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Faxistak eta bere artileria guztia erabiltzen jarraitzen du burgesia serbiarrak. Agerian geratzen da kapitalismopean Balkanetako egoera ezinezkoa dela baretzea ere, are gutxiago konpontzea.

 

Los organizadores pronosticaban la mayor manifestación jamás vista en el país para el jueves 21 de febrero de 2008. El gobierno esperaba que el clamor por Kosovo podría movilizar a más personas que los acontecimientos que rodearon a la ruptura de Yugoslavia a principios de los años noventa, o que el derrocamiento de Milosevic en 2000, dicen que han reunido a un millón de personas. La realidad es mucho más modesta, aproximadamente 150.000 personas se manifestaron por las calles de Belgrado. Sin embargo, la clase dominante sí consiguió orquestar una explosión artificial de nacionalismo destructivo que creó una situación de seguridad nula en la ciudad de Belgrado, con elementos lúmpenes de extrema derecha asaltando y saqueando, parecía un carnaval fascista de agresión sin sentido.

Comenzó con grupos minúsculos de personas reuniéndose en el centro, con banderas serbias y chetnik, cantando canciones nacionalistas. Finalmente se unieron personas que llegaban de otras ciudades serbias. Las escuelas cerraron por orden del Ministerio de Educación, los trabajadores tuvieron la tarde libre y el transporte gratuito. La tensión ya era muy elevada y muchos de los participantes en la manifestación ya estaban claramente borrachos antes del inicio de la manifestación. La masa parecía que podría explotar en cualquier momento, y finalmente lo hizo.

Los discursos desde el estrado fueron muy conservadores, invocaron el mito de la Batalla de Kosovo, presentando una batalla feudal medieval que tuvo lugar en 1839 como una lucha nacional por la libertad de la -entonces inexistente- nación serbia. Otro sector de los oradores apeló a lo que era, una vez más, la ley burguesa internacional, agradeciendo a aquellos países que no habían reconocido a Kosovo: Rusia, España, Sudáfrica, Brasil, Cuba y otros...

Entre los oradores estaban los políticos más de derechas serbios, incluido Tomislav Kikolic, líder del Partido Radical Serbio (SRS), Velimir Ilic, ministro el gobierno serbio, y la principal figura del mitin fue el primer ministro, Vojislav Kostunica. El pro-occidental Partido Democrático participó también oficialmente en la organización de las protestas, aunque su líder, Borislav Tadic, de repente tuvo que hacer un viaje diplomático, así que no pudo asistir. El tono de los discursos fue muy agresivo, como la manera en que respondió la audiencia. Las consignas chovinistas mencionadas al principio del artículo se pudieron escuchar de nuevo, mientras que los políticos burgueses no hacían nada para acabar con estas explosiones racistas.

Después del mitin comenzó la oleada de destrucción con ataques a las embajadas extranjeras. La muchedumbre se dirigió a las embajadas turca, norteamericana, británica, croata, alemana, eslovena, italiana, holandesa y belga provocando caos, intentaban infligir el mayor daño posible contra los objetivos antes mencionados. Después de ocuparse de las embajadas, la muchedumbre siguió con el pillaje y el saqueo de tiendas y bancos de la ciudad de Belgrado, sólo dejaron intactos los que tenían en su escaparate la firma: "Kosovo je Srbija" ("Kosovo es Serbia"). Era una declaración clara a todo aquel que tuviera un pensamiento disidente: el régimen tiene sus perros oficiales dispuestos a golpear a todo aquel que no acepte la línea política oficial. No hubo nada de espontáneo en estas acciones de bandas juveniles de gamberros. Los objetivos estaban marcados, no estaban protegidos por la policía que además recibía con simpatía a los manifestantes, sólo intervinieron cuando la situación amenazaba con escaparse al control. Los ciudadanos corrientes se quedaron petrificados antes estas bandas fascistas.

Los analistas burgueses hicieron numerosos intentos, tanto el ala liberal como la de derechas, de ofrecer alguna "explicación científica" a lo que había ocurrido ese día en la capital serbia. La derecha intentó convencer a todos de que se había provocado a la población y pidió a sus votantes que no repitieran sus actos de venganza, porque eso, según dicen, "debilitaría nuestra posición diplomática en el Consejo de Seguridad de la ONU". Ninguna de ellos condenó sin ambigüedad lo que aparentemente fue un estallido de reacción fascista en el sentido literal. En su lugar, intentaron excusar y justificarlo explicando que Kosovo ha despertado las grandes emociones que hay dentro de cada serbio y culpando al "elemento extranjero" entre los protestantes.

