Borrokak elkartu eta greba orokorra antolatu behar da!

Langileen, gazteen eta herritarren errepublikaren alde!

Un año después de la histórica jornada del 1-O, cuando más de dos millones de catalanes y catalanas votamos por la república y resistimos la violencia del Estado y sus fuerzas policiales, el movimiento por la liberación nacional de Catalunya sigue desbordando las calles y asume con más claridad un programa nítidamente de izquierdas, poniendo en la picota la pretensión de los dirigentes del PDeCAT y ERC de dar carpetazo a la lucha por la república.

Un movimiento masivo, combativo y revolucionario

En este último año se han convocado en Catalunya decenas de movilizaciones por la república, contra la represión y la libertad de los presos, en las que han participado más de 10 millones de personas. No hay ningún movimiento en Europa que haya tenido tal nivel de participación, combatividad y permanencia en el tiempo. Todas las maniobras represivas, empezando por el discurso de Felipe VI el 3 de octubre instando a las instituciones del Estado a aplastar el movimiento, la apertura de una causa general contra el independentismo, el envío a prisión de dirigentes y el exilio de muchos otros, o la llamada a rebato del nacionalismo españolista… nada de ello ha conseguido doblegar a un pueblo decidido a romper con el régimen del 78 y la monarquía heredada del franquismo.

La bancarrota de la izquierda reformista española en este terreno, y destacando por su responsabilidad la de los dirigentes de Unidos Podemos, se ha puesto de manifiesto una vez más. Apelando al “diálogo” con un Estado que utiliza las porras y las cárceles para negar categóricamente el derecho de autodeterminación, manteniendo la equidistancia entre los represores y los reprimidos, sólo han arrojado agua al molino de la reacción y facilitado la propaganda españolista en el resto del Estado.

Las políticas represivas contra los derechos democrático-nacionales y la libertad de expresión, los recortes, las privatizaciones, el desempleo masivo, la precariedad y los bajos salarios, los desahucios y la violencia sistémica contra las mujeres… son el combustible que alimenta este movimiento formidable, y también propicia su diferenciación interna en líneas de clase e ideológicas, entre una derecha catalanista, representada por Torra, cada día más aislada y cuestionada, y el verdadero nervio y corazón de la lucha, la juventud, los trabajadores y sectores de las capas medias radicalizadas, que quieren una estrategia enérgica para que el mandato del 1 de octubre se lleve a la práctica.

Las contradicciones en el seno del movimiento de liberación nacional, por su carácter interclasista, están estallando de forma cada vez más aguda y abierta. Y no puede ser de otro modo. La conquista de la república catalana, una aspiración irrenunciable para millones, sólo puede hacerse realidad por métodos revolucionarios, igual que ocurrió en abril de 1931. Y una vez que el pueblo, la juventud y los trabajadores obtengan el triunfo, la confianza en sus propias fuerzas aumentará y no se conformarán con un gobierno republicano que, en manos de la derecha catalanista, intente prolongar las políticas capitalistas a las que nos tiene acostumbrados. La burguesía catalana, igual que la clase dominante española, sabe muy bien que tal escenario abriría las puertas a un movimiento formidable por el derrocamiento del capitalismo en Catalunya y en el resto del Estado español.

Hace un año, las élites catalanas se pasaron con armas y bagajes al nacionalismo español, alentando la fuga de empresas y la campaña del miedo. Ahora intentan, junto con el PSOE y sectores de la burguesía española, presionar duramente a los líderes del PDeCAT y de ERC para que dejen atrás cualquier veleidad republicana, rebajen la tensión y abran una negociación estable con el gobierno de Pedro Sánchez. Todo con un único objetivo: mandar a la gente a casa y cerrar, de una vez por todas, la crisis revolucionaria. Obviamente, para hacer tragar esta capitulación ofrecen alguna zanahoria: poner en libertad provisional a los presos, suavizar las acusaciones de la fiscalía, reducir las condenas en el próximo juicio y, en un tiempo indeterminado, hacer que los exiliados vuelvan. Pero los sectores más avanzados del movimiento, y cada vez son más amplios, no están por la labor de aceptar este chantaje.

La represión de los Mossos, la gran huelga estudiantil y las movilizaciones del 1-O: la derecha catalanista al descubierto

El sábado 27 de septiembre miles de personas se concentraron desde primera hora en la Plaça Sant Jaume de Barcelona para protestar contra la celebración de la manifestación fascista, organizada por Jusapol, en homenaje a la Guardia Civil y la Policía Nacional que, en el referéndum del 1 de octubre de hace un año, apalearon a miles de ciudadanos con extrema violencia, rompieron cristales de colegios con mazas y robaron urnas como si de trofeos de caza se tratase. Las imágenes de aquella jornada dieron la vuelta al mundo y cubrieron de indignidad al gobierno de Rajoy y a los partidos que sostuvieron su política represiva, incluido el PSOE.

