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Estatu osoko milioika langile, gazte eta herritar zapalduk gizartea aldatzeko borondatea erakutsi dute hauteskundeetan. Ezkerrak aukera paregabea du instituzioetatik ere sozialismoaren aldeko borroka bultzatzeko.

Las elecciones municipales y autonómicas celebradas el pasado 24 de mayo han provocado un auténtico terremoto político. Junto al tremendo batacazo que ha sufrido el PP se ha producido una irrupción masiva de las fuerzas vinculadas a los movimientos sociales y a la lucha en las calles y situadas a la izquierda del PSOE (que sigue retrocediendo, 700.000 votos menos respecto a 2011). Es el caso de Barcelona en Comú, Ahora Madrid, las Mareas gellegas, Podemos a nivel estatal, Compromís en la Comunidad Valenciana, las CUP en Catalunya, EHBildu en Euskal Herria y la miríada de candidaturas de unidad popular que han cosechado decenas de miles de votos en muchas ciudades y pueblos.

El hecho de que los ayuntamientos de Madrid y Barcelona vayan a ser, muy probablemente, gobernados por la izquierda a la izquierda de la socialdemocracia, ya tiene de por sí una trascendencia histórica. Pero el giro ha sido aún más amplio. Las candidaturas de unidad popular en las grandes ciudades han sacado más de 1,3 millones de votos, en total la izquierda al margen del PSOE logra 4 millones. El giro a la izquierda que se ha visto en las calles en los últimos años, en el 15-M y en multitud de manifestaciones, mareas sociales, huelgas generales y luchas obreras y vecinales posteriores, se ha trasladado ahora con contundencia al terreno electoral, dándole más ánimo y confianza a millones de jóvenes y trabajadores, y allanando el camino para desalojar a la derecha en las próximas elecciones generales.

El hundimiento y crisis del PP

El desgaste de la derecha ha sido colosal. El PP pierde 2,4 millones de votos en relación a las anteriores municipales, pasa de 8.476.138 a 6.032.496 de votos, una caída de 10 puntos y retrocede a niveles de 1991. Pero es que respecto a las generales de 2011 pierde 4,5 millones y baja 13 puntos.

Después de su arrollador triunfo en las municipales y autonómicas de 2011, que tiñó de azul casi todo el mapa, en sólo cuatro años ha dilapidado todo lo que ganó y más. Ha perdido la mayoría absoluta en diez comunidades y de prosperar los pactos entre las fuerzas políticas de izquierdas sería desalojada de seis: Extremadura, Castilla La Mancha, Valencia, Aragón, Baleares y Cantabria. Este derrumbe del PP es el resultado directo de la política de brutales recortes, de la represión de los derechos democráticos, y de los numerosos casos de corrupción en los que está implicado.

La machacona insistencia en que se “ha salido de la crisis”, y la sistemática campaña del miedo llevada a cabo, asociando una victoria de la izquierda con el fin de la “recuperación” y la caída del país en el caos, no ha tenido, ni mucho menos, el efecto que deseaban.

Al amplio y activo rechazo de la clase obrera y de la juventud se ha sumado el abandono de una parte importante de su propia base electoral, en parte afectada por la dureza de la crisis económica y asqueada por los interminables casos de corrupción.

La caída de Madrid y Valencia, durante décadas expositores de la supuesta fortaleza de la derecha y de su buena gestión, revela la magnitud del cambio que se está produciendo. Así como la pérdida de la mayoría absoluta de Cospedal en Castilla-La Mancha, otro de los emblemas del PP.

Las declaraciones de Rita Barberá, la misma noche electoral, apelando a “un acuerdo de Estado” para “hacer frente al radicalismo”, y secundadas por las de Esperanza Aguirre revelan el grado de desesperación y rabia de unos personajes que se creían imbatibles.