Los comentaristas liberales, por otro lado, culpaban al gobierno de su incapacidad para frenar la violencia e intentaron explicar estos acontecimientos recurriendo a la ausencia de "la ley" en Serbia, la falta de "respeto por la propiedad privada" y, por supuesto, al declive moral de la sociedad serbia después de casi un siglo de vida bajo "ideologías colectivistas" de comunismo y nacionalismo. Los intelectuales liberales en Belgrado están desorganizados y aislados, en sus ONGs financiadas por extranjeros, claman por el regreso del nacionalismo y por el absoluto "atraso" de las masas, pero son incapaces de apreciar las ventajas de la integración euro-atlántica, de esta manera el país es un completo rehén.

Como marxistas, nuestro deber es revelar el vacío total de estas dos "explicaciones". En primer lugar, no hay necesidad de "comprender las emociones del pueblo serbio", ya que no fueron los trabajadores de Serbia los que iniciaron la campaña salvaje de esa noche, sino que fueron elementos bien organizados de lúmpenes y delincuentes juveniles que rodean a los clubes de fútbol o las bandas neofascistas. Incluso la mayoría de estas personas seducidas por estas ideas, que vieron la manifestación como una manera de expresar su dolor nacional, están muy lejos de compartir esa ideología fascista y tampoco participaron de la destrucción. Naturalmente había algunos elementos proletarios pauperizados que vieron en el saqueo una oportunidad de conseguir algo valioso que de otra forma no podrían tener, pero la responsabilidad de estas acciones recae totalmente sobre los hombros de un sistema económico que provoca frustración económica que sale a la superficie de esta manera. El argumento sobre las emociones nacionales de las masas sólo es otra mentira de la derecha serbia.

El hecho significativo es que la burguesía liberal también necesita la misma premisa, es decir, que los disturbios eran una expresión de la población étnicamente frustrada y furiosa. Por eso culparon a la "erosión moral", la "falta de respeto por la propiedad privada" y la "ausencia de leyes". Básicamente, su argumento con toda seguridad se puede interpretar igualmente reaccionario. Mientras que la extrema derecha apeló a la caza de "la persona" y su frenesí destructivo de "descontento popular" para crear una atmósfera apocalíptica para sus fines fascistas, los "teóricos" liberales están trabajando duro para presentar a las masas como inherentemente inmaduras y con una necesidad constante de ser supervisadas por su gobierno, el Estado y en particular por sus órganos de represión. El guardián de la burguesía es por tanto necesario, como también lo es el poder de su gas lacrimógeno y porras para proteger su autoridad. Sin eso, las masas aparentemente estarían salvajes y destruirían todo a su paso, por la razón más nimia.

En realidad, es totalmente diferente a la mitología promovida por la clase dominante. La violencia que estalló fue perpetrada por grupos de extrema derecha que se movieron de una manera organizada, como si todo hubiera sido planificado con anterioridad. La manifestación fue convocada como un "acto de protesta" en los medios de comunicación de la burguesía, pero sólo fue una protesta agresiva de apoyo al gobierno.

El objetivo de la manifestación era apoyar las aspiraciones imperialistas serbias, encarnadas en sus poderosos partidos burgueses, incluido el querido por occidente, el Partido Democrático de Boris Tadic. El hecho de que el presidente Tadic no se haya opuesto abiertamente al carácter derechista de la protesta y abandonase el país, habla por sí solo de la inseguridad y debilitad de las fuerzas liberales pro-occidentales dentro de Serbia, obligadas a montarse en el carro del nacionalismo para cubrirse de la rabia de las masas por su agresiva política económica pro-capitalista. No fueron las masas sino precisamente aquellos partidos burgueses que trabajaron incansablemente para crear una atmósfera de locura etno-nacionalista, que llevaron además al saqueo y el pillaje.

Las masas, en el sentido estricto de la palabra, mostraron poco interés en hacer otra cosa excepto mostrar su empatía y solidaridad con los serbios de Kosovo, cuyas vidas están en manos de la clase dominante albano-kosovar, la UE y la OTAN, que son las salvaguardas de su supervivencia dentro de Kosovo. Muy pocos excusarían estos últimos actos de barbarie fascista.

¡Aquí la palabra clave es barbarie! El capitalismo siempre significa barbarie y sin excepción es lo que siempre produce. Su existencia llevó a un fracaso que arruinó millones de vidas. El gobierno de Serbia se ha dedicado a lo único que sabe hacer: destrucción e intimidación. Y ese es su comportamiento, con una unidad sorprendente, no sólo en el parlamento sino también dentro de la burguesía en general. En este momento para ellos era necesario conseguir la unidad de pensamiento y acción, para crear una situación que provocara caos y desorden, así presentarse ellos como algo necesario para el mantenimiento del orden, independientemente de a que parte del Estado capitalista represente.

