esfumado en el conjunto de delegaciones del Distrito Federal, municipios mexiquenses y uno hidalguense que integran el macizo urbano de la Ciudad de México.

Dicha cifra representa casi la mitad de los mil 106 casos registrados en todo el país por la Procuraduría General de la República (PGR). Solamente en la delegación Iztapalapa ha habido 67 casos, el mayor número de ausencias que cualquier estado de la República, excepto el propio DF que encabeza la lista con 322 menores desaparecidas, el Estado de México, con 192 y Veracruz con 170.

El mismo artículo expone que ni siquiera la suma de los estados más violentados por la supuesta guerra contra el narcotráfico se acerca a los que ocurren en el conjunto del DF y Edomex.

María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano, alerta de la posible explotación sexual a las que estarían sometidas algunas de las capitalinas y mexiquenses sustraídas: “Identificamos que desapareen y luego las encontramos asesinadas. Por eso es importante saber con la autoridad las condiciones en que las mujeres fueron encontradas, vivas o muertas, y conocer qué delito ocurrió...Nuestra preocupación, en el caso del Estado de México, es la gran cantidad de niñas de entre 11 y 19 años desparecidas, porque esto sugiere su sometimiento a trata”.

Y es que el problema de la trata de mujeres y niñas en México también expone lo decadente del sistema en el que vivimos. Hablamos de que según cifras del DIF dos niños son abusados cada hora y en la actualidad cerca de 16 mil niños (mayormente niñas) están involucrados en trabajos sexuales, anqué la realidad diga que son alrededor de 70 mil.

El negocio de la prostitución infantil y trata de blancas va en aumento debido a los bajos costos que se invierten para tan millonaria industria, valuada en ganancias por 32 mil millones de dólares al año, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Para la Comisión Nacional de Derechos Humanos del Distrito Federal, la trata de personas, ya sea para fines sexuales o laborales, es el segundo delito más importante en México y en la capital del país.

Además, según la Coalición contra el tráfico y la explotación de niñas y mujeres en América Latina y el Caribe (CATW-LAC) el 70% de los casos de trata registrados estuvieron vinculados a los grupos de narcotraficantes, los cuales a su vez obtuvieron ganancias de hasta 10 mil millones de dólares en 2012 como producto de la explotación sexual forzada y la esclavitud de miles de mujeres y niñas.

Según Sanjuana Martínez, autora del libro La frontera del Narco, algunas de las jóvenes que son secuestradas las convierten en amantes de los jefes o las usan como juguetes sexuales de la tropa con altas posibilidades de ser asesinadas; a otras las envían directamente a la prostitución.

Horror sin fin: la pandemia de la violación

La objetización de la mujer bajo el capitalismo lleva a crímenes atroces. Ya hemos expuesto temas alarmantes sobre feminicidios, trata de personas, prostitución y crímenes por odio, sin embargo las agresiones a las que son sometidas las mujeres trabajadoras no paran ahí.

Según estimaciones de la Secretaría de Salud, en México ocurre una violación sexual cada 4 minutos, lo cual equivale a alrededor de 120 mil violaciones anuales. Estas cifras ubican a nuestro país, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en la sexta posición mundial en este tipo de delitos.

A este problema se suma el de los embarazos por violación. Por ejemplo, en la comunidad de La Rovirosa, Quintana Roo, las autoridades estatales de salud informaron que durante 2009, en esa entidad resultaron preñadas 881 adolescentes a consecuencia de una violación.

Horror sin fin: criminalización de la mujer

Y aunque en México está establecido legalmente que una mujer tiene derecho a abortar cuando el embarazo es producto de una violación, en realidad la criminalización del aborto va en aumento. En lo últimos cuatro años se ha registrado un incremento en la denuncia de mujeres que acuden a los servicios médicos en busca de atención posaborto.  A ese respecto un informe publicado por sinembargo.mx destaca que “Durante el período 1992-2007, la Suprema Corte de la Justicia de la Nación (SCJN) advirtió que el número de causas penales y averiguaciones previas tramitadas en relación con el delito de aborto era de 62.5 mujeres al año en el país. En contraste, durante el periodo 2009-2011, a partir de la aprobación de las reformas constitucionales en varios estados, 679 mujeres han sido denunciadas por el delito de aborto, es decir, 226.3 mujeres denunciadas/procesadas en promedio al año.”

