Según el CIA Factbook:
"Sudáfrica es un mercado emergente de ingresos medios con abundante suministro de recursos naturales, sectores financiero, legal, comunicaciones, energético y de transporte bien desarrollados; una bolsa que es la diecisieteava más grande del mundo; una infraestructura moderna que apoya una distribución eficiente de mercancías a los centros urbanos de toda la región. El crecimiento ha sido fuerte desde 2004, Sudáfrica ha cosechado los beneficios de la estabilidad macroeconómica y el boom global de las mercancías".
¿Cómo explicar entonces el hecho de que Sudáfrica haya presenciado durante estos últimos días unas escenas bárbaras con el asesinato, según los medios de comunicación por lo menos 22, brutal de inmigrantes? Algunos han sido matados a machetazos y otros quemados vivos. Debido a estos actos, unas 6.000 personas han huido de sus desvencijadas casas.
Los ataques más recientes contra los inmigrantes comenzaron hace más de una semana en la ciudad de Alexandra, al norte de Johannesburgo, y después de extendieron al centro de la ciudad y por toda la región de Gauteng. El centro de Johannesburgo parecía un campo de batalla, la policía tuvo que utilizar gas lacrimógeno y balas de goma para dispersar a la furiosa muchedumbre.
Las entusiastas palabras de la CIA son sólo la introducción inicial a la situación en Sudáfrica. La realidad es que en el país existe una enorme polarización, con una inmensa riqueza concentrada en manos de unos pocos y una gran parte de la población que vive en la pobreza. Las últimas cifras de desempleo demuestran que está ¡próximo al 30 por ciento! Él 50 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza. El 10 por ciento más pobre de la población sólo recibe un 1,4 por ciento de la renta nacional, mientras que el 10 por ciento más rico consume el 44,7 por ciento, el índice Gini, que mide la disparidad de ingresos está en el 65. Siempre que este índice pasa de 40 se considera una situación de desestabilización.
Los recientes acontecimientos en Sudáfrica confirman esta conclusión. La inmensa presión que sufre una gran parte de la población es la consecuencia de la reciente barbarie. La tragedia es que muchos de los que han caído víctimas de esta violencia proceden de Zimbawe. Se cree que unos 3.000 zimbabuenses cruzan diariamente a Sudáfrica en busca de trabajo. Son los más pobres que abandonan su país para escapar la terrible pobreza, que es el resultado de la política económica del régimen de Mugabe.
Estas personas van a Sudáfrica porque es un país relativamente más desarrollado que Zimbawe. El "boom" sudafricano ha atraído a inmigrantes de muchas zonas del África negra. El gobierno sudafricano ha situado a personal militar en la frontera con Zimbawe para intentar detener esta marea humana empobrecida, los miles de zimbabuenses que cruzan al país, pero es una tarea imposible porque es mucha la desesperación de estos pobres. Además del gran número de zimbabuenses, también hay 33.000 refugiados y solicitantes de asilo procedentes de la República Democrática del Congo, 20.000 de Somalia, 6.500 de Burundi y 26.000 de otros países africanos.
Aunque Sudáfrica realmente está más desarrollada que el resto del África negra, aún tiene enorme problemas sociales propios. Sudáfrica tiene 49 millones de habitantes, pero además tiene una población inmigrante que está entre los 3 y los 5 millones de personas, mayoritariamente de Zimbawe, Mozambique y Nigeria, lo que supone una enorme presión en un país donde el desempleo ya es muy elevado. Se calcula que aproximadamente 7,5 millones de sudafricanos no tienen acceso a una vivienda adecuada. En Johannesburgo, una ciudad moderna, hay 200.000 chabolas donde se ven obligados a vivir los negros más pobres. Muchos ganan sólo 35 dólares mensuales. Además está el VIH que ha afectado seriamente a un sector importante de la población, principalmente a las capas más pobres, y el crimen se está extendiendo.
En este contexto, los inmigrantes se han convertido en un chivo expiatorio de todos los problemas sociales que afligen a este país. Como es habitual, son las capas más pobres las que se sienten más amenazadas. No son capaces de ver quién es el culpable de la situación creada tras la caída del régimen de apartheid. Las masas lucharon para acabar con el apartheid con la esperanza de tener mejoras reales en sus condiciones de vida. En cambio, lo que han visto es una pequeña minoría de negros que han ascendido socialmente, absorbidos por la sociedad capitalista, mientras que la aplastante mayoría están en el fondo luchando por sobrevivir en unas condiciones terribles.
Esperaban que el final del apartheid produjera un cambio real. Pero estas esperanzas se evaporaron debido a la política de la dirección del ANC que adoptó la perspectiva de la clase capitalista. Su política económica está adecuada a las necesidades del capitalismo, no a las necesidades de las masas. La política económica del gobierno sudafricano sigue la misma línea que la aplicada por todos los países capitalistas, con privatizaciones, recortes del gasto público y otras medidas similares.
En medio de toda esta situación vemos los inicios del colapso de las infraestructuras debido a la falta de inversión. El año pasado Sudáfrica comenzó a experimentar lo mismo que desde hace años sufre el África negra, la escasez de electricidad. El estado es propietario de la empresa de suministro eléctrico Eskom con unas centrales muy antiguas incapaces de satisfacer la demanda, por esa razón se han visto obligados a aplicar cortes periódicos de electricidad. Un transporte público adecuado es otro problema que sigue sin solucionarse.