El PP rescató a Aguirre con la esperanza de movilizar el voto de la derecha y evitar el descalabro electoral. Aguirre durante la campaña ha hecho alarde de la arrogancia clasista típica de la derecha española. Se presentó como la defensora de “la libertad, la vida, la defensa de la propiedad y el imperio de la ley”, palabras similares al lema de la CEDA en los años treinta: “Patria, orden, religión, familia, propiedad, jerarquía”. Pero estas palabras no han evitado que perdiera 190.000 votos. Después de las elecciones ha protagonizado un disparate tras otro, primero ofreciendo la alcaldía al PSOE para evitar la elección de Manuela Carmena, a la que acusa de intentar acabar con el “sistema constitucional”, para un día después ofrecer un pacto a Ahora Madrid, siempre y cuando abandone la idea de crear “soviets en los distritos”. Es evidente que la derecha y los grandes empresarios perderán mucho si dejan de controlar el ayuntamiento de la capital y Aguirre intenta, en una huida hacia adelante, evitar esta catástrofe. Recordemos que en 2003 no tuvo inconveniente en recurrir a la compra directa de diputados del PSOE (el tamayazo) para hacerse con la presidencia de la Comunidad.

La derrota de la derecha ha recrudecido las divisiones y enfrentamientos internos que existen en el seno del PP. Rajoy se aferra a la idea de haber “ganado las elecciones” y de ser “el partido más votado”, sacando la conclusión de que el PP está “en el buen camino para ganar las próximas elecciones generales”. Sin embargo, esta simulada autocomplacencia es insostenible, y ha desatado una oleada de críticas internas, iniciadas por Juan Vicente Herrera, presidente del PP de Castilla y León, que ha instado a Rajoy a “mirarse al espejo y pensar si debe ser el candidato” a las elecciones generales. Otros líderes regionales como Bouza (Baleares), Fabra (Valencia) o Rudi (Aragón) han anunciado que abandonarán sus cargos en los próximos meses.

Un Rajoy muy tocado ha tenido que salir tres días después reconociendo la necesidad de cambios y anunciando una remodelación de gobierno para el mes de junio. Estas medidas no garantizan en absoluto que las divisiones en la cúpula del PP, inmersa en un clima de perplejidad, histeria y de “sálvese quien pueda”, vayan a remitir. Lo que sí está claro es que cualquier cambio será interpretado como un síntoma de debilidad. La posible salida de Wert, como públicamente se está aireando, sería una incontestable victoria de la lucha de la comunidad educativa contra el ministro peor valorado del gobierno, uno de los más reaccionarios y que más se ha significado en la tarea de destruir las conquistas sociales.

Ciudadanos no logra amortiguar la caída del PP

Ciudadanos, candidatura que ha sido intensa y descaradamente promovida por los medios de comunicación burgueses con el fin de suplir el previsible desgaste del PP, no logra recoger los votos que éste pierde. Ha conseguido 1.467.663 votos (frente a los 2,4 millones perdidos por el PP), un 6,55%, muy alejado del 14% de apoyo que le daba el CIS y otras encuestas. Y eso que ha podido absorber más de 200.000 votos de UPyD, que prácticamente desaparece de la escena. Aunque Rivera insista una y otra vez en su éxito, argumentando que es la tercera fuerza más votada, la realidad es que sus resultados están lejos de lo esperado. Es verdad que aparece como el tercer partido más votado, pero eso sucede porque en los datos municipales no está sumado lo obtenido por las decenas de candidaturas populares que se han presentado en todo el país. En cambio, sí tenemos la referencia de las autonómicas, en las que Ciudadanos queda como cuarta fuerza con 1.480.000 votos, por detrás de Podemos, con casi 1,8 millones de votos.

Ciertamente la representación alcanzada por Ciudadanos probablemente sirva para salvar algunos muebles al PP, como es el caso del gobierno de la Comunidad de Madrid, pero esto ayudará a desenmascararles todavía más de cara a las elecciones generales.

Giro a la izquierda

Estas elecciones se han celebrado justo un año después de las europeas, marcadas por la impactante irrupción de Podemos. Los resultados obtenidos por esta formación, al mismo tiempo que fueron un reflejo del malestar generalizado, generaron una enorme oleada de entusiasmo y optimismo: para millones de personas se concretó la posibilidad real de propiciar un cambio político y social profundo, un cambio que fuera mucho más allá de un simple recambio electoral. Si algo quedó claro es el enorme espacio que existe a la izquierda de la socialdemocracia.

Esta combinación de un clima de contestación en la calle con la cristalización de candidaturas ligadas a la lucha ha provocado la movilización del voto de la clase obrera y de la juventud. Un día antes de las elecciones El País reconocía que los últimos sondeos reflejaban una “hipermovilización del voto joven”. Efectivamente, muchos jóvenes que se habían mantenido en la abstención en las últimas citas electorales o que se estrenaban en esta ocasión han acudido masivamente a las urnas al existir una opción política alternativa por la izquierda. El incremento de la participación se ha notado sobre todo en los barrios obreros de las grandes ciudades, donde ha ganado de manera contundente la izquierda.