Expropiar a la burguesía

Más allá de las cifras y dejando de lado los números debemos decir que si existen todas estas vejaciones hacia la mujer es porque existe el capitalismo. Las agresiones de todo tipo hacia la mujer son inherentes a un sistema social decadente que aborrece a la clase trabajadora y a sus mujeres; además entre más se agudiza la crisis económica del capitalismo, más se agudiza la violencia contra la mujer trabajadora pues la falta de empleo y de alternativas para una vida digna hace que brote sobre pus en el último de los poros de la sociedad.

La violencia extrema que padecen las mujeres en México es un producto directo de la profundización y extensión en el tiempo crisis mundial del capitalismo; el caso de las mexicanas es un ejemplo de la problemática general que padecen todas las mujeres trabajadoras en todo el mundo en mayo o menos escala.

En esa medida la clase trabajadora en su conjunto debe adoptar toda una serie de demandas que dignifiquen la condición de la mujer trabajadora, al mismo tiempo que se lucha por la expropiación de la burguesía.

Para las mujeres no existe mejor arma que estar en contacto directo con la producción. Tomar parte en la economía del país es tomar las armas para la liberación. No se trata de luchar en contra de los "detestables" hombres, como algunos grupos feministas exponen, sino de luchar por una sociedad libre de explotación tanto para la mujer como para el hombre.

Engels decía que “La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando esta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública”.

La emancipación de la mujer es imposible sin la emancipación de la clase obrera en su conjunto, porque no es el varón, sino el sistema capitalista, quien oprime y veja a la mujer. Es el capitalismo el que viola, ultraja y mata a la mujer. Y es la mujer, y la clase trabajadora en su conjunto, quienes pueden y deben detener la violencia en contra de las mujeres y de la clase trabajadora en general luchando por un sistema social justo y libre de explotación, el socialismo. 

Para la emancipación de la mujer trabajadora, luchemos por:

- A igual trabajo, igual salario.

- Guardería, jardín de niños y escuelas primarias gratuitos en cada colonia, barrio y localidad, bien dotadas y subsidiadas por el gobierno bajo control de profesores, padres y organizaciones sindicales.

- Derecho a guardería gratuita para cualquiera de los padres, decidido por ellos.

- Licencia de un año por maternidad para cualquiera de los padres, decidido por ellos, recibiendo el 100 % de salario real.

- Legalización total del derecho al aborto, gratuito y a cargo del Seguro Social.

- Creación de centros de planificación familiar y atención sexual a la juventud, en todas las colonias y zonas del país.

- Abolición de todas las leyes laborales o penales discriminatorias para la mujer, como el pedir prueba de embarazo para obtener empleo.

- Respeto incondicional a todos los derechos laborales y sindicales de la mujer trabajadora.

- Lavanderías, comedores públicos y otros servicios básicos baratos a cargo de las delegaciones políticas en el D.F. y los ayuntamientos en el resto del país.

- Comités de fábrica, secciones sindicales, barrios obreros y poblados del campo, que asuman la lucha contra la persecución sexual y toda clase de agresiones contra la mujer trabajadora: cero impunidades de agresores, violadores, tratantes de blancas, proxenatas, asesinos y patrones que discriminan a la mujer.

- Por un divorcio gratuito y sin trabas burocráticas.

- Expropiación de los bienes y empresas de todos aquellos que se benefician directa o indirectamente de la prostitución y la trata de personas.

- Contra la barbarie capitalista la organización socialista de socialista de la producción bajo el control democrático de la clase trabajadora.