Thabo Mbeki es un ejemplo particularmente podrido del nuevo tipo de dirigente que ha aparecido. Incluso llegó a apoyar a Mugabe ignorando el verdadero drama que se estaba desarrollando en Zimbawe. Sin embargo, la dirección del ANC y los sindicatos sudafricanos han pedido que Mbeki adopte una línea más enérgica hacia Mugabe. Lo que no está claro es cuál debería ser esa línea.
El problema en Zimbawe es que Mugabe durante años aplicó una política similar a la adoptada en Sudáfrica, complemente en la línea de los dictados del imperialismo. ¡Y el programa del MDC también es el dictado por las necesidades del imperialismo!
Los dirigentes del ANC y de los sindicatos están preocupados ante la posibilidad que la crisis que vive Zimbawe pueda arrastrar a Sudáfrica, algo que realmente empieza a suceder.
La economía sudafricana ahora sufre la tensión de la crisis económica mundial. Si los conflictos sociales actuales han estallado cuando la economía todavía está en "auge" no es difícil imaginar el escenario que vivirá Sudáfrica ante el impacto de la crisis mundial del capitalismo. Será una pesadilla inimaginable.
Según algunos informes estos últimos ataques no sólo han ido dirigidos contra los inmigrantes, también contra algunos grupos étnicos sudafricanos que también comienzan a sentir la presión. Es una inquietante amenaza para el movimiento obrero sudafricano. Mientras el desempleo y la pobreza acechen esta zona es sólo cuestión de tiempo ver más de estos ataques racistas y étnicos.
El Primero de Mayo, los dirigentes del ANC pidieron a la gente que trabajaban juntos para combatir la "xenofobia". Pero esta xenofobia no es un fenómeno inexplicable que ha estallado desde ninguna parte. Las soluciones a los problemas de los pobres sudafricanos no se encuentran bajo el capitalismo. La política económica capitalista creará aún mayores niveles de pobreza que los actuales. En algunas de las zonas más pobres del país se sienten el hambre, no tienen futuro y están desesperados.
O el movimiento obrero muestra una salida a la crisis o los pobres buscarán lo que parece la solución más fácil, atacar a los "extranjeros que roban nuestros empleos". Sudáfrica tiene el potencial de alimentar y vestir a toda su población, de garantizar una vivienda decente y empleos para todos. Pero para que eso ocurra, los recursos del país deben ser arrebatados de las manos de una pequeña minoría de capitalistas, más o menos esa misma camarilla que en el pasado impuso el odiado régimen de apartheid contra la población.
El movimiento obrero sudafricano tiene una tradición gloriosa de lucha de clases, solidaridad e internacionalismo. Hace poco vimos a los estibadores negarse a descargar barcos chinos con armas destinadas a Zimbawe. Esa es la verdadera cara de los trabajadores sudafricanos, la cara de los trabajadores que defienden a sus hermanas y hermanos de Zimbawe.
Ese pequeño ejemplo demuestra que la clase obrera sudafricana es la única clase que puede dirigir a las masas en la dirección correcta, hacia la unidad de todos los pobres, de todos los trabajadores por encima de las fronteras nacionales, contra la clase capitalista que es la fuente de estos problemas.
El año pasado hubo una oleada de huelgas en Sudáfrica contra el gobierno del ANC. Miles de trabajadores del sector público participaron en ellas. Una de las cuestiones que impulsó este movimiento fue el despido de 600 trabajadores de la sanidad. Los trabajadores pedían un 12 por ciento de aumento salarial mientras que el gobierno sólo ofrecía un 7,25 por ciento. Hubo mítines grandes en todo el país, incluso apoyaron la huelga los conductores de taxis, autobuses y trenes. El presidente Thabo Mbeki se posicionó en contra de los huelguistas y el gobierno dijo que estaba dispuesto a utilizar a los soldados para proteger a los esquiroles.
Esa huelga demostró la fuerza del movimiento obrero sudafricano. Si los dirigentes del movimiento obrero sudafricano hubieran querido, habrían podido movilizar las fuerzas de este movimiento para luchar por la transformación de la sociedad. Si no lo hacen, entonces veremos repetirse estas escenas de barbarie. Muchos trabajadores se deben estar preguntando que pueden hacer.
La situación actual es el resultado directo de la política adoptada por la dirección del ANC desde la caída del apartheid. El final del apartheid no fue suficiente. Lo que hacía falta era poner fin al sistema social y económico en el que se basaba el apartheid, el sistema capitalista. Las masas no lucharon ni hicieron grandes sacrificios simplemente para permitir que una minoría de negros se convirtiera en burgueses. Lucharon por la justicia social, pero los dirigentes del ANC han fallado.
La tarea es construir una corriente marxista incrustada dentro del movimiento obrero sudafricano que pueda explicar pacientemente todo esto a los trabajadores y jóvenes. La tarea es ganar a las organizaciones de masas de los trabajadores sudafricanos a la causa de la emancipación de la clase obrera. La elección es escueta. Los recientes acontecimientos confirman lo que hemos dicho en muchas ocasiones: la alternativa hoy es entre barbarie y socialismo.