Las candidaturas de unidad popular en las ciudades de Madrid (Ahora Madrid), Barcelona (Barcelona en Comú), Santiago (Compostela Aberta), A Coruña (Marea Atlántica), Cádiz (Por Cádiz Sí Se Puede), Zaragoza (Zaragoza en Común) y Oviedo (Somos Oviedo), tienen posibilidad de hacerse con las alcaldías de estas siete grandes ciudades, que juntas suman un total de 6.119.793 millones de habitantes. En otras grandes ciudades como Valencia, Alicante, Gijón, Sevilla, Lugo y Palma de Mallorca, las candidaturas de unidad popular pueden favorecer gobiernos de izquierdas y evitar que el PP mantenga o se haga con estas alcaldías, según el caso.

Es importante señalar que los resultados obtenidos por las candidaturas de unidad popular se han conseguido a pesar de su descarada marginación en los grandes medios. Su campaña electoral se ha basado en la ilusión y la participación de decenas de miles de personas, sin la financiación de la banca, recuperando así las mejores tradiciones de la izquierda.

El impulso fundamental de estas candidaturas han sido los barrios y ciudades obreras. Ahora Madrid, que obtiene el 31,85%, alcanza en los distritos de Centro, Vallecas o Vallecas Villa más del 40% del voto; en Latina, Arganzuela, Carabanchel, Usera, Villaverde y Vicálvaro supera el 33%. Incluso en los barrios clásicos de la derecha como Retiro, Salamanca o Chamartín no bajó del 20%. En conjunto, el voto de izquierdas en Madrid suma el 48,84%. Madrid se ha dividido en dos, la mitad norte en la que gana el PP y la mitad sur en la que vence Ahora Madrid.

En Barcelona, donde Ada Colau gana con el 25,2% de los votos, en distritos obreros como Nou Barris y Ciutat Vella obtiene el 33,79% y el 35,2% respectivamente, y el conjunto de la izquierda alcanza el 64% y el 62%. El aumento de la participación en los bastiones tradicionales de la izquierda ha sido muy significativo, de 8 puntos en el caso de Nou Barris. En Zaragoza es también destacable el 24,5% obtenido por Zaragoza en Común, que se que queda a un concejal del PP y superando en 3 al PSOE.

En el caso de las autonómicas, Podemos se convierte en la tercera fuerza política en Aragón con el 20,5%, y en la Comunidad de Madrid, con el 18,5% de los votos. La izquierda en su conjunto recupera terreno perdido en el cinturón rojo de Madrid con mayorías amplias como en Fuenlabrada (65,5%), Getafe (56,6%), Leganés (48,2%), Móstoles (54%) o Parla (57,9%).

El descalabro de IU

En un contexto de avance de la izquierda IU ha perdido 400.000 votos. Aunque Cayo Lara se muestre satisfecho porque logra mantener el número de concejales gracias a los resultados conseguidos por las candidaturas populares en las que ha participado, eso no puede ocultar un balance muy negativos, que tiene una clara explicación en los graves errores cometidos por su dirección.

Por un lado, en la política de pactos de los últimos años: participando en el gobierno del PSOE en Andalucía, convirtiéndose así en copartícipe de su política de recortes, o más escandaloso todavía, permitiendo que el PP gobernara en Extremadura, cuya consecuencia ha sido la pérdida de los 3 diputados de IU en el parlamento extremeño.

Por otro, negándose a formar candidaturas de unidad de la izquierda en zonas tan importantes como Madrid, donde ha desaparecido del ayuntamiento y de la comunidad, además de perder miles de votos en los barrios obreros y en los pueblos del cinturón rojo. Es el precio a pagar por dejar la formación en manos del sector más derechista de la burocracia de CCOO, el sector que durante años pactó con el PP la composición de los órganos de dirección de Caja Madrid (la actual Bankia) y que ha decidido presentarse a las elecciones al margen de los movimientos de unidad popular. De los 164.000 votos conseguidos en la ciudad de Madrid en 2011, en estas elecciones IU sólo ha conseguido conservar 27.869. Sin duda, la inmensa mayoría de la base social de IU compartió el criterio defendido por la mayoría de la militancia: el lugar de IU está en los agrupamientos unitarios de la izquierda que lucha.