Cuando más débil e impotente es la clase dominante balcánica, más chovinista y venenosa es su retórica y acciones. La clase dominante serbia no puede resolver la cuestión nacional en la región serbia, como tampoco puede mejorar las condiciones de vida de las masas. Presionada por las potencias imperialistas, utiliza la misma maniobra que el resto de las clases dominantes balcánicas, regatea, vacila entre las distintas potencias imperialistas, y explota sus intereses opuestos.

Los disturbios en Belgrado deben ser vistos en este sentido. Lejos de ser un "movimiento irracional" de "disparase uno mismo al pie" como lamentan los liberales locales, la quema de la embajada norteamericana y el terror orquestado es un movimiento pragmático por parte de una clase dominante desesperada. En el frente intero, paraliza el movimiento independiente de las masas que amenaza a las bandas fascistas. En el plano exterior, la "muchedumbre chovinista" sirve como una carta de negociación para sus acuerdos con occidente. La clase dominante serbia está pidiendo a Washington y Bruselas que suavicen sus exigencias, a menos que quieran ver en el gobierno a elementos nacionalistas menos dispuestos a cooperar. Por otro lado, el imperialismo también saca provecho de estos acontecimientos. La aparente amenaza del chovinismo serbio contra sus vecinos, es utilizada para extender el miedo entre las clases trabajadoras y los jóvenes de la región, de esta manera justifican la presencia de las tropas extranjeras como un elemento de protección.

El capitalismo ha llevado a los Balcanes a una situación de constante "enfrentamiento enloquecido" y con la perpetuación de la ideología chovinista. La clase obrera claramente ignoró el llamamiento de la clase dominante, sin embargo, esto no significa necesariamente que hayan desaparecido para siempre las ilusiones nacionalistas. Después de una década de duras experiencias, la clase obrera se ha vuelto más cautelosa y pasiva, la clase dominante puede que tenga fácil manipular a los jóvenes que han crecido en la atmósfera venenosa de los años noventa. Este sentimiento chovinista nunca desaparecerá por sí solo. Los liberales pro-europeos son demasiado débiles, están aislados, desmoralizados y son unos hipócritas, no pueden cambiar esta situación. En este contexto, el fantasma del nacionalismo resurgirá de nuevo. Sólo podrá ser eliminado por el movimiento de la clase obrera, armada con una ideología internacionalista que atraviese las fronteras de los Balcanes.

Los acontecimientos mundiales llegarán a Serbia, es sólo cuestión de tiempo, ya hay síntomas de descontento popular y la necesidad de organización es ya evidente. Parte de la valiente protesta de los estudiantes de la Universidad de Belgrado en 2006 y 2007, los trabajadores también han mostrado los primeros síntomas de organizarse a pesar de las actuales ilusiones en los "trabajadores accionistas". En la ciudad de Zrenjanin, en el noroeste de Serbia, los trabajadores unieron sus acciones y se hicieron cargo de dos fábricas locales, incluso formaron un partido político llamado Ravnopravnost (Igualdad) para intentar participar en la política local. Estos militantes obreros aprenderán rápido de la experiencia. En otras regiones industriales que sin duda siguen el camino de la restauración capitalista, los trabajadores también empiezan a participar en la lucha política ante la ausencia de una alternativa. Para descarrilar el actual conflicto de clase, la burguesía hace lo mismo que sus socios en otros países del mundo. Están apelando a la unidad nacional, negando la existencia de la división y enfrentamiento de clase, con la ayuda de lúmpenes alistados en sus filas, promoviendo la barbarie, así después se pueden presentar como los únicos que pueden detener esa locura con sus métodos policiales.

Como Marxistas, tenemos que ver por encima de estas patéticas charadas, nuestro deber es desenmascarar todos estos fraudes como lo que realmente son. La responsabilidad de los recientes disturbios fascistas recae exclusivamente sobre la clase dominante serbia y sus portavoces, Boris Tadic, Tomislav Nikolic y Vojislav Kostunica. El orden no puede venir con los que provocan caos y comercian con la muerte y la explotación.

El argumento del "declive moral" es sólo una excusa infantil para evitar mencionar el declive económico y cultural que ha llevado consigo la restauración capitalista. El capitalismo no puede ni traerá el orden, lo ha demostrado en la práctica ya en numerosas ocasiones. Sólo una sociedad basada en la asociación  y no en la competitividad hostil puede traer orden y prosperidad, en otras palabras, son los propios trabajadores los que pueden y deben tomar el poder para ocuparse de sus propios asuntos, gobernando la sociedad y dirigiendo la producción. ¡Para detener la barbarie hay que luchar por el socialismo!