Los Mossos d’Esquadra se encargaron de proteger a estos fascistas de la forma que saben: cargando brutalmente contra los miles de estudiantes y trabajadores que protestaban pacíficamente. Esta actuación, a pesar de la intensa campaña de lavado de cara de la Generalitat presentándolos como una “policía democrática”, no sólo nos ha vuelto a recordar las imágenes de los policías y guardias civiles del 1 de octubre, también nos han traído a la memoria las cargas de los propios Mossos contra el movimiento 15-M en Plaça Catalunya y en torno al Parlament, en las diversas huelgas generales, en las protestas de Can Vies o cuando ejecutan desahucios.

La represión no es nueva en Catalunya, pero esta acción de los Mossos encontró a miles de jóvenes y ciudadanos dispuestos a resistir los porrazos y golpes para no dejar que se disolviera una protesta democrática, pacífica y necesaria. La conmoción por estos hechos se tradujo de manera inmediata en el terreno político: cientos de miles de personas junto a los CDR, la CUP, los movimientos sociales y organizaciones combativas, incluidos el Sindicat d’Studiants y Esquerra Revolucionària, hemos exigido la dimisión inmediata del conseller de Interior, Miquel Buch, y del propio president de la Generalitat, Quim Torra.

Eso fue lo que pasó el 1 de octubre, plagado de acciones de protesta de los CDR y de grandes movilizaciones de masas. La huelga general estudiantil convocada por Universitats per la República, el Sindicat d’Estudiants (SE) y el SEPC fue un éxito total: las aulas permanecieron vacías durante toda la jornada y en la manifestación de Barcelona más de 100.000 estudiantes de universidad e institutos abarrotaron las arterias centrales de la ciudad hasta el punto de que la Plaça de Sant Jaume (lugar de finalización) se llenó varias veces. En Tarragona, Girona y Lleida también miles de estudiantes tomaron las calles.

Por la tarde, las movilizaciones con cientos de miles en Barcelona, y decenas de miles en numerosas localidades, mostraron el mismo tenor: una completa desautorización de Torra, una crítica frontal a la represión de los Mossos, y la exigencia de que cumplan con el mandato del 1 de octubre o dimitan. Amplios sectores del movimiento han realizado un gran aprendizaje en este año y han llegado a una conclusión: sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas y en nuestra capacidad de movilización.

¡Unificar la lucha con una gran huelga general!

Las lecciones de estos días expresan cambios de fondo en el movimiento de liberación nacional. El cuestionamiento de la derecha catalanista es abierto y asumido por cientos de miles de trabajadores y jóvenes, ahora necesitamos concretar una estrategia clara para avanzar en la dirección de la república y enfrentar una represión que se recrudecerá. No en vano la maquinaria de difamación y criminalización contra el movimiento se ha vuelto a poner a máxima potencia, con la derecha reclamando un nuevo 155, acusando a los CDR de ser como ETA y la kale borroka, o exigiendo, como ha hecho Pablo Casado del PP, la ilegalización de los partidos independentistas y sanciones de hasta seis años de inhabilitación para “funcionarios como un médico o un profesor que vayan a su consulta o a sus clases con lazo amarillo”.

Hay que poner de relieve el papel de los CDR en estas jornadas, organismos que hay que fortalecer en cada barrio, en cada centro de estudio y de trabajo, y unificarlos como órganos democráticos y revolucionarios de la lucha. Los CDR junto a los compañeros y compañeras de la CUP deben dar un nuevo paso, e impulsar un gran frente único de todas las organizaciones de la izquierda, movimientos sociales, sindicatos y organizaciones estudiantiles que luchamos por la república catalana, y preparar de manera unitaria e inmediata una gran huelga general que paralice Catalunya con manifestaciones multitudinarias. Una buena fecha para esa huelga general sería el 16 de octubre, cuando se cumple un año en la cárcel de los dos Jordis.

La izquierda anticapitalista y revolucionaria debe ganar a la causa de la república a los centenares de miles de jóvenes y trabajadores que sufren la crisis del capitalismo, que se oponen a la represión franquista del PP y Cs, pero que rechazan a los dirigentes del PDeCAT porque históricamente sólo han recibido de ellos ataques, recortes y desprecio. Y lo lograremos dejando claro que no defendemos una república para que sigan mandando los mismos y aplicando las mismas políticas, sino una república de los trabajadores que acabe con la lacra del desempleo, la pobreza, el machismo y el racismo, y levante la bandera del socialismo internacionalista.