El PSOE sigue perdiendo votos

Otro de los damnificados por estas elecciones es el PSOE. Parecía imposible sufrir unos resultados peores que los de 2011, cuando perdió millón y medio de votos, pero en éstas ha vuelto a perder casi 700.000 votos. Pasa de obtener 6.275.314 de votos a 5.587.840, el peor resultado en unas municipales desde 1979.

Es verdad que mantiene Asturias (perdiendo casi más de 5,5 puntos porcentuales) y es la fuerza más votada en Andalucía; si recibe el apoyo de Podemos, podría recuperar comunidades como Extremadura o Castilla La Mancha; o que ha ganado ayuntamientos como el de Vigo o Huelva y podría gobernar en capitales de provincia importantes con el apoyo de otros partidos. Pero esto no puede ocultar que la sangría de votos sigue produciéndose, una consecuencia del desprestigio y de la falta de autoridad de la socialdemocracia por su compromiso con el sistema y la política de recortes. Es muy gráfico que en Madrid, Barcelona y Valencia, las tres ciudades más importantes del Estado, otrora bastiones del PSOE, la socialdemocracia haya quedado en tercera, cuarta y quinta posición respectivamente.

Una vez más hay que señalar que el desgaste del PSOE se produce a pesar de estar en la “oposición”. Igual que en el PP, estos resultados acentúan la crisis interna, que se refleja en tensiones cada vez más visibles en la dirección. Antes de estas elecciones, la cúpula del PSOE, empezando por Pedro Sánchez, cargaba contra el “populismo radical” de Podemos y elementos como Bono y González, defendían descaradamente la necesidad de un gobierno de coalición con el PP. Después del 24-M, Pedro Sánchez ha tenido que moderar su agresividad hacia Podemos y ha declarado su propósito de “articular gobiernos progresistas”. Sin embargo, este ajuste del discurso, motivado por el impacto de los resultados electorales y para evitar males mayores, rápidamente ha sido contestado por Susana Díaz, que ha dicho que el PSOE no puede ser “ni un escudo contra unos [PP] ni una pasarela para otros [Podemos]”. Quizás Susana Díaz, pendiente de poder formar gobierno en Andalucía, prefiera apoyarse en Ciudadanos en vez de en Podemos, lo que le daría más margen para seguir con la política de recortes de la anterior Junta del PSOE.

Los resultados electorales han encendido las señales de alarma en los círculos de poder, el martes 26 el El Mundo publicaba un artículo titulado: “Inquietud en el Ibex: 'PP y PSOE tienen que pactar'”, reflejando las preocupaciones que existen en el seno de los consejos de administración de las grandes empresas ante la pérdida de ayuntamientos como Madrid, Valencia o Barcelona, y la posible paralización de grandes operaciones inmobiliarias especulativas en las que entidades como BBVA o la constructora OHL tienen intereses valorados en miles de millones de euros. Sin duda, estas presiones se van a hacer sentir en la dirección del PSOE.

El camino es la unidad de la izquierda con un programa de ruptura con el capitalismo

El éxito de las candidaturas de unidad popular y de Podemos en estas elecciones demuestra que sí se puede derrotar a la derecha. Los resultados de la izquierda que lucha no han alcanzado, en absoluto, su techo. Barcelona y Madrid, y otros ayuntamientos, se pueden convertir en una prueba práctica de que sí se puede hacer una política que mejore sustancialmente la vida de las personas, actuando como una palanca para incrementar el apoyo social y electoral de la izquierda combativa.

El plan de choque de Barcelona en Comú para los primeros meses de gobierno contempla medidas como la imposición de tasas a las compañías eléctricas por la ocupación del espacio público; que no haya cortes de agua, gas y luz por impago; garantizar la alimentación de los jóvenes; impulsar la lucha contra la precariedad; la cesión al ayuntamiento de la gestión de las viviendas desocupadas en manos de los bancos, para destinarlas al alquiler social; una renta municipal complementaria para familias con pocos recursos; reducción del coste del transporte público; creación de 2.500 empleos invirtiendo en programas de rehabilitación de viviendas, gestión de residuos; destinar los 4,5 millones de euros que se gastan en la F1 a alimentar a los niños que lo necesitan en los colegios, etc.

También Manuela Carmena ha propuesto 5 medidas para los 100 primeros días de alcaldía en las que se contemplan el fin de los desahucios, la asistencia sanitaria pública para toda la población de Madrid (con independencia de su status legal), la garantía de que nadie será privado de luz o agua por no disponer de ingresos suficientes. Parar la privatización de los servicios públicos, la externalización de servicios municipales a grandes empresas y la venta de patrimonio público y un plan urgente para la inserción laboral de jóvenes y parados de larga duración. También ha hablado de auditar la deuda pública e incluso aprobar quitas; paralizar las principales operaciones urbanísticas de la ciudad; subir los impuestos a las grandes empresas; que la iglesia pague el Impuesto de Bienes Inmuebles; convertir en públicas y gratuitas las escuelas municipales; bajar el precio del transporte público; o quitar el nombre de figuras del franquismo de las calles de la capital. Tanto Manuela como Ada han apoyado la lucha de los trabajadores de las contratas de Telefónica, y se han comprometido a no renovar los contratos con la multinacional si no satisface las justas exigencias de la plantilla.

Lógicamente, estas medidas, y otras que se tendrán que tomar para hacer una política social a favor de la mayoría, chocarán con los intereses de los grandes poderes económicos. Los ayuntamientos, como otras administraciones, se han convertido en una fuente de millonarios negocios para las grandes empresas. Ada Colau ha denunciado que CiU, después de perder el ayuntamiento de Barcelona, aceleró el cierre de contratos millonarios con empresas, “hipotecando el futuro presupuesto de la ciudad por años”. Es una muestra de la desvergüenza con la que actúa la derecha con el dinero público. Como en Grecia, los capitalistas reaccionarán, chantajearán y amenazarán a cualquier gobierno municipal o estatal que toque sus intereses. La única manera de contrarrestar esta amenaza es con la movilización y la participación directa de la población en la gestión de los asuntos municipales.

Llevar adelante estas medidas para favorecer a la inmensa mayoría de la población en los ayuntamientos será la mejor manera de garantizar la caída del PP y la formación de un gobierno de izquierdas en las próximas elecciones generales.

En su discurso de la noche electoral, Pablo Iglesias señaló, muy acertadamente, que los miles de trabajadores y jóvenes que han luchado contra los recortes a lo largo y ancho del país son los que han hecho posible el giro a la izquierda. Además, ha anunciado que allí donde ellos puedan impedirlo el PP no gobernará las instituciones, y por primera vez no cierran las puertas a presentarse a las próximas elecciones generales en una candidatura de unidad popular.

Los acontecimientos han dejado muy claro el tremendo potencial que existe para levantar una alternativa socialista y anticapitalista de masas. ¡Y hay que aprovecharlo! Es la hora de construir un gran Frente de Izquierdas, de materializar la Convergencia o la Unidad Popular, que integre a Podemos, a Izquierda Unida, a los movimientos sociales, a la izquierda de las nacionalidades históricas. Una unidad de la izquierda, no para disolvernos en los mecanismos de las instituciones que están completamente alejadas de nuestros intereses, sino para representar a la mayoría explotada y defender un programa en su beneficio. Un Frente de Izquierdas que recoja el sentir de la calle, de todos los que luchamos contra los recortes y hemos puesto en solfa a este gobierno de los empresarios, que sirva para recuperar principios y señas de identidad que han sido abandonadas a favor del arribismo, la corrupción y la integración en el sistema; que luche frontalmente contra las redes clientelares del poder, que rompa radicalmente con ese parlamentarismo que no nos representa y que actúa de correa de transmisión de los grandes bancos, de los mismos especuladores y ladrones que viven en el lujo obsceno en la cúspide del sistema. Pero el voto por sí solo no resuelve los problemas a los que se enfrentan la clase trabajadora y la juventud. Sin duda, sería un avance la unidad de IU y Podemos en las próximas elecciones generales. También es importante defender un programa político para acabar con el capitalismo e impulsar la transformación socialista de la sociedad, pero la clave para derrotar a la derecha es la movilización social en las calles, esa es la única manera de romper la resistencia de los capitalistas que como estamos viendo estos días se resistirán con uñas y dientes a perder el poder. ¡Sí se puede!